La población ganó las calles a un año del golpe de Estado en Myanmar, lo que desató una vez más la represión, en esta ocasión con un saldo de detenidos.
Las sanciones económicas de los Estados Unidos, Reino Unido y Canadá, entre otros, aún no logran el retorno a una democracia ni la liberación de la líder Aung Sang Suu Kyi y el presidente derrocado Win Myint.
El rechazo más generalizado fue notorio con la denominada «huelga del silencio», coinciden los medios internacionales.
Miles de personas permanecieron en sus hogares, las calles quedaron desiertas y los negocios cerraron.
Imágenes difundidas en redes sociales mostraron cómo en Yangon, la ciudad más grande del país, y en otras localidades, los sitios usualmente más concurridos se transformaron en lugares vacíos.
Además, y a pesar de las estrictas medidas de seguridad, en Mandalay, Sagaing, Yangon, y otras urbes, los jóvenes manifestantes, incluidos monjes budistas, realizaron protestas enérgicas pero apacibles al amanecer, con pancartas y cantos de consignas antimilitaristas.
«Podríamos ser arrestados y pasar nuestra vida en la cárcel si tenemos suerte, aunque también podríamos ser torturados y asesinados si no tenemos suerte», subrayó la activista juvenil Nan Lin.
Y es que desde que el Ejército volvió a controlar por completo Myanmar, la represión ha sido constante, advierte la prensa internacional.
Desde la semana pasada, la junta emitió advertencias oficiales en los medios de comunicación estatales en las que sentenció que cualquier persona que participara en la huelga silenciosa podría ser procesada, incluso en virtud de la Ley contra el Terrorismo, con una pena máxima de cadena perpetua y la posible confiscación de sus bienes.
Decenas de dueños de negocios que habían anunciado su participación con el cierre de sus comercios fueron arrestados, según informes del periódico estatal ‘Myanma Alinn Daily’.
Entre los detenidos de distintas partes del país están vendedores, dueños de restaurantes, trabajadores médicos, un monje, un maquillador, el dueño de un taller de reparación de teléfonos móviles y un astrólogo, publicó el medio controlado por el Ejército.
Pese a las medidas de coerción, otros marcharon haciendo un saludo con tres dedos, señal adoptada de la película ‘Los juegos del hambre’ que también han utilizado manifestantes a favor de la democracia en la vecina Tailandia.
Asimismo, se registraron varias manifestaciones a favor de los militares, que, según la opinión generalizada, fueron organizadas por el mismo Ejército.
Mientras tanto, luego de que las protestas fueron reprimidas con fuerza letal, surgió una resistencia armada que aún no ha podido ser controlada por el Ejército.
Expertos de la ONU describen la situación como una «guerra civil».
Hasta el momento, alrededor de 1.500 civiles han muerto y 11.838 han sido arrestados desde el golpe, según la Asociación de Asistencia a Presos Políticos, un grupo activista citado por Naciones Unidas.
En la víspera del primer aniversario del golpe de Estado, la oficina del secretario general de la ONU, António Guterres, emitió una declaración en la que destacó «una intensificación de la violencia, una profundización de la crisis humanitaria y de derechos humanos y un rápido aumento de la pobreza en Myanmar», que requiere una respuesta urgente.
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