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Cómo el pensamiento fascista condiciona las respuestas del Gobierno

Por Guido Aschieri
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En algo convergen las ideas sobre la distribución del ingreso, el crecimiento, y la actuación presidencial. Milei defiende un punto de vista sobre la economía fuertemente asociado al fascismo, según el cual los problemas políticos de la sociedad argentina se originan en los vicios de las clases sociales o la dirigencia política. No se reconoce la existencia de conflictos objetivos que dan lugar a respuestas sociales subjetivas.

Cuando a Javier Milei lo entrevistaron para que se defiendiera del escándalo de $LIBRA, atacó a la cantante María Becerra porque supuestamente había recurrido a  subsidios públicos para financiar su actividad artística. Y ya lanzó un ataque contra Axel Kicillof, culpándolo de ser parte del problema en la Provincia de Buenos Aires por adherir, según él, a la doctrina de Raúl Zaffaroni. 

Respectivamente, las insinuaciones son que a Becerra la financian corruptos, y que el gobernador es negligente en la sanción a los criminales. En cambio, él solamente se equivocó por dejarse manipular por sus buenas intenciones

Desde entonces, amenazó con intervenir la Provincia, nombró a dos jueces de la Corte Suprema por decreto y habla como si la economía ineludiblemente tuviese que estar funcionando bien. Charly diría que son demasiadas cosas raras para que todo pueda seguir tan normal. Uno sospecha que ese tipo de respuestas son inevitables, y debe ser por algo.

Competitividad

Milei publicó un mensaje en X el martes, en el cual critica a los “periodistas operadores que se quejan de los salarios en dólares diciendo que eso golpea negativamente sobre la competitividad”. Remarca, ante los argumentos de “esas basuras” que países como Estados Unidos, Alemania, Irlanda, Japón o Suiza compiten sin problemas. Y remata con una pregunta: “¿Acaso creen que se progresa empobreciendo a los trabajadores?”

Ensayó como alternativa la explicación de que los empresarios impulsan una devaluación porque, a raíz de los vaivenes políticos, no invirtieron en el pasado, y obtendrían rendimientos muy bajos si se adecuasen al “nuevo riesgo país” resultante de una mejora. Como así no podrían sostener su nivel de vida, evitan invertir y piden una devaluación para bajar salarios.

Milei les comenta a los “operadores y sus titiriteros” que ellos van a seguir bajando impuestos para que se puedan pagar salarios más altos. Y hace una peculiar alusión al principio de imputación de Carl Menger, según el cual son los precios los que determinan los costos. Milei lo aplica para sostener que los salarios que se registran son los que ya se pagaron. Si no, el desempleo hubiese escalado. Lo cual probaría que los ensobrados argumentan de forma tendenciosa.

Sobresalen dos aspectos de esta peculiar defensa. Primero, que pareciera dar por sentado que los salarios transitan un alza vigorosa. No es así. A lo sumo es válido hablar de una mitigación del deterioro que sufrieron cuando comenzó su gobierno. 

Es por efecto de la fijación del tipo de cambio, lo que explica su defensa pertinaz por parte del Gobierno. Sin embargo, no se trata de una política de alza de salarios, como insinúa Milei. Es algo bien diferente, que consiste en evitar que la situación política se vuelva incontrolable por una caída del nivel de vida mayor que la actual.

El segundo es el llamado a invertir aceptando una menor tasa de ganancia. Aunque nunca utiliza ese término, sino que habla de “rendimientos” y alude al riesgo país, como si fuese medida de comparación. Si los empresarios antes invertían porque sus ganancias eran espectaculares, ¿entonces cuál es el obstáculo que provocan los desmadres políticos? Y si en el estado de cosas actual se constata una mejora, ¿por qué el rendimiento para invertir es desalentador?

Son contradicciones de teoría básica de la distribución del ingreso que se resuelven de una manera muy sencilla: los salarios se establecen por la persistencia de la clase trabajadora, orientada por sus necesidades históricas y sus grados de conciencia y organización. Una vez determinados, dado el excedente resultante del proceso de producción se fija la tasa de ganancia.

Ante esto, las cuestiones metafísicas como el riesgo país y el desmanejo de los políticos no tienen relevancia. Lo que hace a la cuestión son los efectos puntuales que tiene la política económica sobre las razones objetivas para invertir, por su impacto sobre la demanda.

Nada de recuperación

Y sobre eso, la evidencia para el Gobierno es adversa. Aunque el Presidente insista en negarlo. En su discurso de apertura del Congreso, aseveró que la economía transita una recuperación abrupta, en oposición a quienes sostienen que se encuentra estancada. Crítica que Milei circunscribe a Unión por la Patria, pero en realidad es una opinión recurrente entre economistas que no necesariamente adhieren al peronismo.

Las cifras de crecimiento de la producción, que en su momento se festejaron como indicio de una recuperación sólida, indican lo contrario. 

El Estimador Mensual de Actividad Económica mantuvo en diciembre prácticamente el mismo valor que en los últimos dos meses. Hasta noviembre, eso significaba que la variación acumulada de la actividad económica era de un descenso del 2,4 por ciento. Con el crecimiento de diciembre, del 5,5 por ciento con respecto al mismo mes del año anterior, la caída anual se redujo al 1,8 por ciento. Pero sucede que diciembre de 2023 mantuvo un descenso del 4,2 por ciento con respecto a diciembre de 2022.

Algo similar se observa con el Índice de Producción Industrial Manufacturero. En diciembre de 2023, el descenso con respecto al mismo mes de 2022 fue del 12,9 por ciento. En diciembre de 2024 se constató un alza del 8,4 por ciento, lo que llevó el descenso acumulado del índice del 10,8 por ciento en noviembre al 9,4 al final del año.

En relación a la demanda, el índice de ventas de supermercados a precios constantes tuvo una disminución entre diciembre de 2023 y 2024 del 3,3 por ciento. La más tenue del año, pero la caída entre ese mes para 2023 y 2022 fue del 6,6. Y en todo 2024 acumula una reducción del 11 por ciento.

La conclusión es que no se vislumbra ninguna tendencia a la recuperación, ni de la actividad ni del consumo. Indirectamente, lo último indica que el poder de compra de los salarios permanece mermado. Lo que se puede observar es un contraste estadístico frente a un momento de un fuerte descenso. 

La interpretación que vislumbra una recuperación es superficial, y sospechosamente complaciente.

El pensamiento fascista

En algo convergen las ideas sobre la distribución del ingreso, el crecimiento, y la actuación presidencial. El “principio de imputación” que le atribuye a Menger y exhuma en calidad de verdad indiscutible de la economía, no es patrimonio exclusivo del economista austríaco. Quien lo formuló de manera más clara, y dentro de una teoría general de la producción ausente en Menger, fue Léon Walras.

Walras, en el capítulo 38 de su obra fundacional Éléments d’Économie Politique Pure (publicada por primera vez en 1874), aseveró que el precio de los servicios productivos (así llamaba al capital y a la fuerza de trabajo) no puede estar determinado por otra cosa que su escasez, y que como la demanda de servicios productivos está determinada por la demanda de los empresarios, cuya asignación a la producción de bienes está determinada por el precio de estos y la superioridad o inferioridad que mantengan el costo de producción frente al precio de venta, entonces los precios de los bienes son los que determinan los costos, limitándose la influencia de los últimos sobre los primeros a las cantidades disponibles para utilizar en la producción.

También sostuvo en base a este principio, que como la determinación de los ingresos está dada por las propias leyes de la economía, existe una determinación espontánea que dictan las preferencias de los consumidores por medio de los mecanismos de oferta y demanda. Ese orden se puede alterar, por razones morales que exceden a la economía, pero resultaría en una pérdida de bienestar social.

Vilfredo Pareto, un sucesor de Walras, llevó adelante en su Manual de economía política una defensa más cerril de la determinación espontánea de los ingresos, desmereciendo las pujas por parte de los trabajadores o de los empresarios para mejorar su posición económica como fantasías perjudiciales que provocaban un sistema sub-óptimo de precios.

En otra obra, Tratado de Sociología General, desarrolló la idea de que las conclusiones de la economía no pueden extenderse a la moral, y los hechos políticos son objetivos. Como consecuencia, sostiene que en una sociedad las capas sociales luchan por el poder generando un perjuicio que solamente puede ser suprimido por medio de la fuerza y la represión.

El Manual es de 1906, y el Tratado de 1916. La visión de la economía que expresan Walras y Pareto se desarrolló a finales del siglo XIX como oposición a los movimientos socialistas que inspiraron al aborrecido Karl Marx, y que buscaban persistentemente mejoras en los ingresos de los trabajadores, muy bajos para entonces.

También, y no casualmente, Pareto fue nombrado senador del fascismo por Benito Mussolini, luego de haberlo apoyado durante el ascenso del movimiento fascista. En su novela M. El hijo del siglo, Antonio Scurati toma entre algunas de las citas con las que ilustra el trasfondo histórico del relato un fragmento de una carta que Pareto recibe de Maffeo Pantaleoni, fechada el 17 de octubre de 1922. En ella, Pantaleoni comenta que los fascistas tienen que ejecutar una revolución para no perder el favor del público italiano. Esa revolución fue la marcha sobre Roma. Y Pareto participaba de esas discusiones.

Es decir que Milei defiende un punto de vista sobre la economía fuertemente asociado al fascismo. 

Es conveniente subrayar que varios análisis discrepan con la caracterización del gobierno libertario como una experiencia de carácter fascista, porque su legitimidad es democrática. 

Aunque sea cierto, en ello no radica la cuestión de fondo. El derrape autoritario es consecuencia de una la posición específica, según la cual los problemas políticos de la sociedad argentina se originan en los vicios de las clases sociales o la dirigencia política, sean la casta, los empresarios prebendarios, o los sindicalistas chorros. El fascismo importa como matriz de pensamiento, antes que como definición de una forma de gobierno.

En cambio, si las cosas anduviesen bien, si la política no entorpeciese la economía, los trabajadores aceptarían el salario que les toca, los empresarios harían lo propio con sus rendimientos, y el sistema de precios daría lugar a que la economía florezca.

Como eso no ocurre, y tanto el Presidente como quienes lo rodean recurren a un aparato intelectual que niega la existencia de conflictos y problemas objetivos que dan lugar a respuestas sociales subjetivas, hay que acusar a alguien cada vez que hay un problema. 

Por ejemplo, los periodistas ensobrados y sus titiriteros. O los artistas. Y por supuesto, el incompetente gobernador de la Provincia de Buenos Aires, al que deberían desalojar si no fuese por la defensa de la casta política. El Presidente y su entorno quedan excluidos, por dar por sentado que son caballeros luminosos que luchan contra las consecuencias de un siglo de degradación.

Sin embargo, en algo Milei dio en el clavo. Que se hable de problemas de competitividad cuando los salarios están muy por debajo de sus niveles normales históricos indica que el pensamiento de sus críticos debe replantearse. 

Algunos sostuvieron y sostendrán que el problema de larga data de Argentina radica en las pretensiones desmesuradas de sus trabajadores, que ponen en crisis a la economía. Y cuando les tocó estar en el gobierno, terminaron en crisis ellos. Esas no son ideas para el campo popular. Gran tema. Continuará.

FUENTE yahoraque.com