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[Audio] Miami era una fiesta

Por Pablo Argañarás Lic. En Cine y Televisión
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Por Pablo Argañarás Lic. En Cine y Televisión

En el año 2000, me encontraba viviendo en Miami Beach donde trabajaba en el negocio de mi tío Roly.  Por aquel entonces Miami era una fiesta, nadie sospechaba lo que sería al año subsiguiente con el atentado a las Torres Gemelas.  Desde el 2001 nada volvería a ser igual en los Estados Unidos.   Como todos los días, mientras vivía en Miami Beach, iba al mar después del trabajo.  Cuando llego a la vereda de Ocean Drive y la calle 12  me encuentro que la senda para pasar a la playa estaba cortada por una cinta plástica con franjas rojas y blancas. Cincuenta metros vallados que impedían cruzar.

Me doy cuenta que era un rodaje porque había unos camiones de donde bajaban unos “brutos” de arcos de carbón. Los “brutos” les llamábamos a unos tachos enormes con lámparas alimentados por generadores que hacían luz de relleno a la sombra del sol. Imagínense lo potente de esa luz. Tenía que ser igual que la luz solar para que los espectadores no notasen nada en la pantalla. Eran tiempos donde el retoque digital no era aún una práctica común como lo es actualmente. Había también carros de travelling, esos que en los “detrás de escena” se ven sobre rieles que se arman para que los movimientos de cámara sean fluidos, y sobre los que van colocados la filmadora y el camarógrafo, que son empujados a las órdenes del director de fotografía. Lo que aquí, en Santiago del Estero,  reemplazamos en una película que filme hace unos años atrás, “Stromata”,  con unas maderas y una silla de ruedas que corría por encima, aunque en común con Hollywood puedo decir que nuestro camarógrafo Emi Dech también iba sentado. En mi película anterior, “La Mirada de Huguito” era menos sofisticado el sistema empleado para emular el carro de travelling, ya que  me metía dentro de un carro de supermercado y me empujaban.
Había también un camión donde se vestían los actores, otro para el equipo técnico, otro solo para los generadores de energía, y varios colectivos: uno para los técnicos y otro para los actores. Como argentino, yo me desesperaba porque aquí hacemos todo, armar luces, colocar los tachos y mil y un cosas más. Y allá cada uno hacía una cosa: uno abría las patas del trípode y lo extendía, otro lo nivelaba, otro colocaba la cámara y otro ponía el parasol. Era muchísima gente trabajando, y yo pensaba “para qué tanta gente, les puedo hacer todo eso yo solo”. Era un enjambre de trabajadores, funcionando como engranajes de una gran maquinaria.
En eso empiezan a desfilar lo que parecían ser unos mozos. Me acerco a ese sector de la valla y efectivamente, eran mozos con bandejas llenas frutas, agua y jugos.
Veo en la dirección adonde llevaban las cosas y estaba Rene Russo con el director Barry Sonnenfeld charlando cerca de la barrera. Yo la observaba obnubilado por su belleza. Rene Russo era una mujer realmente hermosa.  Hubiese querido me dirigiera una mirada, o al menos al sector en donde yo estaba, pero no, siguió su amena conversación con su agua mineral Perrier entre sus manos.  Cuando estaba por acercarme más a ese sector, armaron un caminito con maderas sobre la arena. Iban caminando y había una mujer que con una escoba barría los granitos de arena que dejaban los pies de ellos. Luego el director se sentó en su silla tijera, un asistente le sostenía una sombrilla para que no le diese el sol. Después, un ejército de gente les hacía todo. Aquí cada uno de los que participamos de un rodaje tenemos que efectuar el trabajo que le corresponde a un ejército.  Por eso entendí por qué había tantas letritas con créditos de tantísimas personas al final de las películas norteamericanas.

El director dijo: “action”, “cut”, “it´s ok”.   Uno del equipo observó en un monitor e hizo seña con su pulgar.  Luego el enjambre ordenado desarmando todo para llevarlo a otro sector para filmar la toma subsiguiente. Cada uno realizando las tareas según su categoría, cada uno respetando la labor del otro por pequeña que sea. Eso me llamó mucho la atención y allí caí en cuenta la diferencia que existe entre un país con una industria audiovisual aceitada y sostenida de aquellos que no la poseen.  También me di cuenta de la inconmensurable belleza de esa mujer, de esa actriz angelada llamada Rene Russo.