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[Audio] Agite de caderas en la pantalla grande, como fue Argentina el paso de las estrellas de la música por el cine

Por Pablo Argañaras, Lic. en Cine y Televisión
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En las décadas de los ’60 y ’70 nuestro cine nacional fue la vidriera de numerosos cantantes que a modo de videoclips hechos películas conquistaban a su público de aquel entonces.
Si nos ponemos a repasar de manera rápida, los videoclips como tales surgieron a fines de la década del ’70 con el surgimiento del canal de música norteamericano MTV, Music Television.  Fue un boom tal que revolucionó la manera de hacer música y de hacer audiovisual.  Desde su lanzamiento MTV fue un suceso.  Marcó un precedente tal que en la actualidad pensar en una música sin su imagen es casi imposible.  Esto propició la cultura de la música pop de los ’80 con Michael Jackson y Madonna a la cabeza del mismo. 
Cantantes y grupos se volvieron mundialmente conocidos y su música e imágenes se convirtieron en iconos de su generación.  Desde allí la música y la imagen se interrelacionaron  y retroalimentaron mutuamente hasta nuestros días.  Música acompañadas y potenciadas desde las imágenes, e imágenes que se hacen potentes con el sonido. 

En los tempranos ’60 nuestro cine argentino vivió algo similar con algunas diferencias puntuales, explotando en la década del ’70.  La masividad del cine aún no era disputada por la televisión e ir a las salas estaba de moda, al igual que los discos de vinilo y la radio.  Las imágenes de los grupos y cantantes se las podía tener comprando revistas, periódicos o en las portadas de los vinilos. 

Ante este incipiente fenómeno en expansión los productores cinematográficos argentinos vieron una veta comercial importante.  Así comenzaron a aparecer de a poco en las  pantallas estrellas de la música que a modo solapado iban estelarizando los nuevos filmes del cine nacional.
Comedias románticas y musicales empezaron a producirse y estrenarse para un público que apoyó está nueva moda de hacer y ver cine.  Fue el momento de Sandro y sus caderas en pantalla grande.   Leonardo Favio, Palito Ortega, Leo Dan y muchos otros comenzaron a protagonizar filmes que colmaban la taquilla de espectadores ávidos de consumir un cine fresco y musical.  Con tonos optimistas y coloridos por lo general fomentaban historias de amor románticas, de finales felices, buenos modales y correctas en su discurso.  El conflicto madre de los personajes radicaba en alcanzar el éxito, la llegada a Buenos Aires desde el interior, y el cumplimiento de los sueños de jóvenes cantantes, que al final obviamente cumplían sus objetivos para el aplauso del público. 

La industria musical se retroalimentaba de la cinematográfica y viceversa.  Un negocio redondo para las disqueras, artistas, representantes, estudios de cine y el público.  Estrellas de nuestro país inundando las pantallas, las páginas de revistas, las señales de radio.  Fue la segunda gran ola de éxitos de nuestro cine argentino. 
Luego, más adelante cambiarían las reglas del juego, entraría la televisión y el walkman con los cassettes y ya nada volvería a ser igual.  Pero en esas décadas el rey indiscutido fue un jovencísimo Sandro y sus caderas que se movían de manera casi obscena para la mirada atónita de muchos y para el deleite de su público que lo acompaño hasta su muerte.