Diego Herranz – (Público.es)
La Gran Pandemia -sanitaria y económica- ha desembarcado con especial virulencia en la comunidad latinoamericana, donde varias decenas de millones de personas se verán inmersas en la extrema pobreza. Unos 45 millones sólo este año, según cálculos de Cepal, la agencia de la ONU para el desarrollo económico de la región.
El año de la pandemia será otro ejercicio maldito para América Latina. Unos 45 millones de personas pasarán a sobrevivir en situaciones de pobreza extrema en una de las latitudes con uno de los diferenciales de riqueza más acusados del planeta. Un reciente estudio de Cepal, la agencia de Naciones Unidas, advierte de un repunte substancial de ciudadanos de la comunidad latinoamericana que soportarán los rigores de la pandemia. Con más de una tercera parte de su población bajo una amenaza real de perder sus empleos y el yugo de que la inseguridad alimenticia impacte directamente sobre su estabilidad familiar.
También por el déficit de fondos que han puesto en marcha los gobiernos de la región. Frente a las inversiones próximas al 40% del PIB que ha movilizado Europa para combatir la doble crisis, sanitaria y económica, los planes de gasto instaurados por las autoridades latinoamericanas no alcanzan, ni de lejos, el 10% de su capacidad productiva anual. Para la secretaria ejecutiva de Cepal, la diplomática mexicana Alicia Bárcena, el escenario es de suma gravedad. Hasta el punto de asegurar que el Hemisferio Sur de América se enfrenta a una década perdida. La covid-19 ha puesto a sus países ante la disyuntiva de articular medidas como la renta básica, los subsidios a los productos alimenticios y una táctica geoestratégica en toda línea de renegociación de sus, cada vez, más voluminosas ratios de deuda si desean tener éxito en la instauración de un ciclo de negocios sostenible en el tiempo. En otro diagnóstico de situación, la Cepal y la Organización Panamericana de la Salud (OPS) dan por descontado que «sólo si se logra revertir la curva de contagio de la pandemia se podrán reactivar las economías de la región».
Para lo cual, ambas instituciones proponen un enfoque en tres fases, que incluye una agenda reformista con políticas sanitarias, económicas, sociales y de índole productivo dirigidas a reactivar, con salvaguardas de protección, una reconstrucción de sus patrones de crecimiento que favorezcan la prosperidad y la distribución inclusiva de riqueza. El coronavirus aterrizó en América Latina el 26 de febrero, cuando Brasil confirmó el primer caso en Sao Paulo. Desde entonces, certifica uno de cada cuatro casos de contagio en el mundo. Tras superar, a comienzos de mes, los 7,5 millones de afectados y los 280.000 fallecidos. Con Brasil, -más de 4,2 millones de contagiados y más de 130.000 muertes-; Perú (más de 657.000 casos y 29.000 decesos); Colombia (unos 624.000 enfermos y unas 20.000 defunciones); México (más de 606.000 casos y más de 70.000 fallecidos) y Argentina (428.200 infectados y 8.971 decesos) entre las diez naciones con más defunciones por covid-19.
El coste humano «continúa siendo demasiado alto, inaceptable, porque se certifican casi 4.000 muertes al día en nuestra región», afirma la directora de la OPS, Carissa Etienne. La epidemia «ha afectado profundamente, no sólo a la vida diaria de las personas en la región, sino también sus medios de vida», además de dirigir al conjunto de Latinoamérica a «la recesión más abrupta de su historia». Según Cepal, el receso de actividad en 2020 será del 9,1%, con un alza del desempleo que superará la barrera del 13,5% de la población activa en la totalidad de sus territorios y un repunte de la tasa de pobreza de 7 puntos básicos, hasta alcanzar al 37,3% de la población, que se traducirá en un empeoramiento notable de la brecha social. Por si fuera poco, ambas organizaciones señalan otro foco de tensión con daños colaterales directos sobre las sociedades civiles de la región: «Sus sistemas de Salud, ya infradotados financieramente y muy fragmentados» antes de la covid-19, se enfrentan a una respuesta incierta ante la pandemia por las debilidades de gestión de sus rectores».
El gasto público en Sanidad apenas registra de promedio el 3,7% del PIB, por debajo del 6% recomendado por la OPS. Lo que supone que una tercera parte de la población todavía enfrenta algún tipo de barrera para acceder a los servicios de salud que necesita.
América Latina contabiliza uno de cada cuatro contagios del planeta, con Brasil, Perú, Colombia, México y Argentina entre las diez naciones con más defunciones por covid-19.
Sistemas sanitarios débiles
«Los elevados niveles de desigualdad, junto a las altas tasas de pobreza, la lacra estructural de unas economías con grandes dosis de informalidad -contratación opaca y actividad sumergida- y el limitado acceso a una atención médica de calidad, explican -a juicio de Cepal y la OPS- los cuantiosos costes sociales que la epidemia está teniendo en la región». Además del fenómeno de urbanización y metropolización -más de un tercio de la población habita en ciudades de un millón o más habitantes- y de los déficits acumulados en las capitales del área latinoamericana en materia de hacinamiento e infraviviendas, falta de servicios públicos esenciales como el agua y sus instalaciones de saneamiento o un transporte urbano atestado. Todo ello se suma a la gran fragilidad histórica de sus modelos sanitarios, que ha contribuido a su vulnerabilidad. En materia de salud, «los hogares financian más de un tercio de los gastos en atención de salud con pagos directos; cerca de 95 millones de personas han afrontado desembolsos familiares por covid-19 y casi 12 millones se han empobrecido por ello. Además, y según la OCDE, «la disponibilidad de médicos y de camas hospitalarias no llega ni a la mitad de la que tienen países más desarrollados.
El estudio habla de varios grupos sociales especialmente vulnerables: las personas mayores (85 millones), trabajadores informales (54% del empleo regional), mujeres (mayoría en actividades informales, con trabajo no remunerado aumentado y mayor exposición a violencia doméstica), pueblos indígenas (60 millones y con comunidades que pueden desaparecer), afrodescendientes (130 millones de personas en 2015), con discapacidad (70 millones de personas) y migrantes.
En una entrevista en Foreign Policy, Bárcena explica más pormenorizadamente los efectos de la pandemia social, derivada de la sanitaria y, por supuesto, de la económica, con datos sobre la década perdida que se avecina en la región. «El PIB per cápita volverá a los niveles de 2010 y se retrocederá 14 años en términos de tasa de pobreza -cuantitativamente, se pasará de 186 a 231 millones de los 630 de su censo poblacional, con 44 millones de personas fuera de los mercados laborales». Al menos 491 millones tendrán que sobrevivir con menos de 500 dólares al mes. Pero también pasa revista a las tensiones con productos de primera necesidad como la alimentación. Bárcena hace referencia, sobre todo, a las naciones caribeñas. «Por ejemplo, Bahamas importa el 60% de su consumo y Antigua y Barbuda, el 55%; así que algo de vulnerabilidad existe también en este ámbito», explica.
Al igual que en materia de malnutrición. «Otro gran problema en estos países y en América Central, incluido México». Muchos de ellos relacionados con la obesidad y que son factores que empeoran los contagios por covid-19, afirma Bárcena.
La Cepal alerta de que el PIB per cápita volverá a los niveles de 2010 y se retrocederá 14 años en términos de tasa de pobreza; al menos, 491 millones tendrán que sobrevivir con menos de 500 dólares al mes
Soluciones de cooperación internacional
La máxima autoridad de la Cepal precisa la ayuda multilateral. El FMI, con sus recursos contra el coronavirus, por las que ha desplegado 88.000 millones de dólares por todo el mundo, ha hecho llegar a veinte naciones latinoamericanas 51.000 millones. «Pero dispone de mayor margen de asistencia financiera. A través de una ampliación de sus derechos especiales de giro, la moneda de la institución. Podría alcanzar los 275.000 millones que inyectó en 2009 para contener el daño colateral del credit crunch. Esa debe ser su prioridad número uno».
Una segunda opción sería la búsqueda de fórmulas para capitalizar créditos multilaterales. En principio, mediante los bancos que operan con préstamos a la prosperidad de la región. Todos ellos pueden llegar a mayores arsenales financieros. En tercer término, incentivando un proceso de renegociación de la deuda. Para las naciones caribeñas, con exigencias de adaptación jurídica para combatir el cambio climático. La mayor parte de ellas tienen una losa de endeudamiento que les impide un crecimiento inclusivo. Y, finalmente, promoviendo instrumentos de innovación, con objeto de sufragar las capacidades económicas de la comunidad latinoamericana.
Alejandro Werner, director para el Hemisferio Occidental del FMI, según la denominación de la jerga multilateral, incide en un reciente blog personal en que el desconfinamiento de la covid-19 precisa de soluciones «guiadas por la ciencia y los datos empíricos» si quiere dejar de ser el epicentro de la pandemia y animar con suficiente brío la recuperación. «La distancia social y las medidas de prevención están íntimamente relacionadas con el despegue de la actividad en este segundo semestre del año», asegura. Y restablecer los indicadores de comercio y generación de empleo.
A su juicio, las políticas monetarias a lo largo y ancho de la región pueden aún reducir el precio del dinero y recortar así los riesgos financieros, demasiado elevados, y contribuir con ello a una corrección de los niveles de desigualdad. Y, desde la órbita fiscal, activar medidas para llegar a los estratos más débiles de las sociedades. Para, más tarde, a medio plazo, adoptar mecanismos de consolidación presupuestaria combinadas con políticas activas de empleo; en especial, la de los desempleados de larga duración. Pero, en estos momentos, la urgencia es activar todos los recursos precisos para evitar una segunda oleada de contagios. Porque la coyuntura se ha deteriorado con suma rapidez.
El FMI reclama a los bancos centrales rebajas más agresivas de tipos y a los gobiernos medidas dirigidas a los estratos más desfavorecidos porque la urgencia es evitar una segunda oleada; a medio plazo, consolidación fiscal
Una región en recesión sincronizada
Argentina. El FMI espera una recesión del 10% en 2020. Con crecientes riesgos. Porque el Fondo admite que se revisará a la baja, dada la prolongada cuarentena impuesta por Buenos Aires, así como la drástica pérdida de demanda externa y el descenso del precio de las materias primas y las dudas que levanta el proceso de reestructuración de su deuda, que resta confianza inversora.
Brasil. Las proyecciones de comienzo del verano hablan de unos números rojos del 9% y de una reactivación del 3,6% en 2021. Ensalza los programas fiscales y la política monetaria, pero afirma que la retirada de ayudas podría perjudicar el crecimiento del próximo ejercicio. Tras un ciclo de negocios demasiado corto, tras la contracción de 2015-2016. Una agenda de reformas sociales y económicas de carácter estructural será ineludible si la mayor economía regional desea volver a su potencial de prosperidad.
Chile. Caída del PIB del 7,5% y rebote del 5% el próximo año. Con el punto de inflexión en el tercer trimestre. A pesar de las impredecibles medidas fiscales, monetarias y financieras que se han implantado en el país.
Colombia. Tampoco eludirá su primera recesión en dos décadas. Del 7,8%, aunque con un alza del 4% para 2021, si la emergencia sanitaria se estabiliza. Su banco central ha cumplido con unos precios del dinero laxos. Pero el gobierno no ha seguido sus pasos. Ha suspendido dos años los recursos previstos para, en teoría, proveer de mayor flexibilidad a la respuesta sanitaria y la crisis económica.
México. La contracción de la segunda economía regional responde a un compendio de factores. Desde la caída de los precios del petróleo, a la volatilidad de los mercados de capitales, pasando por la interrupción de las cadenas de valor empresariales, la debilidad de la confianza del sector privado o el descenso de inversiones. El PIB mexicano retrocederá un 10,5% con un despegue modesto el próximo año. El banco central tiene margen de maniobra para bajar tipos y devolver su poder de atracción de capitales foráneos. También el Ejecutivo, que ha activado el programa fiscal más pobre entre los socios del G-20. Un riesgo para frenar la contracción y facilitar un ciclo de negocios dinámico. Los esfuerzos de protección social por la pandemia requerirán un proceso de consolidación fiscal creíble a medio plazo capaz de corregir la brecha de desigualdad del país.
Perú. La crudeza de la epidemia y la baja demanda externa dirige su PIB a una recesión del 14%. A pesar del «significativo respaldo económico» del Gobierno, el desempleo se ha disparado. Aun así, el FMI espera una reactivación notable para 2021, del 6,5%. Un despegue que depende más que en ningún otro país de la región de que se logre frenar la pandemia y se reactive la economía global.
América Central, República Dominicana y Panamá. Todos sus países tienen como denominador común unas profundas contracciones este año con graduales recuperaciones en 2021, una vez pueda superarse las trabas al turismo, se reanime el comercio y vuelvan a entran remesas de su población en el exterior. El freno de los flujos comerciales está teniendo un impacto mayor en Panamá, El Salvador y Nicaragua. El colapso del turismo, en República Dominicana y Costa Rica y el parón de entrada de remesas en el triángulo del norte centroamericano y Nicaragua. En esta zona también tienen un efecto negativo los desastres naturales, particularmente, en El Salvador. Todos ellos han elevado sus tasas de vulnerabilidad social, ante la interrupción de ingresos en la órbita familiar. Los tipos de interés bajos, las garantías crediticias y el apoyo financiero al sector privado con recursos presupuestarios han relajado las condiciones prestamistas.
Países caribeños. Son los que han logrado doblegar la curva de contagios de la covid-19. Pero sus coyunturas no lograrán eludir la recesión. Esencialmente, por el freno turístico. Volverán a sus niveles de renta per cápita y capacidad productiva en tres años. El descenso de cotización del crudo ha dañado su vigor exportador y ha hecho mella en las arcas de sus Haciendas. La caída de recaudación fiscal también se ha interrumpido por la estación de huracanes.
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