El 19 y 20 de diciembre de 2001 fueron parte de un proceso imborrable para la historia de la República Argentina. Saqueos, cacerolazos, represión y el grito de “Que se vayan todos” todavía se escuchan en el aire, a la par que se conmemora una de las jornadas más trágicas de la historia de nuestro país.
Ante los estragos provocados por la renuncia de Fernando De la Rúa, el presidente provisional del Senado, Ramón Puerta, asumió interinamente la Presidencia de la República. De acuerdo con la Ley de Acefalía 20972, dentro de las siguientes 48 horas Puerta convocó a la Asamblea Legislativa para designar quién desempeñaría la Presidencia hasta la elección de un nuevo presidente mediante el voto popular.
En los últimos años, pocas jornadas deben haber sido tan largas para los argentinos como las de esos días. Las noticias de saqueos a supermercados llegaban a través de imágenes que se transmitían por televisión y la crisis económica azotaba a las familias.
Frente a la movilización popular, el presidente De la Rúa decretó el estado de sitio. Pero el pueblo no acató y esa misma noche salió con toda su desesperación a la calle.
La Plaza de Mayo se convirtió, en pocas horas, en el epicentro del reclamo, donde el “Que se vayan todos” resonó con fuerte indignación. Pero, como suele suceder, las fuerzas de seguridad no estuvieron a la altura y la represión no tardó en llegar. El resultado fueron 39 personas fallecidas en manos de la policía –durante las dos jornadas– entre ellos, diez menores.
El corralito financiero que impuso el por entonces ministro de economía, Domingo Cavallo, dejó en la lona a cientos de familias de clase media, que veían cómo sus ahorros se esfumaban y salieron a la calle a reclamar junto a los sectores populares.
Las protestas se extendieron durante la madrugada del 20 de diciembre frente a la casa del Ministro de Economía Domingo Cavallo, que más tarde anunciaba su renuncia.
A pesar del estado de sitio decretado por De la Rúa, las calles de Buenos Aires y de otras ciudades del país se llenaron de manifestantes y marcaron otra etapa que quedará marcada en todos los argentinos y argentinas, como un lugar de referencia hacia donde no hay que volver a llegar.
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