De las leyes de la composición la que domina al resto es la del equilibrio. Sin ella, las demás quedan sin sentido. Desde la desmesura no se puede objetivar absolutamente nada. Es necesario poseer un balance en la obra. Y lo mejor es que el balance es transversal a todas las artes.
Aristóteles lo advirtió y lo puso en palabras. Quedó para la historia como “el virtuoso término medio Aristotélico”. A decir aquí en nuestros pagos santiagueños, “ni muy muy, ni tan tan”… El dicho popular y el filósofo griego hacen referencia a la necesidad de poseer y estar en equilibrio. De lo nocivo de la polaridad. De lo malo de los extremos en todas las áreas de nuestra vida, incluido el arte. Vale esto también para los artistas.
Las palabras de Aristóteles cobran más vigencia aún en un país como Argentina, en donde tenemos la cultura de la polarización. Todo se dirime en extremos en nuestro país. Peronismo y anti peronismo. Boca y River. Maradona y Messi… Y así nos va… Siempre construyendo para luego destruir o viceversa. Nunca dando pasos firmes y constructivos. Creyendo que la crítica debe ser destructiva. Berrinches de un país joven que solo tiene doscientos años y pico de vida como república.
Los trípodes de las cámaras de fotografía, video, televisión y cine, desde el más económico al más costoso poseen una guía para poder equilibrar la imagen al horizonte. Un círculo guía impreso en un vidrio de color verde con una burbuja de aire en el líquido dentro del vidrio, igual al que poseen los niveles que utilizan los albañiles. A través de la burbuja del nivel podemos equilibrar la altura de cada pata del trípode, para que así, la imagen no quede inclinada hacia la derecha o izquierda. De esta manera evitamos el aberrante o escorzo, propendiendo a la nivelación de la imagen respecto a la línea de horizonte.
En el arte y la vida debería de ser igual que con los niveles de los trípodes. La pata número uno, la que da hacia adelante, o hacia el lente de la cámara debería ser el estudio constante. Incorporar de manera formal y paulatina los conocimientos y las actualizaciones incesantes del arte en el cual queramos ejercitar. Aprender los paradigmas que se van sucediendo y estar siempre actualizados en nuestro saber. La pata número dos, la de la izquierda, debería ser la del ejecutar de manera cotidiana e incansable esa disciplina artística. De esta manera vamos practicando de la mano con lo que incorporamos con el estudio. La tercer pata, la de la derecha, sería la de observar de manera rigurosa y desapasionada todo lo que se produzca del arte en cuestión. De esta manera estaremos observando lo que se va creando de este arte en nuestro entorno y época. De esta manera la burbuja del nivel estará centrada en el círculo. Las tres patas del trípode estarán niveladas y nuestra ejecución del arte elegido estará en eje con nuestra vida.
Los bares de todas las ciudades están llenos de directores técnicos de la selección Argentina, directores de cine, teatro y orquesta, escritores y actores magníficos… Los “expertos en todo” de los cafetines no saben de equilibrio. Los ciega el chamuyo. Lo único que hacen es hablar. No saben de estudio, práctica ni de crítica. De esta manera el hablar de un arte en específico no nos hace expertos en la disciplina artística. Tampoco lo hace el estudio solamente. Si solamente nos dedicamos al estudio, nos pareceremos a esos tristes catedráticos que solo destilan veneno al no ejecutar en la práctica el arte que profesan. Lo mismo sucede si solamente se practica, sin estudiar. Haremos obras huecas, sin sustento teórico ni contexto cultural. Por ello es tan necesario el equilibrio en las tres áreas de cualquier arte.
Para ser artista es necesario el estudio formal, la práctica incansable y el ser consciente de la época y tiempo en el cual se vive. Deberemos ser más aristotélicos, y hacer caso, como los constructores, a los niveles de nuestras herramientas de trabajo.
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