Por Luis Hipólito Alen – Megafon/Universidad Nacional de Lanús
A veces los acontecimientos parecen empecinarse en hacernos pensar que estamos frente a cosas que ya pasaron. Cosas de otros tiempos, que sin embargo dejaron una huella tan profunda que nos vemos obligados a volver a transitarla. El problema es que si seguimos por esa huella sin cambiar ni un solo milímetro de su recorrido, vamos a vernos envueltos nuevamente en las mismas encrucijadas.
Estamos en octubre, un mes plagado de fechas significativas para nuestra historia y la historia mundial. El 12 de octubre, encuentro de culturas dicen unos mientras otros lo recuerdan como el último día de su independencia. El 17 de octubre, cuando el pueblo trabajador asumió su protagonismo. O el octubre de 1917, que en realidad y por esas cosas de los calendarios para nosotros pasó en noviembre, pero que alumbró una utopía tan atractiva que ni los desaciertos posteriores pudieron apagarla.
Pero empecemos por la primera fecha. La del inicio de la conquista española de los territorios que entonces no sabían que iban a llamarse América. Una conquista sobre la cual se han escrito miles de páginas sin que los historiadores se puedan poner de acuerdo. Porque vista desde un cristal, hay quienes creen que se trató de una hazaña inigualable. Que unos pocos hombres pudieran derrotar a imperios poderosos e imponerles la obediencia a reyes tan lejanos que nunca pisaron estas tierras, y obligarlos a reconocer a un Dios que les era por completo ajeno, todo eso a lo largo y ancho de un territorio en el que caben muchas Europas, y en un lapso muy breve, para lo que son los tiempos de la historia, es señalado como la cumbre del heroísmo hispano. Pero es sabido que, como dijo el poeta, todo es según el color del cristal con que se mira.
Entonces, para los descendientes de los pueblos que originariamente moraban por estos lares, la cosa es por completo diferente. Antes tenían sus autoridades, sus dioses, sus libertades. Tal vez no habían alcanzado los niveles de eso que algunos llaman civilización que traían los invasores, pero tenían su modo de ver al mundo y a sus cosas, y ninguna gana de cambiarlo. Epopeya para unos, desastre para otros. Lo cierto e indiscutible es que tras la conquista de América, a la que pronto se sumaron gentes del Portugal, de Inglaterra, de Francia y de los Países Bajos, tuvo como motor el afán de obtener riquezas que se pensaron inagotables. Para eso se inventaron excusas que encubrían la brutalidad de la conquista, llevada adelante como una expedición militar que luego impondría una cultura que era ajena a las que se iban desarrollando en estas tierras.
Un Papa dividiría al Nuevo Mundo, que en realidad solo era nuevo para los invasores, en dos partes: una española y otra portuguesa. Coronas católicas a las que solo se les imponía el deber de evangelizar a los aborígenes. Un rey francés reclamaba su parte de América y pedía que le mostraran el testamento de Adán. Más prácticos, los que llegaban desde Inglaterra y los Países Bajos se asentaban en donde podían y desde allí desplegaban sus redes comerciales. Todos se creían con derechos sobre el continente que hasta entonces desconocían. De sus pobladores, poco se preocupaban. Algunos se justificaban diciendo que si no conocían la verdad revelada no merecían ser tratados como seres humanos. Otros se manifestaban como los que cumplían el mandato evangelizador de la Iglesia, y por ello reclamaban el mérito correspondiente, en tierras a las que sumaban a los pobladores. Claro, si en la Edad Media europea los siervos de la gleba sufrían el destino de la tierra que habitaban, por qué sería diferente para los habitantes que eran nada más que salvajes ignorantes.
Ahora bien, si la espada era justificada por la cruz, debe reconocerse que fueron voces de los religiosos las que clamaron por el respeto a los aborígenes. Ya el 21 de diciembre de 1511, en su Sermón de adviento, Fray Antonio de Montesinos decía que “Todos estáis en pecado mortal y en él vivís y morís, por la crueldad y tiranía que usáis con estas inocentes gentes. Decid, ¿con qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis hecho tan detestables guerras a estas gentes, que estaban en sus tierras mansas y pacíficas, donde tan infinitas de ellas, con muertes y estragos nunca oídos habéis consumido? ¿Cómo los tenéis tan oprimidos y fatigados, sin darles de comer y curarlos en sus enfermedades, que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren, y por mejor decir los matáis, por sacar y adquirir oro cada día? ¿Y qué cuidado tenéis de quien los doctrine, y conozcan a su Dios y criador, y sean bautizados, oigan misa y guarden las fiestas y los domingos? ¿Estos, no son hombres? ¿No tienen ánimas racionales? ¿No sois obligados a amarlos como a vosotros mismos? ¿Esto no entendéis, esto no sentís? ¿Cómo estáis en esta profundidad, de sueño tan letárgico, dormidos?”.
Fueron también religiosos los que enumeraron a favor de los pobladores originarios estos cinco principios: “que las leyes de la religión están por encima de las leyes de los particulares y del Estado, que no existen diferencias raciales ante los ojos de Dios, que la esclavitud y la servidumbre son ilícitas, que se debía restituir a los indios su libertad y bienes y que se debían convertir a los indios al cristianismo con el ejemplo”. Y era religioso el que se convirtió en el mayor defensor de los derechos de los aborígenes: Fray Bartolomé de las Casas. Que pasó de ser uno más de los conquistadores a los que la corona premiaba con tierras y encomiendas, eufemismo que encubría la explotación a la que eran sometidos los pobladores originarios, a renunciar a esos premios y a denunciar lo que ocurría por estas tierras.
En 1516 Las Casas escribió su Memorial de los Agravios, de los Remedios y de las Denuncias. En mérito a ello lo designaron Procurador o protector universal de todos los indios de las Indias, cargo que ocupó en las islas La Española, Cuba, San Juan y Jamaica, y en la tierra firme continental. Creyó que los aborígenes podían ser incorporados a la civilización sin hacerles la guerra y considerándolos seres libres, ya que como criaturas de Dios tenían iguales derechos y capacidades que los europeos.
En 1542 terminó de escribir la que sería su obra más conocida, la Brevísima relación de la destrucción de las Indias, a la que siguió en 1561, la Historia de las Indias que por esas cosas de la censura recién se publicó en 1875. El núcleo del pensamiento de Las Casas sobre los aborígenes, que luego extendió a los negros (con quienes en un principio había pensado reemplazar la servidumbre indígena), radicaba en considerar que todos eran poseedores de razón, y que por lo tanto, al ser racionales eran seres humanos que debían ser protegidos conforme a las normas del derecho natural, y que tenían derecho a gozar de su libertad y a elegir sus propias autoridades.
Tal vez vendría bien un Bartolomé de las Casas en estos días, donde los antiderechos se extienden como una mancha venenosa y alzan sus voces reclamando represiones y violencias varias. En cambio, tenemos a los seguidores de otro Bartolomé, el mentiroso que derrocó al segundo presidente constitucional de nuestra historia, que desató la guerra injusta contra el Paraguay y que inventó una historia al gusto de los dominadores. Entre esos trata de destacarse Joaquín Morales Solá, que el 24/10/2021 titula su nota “Un gobierno en auxilio de déspotas y violentos”.
No se refiere, claro está, al gobierno que él desearía ver en el poder, sino que despotrica porque cree que “El Presidente y su ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, olvidaron la misión principal de un Estado, que es la de preservar la paz social”. El ataque contra los Fernández, que parece dictado por quienes siguen despojando a los pobladores originarios de sus tierras, tiene como eje al conflicto con los mapuches. Para el cronista del genocida Operativo Independencia, al Presidente y a su Ministro de Seguridad “Los arrastran la ideología y los resabios de sus falsas historias. Terminarán en una memorable derrota en la Patagonia y, lo que es peor, en el abandono de una parte del territorio nacional soberano. La foto de la situación internacional del país, absolutamente aislado y cercano a los regímenes déspotas de América Latina, se reproduce en el interior con la indiferencia frente al foquismo de grupos insurgentes en elsur. El Presidente y su ministro de Seguridad, Aníbal Fernández, olvidaron la misión principal de un Estado, que es la de preservar la paz social”.
Morales Solá se mantiene fiel a sus orígenes. Como en Tucumán en 1975, cree ver insurgentes a los que hay que aniquilar, en lugar de gente que reclama por sus derechos tantas veces violados. Para Morales, “Cuando la gobernadora Carreras pidió el auxilio de las tropas federales, Aníbal Fernández le contestó en público con una patoteada propia de él: No, señora, usted no puede exigir nada”.
Para el escriba del neomitrismo, las cuestiones constitucionales no tienen ninguna importancia. Porque si la tuvieran, sabría que el manejo de la seguridad es una de las facultades no delegadas por las provincias a la Nación. Por consiguiente, la responsabilidad era de la gobernadora y no de las autoridades federales. Morales se queja de la asistencia brindada por el embajador Rafael Bielsa, en Chile, a Facundo Jones Huala. Otra vez falsea la realidad. No importa si el líder mapuche se considera de ese origen, lo cierto es que tiene su documentación como argentino y como tal, es obligación de quienes representan al país brindarle asistencia cuando así la requiera por estar procesado en otro país. Lo que fue un disparate y un atropello contra los derechos de Jones Huala fue que el gobierno del dormilón fanático de Netflix lo extraditara a Chile, rompiendo una tradición que se opone a la entrega de nacionales a otros países.
Haciendo una memoria cercana, el conflicto con los mapuches fue avivado por el macrismo, bajo cuya administración se produjeron la desaparición forzada seguida de muerte de Santiago Maldonado y el asesinato de Rafael Nahuel. El ingeniero sin ingenio se la pasó domando reposeras en los campos de su amigo Joe Lewis, el mismo que se apropió hasta del acceso a un lago. La saltimbanqui de la política a la que puso a cargo de la seguridad debe todavía rendir cuentas por aquellas muertes. A pesar de que jueces y fiscales se olviden de citarla. De lo que no se olvidan es de quejarse porque no tienen recursos suficientes para perseguir a los mapuches, como hizo la fiscal Sylvia Little.
Para Morales fue una suerte que “el procurador general de la Nación, Eduardo Casal, a quien el kirchnerismo quiere destituir, nombró a cuatro fiscales para que ayuden a Little”. Eduardo Casal no es Procurador General, está cubriendo el interinato más largo que se registre. El kirchnerismo lo que reclama es que vuelva a su lugar y deje de ocupar el cargo desde el cual protege a personajes como Carlos Stornelli, procesado por varios hechos pero sobre el cual no se adoptó medida alguna. Es que para los columnistas del pasquín de los Mitre-Saguier la guerra contra el gobierno es una cuestión de la mayor relevancia. Por eso Claudio Jacquelin el 24/10/2021 sostiene que “Para el Gobierno solo hay malas opciones”.
Empieza dando una descripción que tal vez contenga ciertos aciertos: “La acumulación de problemas económicos irresueltos, la fragilidad política de su figura, agravada por la debacle de las PASO, las crecientes tensiones y diferencias internas en la coalición gobernante son el sustrato donde se desarrolla la escena que pone al Presidente frente a una difícil encerrona”. Como es costumbre en las páginas de la Tribuna de Doctrina, alguna verdad se mezcla con varias mentiras y con interpretaciones maliciosas. Porque para Jacquelin, todo esto ocurre porque “Las imágenes y las palabras del acto de La Cámpora que presidió Máximo Kirchner anteayer, en Lanús, sirvieron para sacar de la marginalidad las ideas que encarnaron Amado Boudou, Hebe de Bonafini y Luis D’Elía seis días antes en la Plaza de Mayo”. La vertiente más detestada por la derecha, que reúne al hijo de Cristina con la Presidenta de las Madres de Plaza de Mayo y las dos figuras que pagaron su militancia con la cárcel.
Nada que venga de ese sector puede ser aceptable para los empleados de la derecha, por eso Jacquelin insiste: “El Gobierno solo mantiene el apoyo de quienes se identifican como kirchneristas, que representan el 83% de su base de sustentación, mientras sigue cayendo el soporte de quienes se identifican como peronistas”. Pasa que el kirchnerismo, mal que le pese al cronista, se considera parte del peronismo, aunque lo trascienda.
Jacquelin plantea la necesidad de que el gobierno ceda a cualquier programa de ajuste que el Fondo Monetario Internacional reclame, por eso ataca a Máximo Kirchner y con sorna advierte que “el líder de La Cámpora repuso el concepto y la vigencia de ‘la oposición destituyente’, integrada por los medios críticos y el “poder económico”. Viaje a lo profundo de 2008”. Hoy como en el 2008, la oposición es destituyente, busca apropiarse del gobierno como ya detenta el poder económico. L
A NACIÓN se toma su tiempo para una nota “de color” y el 26/10/2021 cuenta: “No tiene amigos kirchneristas, hace terapia desde los 50 años y ama bailar: intimidades de la entrevista a Mauricio Macri”. Bien por los kirchneristas. Pocas cosas peores que ser amigos del gran depredador. Que dice frases propias de su calidad intelectual, cuando confiesa: “Yo creo mucho en la amistad, entonces se me ocurrió eso, hacer el ridículo”. Extraño concepto de la amistad, el del endeudador serial, que “A lo largo de la entrevista, cargó con fuertes críticas contra la gestión de Alberto Fernández, al que acusó de liderar ‘un gobierno sin rumbo, sin plan’ que ha tomado medidas irracionales e insensatas, y advirtió que tras la derrota del oficialismo en las primarias, antes de que se ponga bien, el país va a estar peor”. Siempre pensando en lo peor para el país. La única nota de coherencia del nefasto personaje.
Fernando Laborda el 26/10/2021 nos cuenta “Quiénes son los golpistas”. Pero no habla de los dirigentes opositores, ni de los formadores de precios que atacan sin piedad a los consumidores, ni de los especuladores que intentan forzar una devaluación. No, lo que se plantea Laborda es que “El gobierno de Alberto Fernández continúa preso de la misma discusión que casi se inició con su llegada al poder: ¿quién manda realmente? ¿El Presidente o la vicepresidenta?”. La discusión de la que habla la instalaron los medios de la derecha apenas conocida la fórmula que hace dos años triunfó en las elecciones presidenciales. La continuidad del mismo sonsonete repetido hasta el cansancio por cuanto cagatintas logra ser publicado en el pasquín de don Bartolo se reitera una vez más. Cristina contra Alberto, el kirchnerismo contra el resto del Frente de Todos. Es que Laborda, como Jacquelin antes, sería feliz si el gobierno cediera ante el FMI: “En otras palabras, que la vocación por acordar que han exhibido públicamente el jefe del Estado, el jefe de Gabinete y el ministro de Economía, Martín Guzmán, termine durmiendo el sueño de los justos y que, finalmente, se imponga la resistencia de los sectores más duros del kirchnerismo, cuyo mensaje es que la deuda contraída por el gobierno de Macri no debe ser pagada”.
Por las dudas, el cronista aporta su granito de arena a la ilusión de ruptura del Frente de Todos: “Una consolidación del peronismo del interior –y de Manzur– frente al cristinismo y La Cámpora también podría pavimentar el camino hacia un acuerdo con el FMI, con la posibilidad de que se firme antes de que termine el verano”. Más que una información veraz y confiable, una expresión de deseos, que se refuerza con otra frase que desnuda las esperanzas del escriba: “Hoy el mayor obstáculo para ese entendimiento no es otro que la ausencia de un programa fiscal y monetario integral que brinde confianza a cualquier acreedor de la Argentina”.
Por caminos parecidos se desliza Carlos Pagni, que el 26/10/2021 considera a “Alberto Fernández, un presidente lleno de pesos y vacío de poder”. Pagni no es original, sus reflexiones van por la misma senda de la de sus colegas. Por eso plantea que “La gran incógnita que se abre para después de las elecciones es sobre quién toma las decisiones y con qué rumbo. Más allá de las elecciones, el futuro se ha vuelto extraordinariamente brumoso”. El columnista se preocupa por los niveles de emisión monetaria, que a su juicio son una de las causales de la inflación. Por eso ve con ojos suspicaces la reunión del Jefe de Gabinete con el director del INDEC.
El siempre servicial Pagni siembra dudas a futuro: “Hay una preocupación muy grande en el Gobierno y Manzur es alguien acostumbrado a romper el termómetro”. ¿Qué es lo que busca instalar con esa frase? La idea de que el gobierno se prepara para manipular los índices de inflación. Por eso asegura: “Que a Manzur se le ocurra tocar el Indec no es algo que debería sorprender. Sí sorprendería que Lavagna se preste a eso”. Implantar sospechas y advertir solapadamente, casi de manera amenazante, todo en pocas frases.
También analiza las variantes en la cotización de la divisa estadounidense: “Ahí está, entonces, el otro problema del Gobierno, el dólar que se dispara”. Pero no ve en esa suba un intento de forzar una devaluación y de ese modo deteriorar aún más al gobierno. Los especuladores no son su problema. ¿Acaso serán sus empleadores? Del dólar a la principal obsesión de nuestra derecha: la Vicepresidenta. “Cristina Kirchner, que está al frente del Senado, de todo esto lo que más le preocupa son los senadores. Porque existe una posibilidad y es que por primera vez desde el año 83 el peronismo no tenga mayoría propia en el Senado, que es una cámara importantísima, porque se definen acuerdos, como el aval en las designaciones, entre otros, del presidente del Banco Central, embajadores, la jefa de la AFI, jueces, militares”.
Hay que hacer todo lo posible para que el Frente de Todos no se recupere de los resultados de las PASO, parece ser la idea fuerza que inspira a Pagni. Que insiste: “Si hoy Cristina tiene dos obsesiones en el mapa electoral son Chubut y La Pampa”. Lo que significa que la oposición debe redoblar sus esfuerzos en esas provincias. Y el cierre sobre la reina maléfica: “La gran batalla para ella también, ya no mirando el Senado sino la base con la que ella construye el poder, es la provincia de Buenos Aires”.
Pagni, como todos los escribas herederos del Bartolomé malo, escribe para un público determinado. Por eso cada palabra esconde un mensaje, para que el lector esté advertido de lo que debe hacer, o para que se sienta reconfortado cuando lee lo que ya está pensando desde hace rato. Pagni se ocupa ahora de la situación judicial del funcionario de la FIFA, y entonces cuenta que la causa en la que Macri debe declarar “Es una causa de espionaje sobre -nada menos- que los familiares de las víctimas del hundimiento del ARA San Juan, de cuya partida se cumplen 4 años hoy”. Casi como preparando una defensa de lo indefendible, acaso porque no confía demasiado en la defensa que pueda llevar adelante Pablo Lanusse, que no se caracteriza justamente por ser un abogado brillante, Pagni advierte que “Estamos hablando de una causa muy sensible; toca un tema internacional, que fue tapa en el mundo. Estamos hablando de los desmanejos de la AFI: muy probablemente Macri esté arrepentido de haberle entregado la AFI a Gustavo Arribas y Silvia Majdalani, que ahora amenaza con quebrarse y entregar al resto”. O sea, si pasó algo no fue por culpa de Macri sino de sus funcionarios, y si ahora estos dicen otra cosa es para cubrirse de sus pecados.
De Macri a Milei no hay mucho espacio, así que Pagni salta con tranquilidad y se pregunta (y se responde): “¿Milei qué expresa?: un mensaje de libertad económica, que se corresponde totalmente con un clima de mucho estatismo, donde el Estado con su gasto genera inflación, el deterioro del salario y provoca ese malestar del que hablamos antes”. Libertad económica para que los que más tienen ganen aún más a costa de los que menos tienen, cosa que Pagni no explica. Solo busca generar alguna empatía con el aullador melenudo: “Hay una segunda dimensión de Milei, que es la de libertad. Es un mensaje mucho más amplio, que probablemente interpela a aquellos que no están tan familiarizados con las ideas económicas pero que sufren cepos: el de la cuarentena, no poder viajar, no poder volver, no poder comprar dólares, no poder asistir al colegio o a la universidad durante tanto tiempo. Hablar de la libertad en este contexto, sin duda tiene un atractivo enorme, que lo expresa también Espert”. Todos mensajes dirigidos al mismo sector. Al de los antipandemia, antivacuna, anti todo. De los que no se preocupan por el cuidado de la sociedad toda, ya que ellos se creen en capacidad suficiente como para cuidarse solos, y el resto que se arregle como pueda. ¿Qué libertad es esta?
La cosa se cierra con una frase que encierra una verdad de Perogrullo: “La gente en el interior dice ‘no encuentro la boleta de Milei’. Y no, no puede votar a Milei en el interior porque es candidato por la ciudad de Buenos Aires. Lo mismo, o algo parecido, pasa con Espert”. ¿Una exhortación a que los candidatos en cuestión empiecen a expandirse hacia otros distritos? Si es de derecha está bien, para cualquier escriba de LA NACIÓN.
Y ahora vamos hacia el conflicto ancestral: “Toda esta es la escena en la que el Gobierno se ve tan desafiado por la economía, y en esa escena aparece la política como uno de los factores que potencia ese desafío. Y hay muchos escenarios en los que se lo puede ver: uno es el conflicto mapuche”. Pagni pretende ser sutil y no plantea el problema en el campo de su real existencia: el de la propiedad de las tierras. Por el contrario, recurre a viejos compañeros de ruta y dice que “A mi juicio el que mejor lo explicó fue José Claudio Escribano en LA NACION este fin de semana, cuando se pregunta cómo puede ser que el kirchnerismo, que se envuelve en la bandera de la soberanía con Malvinas, no reaccione frente a lo que es un reclamo territorial secesionista de un sector de la comunidad mapuche”. Insidioso como siempre, busca un efecto múltiple: descalificar al kirchnerismo, minimizar la cuestión de Malvinas y criminalizar el reclamo mapuche.
La idea se refuerza a continuación, cuando Pagni proclama que “El Gobierno tiene una enorme confusión respecto del tema mapuche, lo interpreta como un problema de derechos humanos y no puede plantarse frente a un reclamo de secesión que requiere de la defensa de la soberanía del Estado argentino, como lo manda la Constitución”. El reclamo de los mapuches, que por cierto no es nuevo, se ancla en los mandatos constitucionales que Pagni pretende distorsionar, porque el artículo 75 inciso 17 de nuestra Ley Fundamental establece que es función del Congreso: “Reconocer la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos. Garantizar el respeto a su identidad y el derecho a una educación bilingüe e intercultural; reconocer la personería jurídica de sus comunidades, y la posesión y propiedad comunitarias de las tierras que tradicionalmente ocupan; y regular la entrega de otras aptas y suficientes para el desarrollo humano; ninguna de ellas será enajenable, transmisible ni susceptible de gravámenes o embargos. Asegurar su participación en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afecten. Las provincias pueden ejercer concurrentemente estas atribuciones”. Eso es, claramente, una cuestión de derechos humanos y el gobierno debería tomar claramente partido por el reclamo mapuche y no por los intereses de sujetos como Benetton o Joe Lewis. Así cumpliría el mandato constitucional. Y así remediaría una injusticia que lleva siglos.
Optar por el Bartolomé bueno, de las Casas, y no seguir la tradición del malo. Del que fundó LA NACIÓN para mentirle a la sociedad disfrazando sus mentiras de doctrinas ejemplares. A no confundirse. Por una vez, pongámonos del lado de los conquistados y no de los conquistadores.
Recomendados
Motosierra fiscal: la mayor parte del ajuste recayó sobre las jubilaciones
Claudio Tapia seguirá al frente de AFA avalado por la Justicia
El Gobierno eliminará impuestos para hacer compras online en el exterior y amplió el límite a USD 3.000 por envío