Por Luis Hipólito Alen – Megafon/Universidad Nacional de Lanús
El diccionario, al que siempre es bueno recurrir, define al caradura como la persona que tiende a aprovecharse de los demás, el que actúa con desvergüenza, descaro o falta de respeto; sinónimos de caradura son sinvergüenza, descarado, desfachatado, desvergonzado y atrevido. Viene a cuento porque la realidad de estos días nos muestra a un conjunto de caraduras que se mueven como si nada en un entramado de medios de comunicación que lo que menos hacen es informar, diputados y senadores que tienen como casi exclusiva preocupación no legislar, magistrados y fiscales que hace rato han olvidado que su misión es hacer justicia, y podríamos seguir detallando muchos casos más. Porque, ¿qué otra cosa se puede decir del cuarteto formado por la saltimbanqui, el gorila de apellido clerical, el actor que se olvidó del personaje y el inventor de fiscalicidios?
Circula por las redes un video en el que arranca el gorilón advirtiendo: “quieren cambiar la ley del Ministerio Público Fiscal”; el diputado de la doble w suelta que “quieren impunidad para el kirchnerismo” la amante del gatillo fácil, esta vez sin disfrazarse de presidiaria, amenaza con que “No lo vamos a permitir de ninguna manera” y el ex actor, en sintonía, sostiene que “la gente no se va a dejar llevar por delante” y a dúo con la saltimbanqui, aseguran “vamos a ganar”. Qué desfachatez. Porque si hay un grupo al que se le puede reprochar el avasallamiento del Ministerio Público Fiscal es a la banda de cambiemitas que los cuatro integran. Que no vaciló en usar a los medios de comunicación que les responden para insultar, agraviar y amenazar de todas formas a Alejandra Gils Carbó, hasta llegar al extremo de publicar los teléfonos de sus hijas para aumentar la presión sobre la Procuradora, hasta que lograron hacerla renunciar.
Habría que aclararles, por las dudas, que el proyecto de ley que tanto les molesta lo presentaron ellos y lo defendió Garavano en el congreso, allá por noviembre de 2017. Eso sí, hoy se lo mejoró bastante, por ejemplo en relación a las mayorías necesarias para designar al Procurador General, antes con una simple alcanzaba y en el proyecto actual se pide una mayoría absoluta. ¿Cómo, el gobierno del dormilón buscaba la impunidad de Cristina? Hay que ser desvergonzado para defender un día un proyecto y olvidarlo al día siguiente para atacarlo después. La derecha tiene un nutrido elenco de atrevidos.
En una mesa convocada la noche del 15/05/2021 bajo la admonición de una veterana anfitriona (que ya no la comanda) el más liberal que los otros liberales, José Luis Espert, se despachó contando que “Axel Kicillof, un bolchevique, que es un museo directamente, decide la política sanitaria”, logrando que un sujeto que dice ser periodista y pasa por marchand, aunque se olvide de pagar por las obras de arte que se supone va a exponer, redoble la apuesta y diga “Yo fui bolchevique, este es un pelotudo”, todo ante la sonrisa de la nieta entronizada. Que tres personas como ellas critiquen al gobernador de la provincia de Buenos Aires es cosa de atrevidos que no vacilan en decir lo primero que se les ocurre. No les vamos a pedir que sean inteligentes, racionales ni educados, tamaño esfuerzo excede sus posibilidades. Pero podríamos comentar que Kiciloff probablemente merezca estar en un museo algún día, en algún lugar destacado. Y que la confesión del traficante de arte puede llegar a explicar la caída de la Unión Soviética, si le creyéramos que fue bolchevique.
Perdón por nombrar de nuevo a Fernando Iglesias, pero es que da libreto a notas como esta. Por ejemplo, cuando le da la bienvenida a Chile al Tercer Mundo, después de la derrota catastrófica sufrida por el gobierno que tantas veces el goridiputado y sus compinches pusieron como ejemplo. Como dice una canción de Serrat, estos no se han enterado que Carlos Marx está muerto y enterrado… (Disculpe el señor). Esas elecciones, vale la pena salirnos de tema y festejarlas, parecen traer un aire puro a esta parte del mundo. Ya lo predijo el gran Salvador Allende: “mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas por donde pase el hombre libre, para construir una sociedad mejor”.
Pero volvamos a estos lares. En donde la falta de vergüenza es algo que hace rato caracteriza a los columnistas de LA NACIÓN. Dicen que en el ranking de dureza de los metales, uno de los más altos lugares de la lista lo ocupa el acero inoxidable. Y uno imagina el rostro acerado de Jorge Fernández Díaz, mientras escribía su columna del 16/05/2021, en la que nos cuenta “A qué le teme Cristina Kirchner”. Caramba. La dureza de su rostro le alcanza no sólo para pretenderse literato sino asimismo adivino.
Cultor de paralelismos sin razón, el novelero dice sin ponerse colorado (el acero no se lo permite), que “El justicialismo de Perón amaba a la policía; el camporismo de Cristina idolatra a los delincuentes. Y todo comenzó cuando el peronismo post mortem, atravesado por las ideas de los escritores setentistas, confundió el durazno con la pelusa y los ministerios de Trabajo y Economía con la Fundación Evita, haciendo así no una opción por los pobres y los obreros, sino por la dádiva y al final por el lumpen”. Como se ve, es también exégeta del mayor movimiento popular que viera nuestro país, y que pese a todos los intentos de acabarlo, sigue fuerte, vigente y gobernando. Para desgracia de Fernández Díaz, que preferiría que fuera una verdad y no un invento de los suyos, que “Todo esto se combina con los vacunatorios clientelares de La Cámpora y sus sindicatos y asociaciones afines, y municipios con zonas de miseria desesperante que ‘ahorran’ presupuesto para regalar billetes a granel recién diez días antes de los comicios. Prácticas abominables que se hacen a la vista de todos, y que están mellando la imagen de la Pasionaria del Calafate, a quien acusan por esta suma de pecados y desgracias”. Lástima que no pueda mostrar ni uno de esos vacunatorios, ni explicar por qué la miseria que ataca a grandes sectores de nuestra sociedad la trajo el macrismo, ni anticipar en qué municipios van a regalar billetes. Y que toda su pobre inventiva no le sirva para dar una razón plausible para el apoyo que sigue recibiendo Cristina Fernández de Kirchner.
A un teórico de la derecha reaccionaria, con largos años de militancia antipopular como Alberto Benegas Lynch (h), uno lo ve más cerca del titanio. En su nota del 18/05/2021, nos advierte que “se insiste en el atrabiliario concepto de ‘justicia social’. Esta entelequia solo puede tener dos significados: por un lado, una grosera redundancia, puesto que la justicia no puede ser mineral, vegetal o animal, es solo social, y por otro lado la acepción más generalizada de sacarles a unos lo que les pertenece para darles a otros lo que no les pertenece, situación que contradice la definición clásica de ‘dar a cada uno lo suyo’, y ‘lo suyo’ remite al derecho de propiedad, que es en este caso contradicho. Por eso es que el premio Nobel de Economía Friedrich Hayek ha escrito que todo sustantivo seguido del adjetivo ‘social’ lo convierte en su antónimo: constitucionalismo social, derechos sociales, democracia social y naturalmente justicia social”. Maravilla de maravillas, el titanio le permite esfuerzos titánicos como para desmerecer en un solo párrafo al constitucionalismo social, los derechos sociales, la democracia social y la justicia social. Faltó pedir la vuelta al Ancien Régime que las guillotinas de la Revolución Francesa dieron por terminado, pero que el dos veces doctor y académico (condiciones que nos hacen dudar de la excelencia del sistema educativo que alguna vez lo cobijó) parece extrañar.
El granito puede servir para imaginar el rostro de Fabián Rodríguez Simón, también conocido como “Pepín” que ha decidido profugarse de los requerimientos de los tribunales argentinos y solicitar asilo político en Uruguay, el nuevo paraíso de nuestros neoliberales. Sin ningún tipo de prejuicio, el tipo que se ocupó de organizar una banda que se dedicó a perseguir opositores políticos desde los tribunales, banda denominada mesa judicial y que congregaba a espías, empleados de los medios, jueces, fiscales y funcionarios, dijo que no volverá al país hasta que “no cese la persecución política” y descubrió que existe un “corrupto y deteriorado sistema judicial argentino”. Si hubo persecución, cuyas consecuencias todavía se padecen, la desató la derecha con la guía de “Pepín” y la participación de un sistema judicial que alegremente se prestó a ser corrompido y deteriorado por el macrismo.
Uno podría suponer que una aleación de hierro, acero y níquel serviría para el rostro de Luciana Vázquez, para la cual el 18/05/2021 “La Tierra no es plana, pero tampoco kirchnerista”. Es una columna destinada a criticar la política exterior del gobierno. Claro, desde la perspectiva del pensamiento neoliberal, que ni siquiera perdona a Joe Biden, cuyas medidas económicas lo vuelven sospechoso a los ojos de los economistas reaccionarios. Dice Vázquez que “El problema de reducir el mundo al alcance corto de los ojos peronistas y sobre todo kirchneristas es tensar relaciones internacionales innecesariamente y muy especialmente, hacer diagnósticos anacrónicos o equivocados del funcionamiento de las cosas en busca de evidencia internacional que corrobore los desaciertos patrios. Una suerte de terraplanismo político en el que el mundo se quiere confirmación de la visión sesgada de los problemas argentinos”. ¿Es nuestro país el que tensa relaciones internacionales? ¿O son otros los que al producir ataques contra cualquier sector que aparezca como populista o similar, arrasan con principios reconocidos desde siempre en el campo de la diplomacia?
Para Vázquez, “El lawfare funciona para el Grupo de Puebla como el eje de una constitución de la Patria Grande, es el territorio común en el que se encuentran esos ciudadanos privilegiados, los expresidentes de corte populista en América Latina. El lawfare le da sentido a esa supuesta comunidad internacional”. ¿Ciudadanos privilegiados? ¿Se refiere a Evo Morales, depuesto por un golpe de estado (aunque luego el pueblo boliviano volvió al cauce democrático)? ¿O piensa en Rafael Correa, exiliado de su país? ¿Será Dilma Rousseff, también víctima de un golpe institucional, el objeto de su pensamiento? ¿O Luiz Inacio Lula Da Silva, que estuvo largo tiempo encarcelado por una causa que terminó derrumbándose por su falsedad intrínseca? ¿Tal vez la privilegiada es Cristina Fernández de Kirchner, sometida a innumerables procesos judiciales (de los que no se escapó, como “Pepín”)? No, Vázquez ve todo al revés. A ella le horroriza que “Las políticas expansivas de apoyo social de Joe Biden en plena pandemia acarrean elogios de la vicepresidenta Cristina Fernández y sinonimias ingeniosas por parte del presidente en eso de llamarlo ‘Juan Domingo Biden’. Algo así como un vieron, Biden también es peronista y tenemos razón. En esa interpretación, un plan expansivo es lo necesario y sus bondades opacan cualquier cuestionamiento”. Cualquier cosa que pueda parecerse a una política social, a un intento aunque menos que tibio para reinstalar el estado de bienestar, es visto como algo retardatario para la escriba, que piensa que el kirchnerismo “insiste desde hace años en disfrazar de progreso lo que es atraso y acampar decididos en esos errores”. Un desvergonzado alineamiento con los que piensan que la soberanía es un invento inútil y que preconizan, con muy poco disimulo, el sometimiento a los intereses económicos trasnacionales en detrimento del progreso social de nuestro pueblo.
Vaya uno a saber quién es el autor actual de las editoriales de la Tribuna de Doctrina. Lo que es seguro es que su cara, muy probablemente, tenga la consistencia y flexibilidad del mármol. Por eso, el 18/05/2021 titula “Hacia la colonización de la Procuración General” y sostiene lo mismo que la banda de los cuatro mentada al principio, esto es que el proyecto de reforma del Ministerio Público “es una iniciativa orientada a la colonización de la Procuración General de la Nación, cuyo propósito, junto a otras reformas en la Justicia, no es otro que garantizar impunidad de la vicepresidenta de la Nación y de exfuncionarios implicados en casos de corrupción”.
Si uno quisiera tomarse el trabajo de contestar jurídicamente tamaña afirmación, diría que mal podría la reforma del Ministerio Público, que no implica necesariamente el reemplazo de los fiscales que actúan en las causas que involucran a la Vicepresidenta y a quienes fueran funcionarios de su gobierno, redundar en la impunidad de los mismos. En todo caso, si hay reemplazos sería producto de procesos en los cuales se hubiera demostrado acabadamente algún tipo de responsabilidad del o la representante del Ministerio Público del que se tratare. Lo que es seguro es que no habría protección para fiscales que estuvieran procesados, que incluso permanecieron largo tiempo en situación de rebeldía. O sea, es poco serio decir que la reforma -que, reitero, se basa en un proyecto del macrismo- fue pensada para la impunidad de Cristina. Hay que ser bastante descarado para sostenerlo.
Tampoco es serio sostener que “Como la norma proyectada estipula también que, en caso de vacancia, hasta que se elija el procurador, una comisión bicameral podrá nombrar al procurador interino, el sector oficialista que domine ese grupo legislativo podría designar a un jefe de fiscales afín por un tiempo prolongado mientras no se proceda a la elección de quien encabece el Ministerio Público”. ¿No es un tiempo más que prolongado el que lleva Eduardo Casal al frente de la Procuración General, para la que no fue elegido? Para la editorial, “Actualmente, en caso de vacancia, el cargo de procurador general interino recae en el fiscal de mayor antigüedad, razón por la cual está al frente de la procuración el doctor Eduardo Casal. Con la reforma propuesta, el oficialismo podría proceder a nombrar como interino a cualquier fiscal con diez años de ejercicio”. Casal fue designado en su cargo de Procurador en 1992, cuando no existían ni la reforma constitucional ni la ley de autonomía del Ministerio Público. No tuvo que atravesar ningún proceso de selección en el que tuviera que enfrentar impugnaciones o rendir pruebas de oposición. Cualquier fiscal actual de diez años de antigüedad sí tuvo que cumplir esos requisitos. La lógica indica que sería, seguramente, mejor un fiscal de diez años que los casi treinta de Casal. Pero la lógica y los productos de la marmórea cara que escribe las editoriales parecen no llevarse muy de acuerdo.
La misma preocupación por la suerte del Ministerio Público atraviesa la columna de Carlos Pagni, del 18/05/2021, donde nos previene acerca de “El deslizamiento hacia un orden autoritario”. El metal más duro es el acero al carbono. Útil para esculpir las facciones del cronista que zafó del juicio oral y público que parecía esperarlo, junto a otros acusados de espiar gente para obtener beneficios. Este sistema judicial lo favoreció. Pagni es lo suficientemente astuto como para decir que no es solamente el deseo de favorecer a Cristina Fernández de Kirchner el motor que impulsa la reforma. Por eso dice que “Es verdad que estas reformas tienen que ver con eso, pero no se quedan sólo allí. Del Procurador General y de los fiscales (es decir, de la independencia del Ministerio Público) depende, entre otras cosas, que se investigue o no el narcotráfico, el lavado de dinero y determinados delitos económicos, y que se persiga o no a ciertas empresas”. Tal vez sin quererlo, Pagni ofrece pistas sobre las verdaderas razones de la oposición al proyecto. Porque es este sistema, este conglomerado de fiscales a los que como Pagni reconoce removerlos es “un mecanismo bastante endiablado, difícil de poner en marcha”, es el que protege a narcotraficantes pero sobre todo a lavadores de dinero, delincuentes económicos y ciertas empresas.
Si el Ministerio Público cumpliera a conciencia su misión, quién sabe cuántos de los poderosos de este país estarían purgando sus condenas. Para qué cambiarlo, entonces, parece pensar Pagni. Que no se caracteriza por ser un ardiente defensor de la democracia y de los debates parlamentarios, aunque parezca sostener esos principios en sus columnas. Pero en realidad, con modales más finos que algunos de sus compinches de los medios, se dedica a presionar a diputados que, sin ser del oficialismo, pueden votar de acuerdo con el Frente de Todos en este caso. Así que dice que “Existe además un conjunto de diputados, muchos de ellos ignotos, que no están en la primera plana de la actividad parlamentaria habitualmente, pero que -en circunstancias como estas- se vuelven trascendentes. El oficialismo depende de ellos para consagrar este nuevo diseño para el Ministerio Público y, a partir de allí, generar un orden autoritario en el que los fiscales estén disponibles para perseguir al adversario”. Y da los nombres de los dudosos, tal vez para convencerlos de que no apoyen el proyecto en cuestión.
Tampoco se priva, Pagni, de sumar su apoyo a “Pepín” Rodríguez Simón “quien es muy importante en el entorno institucional jurídico del expresidente. Está siendo víctima de una persecución muy acentuada e insistente por parte de Cristóbal López y Fabián de Sousa, que son los titulares de un grupo económico que ya, a esta altura, es parte del Gobierno, lo cual se nota si uno presta atención a las leyes y decisiones que toma el oficialismo en beneficio suyo. A ‘Pepín’ lo persiguen por haber intentado -con éxito- cobrarle el impuesto a los Ingresos Brutos al juego (lo que lógicamente afectaba a Cristóbal López), cuando Macri era jefe de Gobierno porteño”. Caramba, uno escuchó y leyó que en la causa lo que se investiga es el rol de Rodríguez Simón como jefe de una mesa judicial que perseguía opositores. Ahora resulta que es una pobre víctima de sus buenos oficios. Y hay que ser muy atrevido para decir que “Hoy, desde Uruguay, pide refugio político porque la Argentina no le ofrece un sistema judicial idóneo para defenderse. En este caso, lo que pide remite a dos nombres: la jueza María Servini de Cubría y el fiscal Guillermo Marijuan, que serían el brazo ejecutor de López y de De Sousa en esta persecución que él denuncia”. Probablemente, tales letrados sientan que es una falta total de respeto suponerlos al servicio de los empresarios tantas veces tildados de kirchneristas. Sobre todo Marijuan, protagonista de un largo show televisivo de excavaciones inútiles en la Patagonia. Acero al carbono, Pagni.
Pero para caraduras, los dirigentes de Juntos por el Cambio, que tuitean “quieren quedarse con la libertad de los argentinos”. Que lo digan ellos, que llevaron adelante el ataque más feroz contra la libertad de tantos y tantos compatriotas, es un gesto de un descaro y una desfachatez sin igual.
El gran Enrique Santos Discépolo, al escribir en 1934 Cambalache, ya nos lo había dicho: caradura o polizón, da lo mismo. Y ya que estamos en el tango, encontré esta perfecta definición que le cabe a un personaje de nuestra política, fácilmente identificable: “Caradura inacabable, sos un ‘orre’ poligriyo, vos naciste un día domingo como nace la hinchazón, sos amante del reposo y te gusta el apoliyo, más que yugarla seis horas, en cualquier ocupación”. (Caradura, tango con letra de Enrique Cadícamo y Música de Roberto Zerrillo). Pónganle ustedes el nombre, al personaje…
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