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[AUDIO] Remake de una película Discepoliana

Por Pablo Argañaras, Lic. en Cine y Televisión
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Todos los caminos conducen a Roma. Todos los ojos están puestos en las películas nuevas. Las noveles producciones audiovisuales son remakes de otras anteriores. Nada es nuevo bajo el sol. Todas las sendas nos conducen a viejos poblados. Ya no hay novedades. Quizás eso de que no existen ideas originales desde hace siglos sea cierto. Los personajes jóvenes son ancianos. Y los espectadores se cansan de ver una y otra vez como se raspa una olla que no tiene más alimento para ser rescatado de ella. Las ideas originales murieron. Solo queda ver collages de historias viejas a lo Frankenstein.
Los guionistas seguramente siguen siendo creativos. Los productores cada vez quieren arriesgar menos para así poder ganar más y de manera segura. A los críticos los siguen comprando por dos monedas para escribir loas a cualquier cosa que sea proyectada. Los espectadores están regurgitando una y otra vez las mismas historias. Quizás sea un problema mancomunado y no sea culpa de nadie en particular sino un combo fatal.
La sociedad hace décadas que observa lo mismo solo que en diferentes pantallas. Quizás esté anestesiada de ver una y otra vez la misma cosa. Tal vez lo cíclico de lo que se observa la mareo. Está groggi de tanto ver una y otra vez la misma película infinita.
Los actores se representan a ellos mismos. A los mismos papeles. Las voces de los actores de doblaje resuenan como eco en centenas de producciones. Los mismos chistes de siempre. Los mismos conflictos de siempre. Las mismas alegrías y tristezas. Quizás porque el ser humano sigue siendo benditamente el mismo. O malditamente.
Pasa lo mismo y lo que cambia es el escenario. O la época. Pero en el fondo se narra lo mismo. La creatividad es una gota de agua en un desierto. Y es tanta la falta de criterio e ignorancia que cualquiera escribe supinas barrabasadas amparados en las redes sociales. Filósofos de pacotilla, artistas frustrados que jamás crearon algo, profesionales de la nada.
Y cuando alguien saca la cabeza y se destaca por la originalidad de su obra hacen fila para denostarlo, porque claramente se nota lo diferente y obviamente hay que hacer añicos lo distinto, lo mejor. No vaya ser cosa que la gilada se avive…
Discépolo ya lo dijo como algo usual hace más de cien años, ahora tristemente sucede lo mismo y peor. Este siglo XXI es tan mamarracho como el anterior. Seguimos manoseados en el mismo lodo. Solo que somos más y estamos peor que las sardinas en una lata oxidada, vencida y a punto de explotar.