La profunda crisis que atraviesa el país no solo es económica y política. También es una crisis de ideas. Cuesta verlo en medio de la coyuntura enloquecedora que imponen las redes sociales y mientras la hoguera de la indignación consume toda la atención al calor de un escándalo tras otro, pero la orfandad que padecen hoy quienes todavía no se entregaron al vicio de la emoción violenta es el reflejo presente de la imposibilidad de imaginar un futuro común. Una impotencia colectiva que difícilmente podamos superar sin recurrir a nociones y conceptos que ganan fuerza en todo el planeta, especialmente fuera del mundo opulento, a contramano de las creencias vetustas que exhumó la ultraderecha y que promueven con alegría un puñado de magnates para mantener privilegios exorbitantes.
Se vio clarito esta semana en una conferencia organizada por la red IDEAs, un club global de economistas heterodoxos entre cuyos referentes figuran Dani Rodrik (Harvard), Jayati Ghosh (Massachusetts Amherst), Joseph Stiglitz (Columbia), Prabhat Patnaik (Jawaharlal Nehru) y Amartya Sen (Harvard). En las tres jornadas de debate con la Universidad Federal de Rio de Janeiro (UFRJ) que me invitaron a presenciar, justo mientras los morros cariocas empiezan a recibir a ministros y secretarios del G-20 bajo la presidencia de Lula, la sórdida Argentina de esta semana no se veía a tres horas de vuelo sino a miles de años luz de distancia.
Los académicos, especialmente las mujeres que ganan espacio en la heterodoxia como la india Ghosh, abordaron asuntos que sería vital discutir para reconstruir la economía argentina tras el fracaso y el desborde inflacionario del Frente de Todos y la fiebre de endeudamiento desatada durante la anterior gestión de Luis Caputo. Entre otros: cómo aprovechar mejor los recursos naturales para generar más empleos y agregar más valor, cómo reducir la brecha de ingresos entre géneros y remunerar adecuadamente las tareas de cuidado que realizan casi exclusivamente mujeres, con qué herramientas regular las plataformas y preservar los derechos de sus trabajadores, qué hacer para aliviar la carga de la deuda en los países en desarrollo y cómo bajar el déficit fiscal pero sin licuar las jubilaciones sino cobrando a los billonarios los impuestos que hoy evaden.
Una agenda a contramano de la Argentina donde le ceden a MercadoLibre los jugosos negocios de la SUBE y el pago de jubilaciones, donde YPF transfiere áreas y pozos a petroleras boutique recién creadas por exfuncionarios macristas como Javier Iguacel, donde el RIGI entrega a cambio de monedas los minerales críticos para la transición energética a un puñado de multinacionales, donde nadie se propone seriamente reducir la monstruosa sangría de dólares que generan los vencimientos de la deuda sin tomar más préstamos y donde el Gobierno sostiene que con solo desregular mercados hará competitiva a una economía que desde hace décadas invierte poco.
Lo que hubo estos días en torno a una mesa en “U” en el Hilton de Copacabana, a pequeña escala, fue algo parecido a lo que ensaya el discípulo de Thomas Piketty, Gabriel Zucman, con su propuesta de un impuesto mínimo global del 2% del patrimonio de los megarricos y del 15% de sus ganancias a las multinacionales. Lo que se propuso ―también con sus limitaciones― Lula para su turno en la presidencia del G-20. Un intento de combinar pensamiento crítico, formación científica e imaginación política. Tres ejercicios que abandonó la dirigencia argentina en los últimos años, especialmente el peronismo, hundido en un pragmatismo tan ineficaz que terminó por abrirle las puertas a la reacción oscurantista de Javier Milei.
Helicópteros
Aproveché para preguntarle al multipremiado Jan Kregel ―referente postkeynesiano en temas monetarios, profesor titular del prestigioso Instituto Levy de la estadounidense Bard College― por la “dolarización endógena” que Milei empezó a proponer como alternativa a la dolarización lisa y llana que prometía en campaña. Visitante asiduo de Buenos Aires y muy citado por sus trabajos sobre el colapso de la convertibilidad, primero la definió con desdén como “una vieja patraña de Hayek”. Después accedió a responder si sería posible llevarla adelante en Argentina. “En realidad sí, sería posible. Es lo mismo que ya pasó con su mercado inmobiliario. Es lo que ocurriría si, de repente, la gente empezara a comprar yerba mate también en dólares. Sería un reflejo lógico al hecho de que la yerba mate aumenta de precio en pesos todo el tiempo, pero sólo podrían comprar yerba mate los que tengan dólares o accedan a dólares al precio que fije el mercado negro”.
¿Pero entonces qué la distingue de la dolarización oficial?
Acá le estás diciendo a la gente ‘si te arreglás para conseguir un dólar, quedátelo que lo vas a tener que usar’. Y si la situación aguanta el tiempo suficiente sin que el presidente se tenga que ir en helicóptero, se va a terminar generalizando el uso del dólar. Pero es un proceso que toma mucho tiempo y que depende de cuántos dólares entren a la economía para generar la base circulante. No es una buena idea tomarlos prestados del Fondo Monetario ni de los acreedores, porque esos dólares se van a volver a ir eventualmente en el repago de esa deuda. Entonces habría que exportar el doble o el triple, para generar un excedente de dólares tal que permita reemplazar el circulante. ¡La pregunta es para qué uno querría dolarizar en ese caso!
―Quizás haya gente que se vea seducida por la idea de nunca más volver a tener la inflación que tuvimos estos últimos años.
―Es un problema de análisis. Si creés que te vas a liberar de la tasa de inflación reduciendo el nivel de actividad tan drásticamente, tenés dos problemas. Primero uno político, que es que tenés que sobrevivir lo suficiente. Y después, uno económico, que es cómo generar la recuperación después de ese prolongado período de recesión y con un circulante fijo, restringido. El error es creer que por solo bajar la inflación a cero, drásticamente, la economía va a volver a crecer. Es lo que decía Margaret Thatcher. Y eso no pasa.
Litio y enfermeras
Esos dólares, estiman algunos, podrían llegar si Argentina alcanza a exportar tantos minerales como Chile. Pero el hasta hace poco subsecretario de Relaciones Económicas Internacionales chileno, José Miguel Ahumada, que también participó en Río de la conferencia de IDEAs, asegura que el camino para lograrlo es exactamente el opuesto al que aprobó el Congreso con el Régimen de Incentivo a las Grandes Inversiones (RIGI), que auspician las multinacionales del sector y sus socios locales, como José Luis Manzano.
Ahumada dio detalles sobre el acuerdo que anunció en mayo la estatal Codelco para asociarse con la Sociedad Química y Minera de Chile (SQM) ―una de las dos gigantes privadas que explotan litio del otro lado de la Cordillera― con un 51% de las acciones para el Estado en una concesión hasta 2060. “Lo que hay que hacer es negociar desde la fuerza. Lo que usó Codelco a su favor es que se vencía en 2025 la concesión de SQM. Ustedes el problema que tienen es que hay una ‘carrera hacia el fondo’ entre las provincias, que son las dueñas del recurso según la constitución, y compiten entre sí a ver quién les entrega más a las empresas. Lo que hay que evitar, incluso como región, es que esa competencia se dé entre nuestros países. Y para eso hay que coordinar políticas”, me dijo.
Provocadora, la ascendente Jayati Ghosh sacudió la conversación el viernes, cuando ya el debate llevaba dos días. “¿Por qué no hablamos más de regular al sector financiero? Ninguna de las cosas que estamos discutiendo sobre desigualdad y estrategias productivas se pueden resolver con los bancos como están, sin ninguna regulación. La fuerza de Wall Street y los fondos de inversión es demasiado grande como para que avancen los cambios que proponemos. Se está perdiendo la legitimidad de los acuerdos globales que avanzaron después de la crisis 2008 y luego la pandemia. Acaba de ser el día de Hiroshima, una conmemoración que nadie habría discutido hasta hace poco, y el G-7 lo boicoteó porque estaba invitada Palestina. ¡Todas las instituciones están en peligro!”, advirtió.
Las mujeres como Ghosh son la vanguardia del pensamiento heterodoxo que germina en el llamado Sur Global. Otra india, Sumagala Damodaran, del Instituto de Desarrollo Humano de Nueva Delhi, llamó la atención sobre el carácter machista de los ajustes fiscales. “En 15 países, solo entre 2016 y 2021, los programas del FMI hicieron perder sus empleos a 3 millones de enfermeros, maestros y otros esenciales. Y como el 90% de enfermeros y 70% del personal de salud son mujeres, sobre ellas recae el ajuste”, dijo. “En las crisis además se reemplazan empleos masculinos por femeninos porque ellas ganan 30% menos, pero ellas también incrementan su carga de trabajo no remunerado por la caída de ingresos de la familia”, agregó. ¿A alguien le suena?
Reincorporar la dimensión de género a las políticas públicas va a ser todo un desafío en plena reacción conservadora en países como el nuestro, pero puede ayudar a superar la crisis. Y también a entender por qué magnates extraterritoriales como Marcos Galperin o Elon Musk se fanatizaron tanto por Milei. “El mobile money multiplicó el endeudamiento de las mujeres. En el África subsahariana hay un 55% de la población adulta que tiene billetera electrónica, según el último informe sobre Fintech del Banco Mundial, y un 30% tiene alguna deuda”, apuntó la socióloga Dzodzi Tsikata, una feminista ghanesa que enseña en las universidades de Ghana y de Londres. “La ‘inclusión financiera’ no siempre incluye, porque esas mujeres terminan pagando el 15% más caros los productos básicos por las comisiones o intereses. Y sobre las que se sienten ‘emprendedoras’ el efecto es peor”.
Lo sintetizó la economista argentina Margarita Olivera, una de las organizadoras del seminario y profesora de la UFRJ. “El capitalismo está en una fase neoliberal, machista, racista, y no deja discutir. Dicen que se acabó el desempleo, por ejemplo. ¡Y claro! Cualquiera se baja una app de delivery y tiene trabajo en dos segundos. ¿Pero es eso un trabajo? ¿Y la explotación? ¿Y la autoexplotación?”, preguntó.
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