Mostrar nuevos mundos, opciones de realidades diferentes, dimensiones paralelas. El cine, al igual que la literatura parece estar obstinado en encontrar vías de escape a esta realidad en la que todos nosotros, pobres mortales, existimos. Crearon para pantalla las mil y una ficciones en donde nuestro mundo y dimensión no es la real, sino una emulación de otra que es más interesante. Y cual hologramas cumplimos como marionetas nuestros roles en esta vida.
«The Matrix», «Avatar» y muchas otras ficciones más nos sumergieron en mundos que nos hacen cuestionar éste en el que coexistimos. Esto no es algo novedoso, ya el Dante en su «Divina Comedia» nos daba pistas de estas dimensiones paralelas. Y antes de él si leemos «La Biblia» nos toparemos que en sus escrituras ya se descubre la idea de lo multidimensional.
La humanidad desde sus orígenes parece haber estado inconforme con su realidad. Buscando alternativas a su realidad cotidiana. Vías de escape las hubo siempre. Desde allí se potencian las ilusiones de las realidades diversas. La filosofía y la religión rascaron el mismo ombligo de la vacuidad del ser. Al día de hoy se sigue «raspando la olla» y ya está sin resto alguno de comida. La realidad es tan real que nos angustia, nos interpela en nuestra ilusión de grandeza y nos da un sopapo que nos hace sentirnos tan minúsculos que huimos de allí inmediatamente.
Ahora se viene el Metaverso. La realidad virtual agigantada. Dispondremos en internet la opción de vivir una realidad alterna nueva. Una experiencia multisensorial en donde mediante «dobles» o «avatares» podremos recrear una vida paralela e inmersiva en un mundo creado por el dios Mark Zuckerberg. Ya nos había adentrado en su mundito primario con Facebook, Instagram, y Whatsapp. Ahora con Meta la vara está más alta y es tan grande nuestro deseo de evasión que no vemos la hora de dejar esta realidad «tan real» para poder irnos a otro mundo a vivir la vida. El «anillo al dedo» de la humanidad. Lo que no había logrado la filosofía, la religión, el arte, el espectáculo y la tecnología primaria, ahora lo está comenzando a lograr esta mixtura entre telecomunicaciones y hi-tec.
Recuerdo la sensación de niño al leerlo a Julio Verne. Luego cuando ya de adolescente descubrí los universos planteados en los comics. Bucear por los estratos planteados por el Dante luego ya de mayor. El «Neo» de Keanu Reeves en la Matrix de los Hermanos Wachowski. Vivir en el sacrificio total para lograr la salvación y en la otra vida ser feliz en el cielo. Pensar de más hasta el nihilismo absoluto. Dejarnos ser en una realidad «mamerta» creyéndonos un animé con un chip en el cerebro. Volar por los aires estupidizado con la última droga del mercado.
El ser humano, sus infinitas excusas y vías de escape para no percibirse. La maldita necesidad de escapar. Huir de nosotros mismo. De nuestro cerebro que nos machaca con los mil y un porqué. La bandera de la evasión potenciada al infinito. La compulsión y la ansiedad voraz. El canibalismo que muta a la autofagia.
En el cine aparecen las letras del final, la música sube el volumen, las luces se encienden y la gente comienza a levantarse de sus asientos. Señales inequívocas que la película se acabó. Terminó la ficción y hay que salir de la sala. El límite sano de la ficción cinematográfica. Una ficción controlada. Acotada. Un sano lapsus de irrealidad para soportar la realidad «tan real». Lo que se viene es otra cosa. Una dosis sin control de irrealidad. Una ficción sin fin. Sin luces que se encienden. Sin un corte en los estímulos. Ya no seremos capaces de rescatarnos de la ficción. La idea es que no nos demos cuenta de la diferencia. O mejor aún, elijamos vivir una irrealidad absoluta. La droga perfecta. Un viaje sin fin.
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