“En esto no soy nada, pero puedo serlo todo”. La frase se le atribuye a John Adams, primer vicepresidente norteamericano. El cargo había sido creado sobre la hora cuando se estableció el colegio electoral para elegir presidente a fines del 1700. El enunciado es una muestra de que la historia de desencuentros entre jefes de Estados y sus compañeros en Argentina no son nuevas ni aisladas en la región y la ya existencia de esta figura sucesoria abre por sí misma una posibilidad de conflicto.
Javier Milei no está dispuesto a disfrazarlo más. El vínculo está roto y no hará nada para arreglarlo. El Presidente está convencido de que Victoria Villarruel tiene planes sin él y que los quiere concretar mucho antes de que se termine su mandato. No llegó a bloquearla del whatsapp como hace con muchos, pero no quiere cruzar ningún diálogo más, ni siquiera por chat. Por eso, le dijo al jefe de Gabinete, Guillermo Francos, que se encargue él del poco vínculo que debe tener la Rosada con la Vicepresidenta. Victoria Villarruel no tiene ninguna otra terminal y cuando la abre como con el asesor presidencial, Santiago Caputo, las cosas terminan peor.
Sin mencionarla, el jefe de Estado volvió a apuntar contra su compañera de fórmula este viernes cuando, desde Córdoba, dijo “cada vez que me voy, siempre alguno me hace alguna” en referencia a su último viaje al exterior durante el que se votó la expulsión del Senador Edgardo Kueider.
El objetivo del gobierno al visibilizar la disputa es vaciarla no sólo de seguidores, sino también de una dirigencia que tenga temor de moverse a su ritmo y piense en sacar del poder al jefe de Estado. Por eso, fue el propio Presidente quien autorizó esta semana que Patricia Bullrich conteste las críticas de Villarruel por el desmanejo en la autorización del viaje del gendarme Nahuel Gallo, detenido en Venezuela. La respuesta de la ministra de Seguridad en la que la acusó de juntar likes, cobardía y oportunismo político además de mandarla a ocuparse de frenar el aumento próximo de los sueldos de los senadores, fue una respuesta que se pensó desde la propia Casa Rosada.
Javier Milei está dispuesto a dinamitar el futuro político de su vicepresidenta y hará todo lo posible para que así suceda. Ella tampoco está dispuesta a dar marcha atrás. Borró el posteo con las críticas no por no sostenerlas, sino para no entorpecer cualquier negociación de la que depende la vida de un gendarme.
La historia reciente de la región tampoco acompaña a Villarruel. Después de ser el dos veces vicepresidente de George Washington, John Adams llegó a la presidencia, pero esta historia está lejos de parecerse a las aventuras de los segundos en Latinoamérica.
De más de cien vicepresidentes que pasaron desde los retornos de las últimas dictaduras a partir de los años 80, aunque varios lo intentaron, apenas cinco consiguieron saltar de ese puesto a un cargo mayor.
En cambio, los conflictos entre presidentes y vices se replican en cada uno de los países y no siempre terminan bien. Lejos de ser un trampolín, el cargo termina siendo un techo a la carrera política. Y con sabor a poco por sus escasas funciones ya que en Argentina sólo está para presidir el Senado, desempatar votaciones y reemplazar al presidente en caso de ausencia, incapacidad, renuncia o muerte.
En algunos países, los vicepresidentes pueden participar de cada una de las votaciones y hasta ocupar ministerios. Ese era el plan en un principio para Villarruel: aunque en este país no podría haberse oficializado, el acuerdo era ser la jefa política de las áreas de Seguridad y Defensa. Pero todo cambió.
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