Por Marcelo Justo – Página12
Con una nueva crisis del Coronavirus sobre sus espaldas (más de 33 mil casos y unas 270 muertes diarias), con el Servicio Nacional de Salud a punto de desbordarse por la pandemia y el invierno, con flagrantes acusaciones de corrupción en su gobierno que dispararon la semana pasada la renuncia a su banca de un diputado conservador, Boris Johnson enfrenta a partir del cierre de la cumbre climática, la peor de las batallas: una posible ruptura del Brexit, el fragilísimo acuerdo de separación firmado en 2019 con la Unión Europea.
El impacto económico de esta ruptura afectaría a la UE, pero sería devastador para el Reino Unido. Según la Office of Budget Responsability, Unidad autónoma gubernamental, el Reino Unido perderá un 4% de su PBI por el Brexit, el doble del impacto económico del Covid. En los seis primeros meses de este año la exportación británica al continente, su principal socio comercial en el mundo, cayó en un 40,7% mientras que las importaciones se derrumbaron en un 28,8%. Estas pérdidas se dieron con el acuerdo en funcionamiento: con guerra comercial, el resultado será inevitablemente mucho peor. Y la retórica de las negociaciones es incendiaria, sobre todo en esa suerte de guerra fría que tienen los británicos con dos prominentes miembros del bloque europeo – Francia y la República de Irlanda.
Con Francia el disparador de una rivalidad y desconfianza ancestral, es la pesca. “O el Reino Unido respeta lo firmado o nosotros tomaremos medidas”, ha advertido el gobierno del presidente Macron que en cinco meses enfrenta elecciones para su puesto. Francia ya ha actuado. Desde comienzos de año su frontera con el Reino Unido es un infierno de demora burocrática, inevitable por el Brexit pero mucho más pesada y engorrosa por las diferencias bilaterales y retóricas que se van acumulando. Más allá de quién o cómo empezó todo, la guerra está planteada. La canciller británica Liz Truss advirtió recientemente que Francia debía terminar con esas prácticas “o usaremos los mecanismos del acuerdo para responderles”.
Uno de esos mecanismos es el Artículo 16 del Protocolo para Irlanda, un apartado especial del acuerdo del Brexit para lidiar con temas espinosos, sobre todo con el irlandés. El artículo 16 permite a las partes tomar medidas especiales para neutralizar aspectos del acuerdo si sienten que su aplicación lleva a “dificultades económicas, sociales o medioambientales que van a persistir y que pueden llevar a una diversificación del comercio”. Pero su invocación no está libre de riesgos, no es «risk free». El primer ministro de la República de Irlanda, el Taoiasech (Jefe) Michel Martin, le advirtió al gobierno de Boris Johnson que si el Reino Unido usa el Artículo 16 para no aplicar el protocolo firmado para Irlanda del Norte «es posible que todo el acuerdo del Brexit se suspenda o caiga”.
¿Otra vez el Brexit?
En el protocolo se establece que a efectos económicos, Irlanda del Norte se sigue rigiendo por las reglas económicas de la UE lo que establece una frontera sutil, pero infranqueable con el resto del Reino Unido: los productos británicos tienen que pasar controles aduaneros para ingresar a Irlanda del Norte y de ahí circular a la República y el resto de la UE.
El objetivo de este protocolo era evitar que se levante una frontera terrestre con puestos de vigilancia entre el norte y la República, algo prohibido en los acuerdos de paz de 1998 y que fue crucial para poner fin a décadas de enfrentamientos con más de tres mil muertos. Sin Protocolo habrá que volver a la frontera terrestre para controlar los productos que circulen entre la República e Irlanda del Norte ya que el Reino Unido dejaría de tener el status especial que consagró el Brexit para el comercio bilateral y pasaría a comerciar con la UE como un tercer país, con aranceles mucho más altos para todos los productos, verdadera carnicería económica para los británicos que importan casi la mitad de sus productos de Europa.
Pero además de lo económico, están los acuerdos de paz de 1998 que pusieron fin a décadas de enfrentamiento que dejaron más de tres mil muertos. El descontento es tal que en las últimas semanas han incendiado dos autobuses cerca de Belfast y ha habido enfrentamientos y heridos. Los protestantes del Norte sienten que Gran Bretaña está dispuesta a traicionarlos y dejarlos en manos europeos para sacarse el bulto de encima. La historia cuenta. En la guerra civil de principios del siglo pasado que terminó con la partición de la isla, los protestantes del norte sospecharon que la Corona estaba dispuesta a abandonarlos a su suerte.
¿Qué hará el hombre del peluquín rubio?
Con el fin de la cumbre climática, Boris Johnson pierde una oportunidad de oro para distraer a la opinión pública de estos problemas internos (Covid, corrupción, economía) y externos (Brexit y UE). ¿Qué hará? Como siempre Johnson cree que la mejor defensa es distraer a la opinión pública con un ataque contra un objetivo extranjero, europeo, ruso o árabe, en primer línea (Argentina figura más relegada en esta tabla).
El viernes los representantes de ambas partes retoman tres semanas de negociaciones y el gobierno ha amenazado que el representante británico, David Frost, le va a anunciar a su contraparte europeo Maroš Šefčovič la activación del artículo 16 tal como le exigen Johnson y buena parte del partido. La UE ha advertido que la respuesta será igualmente dura, pero con mejores cartas en la mano: suspender el acuerdo del Brexit.
En las reglas del Brexit hay un respiro para este escenario funesto que abre la posibilidad de negociar: la UE le tiene que dar 12 meses de antelación para efectivizar la medida de suspensión del acuerdo. Pero hace rato que el impacto es visible entre otras cosas pone patas para arriba toda la planificación empresaria, el mercado laboral y el funcionamiento de las cadenas de valor. El éxodo de camioneros europeos que transportan la mercancía ida y vuelta entre el continente y la isla ha hecho que se demore la entrega de productos perecederos, pero también de partes industriales, que terminan demorando el proceso de “delivery just in time” que ha caracterizado la producción globalizada de este siglo. Todos los sectores de la economía están afectados. Shane Brennan, president de la Cold Chain Federation, ha dicho que si se profundiza el deterioro actual de las relaciones se estará sacrificando a toda la industria con una “virtual prohibición de la exportación de alimentos británicos”.
La población también lo siente. Las demoras que se viven desde que a principios de año se activó el Brexit , han impactado el abastecimiento: primero lentamente, luego a creciente velocidad. A mediados de año se empezaron a ver estantes vacíos en los supermercados y carteles irónicos del público diciendo “usted no está en Venezuela o Cuba: está en el Reino Unido”. Esto no pasa solo en el almacén de barrio sino en las grandes cadenas. El espectáculo tampoco se limita a la capital. Sucede en el norte del país, en Gales, en Irlanda del norte.
En comparación el tema de la Pesca es ínfimo en lo económico, aunque explosivo políticamente. El Brexit daba a los pescadores franceses licencia para pescar a entre 6 y 12 millas de su costa hasta 2026 si tenían una licencia previa para hacerlo por su actividad en años previos. El desacuerdo es qué papeles hay que presentar para probar este derecho: esta diferencia ha escalado a una guerra retórica de las partes de no fácil solución porque el Brexit es el caballo de batalla de un Johnson que viene bajando en las encuestas (hoy por primera vez en el año detrás de los laboristas) y un Macron que se juega la reelección.
¿Puede terminar todo esto en una guerra diplomática y comercial antes de Navidad? Desde los buenos deseos de separación del año nuevo entre vecinos de toda la vida ha sucedido mucho. Nada se puede descartar. La ruptura del Brexit parecer más irreparable que nunca.
Gentileza de Other News
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