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El autogolpe frustrado de Bolsonaro, el bombero Temer y la obsesión por Lula

Brasil vivió en la semana su mayor amenaza de ruptura institucional desde 1985. Más allá de relacionarse con la decisión del Supremo Tribunal de investigar a Bolsonaro y a sus aliados por corrupción, parece haber sido un intento de buscar fuerzas para enfrentar a Lula da Silva en las elecciones.
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Por Pablo Giuliano – Telam

El frustrado autogolpe de Jair Bolsonaro tiene relación directa con la decisión del Supremo Tribunal Federal (STF) de investigarlo a él y a sus aliados por corrupción y atentado a la democracia, pero, de fondo, y de cara a su reelección, parece haber sido un intento de buscar fuerzas para enfrentar al exmandatario Luiz Inació Lula da Silva en las elecciones de octubre de 2022.

Hay, en el Gobierno, una obsesión por Lula, sobre todo desde marzo, cuando fue habilitado para competir en 2022 -se anularon las condenas por estar manipuladas- y rápidamente trepó en las encuestas como amplio favorito

La aparición de Michel Temer (expresidente que llegó a cargo siendo vice de Dilma Rousseff, a quien traicionó en 2016) como pacificador ante el caos generado por Bolsonaro ha reducido a la insignificancia política al presidente, que fue forzado a dejar el discurso antisistema que lo hizo popular y debió caer en el regazo de la vieja política tradicional.

Y no sólo eso, Temer representa a gran parte del establishment con el cual Bolsonaro quiere ir de la mano hacia su reelección.

Brasil vivió en la semana su mayor amenaza de ruptura institucional desde 1985: el presidente en San Pablo, ante más de 120.000 personas, anunció que no iba a aceptar los fallos del juez Alexandre de Moraes, a quien llamó ‘canalla», en la investigación por acciones contra la democracia, fake news y conspiraciones contra el propio mandatario y varios de sus aliados de la ultraderecha.

El presidente en San Pablo, ante más de 120.000 personas, anunció que no iba a aceptar los fallos del juez Alexandre de Moraes.  Foto: AFPEl presidente en San Pablo, ante más de 120.000 personas, anunció que no iba a aceptar los fallos del juez Alexandre de Moraes. Foto: AFP

El jueves, Bolsonaro llamó a Temer para hablar con Moraes, a quien le prometió que «el calor del momento» había sido el responsable por la declaración golpista. Temer, que gobernó entre 2016 y 2018, fue quien lo puso en la Corte.

Como secretario de seguridad de San Pablo, Moraes logró desactivar a un grupo de hackers que habían invadido el celular de la esposa de Temer. Ese gran favor y la carrera de fiscal de Moraes, dicen en Brasilia, le valieron la entrada en la Corte.

Bolsonaro reculando, en visión de muchos analistas, es apenas un movimiento táctico para volver a radicalizarse en el futuro. Pero deberá pagar un precio alto porque ha defraudado -y traicionado- a los miles que el 7 de septiembre, a 199 años de la independencia, fueron a cumplir sus consignas: cerrar el STF e instalar allí una intervención del Ejército.

Los militares no se subieron a la aventura. «No quiere decir que no lo hagan en el futuro o no lo quieran hacer, pero no había condiciones en este momento», analizó un parlamentario opositor consultado por Télam.

El 8 y el 9 el país hervía: condenas de las cortes, el Congreso y una población desorientada mientras miles de fanáticos se lanzaban por cadenas de Whatsapp mensajes de que el golpe había comenzado y que había que cortar las rutas.

Camioneros autónomos y empresarios ruralistas bloquearon rutas para supuestamente tomar el poder judicial en un viaje casi lisérgico en el cual califican a los juristas como parte del comunismo internacional. Bolsonaro grabó un audio para ser enviado por Whatsapp. No le creyeron.

Una experiencia comunicacional inédita se vivió en esta semana de intentona y marcha atrás: los propios bolsonaristas, en sus redes, no creían que Bolsonaro decía la verdad, que había que frenar el golpe, por el desabastecimiento y el caos económico que se avecinaba.

Como se dice en Brasil, «Bolsonaro se arrodilló en el maíz» luego de que fracasara su autogolpe de esta semana.

Apenas el tiempo dirá si Moraes cederá en las causas de delitos contra la democracia que puso a Bolsonaro, sin ninguna acusación formal, a avisar que «nunca» será detenido y que las opciones son «la muerte o la victoria».

La pregunta de muchos políticos veteranos es si el presidente volverá a ser Bolsonaro en breve para después pedir disculpas. Experimentar hasta dónde la cuerda de la democracia aguanta para un autogolpe. El mismo lo explicó ayer: «Muchos quieren que degüelle gente, hay que ir con calma», les pidió a sus seguidores, enfadados con el «mito».

La familia presidencial se encuentra también averiada en el plano judicial, con investigaciones abiertas en Río de Janeiro contra el concejal Carlo Bolsonaro y el senador Flavio Bolsonaro.

Ambos están investigados por la fiscalía de desviar más de 3 millones de dólares en 10 años usando empleados parlamentarios fantasmas que le devolvían el salario.

La mira puesta en sus hijos es un motivo más para el mandatario de golpear y buscar negociar con algún sector del poder. Cuanto más débil el presidente, más poder tiene el Centrao (bloque de derecha que domina gran parte del Congreso). y parte del ala militar que lo sustenta en el Palacio del Planalto.

Para el columnista del diario carioca O Globo Bernardo Mello Franco, «el acto de Bolsonaro es conocido: prende fuego a la República y reaparece disfrazado de bombero. Con cada incendio que genera su escalada autoritaria avanza un poco más».

Lo cierto es que desde que Lula recuperó los derechos políticos, Bolsonaro perdió el control de su perspectiva de reelección a tal punto que está en el piso de su popularidad y en el pico de su rechazo, con el exsindicalista del PT favorito incluso con chances de vencer en primera vuelta en octubre de 2022.

Antes de la pandemia, la derecha y ultraderecha encontraban la razón de ser en aplicar la frase «fue culpa del PT» para prometer una recuperación económica y social.

Con el avance de Lula en las encuestas, Bolsonaro comenzó a denunciar fraude electoral, algo de lo que no ha retrocedido.

La agenda del fraude no ha sido enterrada y puede ser, en breve, el fuego de otro incendio del excapitán.