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El gobierno prepara una inyección de $450 mil millones para reactivar la economía

El gobierno evalúa un paquete extraordinario de gastos por alrededor de 1 punto del PIB. Sería una suerte de IFE reforzado por 4 meses y estaría acompañado por un paquete crediticio. Las medidas podrían anunciarse esta misma semana.
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Por Claudio Scaletta – El Destape

El gobierno evalúa un paquete extraordinario de gastos por alrededor de 1 punto del PIB, unos 450 mil millones de pesos, para salir del virtual estancamiento en que ingresó la economía y aliviar la situación de los sectores más afectados por la pandemia. Sería una especie de IFE reforzado por 4 meses y estaría acompañado por un paquete crediticio. Las medidas podrían anunciarse esta misma semana.

El diagnóstico no es nuevo. El panorama del presente está marcado por una desocupación abierta de dos dígitos (11 por ciento) y una pobreza que alcanza a casi la mitad de la población (42 por ciento). Aunque existe una recuperación sectorial heterogénea, el agregado muestra que la actividad está estancada (-0,2 en marzo). Luego de la caída del PIB de 10 puntos en 2020, el arrastre estadístico ronda un crecimiento de 5 puntos para 2021. El gobierno se había propuesto inicialmente sumarle 2 puntos a ese arrastre para alcanzar un crecimiento del 7, que ni siquiera recuperaría lo perdido en 2020, pero la segunda ola de la pandemia y el ajuste del gasto abortaron los planes. Hoy está en riesgo incluso ese 7 por ciento.

La herramienta que sugiere la teoría económica para situaciones de estancamiento en un marco recesivo como la del presente es expandir el componente autónomo de la demanda agregada, es decir aumentar el gasto del sector público. Si además se tiene una situación crítica en términos de indicadores sociales, es decir alta desocupación y pobreza, ese gasto tiene que ser “por abajo”. No sólo porque es justo, lo cual a la teoría no le importa en lo más mínimo, sino porque es el gasto con mayor “efecto multiplicador” en la coyuntura dado que se transforma instantáneamente en consumo.

  Debe agregarse que alta desocupación y actividad estancada suponen también baja capacidad de negociación de los trabajadores en la puja distributiva, situación que además convive con una elevada inflación, es decir con la amenaza real de la continuidad de la pérdida del poder adquisitivo de los salarios, un verdadero círculo vicioso. En términos de la teoría convencional, no existe una solución de mercado de corto plazo para semejante panorama por lo que se vuelve indispensable una decidida y contundente intervención pública que rompa el círculo. No hacerlo significaría seguir deteriorando las condiciones de vida de los trabajadores, con sus probables consecuencias electorales.

Dicho sea de paso, es lo que se hizo en todo el mundo para contrarrestar los efectos recesivos de la pandemia y con total prescindencia de la ideología: la mayoría de los países aumentaron el gasto todo lo que pudieron, un proceder que fue incluso aconsejado por los tradicionalmente fiscalistas organismos financieros internacionales. Pero aun en este marco, Argentina se encuentra entre los países de la región que menos recursos destinaron a la mitigación de la pandemia. No es que no se hizo nada, sino que se hizo poco, muy probablemente por la combinación de mala teoría y malos diagnósticos. Veamos por qué.

En economía las restricciones materiales existen. Para las economías que no emiten la moneda de pago para las transacciones internacionales esa restricción está dada por la disponibilidad de divisas. La secuencia no es como sostiene el saber convencional de que no se puede gastar más de lo que se recauda. Lo que sucede es que cuando se aumenta el gasto aumenta el consumo y con él la actividad económica y las importaciones. Si las exportaciones no acompañan este proceso, la economía se queda sin dólares. En ese caso pueden suceder dos cosas, juntas o separadas, la actividad se frena y se devalúa la moneda. Cualquier aumento del gasto en pesos demandará entonces, más temprano que tarde, más dólares y los dólares se obtienen exportando, tomando deuda o con ingreso de capitales. Es importante comprender la secuencia y los mecanismos de transmisión. No es que se necesitan dólares para no tener que emitir para los gastos corrientes, como sostenían los economistas del macrismo, sino que el aumento del gasto aumenta la actividad, las importaciones y la demanda de divisas.

  Yendo a lo práctico. Si el gobierno aumenta el gasto, como lo demanda la coyuntura, necesitará dólares. O dicho de otra manera: el gobierno solo puede expandir el gasto hasta donde le alcanzan los dólares. Esa es la restricción material de hierro de la economía local (y de la casi totalidad de las economías del mundo) y es por esto mismo que el desafío económico-productivo de fondo es promover por todos los medios posibles las actividades exportadoras, lo que incluye cerdos y minerales.

  Al mismo tiempo, lo mismos dólares que se necesitan para financiar el aumento de importaciones inherente al aumento de la actividad son los que se necesitan para satisfacer lo que puede caracterizarse como “demanda preelectoral de divisas”. En los años electorales (impares) los actores económicos creen que el gobierno intentará revaluar el tipo de cambio para contener presiones inflacionarias y mejorar el poder de compra de los salarios y que luego, pasados los comicios, soltará la cotización. La consecuencia práctica es que aumenta la demanda de divisas.

La conclusión preliminar es que se necesita aumentar el gasto para salir de la recesión y aliviar la situación social de los más afectados por la pandemia, pero que hacerlo presionará sobre la demanda de dólares por el aumento de las importaciones. A ello se sumará la demanda preelectoral de divisas. Si bien ambos fenómenos terminan en lo mismo, el aumento de la demanda de dólares, resolverlos son dos problemas distintos, una cosa es cuánto se quiere crecer y otra cómo sostener la estabilidad cambiaria.

  1) Aumento del gasto. Desde el último trimestre de 2020 la política de gasto del gobierno fue contractiva. Para 2021 se había programado un déficit presupuestario de 4,5 puntos del PIB, pero se gastó a un ritmo de déficit de 2 puntos. En el camino, la suba de los precios internacionales de las commodities significó un mayor ingreso de divisas, a la vez que también se registraron mayores ingresos por el lado de los pesos vía una mayor recaudación. Esta situación generó fuertes debates al interior de las áreas económicas del gobierno que ya se habrían resuelto. El resultado es que, quizá esta misma semana, se anunciará un fuerte paquete de medidas por el equivalente no a 2 puntos del PIB, pero sí a 1 punto, esto es aproximadamente unos 450 mil millones de pesos. Para tener una idea comparativa, como siempre que se habla de grandes números, el IFE costó en 2020 alrededor de 80 mil millones de pesos mensuales. En otras palabras 1 punto del PIB alcanzaría para 4 meses de un IFE reforzado más otras medidas crediticias adicionales.

2) Demanda preelectoral de divisas. La decisión de no gastar 2 puntos del PIB sino 1 está relacionada con la necesidad de atender la demanda preelectoral de dólares. Una mala lectura del freno a la corrida cambiaria del último cuatrimestre de 2020, cuando las cotizaciones paralelas del dólar rozaron los 200 pesos en octubre, es que la divisa cedió porque se cortó el IFE, es decir, por el anuncio de la baja del gasto. Lo que en realidad sucedió, lo que realmente frenó la corrida, fue que se decidió intervenir tardíamente en los mercados paralelos y de bonos. La visión errada de que se frenó por los recortes del gasto fue la que llevó a tener un déficit menor al presupuestado, lo que abortó la recuperación. Retomando el problema de la demanda de divisas, algunos integrantes del área económica del gobierno creen que esta vez el camino para mantener la estabilidad cambiaria debe ser no llegar tarde y adelantarse a la demanda con el poder de fuego del Estado, lo que supone guardar parte de las reservas netas que actualmente se acumulan gracias al superávit comercial para volver a intervenir fuertemente cuando sea necesario.

  La opción de no intervención dejaría al gobierno en una situación de extrema debilidad, sin crecimiento, con un pobre resultado electoral y con una potencial disparada cambiaria. El peor de los mundos.