Sube el volumen de la música en la sala. Lentamente la pantalla funde a negro y comienzan a aparecer los créditos subiendo por la pantalla. Las lucen se encienden lentamente. Algunos se paran y se marchan eclécticamente. Otros toman uno que otro abrigo, se paran se estiran y se marchan. Hay quienes se miran entre sí se dan un beso y salen dialogando. Mucho quedan «atornillados» a la butaca meditando el film.
Un termómetro que es válido para medir el éxito de una película es el comportamiento del público al finalizar la proyección. Tomemos el término éxito en el sentido de que los espectadores de la película sientan que fue de su agrado o todo lo contrario. Cuando el público sale del cine y lo que experimentó fue de su agrado se convierte en la mejor campaña de marketing que todo film puede tener. Se gastan fortunas en promocionar películas, y esto funciona lo que funciona el «boca a boca» del público. Aquellos «tanques Hollywoodenses» de miles de millones de dólares en promoción pueden llevar al público de las narices el día del estreno y un par de días más. Pero el caudal de espectadores no se mantendrá sino cautiva a esa masa de gente que tracciona las primeras funciones. Si esa película no es del gusto del público el «boca a boca» la liquida en una semana. De manera inversa si una película gusta a las personas que la observaron en la sala esas mismas personas la comienzan a recomendar. Sus familiares, amigos, compañeros de trabajo comentan la película que fue a ver fulanito o menganito, dice que está muy buena, aparte actúa tal y cual… El «boca a boca» funciona y lleva gente a la sala. Se multiplican los espectadores y el film tiene éxito de taquilla.
Toda campaña de prensa funciona para las primeras funciones. Luego la película debe hacer de las suyas y gustar a la gente. Si no hay comunión con el público, por más campaña de prensa que se realice, el filme estará condenado al fracaso. Esto como ley teórica funciona y muchas veces en la práctica también pero las cosas están cambiando de a poco.
Los estudios de Hollywood, las cadenas televisivas, las plataformas de contenidos audiovisuales (Netflix, Disney +, HBO, Max, entre otras), los dueños de las salas de cines, las redes sociales, todos son en algún punto movidos por el dinero de las mismas personas. Los inversores de las películas son aquellos que también tienen acciones en las cadenas de tv, en las plataformas de contenidos y publicitan en Google y por ende manejan al público llevándolo de las narices a las salas de cine. Se está por estrenar el último film de superhéroes norteamericano. Y comienza el juego. En la tv cada rato se publicita la película. Los programas de espectáculos nos muestran a los actores del elenco en entrevistas y backstages. La cartelería comienza a invadir las ciudades. Por radio escuchamos la banda de sonido de la película en cuestión. Todos los programas de radio comienzan a sortear entradas para ver la película en el cine. En los diarios impresos empiezan a salir páginas de publicidad cubierta y encubierta. En Google buscamos información del filme y de ahí en más todas las publicidades en nuestro celular indefectiblemente serán sobre el nuevo estreno. Todo el aparato publicitario y tecnológico está diseñado para inducirte a consumir esta nueva películas de superhéroes yankee.
Es tanta la presión que se ejerce desde el masivo aparato de prensa que hay veces que tenemos la sensación que «nos quedamos afuera de tal o cual experiencia cinematográfica» porque es tanto el hype, la arenga, que estamos totalmente coaccionados de manera evidente y subliminalmente. La televisión, la radio, la cartelería, merchandising, redes sociales, buscadores web, todo, absolutamente todo milimétricamente diseñado para influir sobre nosotros e inducirnos a consumir un producto audiovisual. En la actualidad y desde hace décadas, una hamburguesa y una película no se diferencian ya que son productos diseñados para ser consumidos, y cuanto más se lo consuma mucho mejor, más exitoso es el producto ofrecido. Un «fast food» audiovisual, comida chatarra y rápida de imágenes y sonidos «digeribles».
El sétimo arte cada vez está perdiendo la batalla y se está promoviendo solamente el negocio. Siempre fue la dicotomía el cine arte europeo o el cine yankee comercial. Pues como dirían en mi barrio el cine norteamericano está ganando por goleada… Y la hinchada está ávida de más goles…
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