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BASURA

"Contra Mitre" columna editorial del Dr. Luis Alen, Director de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos de la UNLa
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Por Luis Hipólito Alen – Megafon/Universidad Nacional de Lanús

El Diccionario de la Real Academia Española tiene varios significados asignados a la palabra basura, comenzando por suciedad o cosa que ensucia. También la define como “residuos desechados y otros desperdicios”, “lugar donde se tiran residuos y desperdicios”, “estiércol de las caballerías”, “cosa repugnante o despreciable”, y por último como usada coloquialmente “para indicar que lo designado por el sustantivo al que se pospone es de muy baja calidad”.

Si se preguntan a qué viene esta introducción, es fácil. A la cantidad de basura que circula por los medios hegemónicos, ostensiblemente producida con el fin de ensuciar todo aquello a lo que va dirigido. A los políticos a los que se critica impiadosamente, no por las falencias en el obrar sino por lo que hacen, sea mucho o poco, porque ofende los negocios a los cuales esos medios rinden tributo. A las personalidades públicas que sostienen opiniones que no coinciden con la voluntad omnímoda de los dueños de esas empresas. Y al público en general, intoxicado por el alto volumen de porquerías con que lo bombardean cotidianamente.

Basura televisiva, basura radial, basura escrita, basura digital que infecta las redes. Basura que no es la resultante del consumo natural, sino de operaciones premeditadas para obtener réditos miserables, que se traducen en algunos votos más para los candidatos ungidos por la derecha para dar el nuevo combate contra el siempre odiado populismo. Basura desparramada con alevosía, basura para destruir reputaciones y honorabilidades, basura para socavar autoridades e igualar con el rasero de lo inmoral a todo lo que no comulga con el ideario de las clases dominantes. En definitiva, una pandemia de basura que se extiende como una mancha dispuesta a devorar todo y a transformar al escenario político y a la sociedad misma en algo desechable. Basura que no es nueva sino que viene siendo arrojada desde los albores de la historia y siempre con el mismo origen. Y con similares destinatarios.

La Tribuna de Doctrina ha sido, desde su fundación, una de las usinas productoras de la basura mediática. Con el refinamiento conservador de Victoria Ocampo o Jorge Luis Borges o con la brutalidad de Fernando Iglesias o Jorge Fernández Díaz. El envase puede cambiar, pero el contenido es el mismo. Ahí va Fernando Laborda el 22/08/2021, hablando de “El kirchnerismo y la metáfora del odio”. Pero no se refiere al que desparraman los políticos de la oposición y sus promotores de los medios. No, como es costumbre en LA NACIÓN, todo es al revés. Los que reciben los insultos y los agravios pasan, como por arte de magia, a ser los culpables del caso.

Dice Laborda que “Cristina Kirchner ofreció días atrás, en la Isla Maciel, una llamativa visión sobre la identificación política de los argentinos. Consideró que cualquiera que se diga peronista o kirchnerista podría dar razones de por qué lo es. Y sugirió que, por el contrario, quienes son ‘macristas o de Cambiemos’ solo pueden serlo ‘por odio hacia el otro, hacia el que sienten diferencias, hacia el que no quieren’ y que esto ‘debe cambiar en la Argentina’. Casi al mismo tiempo, el filósofo y asesor presidencial Ricardo Forster, al referirse a la reciente ‘, realizada en homenaje a las víctimas del coronavirus, afirmó que detectó ‘odio y bronca’ en algunos de los que se movilizaron”. Ocurre que, dadas las experiencias que atraviesan nuestra sociedad y sobre todo, sus protagonistas políticos, la visión de Cristina dista mucho de ser llamativa para ofrecerse como ajustada a una realidad que Forster también explicó.

La marcha de las piedras, pensada como un nuevo operativo de desgaste contra el gobierno, fue resignificada, en un inteligente giro, en la decisión de hacer con ellas un monumento a las víctimas. No hay que dejar pasar otro de los mamarrachos a los que nos tiene acostumbrados el diputado del Pro Waldo Wolff, que probablemente se sintió enojado por la decisión gubernamental y presentó un proyecto para la preservación de las piedras. Demostración por el absurdo del odio al que se refirió la Vicepresidenta y que detectó Forster. Ahora bien, para Laborda lo que pasa es que “La metáfora del odio a la que recurren la vicepresidenta y dirigentes del kirchnerismo opera como un principio de organización de la identidad colectiva, al tiempo que es representativa de un pensamiento profundamente autoritario. El mensaje de Cristina Kirchner parece indicar que a quienes no piensan como ella solo puede moverlos el odio. Quien piensa diferente sería, según su particular concepción, un odiador serial”. Olvida Laborda que recurrentemente la Vicepresidenta y muchas otras figuras de su sector se han referido al amor como la fuerza que opera como núcleo organizador del movimiento que la tiene como referente, y que mal que le pese al escriba, ese movimiento solo accedió al gobierno en el país como fruto de elecciones democráticas. ¿Es autoritario el pensamiento de los que, incluso derrotados, siempre se sometieron al resultado de los comicios libres? ¿O lo es el de los que acudieron a la violencia criminal para desalojarlos del poder, o en tiempos más cercanos, se valieron de una mesa judicial que desató una cacería contra los dirigentes del kirchnerismo?

Odio contra los caudillos federales. Odio contra los anarquistas. Odio contra el yrigoyenismo. Odio contra el peronismo. Odio contra la izquierda. Sí, Laborda, son odiadores seriales, como lo es el abogado Alejandro Fargosi, que representó a la derecha en el Consejo de la Magistratura y que acaba de hacer objeto de sus ataques misóginos, antisemitas y macartistas a Myriam Bregman. Laborda sigue una ruta previsible y pasa por la cuestión tan gastada de la foto del cumpleaños de Fabiola Yáñez, sigue con los deseos de una mala performance del Frente de Todos en las PASO y termina con una explicación que es justamente el revés de la moneda: “Por ahora, la principal estrategia del oficialismo para retener a los votantes desencantados es recordarles a cada rato la palabra Macri y apelar a la metáfora del odio”. Justamente, nombró al que mejor expresa ese odio sin razones, del que al parecer solo se baja cuando para para mirar Netflix o tomarse vacaciones. Que sigue siendo, justo es señalarlo, una de las principales figuras de la oposición que Laborda tanto elogia y que hace del odio su manera de ser. El odio esparcido como basura.

El pasquín de los Mitre-Saguier le da su rol estelar al cronista del genocida Operativo Independencia, y entonces Joaquín Morales Solá, el 22/08/2021, habla por enésima vez de “Un presidente debilitado por Cristina”. En las sesenta columnas que vengo escribiendo debo haber analizado frases similares a esta una y mil veces. La supuesta disputa entre Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner parece ser el sueño húmedo de los escribas del mitrismo. Nunca pudieron ofrecer ni la más mínima prueba de esos enfrentamientos, pero los citan como si fueran las tablas de la ley entregadas sus plumas para que las difundan como la verdad revelada.

Dice Morales: “Que dirigentes opositores digan –y repitan– que Alberto Fernández es un presidente débil no llama la atención. Hay pruebas irrefutables. El escándalo político que provocó una fiesta de cumpleaños clandestina en la residencia presidencial en medio de restricciones sociales muy severas, que dictó el propio inquilino de esa casona. La resonancia política y social de una foto seguida de un video, este último distribuido por el propio oficialismo para adelantarse a lo inevitable”. Lo único novedoso en esto es que por un momento Cristina es desplazada de su rol de esmeriladora oficial del Presidente para ser reemplazada por la foto del cumpleaños de la compañera de Alberto. Pero no hay ni una mínima mención a las fotos de los setenta invitados de Carrió para celebrar su cumpleaños.

Ya volveremos sobre las fotos, pero ahora estamos con Joaquín que cuenta: “’Cristina es como el sol: te ilumina, pero si te acercas te quema’, confiesa un ministro que lo vio al Presidente girar de la independencia a la dependencia de la vicepresidenta”. Cristina, siempre Cristina. ¿Se darán cuenta quienes tanto la atacan que al hacerlo con esa cotidianeidad están reconociendo su rol determinante en la escena política nacional?

Morales Solá sigue con sus relatos de ficción, y dice que “No pocos funcionarios imaginan, con distintas dosis de terror, el día después de las elecciones. ‘En cualquier caso, hay que estar preparado para una intervención del gobierno por parte de ella’, zanja un ministro. Explica: ya sea porque hubiese un triunfo amargo (pequeño, insignificante) o una derrota, la vicepresidenta intentará tomar definitivamente el control de la administración, desde la Jefatura de Gabinete hacia abajo”. O sea, Cristina va a intervenir al gobierno del que forma parte. Qué disparate. Más basura, en definitiva. Como el nuevo anuncio de Morales de que “El kirchnerismo se mueve en la Cámara de Diputados para convocar cuanto antes a una sesión especial para tratar la modificación de la ley que regula la designación del jefe de los fiscales (procurador general de la Nación). Cargo crucial para controlar la acusación en varias causas por supuesta corrupción que acosan a la expresidenta”. Pronóstico que se viene reiterando desde hace meses y que esconde, cuándo no, una falsedad. Porque si se designara un nuevo Procurador General, por el sistema actual o por uno reformado, eso no tendría impacto directo sobre las causas armadas contra Cristina.

En esos procesos inventados por los cultores del derecho creativo promovido por el fallecido juez que Glock en mano se cobró la vida de dos personas, el Procurador General no tiene a su cargo el rol de acusador. Solo intervendría, hipotéticamente, en algún recurso que se interpusiera ante la Corte Suprema de Justicia de la Nación, que sería la que tomaría la resolución definitiva, de acuerdo o no con lo que dictaminara el representante del ministerio público. Si para algo es crucial la designación de un nuevo Procurador es para poner algo de orden en una institución que hace más de tres años carece del funcionario que debe encabezarla. Lo que sucede es que para la Tribuna de Doctrina lo que ocurre en nuestro país parece una obra de ficción, y por eso Bernardo Saravia Frías, el 23/08/2021, habla de “La política argentina, de la tragedia a la burla”.

Hagamos memoria, no hace tanto el autor de la nota era el Procurador del Tesoro designado por el domador de reposeras como cabeza de los abogados del Estado. Ahora dice que “Hay una cercanía manifiesta entre el teatro y la política: ambos son mundos de representaciones que crean realidad. Desde la tragedia griega (Esquilo), el teatro mutó hasta su expresión más excelsa, la tragicomedia (Shakespeare), que supera los límites del patetismo para volverse farsa. Similar trayectoria tiene la política argentina, con notas descendentes: la tragedia está deviniendo burla”. Esa vieja inclinación de LA NACIÓN por los autores que cultivan un estilo presuntamente demostrativo de una amplia cultura, que en general es la confusión entre ser culto y haber leído. Cosa que no equivale, la lectura, a la comprensión de lo leído. Porque Saravia Frías, que llegó al cargo mencionado por haber sido abogado de Mauricio Macri, cree que “En esas estamos, entre el llanto y la risa, bailando en el precipicio, con un hipernormativismo absurdo que intenta imponer un nuevo sistema de verdades, pero que, en su impotencia, es la expresión acabada del fracaso, de aparentes grandes ideas que no son más que el guion de un esperpento de mal gusto”. Hay que tener una cara que resiste cualquier prueba, para pasar de ser el leguleyo que cubría las espaldas de quienes vaciaron al Correo Argentino y pretendieron usar al poder para licuar sus deudas, a quien pontifica sobre cosas de las que es muy probable que no tenga la más mínima idea. Esperpento, según el diccionario, es el “Género literario que se caracteriza por la presentación de una realidad deformada y grotesca y la degradación de los valores consagrados a una situación ridícula”. Definición que se aplica con rigurosa exactitud a las notas que publica el pasquín que fundara don Bartolo.

Otra nota esperpéntica es la que publica Débora Huczek el 24/08/2021, que titula “El Presidente cayó en su propia trampa”. La autora es presentada como Abogada especialista en derecho penal y migratorio, cosa que no se demuestra con lo que escribe. Porque se dedica, cómo no, a la foto tan mentada, y dice que “Con el festejo del cumpleaños de su pareja Fabiola Yañez en la Quinta de Olivos durante el 14 de julio de 2020, el presidente Alberto Fernández cometió varios delitos tipificados en el Código Penal, al violar la cuarentena que él mismo impuso por una serie de decretos que comenzaron el 20 de marzo del año pasado”.

Como veremos más adelante, ningún penalista serio se atrevería a decir con tanta seguridad las cosas que la escriba sostiene como si formaran parte de la mejor doctrina de los juristas. Huczek habla en plural (no sabemos a quiénes cree representar), y dice que “Podemos mencionar entonces que, por orden del mandatario, se impuso un Estado policial y autoritario, a través del cual transitar por el territorio argentino, comerciar, ejercer una industria lícita, es decir trabajar, pasó de ser el ejercicio de un derecho a la comisión de un delito”. ¿Estado policial y autoritario? ¿En qué país vivía la autora? ¿O se habrá confundido y hablaba de alguna de las dictaduras aplaudidas por la Tribuna de Doctrina? Porque nunca fue penado el trabajar, el comerciar, el ejercer una industria lícita o el transitar por el territorio argentino, sino que lo que se hizo fue establecer un sistema de restricciones razonables para garantizar un mejor cuidado de la salud de los habitantes.

No es cuestión que se discuta que la celebración del cumpleaños de Fabiola Yáñez en la quinta de Olivos fue un grosero error del Presidente. Pero de ahí a creer que “Los delitos presuntamente cometidos son los de abuso de autoridad y violación de los deberes de funcionario público, tipificados en el artículo 248 y concordantes del Código Penal por el cual se prevé para el autor desde un mes hasta dos años de prisión, e inhabilitación especial por el doble tiempo de condena. Se contempla además el castigo en perjuicio del funcionario público, que dictare resoluciones u órdenes contrarias a las constituciones, leyes nacionales o provinciales”, como dice la autora, hay un abismo. Y mucho menos se puede estar de acuerdo con lo que sostiene a continuación, cuando dice que “esta conducta queda tipificada por partida doble en este caso. Tanto por el ejercicio arbitrario al dictar decretos contrarios a la Constitución Nacional, como por no cumplir con las medidas que él mismo dictó. Por eso, el Presidente habría actuado con intención y voluntad (dolo), ya que jamás podría ampararse en la ignorancia de las normas”.

Aclaremos. El artículo 248 del Código Penal dice que “será reprimido con prisión de un mes a dos años e inhabilitación especial por doble tiempo, el funcionario público que dictare resoluciones u órdenes contrarias a las constituciones o leyes nacionales o provinciales o ejecutare las órdenes o resoluciones de esta clase existentes o no ejecutare las leyes cuyo cumplimiento le incumbiere”. Van las explicaciones. Alberto Fernández es, qué duda cabe, un funcionario público. Pero ninguno de los decretos emanados de su presidencia para regular la vida en sociedad durante la pandemia puede ser calificado de contrario a las constituciones y leyes nacionales o provinciales. Podrá discutirse su eficacia, si se quiere, pero no tildarlas de inconstitucionales o ilegales. Tampoco Alberto Fernández ejecutó una orden de ese tipo. Quedaría entonces el no haber ejecutado las leyes cuyo cumplimiento le incumbe. A ver. El 14 de julio de 2020 regía el decreto de necesidad y urgencia 576 del 29 de junio de 2020. Claramente, no se trataba de una ley. Para tener algún tipo de intervención legislativa, faltaba la intervención del Congreso. El Senado de la Nación recién el 27 de julio de 2020 dictó la Resolución 73 que validaba aquel decreto. O sea que Alberto no violó ninguna ley con la fiesta en cuestión. Podrá haber incumplido algún aspecto de su propio decreto y esto claramente no es bueno, pero no violó ninguna ley. Por las dudas la presunta penalista convocada por LA NACIÓN dice que el Presidente “También habría cometido delitos contra la salud pública, tipificado en el artículo 205 del Código Penal, que castiga con una pena de 6 meses a 2 años de prisión al que violare las medidas adoptadas por la autoridad competente, para impedir la introducción y propagación del virus con la agravante del artículo 207, que impone la inhabilitación especial por el doble tiempo de la condena al funcionario público que incurriere en dicha actividad”.

Quienes han estudiado dicha norma coinciden en sostener que si la salud pública no se vio afectada por la acción llevada a cabo, no se trata de un delito sino de una infracción administrativa. Más todavía, muchos expresan que las medidas deben haber sido adoptadas mediante una ley, producto de la actuación de ambas cámaras del Congreso, porque como lo establece la Constitución Nacional en su artículo 75 inciso 11 sólo el Congreso Nacional puede sancionar leyes penales. Por lo que se sabe -y se ha hablado mucho y en demasía de la cuestión-, la celebración cumpleañera no ocasionó en la práctica ninguna afectación a la salud pública. Y la norma dictada por el Presidente, el DNU 576/2020, ni siquiera con la validación de la Resolución 73/2020 del Senado de la Nación puede ser considerada una ley penal. Uno se siente tentado de mandar a la columnista a estudiar de nuevo su carrera, porque no demuestra conocerla en debida forma.

Con las explicaciones dadas, todo parece indicar que tanta palabrería desperdigada por medios gráficos, radios y canales televisivos -todos de la misma orientación, sean del mitrismo o de sus primos del clarinete mentiroso-, son nada más que un montón de desperdicios. Basura, en definitiva.

Otro palpable ejemplo de desinformación mañosa lo vuelve a dar Carlos Pagni, que el 24/08/2021 titula: “La asistencia social y el lawfare, privatizados por Alberto Fernández”. Como empieza por dar una serie de opiniones que pasan por jurídicas, y que se refieren a las mismas cosas que ya se han tratado, hay que pasar a otro tema. Así que el servicial Pagni se mete con la campaña electoral, y arriesga que “Lo que está diciendo Cristina es ‘este partido se está jugando tan mal que mejor no computarlo, no me lo tomen en cuenta’. Y agrega: ‘Echémosle la culpa a la pandemia y a Macri’. No quiero hacer afirmaciones, porque sabemos muy poco, todavía. Pero a mí me llama la atención la reaparición de Mauricio Macri. Le dio entrevistas a Luis Majul este domingo y la semana pasada otra a Joaquín Morales Solá. También reaparece en los actos en el conurbano”. A ver. ¿Cuándo fue instituido Pagni como el intérprete oficial de la Vicepresidenta? ¿En qué momento fue autorizado a emitir opiniones en su nombre? Preguntas que nunca encontrarán respuestas. Que como siempre, tratándose de Pagni, mezclan entre la ficción alguna cosa real. Porque es cierto que la culpa de la mayoría de los problemas que aquejan a la Argentina le corresponde al dormilón endeudador y a la pandemia.

En tren de hacer especulaciones, uno podría suponer que lo que preocupa realmente a Carlos Pagni (y a sus mandantes del poder real) es que la reaparición del ingeniero sin ingenio atente contra las posibilidades de la derecha. Por eso plantea que “Hay un duelo entre Larreta y Macri, entre el radicalismo y el Pro, hay una discusión no saldada sobre el pasado, sobre por qué la derrota, sobre por qué los errores económicos. Todo se reaviva ahora con la reaparición de Macri”. Es que este pasado tan reciente está afectando la vida de los argentinos. Ni Larreta ni los radicales son ajenos al desastre que se produjo entre 2015 y 2019, y tampoco sus propuestas difieren de las que marcaron la agenda de gobierno en esos años. Por lo que es válido pensar que si van a hacer lo mismo el resultado va a ser igual de malo.

Los matices que parecen existir entre Macri y Larreta, entre el hada mala y el bull dog, entre Manes y Santilli, se diluyen cuando uno observa lo que ofrecen como receta para el gobierno al que aspiran llegar en algún momento. Son lo mismo presentado en diferentes paquetes. Cobijan a los negacionistas de la dictadura, a los misóginos y discriminadores, a los que creen que las Malvinas son inglesas, a los que armaron la mesa judicial, a los que se fugaron para no enfrentar a los tribunales que los investigan. Como todo eso es difícil de negar, Pagni se la agarra con Cristóbal López, del que dice que ”fue un gran empleador del Presidente, que tiene una vinculación mucho más estrecha con él que con Cristina Kirchner. Cuando Fernández iba a Tribunales a hacer gestiones judiciales no era para pelear contra el supuesto lawfare contra la vicepresidenta. Iba a hacer gestiones para López”. Aclara que no estaba mal que Alberto, siendo abogado, hiciera gestiones por su cliente, pero en seguida va descubriendo sus verdaderas preocupaciones: “Cristóbal López pretende ir en contra de los que supuestamente lo persiguieron”. Y por qué no iba a hacerlo, si día a día aparecen más pruebas de que la persecución en su contra, y en la de tantos otras, no fue una suposición sino una triste y dolorosa realidad.

Pagni no puede negar que el gobierno no ha intervenido en la causa, pero igual desliza que “el abogado de López es el de Cristina, Carlos Beraldi. Algunos suponen que Beraldi cobra de López por todos los servicios. El no tiene un discurso profesional. Tiene un discurso político, casi electoral”. En este caso no dice que Beraldi hace su trabajo y que eso está bien. Porque lo que le interesa es dejar sentado que “No es el gobierno de Alberto Fernández el que practica el lawfare. El lawfare se privatizó en Cristóbal López, que obtiene beneficios extraordinarios para llevar adelante la batalla oficial como si fuera la de un privado. Es otra tercerización. Tercerizamos la política social, tercerizamos el corte de pasto en las autopistas y tercerizamos la persecución judicial”. Hay que decirlo con la mayor claridad. Pagni está expresando la preocupación de la derecha, que al ver el avance de las investigaciones que demuestran que esa persecución judicial a la que alude existió y causó muchas víctimas, muchas de las cuales todavía sufren injusta prisión, quiere descalificar por anticipado cualquier resolución que afecte a sus empleadores. Porque de esa manera se estaría haciendo algo que los tribunales de Comodoro Py parecen haber dejado de lado, en su gran mayoría, hace ya tiempo: estarían haciendo justicia. Así que a sembrar basura en el camino de la señora de ojos vendados.

Una perlita para el final. ¿Por qué sería un delito la fiesta de cumpleaños de Fabiola Yáñez, con once participantes, y no lo sería la de la profetisa que nunca acertó nada, con sus setenta invitados que incluyeron a la plana mayor de la oposición y, atención, al mismo Mario Negri que vocifera su supuesta indignación contra el Presidente y pide su juicio político? No es doble moral. Es inmoralidad a secas. No hay explicación que valga. Así que los que se llenaron la boca con tanta denuncia hipócrita hacen lo que mejor saben. Desparraman basura.