El mundo llora la partida de José “Pepe” Mujica, ex presidente de Uruguay, cuya muerte ha generado un profundo dolor en la esfera política y social global. Mujica, nacido en 1935, marcó un hito en la historia contemporánea con su vida austera, su compromiso con los más necesitados y su visión humanista de la política.
Como destacó el Dr. Gustavo Carreras, citando a Ortega y Gasset, una generación no es solo un fenómeno biológico, sino histórico. Mujica, hijo de su tiempo, vivió y moldeó acontecimientos clave. Militante del Movimiento de Participación Popular (MPP), un partido de izquierda, forjó una destacada carrera política que lo llevó a ocupar cargos en la Cámara de Diputados, el Senado y el Ministerio de Agricultura y Ganadería de Uruguay. Sin embargo, él mismo describía su rol como diputado con ironía: “Me sentía como un florero”.
Su presidencia (2010-2015) estuvo marcada por una sencillez sin precedentes. Mujica rechazó vivir en la residencia presidencial y permaneció en su humilde chacra junto a su esposa, Lucía Topolansky. Donó el 90% de su sueldo, unos 12.000 dólares mensuales, a organizaciones sociales y proyectos solidarios, como viviendas para los más necesitados. Bajo su gestión, Uruguay redujo la pobreza, aumentó los salarios y priorizó políticas ambientales, demostrando un compromiso con el bienestar colectivo y el planeta.
Ateo confeso, Mujica compartía con el Papa Francisco una profunda valoración de la humanidad: “Venimos al mundo desnudos y nos vamos igual. El ser humano es el máximo valor”. Esta filosofía le valió el apodo del “presidente más pobre del mundo”, un título que reflejaba su desprendimiento material y su enfoque en la justicia social.
Mujica también fue un estratega político que abogó por la unidad, convocando a diversas fuerzas políticas a colaborar en planes de gobierno. En un mundo donde la política, especialmente en Argentina y a nivel global, sufre de corrupción y descrédito, su figura se alza como un modelo de integridad. “Para ser gobernante hay que ser sabio, y ojalá que los sabios nos gobiernen”, solía decir, y muchos lo consideraron precisamente eso: un sabio.
El legado de Mujica, seguirá inspirando a quienes buscan una política renovada, centrada en el ser humano y no en el poder. Su vida humilde y sus aportes solidarios dejan una huella imborrable en Uruguay y el mundo.
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