Desde el 13 de junio de 2025, Israel ha intensificado su ofensiva militar contra Irán, bajo la «Operación León Creciente», buscando desmantelar su programa nuclear, percibido como una amenaza existencial. Los ataques han destruido instalaciones clave como Natanz, Fordow e Isfahán, con un saldo de al menos 500 muertos, según Irán. Teherán ha respondido con misiles contra Tel Aviv y otras ciudades, dejando al menos 24 fallecidos en Israel.
Estados Unidos, bajo la administración de Donald Trump, se sumó al conflicto el 22 de junio, bombardeando tres instalaciones nucleares iraníes con bombarderos B-2 y bombas antibúnker GBU-57. Trump exigió la «rendición incondicional» de Irán y el fin de su programa nuclear, negando intenciones de cambio de régimen. Irán amenaza con atacar bases estadounidenses y cerrar el estrecho de Ormuz, lo que podría disparar los precios del petróleo.
El Dr. Pedro Basbus, analista internacional, advierte: «Siempre dijimos que uno sabe cómo comienzan los acontecimientos, pero no sabemos cómo termina». La escalada entre Irán e Israel, con la intervención de Estados Unidos, «abre una caja de Pandora por las consecuencias que esto pudiera tener». El ingreso de Estados Unidos, potencia mundial, refuerza su respaldo incondicional a Israel, su aliado estratégico.
La comunidad internacional, incluyendo la UE y la ONU, urge la desescalada, mientras China y Rusia condenan los ataques.
Para Argentina, aliada de Estados Unidos, este conflicto implica un cambio de paradigma en su política exterior, enfrentándose a nuevas dinámicas geopolíticas. La tensión sigue creciendo, con riesgos de una guerra regional de consecuencias imprevisibles.
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