La llegada de Queen a la Argentina no sólo es un hito en la historia reciente del país por la magnitud de la banda, sino también por la huella que dejó en el show business a nivel local y regional, así como por la gran cantidad de anécdotas (y mitos) que quedaron de aquella gira de la que este domingo se cumplen 40 años.
Enmarcada en el objetivo de «abrir nuevos horizontes», la gira de Queen por la Argentina, de la que este 28 de febrero se cumplen cuatro décadas, cambió para siempre el show business a nivel local y regional, que venía siendo de un amateurismo muy pasional: con la banda liderada por Freddie Mercury empezó la profesionalización de la organización de grandes recitales.
La reunión en la que se definió que la «Reina» tocaría por primera (y única) vez en el país fue obra del azar: el productor Alfredo Capalbo, que venía destacándose organizando recitales de Julio Iglesias y Joan Manuel Serrat por el Interior, viajó a Los Ángeles para intentar contratar a Linda Carter para que encabezara algunos shows en la piel de su personaje de la «Mujer Maravilla», pero la artista pretendía impulsar su carrera como cantante. «Mi viejo casi lo tira por la ventana al intermediario que lo hizo ir hasta allá», cuenta, entre risas, Javier «Coqui» Capalbo, hijo del legendario productor argentino y quien ofició como mano derecha de su padre en aquel viaje a los Estados Unidos en 1980.
En diálogo con NA, el reconocido ex rugbier señaló que, tras la decepción con Linda Carter, su padre llamó al destacado productor José Ángel «Beco» Rota, quien se encontraba en Los Ángeles, para almorzar juntos, sin saber que en esa comida el ex director artístico de Emi Odeón Argentina le propondría
sumarse a una reunión con Jim Beach, el histórico manager de Queen, y el agente estadounidense Howard Rose.
«Ahí empezó todo, que fue un proceso muy desgastante: fue la primera megaproducción en Latinoamérica», recuerda Coqui Capalbo.
Queen había comenzado el 30 de junio de 1980 en Canadá la gira presentación de «The Game», el disco que tenía entre sus temas a dos de los grandes éxitos de la banda: «Crazy Little Thing Called Love» y «Another One Bites the Dust».
Para Freddie Mercury, Brian May, John Deacon y Roger Taylor el cierre de ese año fue en Japón: el año siguiente la gira empezaría por Sudamérica, por la Argentina, más precisamente.
Mientras la banda estaba en las tierras del Sol naciente, por estos lares se daba un hecho inédito: la venta anticipada de entradas para el show. Hasta ese momento, los tickets se sacaban el mismo día en la puerta del lugar en el que era el recital: como movida publicitaria de Capalbo, que apeló a todas
sus dotes de innovador, las entradas tenían un saludo de fin de año -con las firmas de los músicos- e impulsó a que se vendieran como regalo de Navidad.Antes de que los músicos británicos arribaran al país, una avanzada, liderada por Gerry Stickells -el legendario tour manager de la banda-, se reunió con Alfredo Capalbo para definir los detalles técnicos de cada recital: así, juntos recorrieron los estadios elegidos (el José Amalfitani, de Vélez; el José María Minella, de Mar del Plata; y el Gigante de Arroyito, de Rosario).
El estadio de Liniers fue el elegido en la Ciudad de Buenos Aires porque «es como un anfiteatro» y allí Capalbo había organizado recitales de Julio Iglesias, así como también tenía un excelente vínculo con el entonces presidente del club velezano, Ricardo Petracca, explicó Coqui Capalbo a Noticias
Argentinas.
Uno de los principales aspectos que se analizó fue el del suministro eléctrico, ya que el espectáculo de Queen utilizaba una gran cantidad de equipos de sonidos, la máquina de humo y las enormes parrillas de iluminación, algo que haría explotar las instalaciones de los estadios: por eso, se recurrió a
utilizar las subestaciones eléctricas que hay cerca de cada uno de ellos.
Según precisa Coqui Capalbo,»el costo más grande de toda la gira» no fue el cachet de la banda, sino «el alquiler y traslado de un cable gigante, que era de SEGBA» y que fue de vital utilidad para que la banda británica pudiera ejecutar su arte arriba del escenario sin contratiempos.
Los escenarios fueron otro de los temas en que Queen marcó un antes y un después: el montaje de las enormes estructuras tubulares demandaban entre 20 y 25 días.
La logística para traer al país los equipos que formaban parte del show también fue otro dato que impresionó a los productores locales: desde Japón salieron en dos Boeing 707 «560 reflectores, siete grúas para ocho parrillas lumínicas de 80 reflectores cada una, 125 bafles columnas de sonido», mientras
que desde Los Ángeles se mandaron por barco «ocho columnas para sostén de techo con peso de 30.000 kilos».
La banda arribó al Aeropuerto Internacional de Ezeiza «Ministro Pistarini» el 27 de febrero y ahí comenzó la historia grande: «Supimos que iba a ser muy excitante desde que aterrizamos. En el aeropuerto no pudimos creer lo que escuchaban nuestros oídos, porque estaban pasando nuestra música por los
altavoces», afirmó Freddie Mercury en aquella ocasión a la periodista inglesa Nina Miskow, corresponsal en Argentina de The Sun.
Pocos minutos después de la llegada surgió un insólito imprevisto que provocó la «cagada a pedos» de Jim Beach a Capalbo. «Ellos pidieron una limusina para cada uno. Pero acá no había una para cada uno: apenas conseguimos una. La mandamos a Ezeiza y, después de levantarlos, a mitad de camino el chofer frenó en una estación de servicio a cargar nafta. Fue la cagada a pedos más grande, y creo que la única, de Jim Beach», rememoró el hijo del productor.
La gira argentina constó de cinco recitales: el 28 de febrero y el 1º de marzo en Vélez; el 4 de marzo en Mar del Plata; el 6, en Rosario; y el 8, de nuevo en el José Amalfitani -este último fue transmitido en vivo por Radio Rivadavia y Canal 9-.
Se calcula que poco más de 200 mil personas acudieron a esos recitales en los que Queen selló un vínculo de por vida con el público argentino.
Muestra de esa alianza y el fervor fue el momento en el que el cantante nacido en Zanzíbar se vio sorprendido por cómo los espectadores seguían a su ritmo la letra del clásico «Love of my life»: «All yours» (Todo de ustedes), dijo el hombre del bigote desde el escenario, dejando que miles de argentinos
cantaran la balada acompañando a Brian May y su guitarra.
El líder de la banda, que en la Argentina adoptó el pelo corto gracias al peinador Miguel Romano, también sintió (y sufrió) el entusiasmo de los fanáticos locales debajo de los escenarios, ya que no pudo salir del Hotel Provincial de Mar del Plata para conocer la ciudad.
Durante su paso por la Argentina, los integrantes de Queen no sólo se subieron a los escenarios, sino que también pudieron despejarse y conocer algunos de los atractivos turísticos del país: Freddie Mercury paseó por San Telmo y compró antigüedades, así como también por el Jardín Japonés; Brian May
y John Deacon fueron a la playa en Mar del Plata con sus familias; recorrida por Italpark; Roger Taylor anduvo en karting, también en la ciudad costera; el entonces presidente de Vélez los agasajó con un asado en Parque Leloir; así como hubo cenas en «Los Años Locos» y en «Los Viejos Vagones».
Lejos de escapar al clima de época, la banda vio con sus propios ojos cómo la Argentina estaba bajo una dictadura militar: incluso mantuvieron una reunión con Roberto Viola, antes de que fuera presidente de facto. El vínculo se dio a partir de un pedido del hijo del militar, Roberto Viola hijo, quien generó el encuentro a partir de su relación con Alfredo Capalbo, a quien solía cruzar en el restaurante «Los Años Locos».
En cada uno de los recitales y durante toda su estadía en el país, los británicos fueron celosamente custodiados, tanto por personal contratado por Capalbo como por fuerzas de Seguridad. Una de las imágenes más destacadas del paso de Queen por la Argentina es la de la banda subida a un vehículo militar a la salida de un recital en Vélez, ya que por la cantidad de gente que había en las afueras del estadio se complicaba sacarlos del lugar de manera individual en los autos que cada uno tenía a su disposición.
Quienes repasan las fotos que pueden encontrarse en la web suelen ver a un hombre, flaco y de bigotes, que aparece casi siempre al lado de Freddie Mercury. Aunque el primer pensamiento puede ser que se trataba de un doble de riesgo, la realidad fue completamente distinta: era Jorge Fregonese, un cuidador de caballos amigo de Capalbo que ofició de traductor del cantante.Pero, si se habla de Queen en la Argentina, la primera referencia seguramente será la aparición de un joven Diego Maradona en el escenario para presentar «Otro muerde el polvo» (Another one bites the dust), en medio de la ovación del público y antes de que el bajo de Deacon introduzca la voz de Mercury. Las fotos del backstage con el «Pelusa» luciendo una camiseta británica son una referencia mundial de aquel encuentro, que tuvo como origen el fanatismo de Jim Beach por el futbolista argentino.
Según una versión, cuando la banda se trasladó a Brasil para continuar con la gira, le preguntaron a Freddie Mercury si estaba sorprendido por los 100 mil fanáticos que se había acercado a verlo en el Morumbí: «Sí, pero nada se compara con lo de Argentina», habría respondido el cantante.
La visita de Queen -que estuvo a punto de volver al país en 1983, pero finalmente se cayeron los planes- no sólo marcó un quiebre en la banda, que quedó definida como uno de los grandes grupos capaces de llenar estadios, sino también para el entretenimiento local, que empezó su profesionalización en la organización. No en vano el astuto Alfredo Capalbo eligió un particular lema para vender las entradas y difundir el espectáculo: «Siempre será antes y después de Queen».
Escrito por Noticias Argentinas
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