En un contexto de alta volatilidad económica, los conductores argentinos se enfrentan a un nuevo desafío al momento de cargar nafta. YPF, la petrolera estatal, ha implementado una estrategia de «goteo» con aumentos casi imperceptibles, pero constantes, en el precio de sus combustibles. La medida, que se viene aplicando desde hace varias semanas, ha generado una creciente preocupación en el sector automotor y entre los consumidores.
La metodología es simple pero efectiva. En lugar de los tradicionales aumentos de una sola vez y de gran impacto, YPF opta por una suba diaria que rara vez supera el 1%. Así, la petrolera evita el shock en el mercado y diluye el efecto de la inflación en el bolsillo de los usuarios. Sin embargo, al final del mes, el aumento acumulado se torna significativo, encareciendo notablemente el costo de transporte para miles de familias y empresas.
Esta práctica se enmarca en un escenario de alta inflación y devaluación del peso. Las petroleras argumentan que los precios de los combustibles deben ajustarse para compensar la suba de los costos de producción, importación y refinación, que están dolarizados. A pesar de que los precios en el surtidor se actualizan con frecuencia, el valor del combustible en Argentina sigue estando por debajo de los precios internacionales, lo que genera una presión constante para nuevas subas.
El goteo de precios de YPF se suma a la ola de aumentos que se registran en otros sectores de la economía. Los alimentos, los servicios y los productos de consumo masivo también sufren la embestida de la inflación, lo que genera un panorama de incertidumbre en el país. Los conductores, por su parte, se ven obligados a replantear sus hábitos de consumo y a buscar alternativas para hacer frente al encarecimiento de la nafta, un insumo esencial para la vida diaria.
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