El 60% de los brasileños, unas 125 millones de personas, sufre inseguridad alimentaria a causa de la situación económica, mientras que 33 millones, el 15%, son víctima diaria de hambre, en un escenario que retrocedió hasta los registros de 1993, según el segundo estudio sobre alimentación y nutrición realizado por la entidad especializada Penssan.
La Red Brasileña de Pesquisa en Soberanía y Seguridad Alimentaria (Penssan) lanzó este miércoles el segundo estudio nacional sobre inseguridad alimentaria en el marco de la pandemia de Covid-19 en Brasil, la mayor economía latinoamericana y el segundo país en muertes después de Estados Unidos como consecuencia de la enfermedad del nuevo coronavirus.
El estudio indicó que 6 de cada 10 brasileños conviven con algún nivel de inseguridad alimentaria como consecuencia de su realidad económica, de ingresos y empleo.
Son 125,2 millones de personas en esta situación, lo que representa un aumento del 7,2 por ciento desde 2020 y del 60% en comparación con 2018.
En 2018, antes de la asunción del presidente Jair Bolsonaro, el 5,8% de los brasileño pasaba hambre mientras que en 2020 esa franja aumentó a 9% y en 2022 al 15,5%.
Brasil volvió al Mapa del Hambre de la ONU luego de que la FAO retirara al país de ese escenario en 2014
De este universo de personas con inseguridad alimentaria de algún tipo por falta de dinero o acceso a alimentos, 33 millones pasan hambre todos los dias, indica la encuesta de Penssan hecha por la consultora Vox Populi y publicada por los principales medios del país.
La lucha contra el hambre es una de las banderas electorales del expresidente Luiz Inácio Lula da SIlva
Lula es el favorito a vencer al presidente Jair Bolsonaro en los comicios del 2 de octubre, sobre todo porque su anterior gobierno estuvo marcado por una situación de urgencia con planes como el Hambre Cero.
En 1993 había 32 millones de personas con hambre cuando la población de Brasil era 35% menor que ahora, informó el director de Acción de CIudadanía, Kiko Afonso, uno de los integrantes de la red Penssan.
«Retrocedimos 30 años en la lucha contra el hambre, es algo que asusta. Pero el movimiento indignado actual está lejos de la indignación de 1993 con 32 millones de hambrientos. Estamos inertes como sociedad», dijo.
Según la encuesta, en 2022 uno de cada tres brasileños hizo alguna acción que le causó vergüenza, tristeza o arrepentimiento para obtener algún alimento.
El racismo estructural de la economía brasileña también se manifestó en la encuesta: entre el 41% que tiene acceso estable a alimentos de cantidad y calidad adecuados, el índice es superior entre la minoría blanca (53,2 por ciento) e inferior entre los afrodescendientes (35%).
Las regiones con más hambre son el norte amazónico, el noreste, la zona rural y los domicilios donde el jefe de hogar es una mujer.
El expresidente del gubernamental Consejo de Seguridad Alimentaria entre 2004 y 2007 Francisco Menezes dijo que las causas sobre el avance del hambre son el empobrecimiento de la población, el fin de las políticas sociales estructurales de abastecimiento y la crisis climática.
Criticó Menezes el abandono de la política de regulación de stocks de alimentos por parte de la gestión de Bolsonaro, sobre todo ante la inflación de alimentos que se registra desde la pandemia y la guerra ruso-ucraniana.
Las entidades que forman parte de la red Penssan son Ação da Cidadania, ActionAid Brasil, Fundación Friedrich Ebert Brasil, Ibirapitanga, Oxfam Brasil y Sesc.
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