Lo que fue una promesa de campaña durante las primarias de Carolina del Sur en 2020, aquellas que sacaron a a Joe Biden de los últimos puestos entre los contendientes para ponerle en la órbita para la Casa Blanca, se ha concretado este jueves cuando el presidente de Estados Unidos ha declarado que respetará aquel compromiso y nombrará a una mujer negra para el puesto que va a quedar vacante en el Tribunal Supremo.
De “largo tiempo esperado” ha calificado el mandatario la necesidad de que el lugar en la máxima autoridad judicial de la nación, que va a quedar libre tras el anuncio de la retirada del magistrado progresista Stephen Breyer, sea ocupado por una afroamericana. Queriendo dejar claro que no tenía una decisión tomada sobre el nombre, Biden sí ha confirmado que la persona que nominará será “alguien con extraordinarias calificaciones, carácter, experiencia e integridad”. “Y esa persona será la primera mujer negra nominada al Tribunal Supremo de Estados Unidos”, ha dicho. “Mantendré mi compromiso de campaña”, ha concluido en su comparecencia en la Casa Blanca junto al juez Breyer.
Ningún nombre ni ninguna fecha concreta más allá de que será “antes de fines de febrero”. Asegurando que el proceso de selección será “riguroso” lo que queda claro es que deja fuera a cualquier candidato que no sea mujer y negra. Aparecen así una serie de nombres que los analistas manejan como eventuales juezas del Supremo. Una es Ketanji Brown Jackson, considerada en 2016 para el cargo durante el segundo mandato de Barack Obama. Jurista con amplia experiencia de abogada de oficio acaba de aterrizar en la Corte de Apelaciones del Distrito de Columbia y trabajó como secretaria judicial para el propio Breyer. La otra, Leondra Kruger, actual jueza en el Tribunal Supremo de California. Ambas mujeres son jóvenes —Jackson tiene 51 años y Kruger 45— lo que ofrece la posibilidad de que cualquiera de las dos, en caso de ser elegida, pueda estar en la Corte durante décadas, ya que el cargo es vitalicio.
Breyer, de 83 años, es el miembro de más edad de la Corte, en la que ha estado cerca de tres décadas desde que fue nombrado en 1994 por el presidente demócrata Bill Clinton. Desde entonces, Breyer ha sido una de las voces más progresistas del Supremo. En plenas capacidades físicas e intelectuales, la salida de Breyer se encuadra dentro de un escenario en el que la Corte está dominada por magistrados conservadores, después de que Donald Trump llegase a nombrar hasta tres jueces.
La aprobación de un nuevo juez depende del Senado, donde ahora los demócratas tienen mayoría si cuentan con el voto de calidad de la vicepresidenta, Kamala Harris. No pueden permitirse perder ni un voto. Y el tiempo corre en su contra. La Casa Blanca quisiera dejar el puesto cubierto antes del verano, desde luego mucho antes de las elecciones legislativas del próximo noviembre, cuando todo parece indicar que los demócratas perderán escaños en la Cámara alta.
En toda la historia del Tribunal Supremo de EE UU solo han lucido tan reputada toga dos hombres negros: Thurgood Marshall y Clarence Thomas, quien sirve en la actualidad. Un total de cinco mujeres se han sentado o se sientan en la máxima corte. La primera fue Sandra Day O’Connor, quien llegó en la década de los ochenta al Supremo de la mano de Ronald Reagan. La segunda, la leyenda del feminismo e icono de las causas progresistas, Ruth Bader Ginsburg. La muerte de Ginsburg en septiembre de 2020 a los 87 años propició que Trump se las ingeniara para colocar a la devota católica e intérprete ortodoxa de la Constitución Amy Coney Barret en el Supremo cuando faltaban ocho días para las elecciones presidenciales. Junto con Barret están en el actual Supremo Sonia Sotomayor y Elena Kagan, ambas convertidas en magistradas del Supremo por decisión de Barack Obama.
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