Cinco años después de un referéndum que aprobó su salida de la Unión Europea (UE), el 23 de junio de 2016, en un proceso completado a fines de diciembre de 2020, el Reino Unido lucha aún por imponer sus propias reglas como país independiente ante la desventajas de no pertenecer a Bruselas.
El 23 de junio 2016, en el Reino Unido (incluyendo el peñón de Gibraltar), se celebró un referéndum que recibió un 51,9% a favor del Brexit, contra el 48,1%, con una participación del 72%.
Sin embargo, el «No» triunfó en Escocia, Irlanda del Norte y Gibraltar, con el 62%, 56% y 96%, respectivamente.
Según el artículo 50 de la UE, Londres debía concretar su salida definitiva el 29 de marzo de 2019, pero el retiro fue prorrogado en tres ocasiones: hasta el 12 de abril de 2019; el 31 de octubre y, finalmente, el 31 de enero de 2020.
Desde 1973, el Reino Unido formaba parte de la Comunidad Económica Europea (CEE), aunque nunca adoptó el euro como su propia moneda, ya que siguió teniendo la libra esterlina.
Tras conocerse el resultado a favor del Brexit, el entonces primer ministro, David Cameron, presentó la renuncia a su cargo, la cual se hizo efectiva en octubre de 2016.
Cameron había prometido realizar la consulta tras ganar las elecciones parlamentarias de 2015, en respuesta a presiones de su propio Partido Conservador y ante el crecimiento electoral del Partido de la Independencia del Reino Unido, (UKIP), que defendía la salida de la UE.
Muchos de los que apoyaron el Brexit estaban disconformes con el control a la inmigración y las trabas burocráticas de la UE, entre otras causas.
El 25 de mayo de 2019, la expremier Theresa May informó que a partir del 7 de junio de dicho año renunciaría como líder del Partido Conservador debido a su fracaso para que el Parlamento aprobara una «salvaguarda» para evitar la instalación de una frontera física en la República de Irlanda.
El protocolo para Irlanda del Norte es un mecanismo que mantiene a esa provincia británica dentro del mercado único europeo, para evitar reimponer una frontera física con Irlanda, país miembro del bloque comunitario.
El principal objetivo es preservar la paz establecida en el Acuerdo del Viernes Santo de 1998, tras 30 años de conflicto entre republicanos unionistas y católicos protestantes.
Sin embargo, se introdujeron algunos controles aduaneros a las mercancías que llegan a Irlanda del Norte procedentes de Gran Bretaña, la isla en la que están Inglaterra, Escocia y Gales.
A principios de marzo, Londres decidió ampliar unilateralmente el periodo de gracia hasta octubre, cuando debía terminar el 1 de abril, argumentando que las empresas británicas no estaban preparadas para el Brexit.
El 24 de diciembre de 2020, luego de meses de duras negociaciones, el Gobierno del primer ministro Boris Johnson y la UE llegaron a un acuerdo para evitar el llamado «Brexit duro», es decir que Londres y Bruselas dejen de comerciar libremente y adopten en cambio los aranceles de la Organización Mundial del Comercio (OMC).
El anuncio, definido como «un buen acuerdo» por Johnson, y por la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sirvió para regular las relaciones comerciales y de seguridad.
A mediados de junio, en el primer acuerdo tras el Brexit, el Reino Unido firmó un convenio de libre comercio con Australia, que fue muy criticado por los ganaderos y agricultores británicos.
Entre otros efectos del divorcio con la UE, el Brexit provocó compras por Internet más costosas y el descenso de las exportaciones británicas, según informes de la BBC.
Además, desde 2021, los ciudadanos de los 27 países europeos necesitan visados para ir a trabajar y estudiar en el Reino Unido, aunque quienes residían en el país antes de la separación conservaron mayoritariamente sus derechos.
Fuente Telam
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