Un grupo de científicos de todo el mundo, especializados en enfermedades infecciosas y en salud pública, publicaron este martes una declaración en la que piden a las autoridades políticas evitar los confinamientos como respuesta ante la COVID-19.
En la Declaración de Great Barrington-en alusión a la ciudad de Massachusetts en la que se celebró la ceremonia- que ya fue firmada por más de dos mil científicos y otros tantos médicos en actividad, los especialistas proponen permitir a los jóvenes y a la gente sana regresar a su vida normal y, en cambio, aplicar una política de “protección focalizada” sobre la población vulnerable.
“Estamos muy preocupados por las consecuencias del impacto en la salud física y mental de las políticas aplicadas ante la COVID-19”, comienza la carta, cuyos tres firmantes principales son la epidemióloga de Oxford Sunetra Gupta, el profesor de Harvard Martin Kulldorff y el médico de Standford Jay Bhattacharya.
Allí los expertos proponen una política que implique la propagación del Sars-Cov-2 en grupos de bajo riesgo con el objetivo de acelerar el fenómeno infeccioso conocido como “inmunidad de rebaño”: que una porción de la población desarrolle anticuerpos para evitar la propagación del virus.
“Las actuales políticas de confinamiento están produciendo efectos devastadores en el corto y largo plazo para la salud pública. Estos (solo para nombrar algunos) incluyen índices más bajos de vacunación infantil, peores resultados cardiovasculares, menos estudios de detección de cáncer y el deterioro de la salud mental”, argumentan en la declaración que puede encontrarse en la web en inglés, alemán, portugués, español y sueco.
Según los científicos especialistas, esos daños tendrán sus consecuencias en un aumento de la mortalidad en los años venideros, “con la clase obrera y la juventud debiendo soportar las peores cargas. Mantener a los niños lejos de las escuelas es una grave injusticia”.
Además, discuten la estrategia sostenida por varios de sus colegas sobre la necesidad de mantener los confinamientos hasta la llegada de una vacuna contra el nuevo coronavirus. “Causará un daño irreparable, con efectos desproporcionados sobre los menos privilegiados”.
“Afortunadamente, nuestros conocimientos sobre el virus están creciendo. Sabemos que la vulnerabilidad a la muerte por COVID-19 es más de mil veces mayor en los ancianos y débiles que en los jóvenes”, continúan antes de explicar el funcionamiento de la “protección enfocada”: “La manera más humana de abordarlo, midiendo los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de rebaño, es la de permitirle a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de morir, vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege mejor a aquellos que se encuentran en mayor riesgo”.
Con ese objetivo, explican, el objetivo central de los Gobiernos debería ser adaptar las medidas para proteger a los vulnerables, mientras que aquellos que no lo son deben inmediatamente reanudar la vida con normalidad.
“Medidas sencillas de higiene, como lavarse las manos y quedarse en casa cuando estén enfermos, deben llevarse a cabo por todos y cada uno para reducir el umbral de inmunidad de rebaño”, añaden.
En efecto, la pandemia del coronavirus que ya cumplió su noveno mes y que pareciera estar entrando en una segunda ola en Europa ha dividido profundamente las opiniones de científicos y expertos en todo el mundo. Por eso, casi de inmediato después de publicada la declaración, varios especialistas hicieron oir sus críticas.
William Hanage, profesor de epidemiología en Harvard y citado por el diario británico The Guardian, cuestionó el enfoque argumentando que no se puede mantener a salvo del virus a grandes porciones de la población. Su trabajo sugiere que la COVID-19 es más letal que la gripe para las personas de alrededor de 30 años y aumenta exponencialmente a partir de ahí, lo que significa que franjas de la población necesitarían protección.
Además, según él, un brote descontrolado entre personas jóvenes y sanas podría dejar a muchos con problemas médicos a largo plazo, aunque aún no hay suficiente evidencia científica que avale esa presunción.
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