El 25 de mayo de 1810 los criollos porteños decidieron deponer al virrey Baltasar Hidalgo de Cisneros y formar una Junta Provisional Gubernativa que tenía el objetivo de gobernar estos territorios en nombre del rey prisionero Fernando VII. Este paso importante tenía que ser informado y legitimado por las cabezas de gobernación y cabildos subalternos de los territorios del virreinato. Y en vista de esos objetivos la Junta Gubernativa y el Cabildo de Buenos Aires mandan los oficios correspondientes a todo el territorio para anoticiar de los hechos de mayo y la formación del nuevo gobierno.
El 10 de junio de 1810 llegan los dos oficios a la ciudad de Santiago del Estero, en donde los cabildantes debían leer, tratar y responder a la Junta Gubernativa su adhesión (o no) a la causa enviando un diputado que represente el territorio santiagueño. Sin embargo, el tratamiento no se realiza por falta de los cabildantes, que se encontraban en diferentes ocupaciones, y tan solo el alcalde de primer voto Domingo Palacio deja constancia de la llegada de los oficios y su trascripción correspondiente en las Actas Capitulares. El 25 de junio, ya con los concejiles en el ayuntamiento se trata la orden del día correspondiente a responder a la Junta Gubernativa formada en Buenos Aires, y su respuesta es contundente en vista a que el cabildo subalterno de Santiago respondía al de cabeza de gobernación en la provincia de Salta: “Acordamos que se suspenda toda determinación hasta lo que resuelva como jefe inmediato el Sr gobernador Interino deseando este ayuntamiento el mejor acierto”. Ante la incertidumbre del acontecimiento venidero, los cabildantes son prudentes y esperan la determinación de la gobernación de Salta, que finalmente deciden reconocer la Junta el 20 de junio. Consecuentemente, Santiago del Estero hace lo mismo en reunión capitular del 29 de junio y posteriormente se envía un oficio a Buenos Aires en donde expresan una especie de justificación ante la demora, aludiendo que “este ayuntamiento había presentado en su corazón toda obediencia a esa Superior Junta Gubernativa apenas llegaron a sus manos los papeles públicos”.
De esta manera, el pueblo de Santiago se une alborosamente a las ideas de la revolución, entregando hombres, hacienda, ropa y dinero para la causa a pesar del estado penoso en que se encontraba la jurisdicción por aquellos años. Las contribuciones patrióticas y las ayuda al Ejercicio Auxiliar del Perú tendrán la abnegación del santiagueño como una de sus mejores armas. El Coronel Ocampo al llegar a Santiago expresa que “mi entrada a la cuidad presentó en mejor punto de vista el ardiente patriótico de sus habitantes” y Antonio González Balcarce en carta al primero les escribe: “aquí hay más patriotismo que en parte alguna, hoy he visto más de trescientos hombres ya acuartelados, todos contentos y deseando marchar”. Diferentes suscripciones se habían abierto para realizar los donativos que ayudarían al ejército y en este sentido no solamente contribuyeron de manera desinteresada el Cabildo y la parte más “sana” del vecindario, sino también capas sociales más bajas, según consta en los documentos: aparece que el estado llano contribuyó con 10 pesos y los criados de la ranchería del comendador Fray Mateo Navarro con 6 pesos. También algunas mujeres como Doña Lorenza Luna de la estancia Guasayán con 2 reses y Dorotea Olivera con 12 pesos.
Fuentes:
+Academia Nacional de la Historia (1951): Actas Capitulares de Santiago del Estero, Tomo VI (1806-1833), Talleres Gráficos “San Pablo”, Buenos Aires.
+Archivo General de la República Argentina (1894): Documentos del periodo de la Independencia, año 1810, Tomo I, G Kraft, Buenos Aires.
+Junta de Historia y Numismática Argentina (1910): Gaceta de Buenos Aires, Tomo I (1810), Compania Sud- Americana de Billetes de Banco, Buenos Aires.
Articulo de la Asociación Civil Santiagueña de Investigadores de Historia.
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