Exclusiva | Plataforma de noticias

Audios y Noticias desde Santiago del Estero, para toda Argentina y el Mundo. Exclusiva | Plataforma de noticias

Ambientalismo con justicia social

¡Compartilo!

Por Aldo Duzdevich

Bruno Rodríguez, de la organización “Jóvenes por el Clima”, en declaraciones a la Paco Urondo decía: “La construcción de una agenda reivindicativa de un ambientalismo que se sitúa en el campo popular de ninguna manera puede desligarse de las problemáticas sociales que azotan a nuestro país. Nosotros permanentemente afirmamos que existe una unión muy tajante entre la justicia social y la justicia ambiental”.

Perón en su Carta Ambiental a la Cumbre de Estocolmo de 1972 fue unos de los primeros líderes políticos del mundo en alertar sobre la contaminación del medio ambiente y la biosfera. En obvia referencia a los países centrales, decía: “Las mal llamadas ‘sociedades de consumo’ son, en realidad, sistemas sociales de despilfarro masivo, basados en el gasto. Se despilfarra mediante la producción de bienes innecesarios o superfluos”. Y establece la diferencia: “el Tercer Mundo todavía no ha alcanzado a producir la cantidad de alimentos que consume, y para llegar a su autoabastecimiento necesita un desarrollo industrial, reformas estructurales y la vigencia de una justicia social que todavía está lejos de alcanzar”. Y reafirma: “Cada nación tiene derecho al uso soberano de sus recursos naturales”.

Perón no plantea ningún criterio prohibicionista de explotación de los recursos naturales por parte de las naciones en desarrollo. Estableciendo claramente la diferencia entre países desarrollados –“sociedades de despilfarro”– y pueblos en desarrollo que no han superado la pobreza. El mismo concepto expresa siempre el Papa Francisco.

El Papa Francisco a la Cumbre de Glasgow

En la reciente Cumbre de Glasgow se debatió el calentamiento global que, según buena parte de la comunidad científica, proviene de la emisión de CO2 a la atmósfera. El ranking de los emisores de CO2 lo encabeza China con el 27%, sigue Estados Unidos (15%), Europa (9,8%), India (6,8%), Rusia (4,7%) y Japón (3,3%). Sudamérica emite solo el 3,2% y, dentro de ella, Argentina el 0,6%. Pasar de combustibles fósiles a renovables tiene un altísimo costo, que pocos países están en posibilidad de afrontar. Además, no podemos obviar que hay un gigantesco negocio industrial y financiero impulsado por los mismos que contaminaron el planeta.

Nuestro Papa Francisco envió una carta a la Cumbre de Glasgow donde expresó entre otros conceptos: “Es urgente la necesidad de iniciar un cambio de rumbo capaz de pasar de forma decisiva y convincente de la ‘cultura del despilfarro’ imperante en nuestra sociedad a una ‘cultura del cuidado’ de nuestra casa común y de quienes viven o vivirán en ella. (…) En esta perspectiva, debe prestarse especial atención a las poblaciones más vulnerables, con las que se ha acumulado una ‘deuda ecológica’. (…) La ‘deuda ecológica’ recuerda, en cierto modo, la cuestión de la deuda externa, cuya presión suele obstaculizar el desarrollo de los pueblos. (…) Es necesario que los países desarrollados contribuyan a resolver la deuda [ecológica] limitando significativamente el consumo de energía no renovable, y proporcionando recursos a los países más necesitados para promover políticas y programas de desarrollo sostenible. Un desarrollo en el que todos puedan participar por fin”.

Francisco es seguramente el líder mundial más comprometido con el cuidado del medio ambiente. Pero tiene absolutamente claro que la propuesta de transición energética tiene un altísimo costo que los pueblos vulnerables no pueden afrontar. Esto mismo planteó nuestro presidente Alberto Fernández en dicha Cumbre, con la propuesta “cambiar deuda por acción climática”. La Argentina actual, con 40% de pobreza, no puede caracterizarse como una sociedad del despilfarro. En todo caso hay un sector –un 15% o 20%– que puede consumir bienes de todo tipo y recursos energéticos en exceso.

Perón y la cuestión del petróleo

Perón fue un líder que jamás se ató a dogmatismos. En Conducción Política enseña que –teniendo claro el objetivo final– hay que dar las respuestas para cada problema en particular, adecuadas al tiempo y el espacio en que nos toque actuar. Mientras gobernaba, ya en 1950, el crecimiento de la industria y los mejores niveles de vida de la población aumentaban año a año el consumo de gas y petróleo. En 1953 YPF llegaba a abastecer solo el 40% del consumo interno, el resto se importaba, con el consiguiente drenaje de divisas. Esto llevó a Perón a convocar al capital extranjero para incrementar la producción. En marzo de 1955 anunció el contrato de exploración y producción con la empresa norteamericana California Argentina, subsidiaria de la Standard Oil. Como muchos recordarán, el “contrato con la California” fue uno de los temas más criticados por el antiperonismo –en especial por Arturo Frondizi–, por sectores nacionalistas y por algunos de los nuestros, también. A ellos les dedica en su libro La Fuerza es el Derecho de las Bestias esta frase: “Estos ‘nacionalistas de opereta’ han hecho tanto mal al país con sus estupideces como los colonialistas con su viveza. Unos negativos y otros excesivamente positivistas, representan dos flagelos para la economía del país”.

El 1973 Perón reasumió la Presidencia de la Nación. En el marco del Plan Trienal de Gobierno, el Plan de Acción de 1974 de YPF se proponía impulsar programas destinados a promover sectores de exploración y explotación en tierra firme y el desarrollo de trabajos en la plataforma submarina. En abril de 1974 se anunció el inicio de la exploración submarina en tres áreas: Comodoro Rivadavia, Río Gallegos y Cañadón Alfa en Tierra del Fuego. En junio de 1974 YPF concretó la compra de una plataforma submarina que al momento de la adquisición se encontraba operando en el Golfo de México. Esta plataforma recibió el nombre de “Liberación”.

Queda claro entonces que el mismo Perón que en marzo de 1972 redactó la Carta Ambiental a la Cumbre de Estocolmo y que en su libro póstumo Modelo Argentino para el Proyecto Nacional dedicó largos capítulos a la problemática ambiental, siendo presidente instruyó a YPF para avanzar con la explotación petrolera mar adentro. Es el mismo Perón que en marzo de 1974 inauguró la central nuclear Atucha I construida por la Comisión Nacional de Energía Atómica, organismo creado por él en 1950.

¿Entonces Peron era contradictorio? No, lo contradictorio es citar a Perón sin haberlo estudiado, y sin haber comprendido la lógica de su pensamiento y su acción, ni su visión de estadista para quien la felicidad del pueblo y la grandeza de la Patria están por encima de cualquier dogmatismo. Y que, en su búsqueda de un mayor desarrollo productivo, tecnológico e industrial, ya en 1972-1974 planteaba que era esencial encontrar la armonía entre el desarrollo y el cuidado de la casa común: el planeta Tierra.

García Linera y Evo Morales acusados de extractivistas

Estos embates anti-explotación de recursos naturales en Argentina –motorizados por Greenpeace y otras ONG financiadas por los países centrales– no son exclusividad nuestra. Lo han padecido otros líderes populares, como Correa, Evo Morales y Lula. Dice Álvaro García Linera en su libro Geopolítica de la Amazonia: “Como es bien sabido, toda actividad humana –desde el construir una casa, sembrar alimentos, cazar y aun andar y respirar– afecta la naturaleza. Nadie vive contemplándola, como sostiene el ambientalismo ingenuo, pues el que lo haga no permanecería vivo. En general, la propia naturaleza se afecta a sí misma, pudiendo provocar catástrofes que a su vez terminan modificándola nuevamente. (…) Si conceptualizamos al ‘extractivismo’ como la actividad que sólo extrae materias primas (renovables o no renovables), sin introducir mayor transformación en la actividad laboral, entonces todas las sociedades del mundo, capitalistas y no capitalistas, son en mayor o menor medida extractivistas. (…) Incluso las sociedades que vivieron o viven de la extracción de madera y castañas, junto con la caza y la pesca, mantienen un tipo de actividad extractivista de los recursos naturales renovables. (…) Hay países que, empezando como productores de materias primas, han pasado a la fase industrializadora de materias primas y ahora tienden a concentrarse en la producción científico-tecnológica y los servicios. Buena parte de los países europeos, y también Norteamérica, han tenido este recorrido. (…) Y para romper la subordinación colonial no es suficiente llenarse la boca de injurias contra ese extractivismo, dejar de producir y hundir en mayor miseria al pueblo, para que luego regrese la derecha. (…) ¿Acaso dejando de producir, cerrando las minas de estaño, los pozos de gas, retrocediendo en la satisfacción de los medios materiales básicos de existencia, tal como lo sugieren sus críticos? ¿No es esta más bien la ruta del incremento de la pobreza y el camino directo a la restauración de los neoliberales?”.

El gobierno de Evo Morales tuvo una muy importante presión de grupos ambientalistas que militaron fuertemente contra su reelección, que terminó en el golpe de Estado. García Linera dedica un párrafo contundente y duro contra esas ONG. “El conjunto de Organizaciones No Gubernamentales amazónicas, algunas de las cuales han creado en las últimas dos décadas una trama clientelar de dirigentes indígenas a través de los cuales emiten el discurso ambientalista empresarial en las distintas comunidades. Poseedores de buenas intenciones humanitarias –y de buenos salarios para tales cometidos–, forman un pequeño ejército ideológicamente difusor del discurso medioambientalista de derecha, y económicamente materializador de una acumulación capitalista medioambiental”.

¡Lula lo hizo! ¿Nosotros por qué no?

Para analizar los beneficios que trae un posible descubrimiento de petróleo argentino offshore, similar al hallado en las costas de Brasil, solo tenemos que dirigir la mirada a nuestro vecino para reconocer los impactos positivos de su política petrolera. Cuando aplaudimos que Lula sacó a 30 millones de personas de la pobreza, debemos aclarar que no lo hizo solo con la ayuda social. El PBI per cápita de Brasil pasó de 3.000 (en 2003) a 12.400 dólares (en 2012). Contrariamente a quienes esgrimen que no importa tanto crecer, sino distribuir mejor, Lula cuadriplicó el producto, y eso le permitió distribuir más y mejor. La desocupación bajó de 11% al 5%.

En 2007 Ignacio Lula Da Silva anunció el descubrimiento del yacimiento Presal en aguas profundas, en las costas de los estados de San Pablo y Río de Janeiro. Sus reservas están estimadas en 35.000 millones de barriles. Brasil duplicó su producción, llegando a 4,2 millones de barriles diarios, volviéndose uno de los mayores exportadores mundiales de petróleo.

El aumento de la producción de petróleo generó impacto en 18 sectores de las áreas de materiales y servicios –como tuberías, equipamientos náuticos, eléctricos, mecánicos y submarinos, instalaciones y montajes industriales, construcción, mantenimiento y reparación naval, etcétera– ampliando el número de grandes, medianas y micro empresas asociadas a la cadena productiva, y generando empleos. La industria naval fue uno de los sectores más beneficiados por la explotación offshore: en 2006 empleaba a solo 3.000 trabajadores, hoy emplea 26 veces más, a 80.000 obreros navales. La evolución de equipos navales en los años 2010, 2015 y 2020 fue la siguiente: a) sondas de perforación de alta mar: 15, 37 y 65, respectivamente; b) barcos de apoyo y especiales: 287, 479 y 568; c) plataformas de producción: 44, 61 y 94.

En 2007 Lula expresó: “El presal es una dádiva de Dios, una riqueza que bien explotada y administrada puede impulsar grandes transformaciones en el país, mejorando las condiciones de vida de nuestro pueblo. Un hecho extraordinario, que llenó de admiración al mundo y de orgullo a los brasileños. (…) Esto confirma que Dios es brasileño”.

Por supuesto, Greenpeace hizo fuertes campañas contra la explotación del Presal. También estuvo a punto de frenar judicialmente la construcción de la represa de Belo Monte, de 11.200 MWh, que es la tercera mayor hidroeléctrica del mundo.

La acción de Greenpeace en los países en vías de desarrollo genera muchas dudas. Hay un mundo desarrollado –del que ellos vienen– que ha cultivado la cultura del despilfarro. Viajan en tren bala, disponen de todos los servicios y de bienes de consumo inimaginables. Durante siglos han crecido merced a extraer recursos de los continentes pobres. Y ahora, arrepentidos del daño causado, vuelven para indicarnos todo lo que hacemos mal y cómo debemos recuperar el planeta que sus padres y abuelos dañaron. Pretenden que nos reconvirtamos en aldeas agroecológicas, sin usar energía, ni minerales, ni sistemas de producción agraria moderna, ni nada que se parezca a su modo de vida.

Más dudas generan cuando vemos quiénes dirigen Greenpeace y otras ONG afines. El expresidente Macri nombró a Emiliano Ezcurra (Greenpeace) como vicepresidente de Parques Nacionales; al diputado ecologista Juan Carlos Cali Villalonga (Greenpeace), como titular de la Agencia de Protección Ambiental; a Diego Moreno, titular de la Fundación Vida Silvestre, como secretario de Política Ambiental; y a Dolores Duverges, directora de la Fundación Ambiente y Recursos Naturales (FARN), como secretaria de Planificación y Ordenamiento. En la FARN también milita Daniel Sabsay, conocido denunciador serial.

La ambientalista argentina Lorena Suárez escribió: “En varias oportunidades, esa misma ONG (Greenpeace) suele resaltar su independencia de los gobiernos, poner el énfasis en los Estados como responsables de los conflictos ambientales, y resaltar que el camino a ese futuro que imaginan vendrá de la mano de ciudadanos comprometidos con el ambiente, al punto de aportar con su tarjeta de crédito, desde cualquier lugar del mundo, a unas causas que describen como de ‘malos’ (los Estados) y ‘buenos’ (las ONG y los ciudadanos). (…) El tiempo de cambio que Greenpeace propone no sólo es violento, alejado de los pueblos y de lo que Latinoamérica necesita en tiempos de gobiernos democráticos y populares” (Página 12, 17-12-2014).

“Increíble victoria”: celebran la cautelar que frena el offshore en el mar argentino

Luisina Vueso, coordinadora de la campaña de océanos de Greenpeace Argentina, celebró como una “increíble victoria” la medida cautelar del juez Santiago Martín, con la cual dispone la inmediata suspensión del proyecto de exploración petrolera a 300 kilómetros de las costas de Mar del Plata. Además, Vueso señaló que esta cautelar sirve porque sentó precedente, porque “esta no es la única empresa que pretende avanzar con este proyecto”. De ese modo, “desincentiva” otras iniciativas del estilo. El 4 de enero escribí una nota en la Paco Urondo que tuvo bastante repercusión. Llevaba por título: “Carta a la militancia peronista: Greenpeace no puede decidir nuestra política económica”. Comenzaba diciendo: “Ha llegado el momento de debatir si nuestra política económico-productiva la va a manejar Greenpeace o el gobierno de Alberto y Cristina”. Lamentablemente, la justicia macrista ha decidido que la política sobre nuestros recursos naturales la decida Luisina Vueso, y no Alberto y Cristina.

¿Qué perdemos si finalmente nos gana Greenpeace? La estimación de YPF es que en nuestro lecho marino tenemos reservas superiores a todas las descubiertas hasta hoy. Que un solo pozo productivo podría dar 25.000 empleos directos y otros 70.000 a 100.000 indirectos. Un potencial de producción de 7.000 millones de barriles de crudo, valuados hoy en 250.000 millones de dólares, 20.000 millones de dólares en regalías. Miles de millones de dólares en exportaciones, retenciones, IVA, impuesto a las ganancias, ingresos brutos, etcétera. Un reciente trabajo del CEP XXI y SEPYME sobre la cadena de valor del petróleo y del gas en la Argentina señala que 37 grandes empresas petroleras compran bienes y contratan servicios de 9.957 empresas, de las cuales 7.734 son MiPyMEs que dan empleo a 325.000 trabajadores.

En un país con el 40% de pobreza, lo épico y revolucionario es crear empleo genuino, aumentar la producción y generar recursos para redistribuir mejor la riqueza.

Están previstas todas las medidas necesarias para no alterar la paz de las ballenas que una vez por año pasan cerca de la zona de prospección petrolera. Somos defensores del medio ambiente y de la fauna marina. Pero en nuestro país 18 millones de personas están bajo el nivel de pobreza, de las cuales seis millones son niños y niñas menores de 14 años. Lamentablemente no tenemos miles de industriales que quieran invertir y dar trabajo digno. Pero tenemos a mano algunas posibilidades importantes, como minería, gas y petróleo, que nos permitirían duplicar nuestro PBI en pocos años, como hizo el Brasil de Lula.

Los militantes del campo nacional y popular no pueden ir detrás de las consignas prohibicionistas de Greenpeace. Hagamos ambientalismo con justicia social: 12 millones de hermanas y hermanos nuestros están esperando la mayor revolución del mundo: conseguir un trabajo digno.