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CONTAGIADOS

"Contra Mitre" columna editorial del Dr. Luis Alen, Director de la Licenciatura en Justicia y Derechos Humanos de la UNLa.
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Por Luis Hipólito Alen – Megafon/Universidad de Lanús

La actualidad política en la Argentina tuvo en estos días un momento de conmoción, por suerte pequeña, cuando el Presidente Alberto Fernández anunció que los estudios que se le practicaran determinaron que se había contagiado de COVID-19. Inmediatamente, el coro de antivacunas estalló, creyendo ver confirmadas sus sospechas. Claro que olvidaron que en ningún momento se dijo que las vacunas evitaran el ciento por ciento de los contagios. 

La eficacia de la Sputnik V fue calculada, desde un principio, en un 91,6%, lo que significa que de cada cien vacunados, ocho pueden todavía contagiarse. Y los resultados que se conocen acerca de los contagios efectivamente acaecidos entre los vacunados achican aún más ese número, reduciéndolo a un 0,8 %. Todavía cabe decir que la eficacia de la vacuna no solo radica en su capacidad de evitar contagios sino en la de reducir los efectos del virus en aquellos que son afectados por el COVID-19. Este resulta ser el caso de Alberto Fernández, conforme las noticias que se conocen acerca de su estado de salud. Es decir que el Presidente debe estar agradecido al hecho de estar ya vacunado, que impidió que las consecuencias de haber contraído el virus fueran mucho peores. 

Esto ocurrió en un contexto que muestra el avance brutal de la segunda ola del virus, favorecida por la conducta irresponsable de muchos que ignoran todo protocolo de cuidado y que no se preocupan ni mínimamente en pensar que su descontrol termina afectando a muchos otros. Forma de comportarse que puede reputarse como consecuencia directa de otro tipo de virus, el del individualismo y la indiferencia por la suerte del prójimo. 

Uno podría rastrear las raíces de este virus social en nuestra historia, y encontrarlo claramente como parte del credo de quienes implantaron el Estado Nación en la década de 1860, Bartolomé Mitre -no por casualidad, fundador de LA NACIÓN- y Faustino Valentín Quiroga Sarmiento, que se hacía llamar Domingo Faustino y olvidaba su primer apellido. Un modelo de estado construido sobre los principios del liberalismo individualista, que para afirmarse no vaciló en exterminar brutalmente toda disidencia interna (y externa, si recordamos la infame guerra desatada contra el Paraguay). 

Para asegurar el éxito de su proyecto, Mitre instaló la Corte Suprema de Justicia de la Nación que sirvió de celosa guardiana del orden liberal. La historia de la Corte Suprema -y del Poder Judicial, sobre todo en el fuero federal-, la muestra como custodia fiel del modelo, con pocas excepciones. La construcción de un Poder Judicial nutrido de las elites que construyeron y gobernaron el país al menos hasta 1916 lo dotó de un espíritu corporativo y de una clara vocación de alineamiento con la derecha liberal-conservadora. 

No es que el yrigoyenismo cambiara las cosas en ese aspecto, pero la incorporación de sectores medios a la vida política y la consagración del voto secreto, obligatorio y universal solo para los varones, fueron cuestiones que sacudieron el orden de la república oligárquica. A ese desorden vino a poner remedio el golpe de José Félix Uriburu, del 6 de septiembre de 1930. Y la Corte Suprema, y el Poder Judicial detrás de ella, reconocieron que la fuerza de las armas servía de suficiente fundamento para el ejercicio del poder, más allá de lo que la Constitución y las leyes estatuyeran. 

Cuando el primer peronismo sometió a juicio político a los ministros de la Corte que habían consentido el atropello, se pudo instalar lo que quiso ser un modelo distinto, adecuado a los nuevos tiempos que buscaban la transformación del país permitiendo la incorporación de los trabajadores como actores principales de la escena política, junto con los cambios que implicó la Constitución de 1949. Pero el intento fue frustrado por la violencia gorila en 1955 y desde entonces la Corte y el Poder Judicial volvieron a sus tradicionales funciones, sin quejarse de golpes, proscripciones y otras violaciones del debido orden institucional. Consintiendo incluso que distintas dictaduras pusieran por sobre la Constitución sus estatutos y objetivos. 

Tal vez la única excepción la constituyó, al menos por un tiempo, la Corte que se formó tras la modificación en la selección de sus integrantes que produjo el Decreto 222/2003, sancionado por Néstor Kirchner. Lo cierto es que el Poder Judicial, que muchas veces se presenta como ajeno al Estado (como si no fuera uno de sus tres poderes), y que apoyado en la eternidad en el cargo se considera por encima de los otros Poderes elegidos por la voluntad popular expresada en el sufragio, ha ido cayendo cada vez un poco más en el descrédito y el repudio de las mayorías. Instrumento de persecuciones, convalidador de impunidades, garante de la no investigación de hechos de corrupción de los sectores dominantes a los que pertenecen la mayor parte de sus integrantes, ejerce su imperio sin mostrar respeto por el orden jurídico ni las leyes, instalando en la gente la idea de que es la Justicia y no el poder encargado de administrarla, y que el derecho no es la creación de los legisladores sino lo que los jueces quieren que sea. De esa manera contribuyen a esparcir el virus de la indiferencia y lograr el contagio rápido en la sociedad. Tarea en la que reciben el constante apoyo de quienes se han transformado en sus socios en la invención de causas y delitos que no precisan de pruebas fehacientes sino que se construyen en los sótanos de los poderes dominantes. 

Los escribas del nuevo mitrismo son especialistas en estos temas. Y cuando alguien pone al desnudo la corrupción tribunalicia, saltan en la defensa de magistrados y fiscales. Como hace Joaquín Morales Solá, que el 31/03/2021 nos habla de “Las víctimas del fanatismo”, que por supuesto no son quienes todavía padecen prisiones injustas o se encuentran procesados en causas inventadas sino que son los jueces que, en lugar de cumplir con su tarea, recibían las instrucciones de sus jefes en la quinta de Olivos o en los despachos de la Casa Rosada. 

Para el cronista del Operativo Independencia, “La reforma judicial consiste, en última instancia, en lograr que se vayan los jueces y fiscales fastidiosos para nombrar en su lugar a personas que militan dentro del kirchnerismo”. Por supuesto que no puede ni quiere aportar ningún dato que sostenga tamaña afirmación, pero esa cuestión no le importa. Lo que le preocupa es que el registro de las visitas a Olivos termine por ser investigado. Por eso dice que “Si la decisión de Capuchetti fuera confirmada por la Cámara, el escándalo que armó el kirchnerismo por el entrecruzamiento de llamadas de Fabián Rodríguez Simón, ex asesor de Macri, quedará en la historia como un cuento infantil. El escándalo, las suposiciones y las forzadas certezas promoverán un sismo político mucho mayor”. Por lo menos advierte que las visitas reiteradas de camaristas y jueces a la residencia presidencial constituyen un escándalo. Aunque le atribuya su creación al odiado kirchnerismo. 

También se ocupa Morales de defender al Procurador ante la Corte Suprema Eduardo Casal, destacado protector de fiscales procesados, de quien sostiene que “ocupa ese cargo solo por mandato de la ley. Está ahí desde que se jubiló la ex procuradora Alejandra Gils Carbó”. El problema es que Casal es un interino que ya lleva más de tres años en funciones para las que no fue elegido, a lo que se suma el hecho de que Alejandra Gils Carbó no se jubiló sino que fue obligada a renunciar, cuando la banda de secuaces del domador de reposeras que operaba bajo el nombre de Mesa Judicial amenazó con encarcelar a sus hijas, cuyos datos personales fueron divulgados por los medios hegemónicos. 

Es notoria la preocupación que despertó entre los voceros de la derecha reaccionaria el destape de las visitas de Gustavo Hornos y Mariano Borinsky, ambos camaristas de Casación (el máximo tribunal penal federal), coincidentes con el dictado de resoluciones que consolidaban la persecución de opositores al macrismo. 

El novelero Jorge Fernández Díaz supone, en su nota del 03/04/2021, que todos los problemas existen porque “La Orga se va quedando con todo”. Con la misma falta de astucia que demuestra en todas sus producciones, quiere ver en los integrantes de la Cámpora la resurrección de los Montoneros de los años ’70. Entonces sostiene que “las opiniones, la influencia y la resolución operativa de Alberto Fernández se licuaron penosamente, y el camporismo creció y avanzó, como un pacman,sobre cargos, cajas, discursos y territorios. Su líder ha ganado centralidad absoluta, se está apoderando del gran bastión histórico del justicialismo, ha montado en el conurbano bonaerense un vacunatorio clientelar con sistema paralelo, y se plantea convertir su escudería en el poder permanente de la Argentina”. Como es costumbre, no se priva de esparcir mentiras en sus notas y de hacer creer a sus lectores cosas que no existen (y de las que no aporta ninguna prueba) como el presunto vacunatorio clientelar. 

Ya ha quedado más que claro que la vacunación en la provincia de Buenos Aires, mucho más ordenada y eficaz que la de la Capital Federal, no registra esos episodios de clientelismo que Fernández Díaz da por ciertos. Pero claro, el folletín vulgar que va escribiendo se construye sobre afirmaciones tales como que “el kirchnerismo es una dinastía y, siguiendo los deseos de la reina madre, hoy la conduce su príncipe; sólo si se comprende cabalmente que La Cámpora es la luz del tren, se entiende cómo será el camino y cómo vislumbran el final del túnel”. La obsesión del neo mitrismo con Cristina y su familia es, sin duda alguna, un caso digno de estudio para profesionales de la salud mental. 

Fernández Díaz insiste: “Por más aggiornados que se presenten aquellos ideales setentistas –hoy reivindicados a los gritos entre cuatro paredes y apenas susurrados, puertas afuera–, no dejan de poseer un formato autoritario poco apto para estómagos frágiles”. Los ideales que tanto le preocupan se asentaban en el deseo de construir una patria de iguales, justa, libre y soberana. Anhelos que seguramente para la Tribuna de Doctrina constituyen un pecado imperdonable. Por las dudas y asumiendo un tono casi profético, el novelero concluye advirtiendo que “Algunos, para rebajarlos, creen que son mercenarios, pero son algo mucho peor: son fanáticos. La Orga no es ya una rama del árbol; es el tronco y núcleo de un movimiento que no ha sabido resistirse a sus extremos. La secta se transformó en religión”.

 Siguiendo con la cuestión del contagio, Héctor M. Guyot nos dice el 03/04/2021 que “Sin suficientes anticuerpos, el virus crece”. Pero no se refiere al tantas veces negado o menoscabado COVID-19, sino al kirchnerismo. Para sostener sus predicciones se apoya nada menos que en los Estados Unidos, y nos cuenta que “Las instituciones débiles y un sistema judicial a menudo ineficaz y politizado socavaron los intentos sistemáticos de frenar la corrupción, dijo sobre la Argentina el Departamento de Estado norteamericano en su informe anual sobre los derechos humanos conocido esta semana, el primero desde que el demócrata Joe Biden asumió la presidencia”. Que la potencia que para afirmar su hegemonía no vacila en bombardear poblaciones civiles, que invade países para garantizar sus negocios, que no ha firmado los instrumentos internacionales que proclaman los derechos humanos, que mantiene vigente leyes que permiten la tortura y la detención sin causa ni garantías de cualquiera que definan como terrorista, se permita juzgar a otros países parece una burla al sentido común. Y que un empleado de una empresa dueña de medios de comunicación tome como fuente de sus argumentos un informe del Departamento de Estado, el mismo que alentó en otras épocas a las sangrientas dictaduras que asolaron Nuestra América en los ’70 y ’80 y que hoy adiestra jueces que suplanten a los generales de otrora, es solamente la prueba palpable de su subordinación a los intereses de los países centrales. 

Guyot trata de convencernos de que “el kirchnerismo dio a cada paso pruebas de que no quería jugar dentro del sistema. Casi sin disimulo, buscó socavar desde adentro la imperfecta democracia argentina para reemplazarla por un régimen autocrático donde la voluntad de Cristina Kirchner prevaleciera sobre la ley. Antes y ahora, los embates contra la Justicia y contra el periodismo han apuntado tanto a garantizar impunidad como a imponer una hegemonía donde no caben voces disidentes”. Cambiando algunas palabras y nombres, se podría decir que es una precisa descripción del accionar de la derecha. Si ponemos macrismo en lugar de kirchnerismo y al ingeniero sin ingenio en lugar de la Vicepresidenta, podríamos aceptar lo que escribe Guyot. Pero el escriba del grupo Mitre-Saguier se refiere al peronismo y acusa: “El primer anticuerpo que falló es el del propio partido, que se entregó ante la posibilidad de un triunfo electoral”. Por si acaso, agrega que “no hay duda de que el peronismo actuó más como virus que como anticuerpo a lo largo de la historia”. El virus populista. 

Para que su pensamiento quede claro, afirma que “el aumento de la pobreza, el derrumbe económico, el desmanejo en la gestión de la pandemia y la falta de rumbo que hoy padece la Argentina son consecuencia del voto”. Pocas veces se expresa de modo más claro el desprecio por la voluntad popular, base misma de la democracia. Todos los males son por culpa del voto. Y si alguien, dentro de la oposición, se atreve a buscar formas de consenso, que sepa que “Con el Gobierno en plena radicalización de su ofensiva sobre la Justicia, cualquier invitación al diálogo no es otra cosa que un simulacro. ¿De qué vale una mano extendida cuando la otra sostiene el cuchillo?”. 

Preocupado por la posibilidad de algún éxito de las estrategias del oficialismo, el 05/04/2021 Claudio Jacquelin ve que “El kirchnerismo golpea sobre las fisuras de la oposición”. Con un pensamiento ciertamente más elaborado que el de sus compañeros de pasquín, nos dice que “Con guante de seda y puño de hierro, el cristicamporismo refrendó su centralidad en el universo oficialista y se dispuso a horadar desde dos frentes la unidad de Juntos por el Cambio, en un notable ejercicio de la dialéctica diálogo-agresión”. Jacquelin se da cuenta de cierta ineficacia de los cambiemitas, generalmente más preocupados en sus discusiones internas que en advertir las maniobras del oficialismo. Por eso entiende que “el dúo Wado de Pedro Máximo Kirchner, dedicado a marcar el pulso político, metió por la ventana y consiguió instalar la negociación sobre una eventual postergación (y nunca descartada suspensión) de las PASO. Salteando a la conducción de la alianza opositora, otra vez los líderes camporistas le corrieron el arco”. 

Claro que los cuestionamientos a las PASO venían, en tiempos nada lejanos, de la oposición. Que ahora sea un tema central en las discusiones políticas, es un logro de los operadores del gobierno. Que también opera en el frente judicial, donde “En simultáneo, el binomio Martín Soria-Rodolfo Tailhade, que comanda la nueva fuerza de tareas judicial oficialista, se dedicó a golpear, con la sutileza que caracteriza a ambos, sobre el macrismo. También sobre jueces y fiscales. Juego político y judicial”. Y argumentos para golpear no les faltan. Día a día van quedando al descubierto las maniobras urdidas por el dormilón y su pandilla, con la inestimable colaboración de jueces, fiscales y empleados de los medios que para peor, creyendo que era cierto aquello de no vuelven más, dejaron registro de todos sus encuentros.

 Para Jacquelin, “La publicidad de las reuniones que Mauricio Macri mantuvo durante su gestión con camaristas federales sirvió de herramienta de percusión no solo para reinstalar la teoría del lawfare y así dinamitar las causas que complican seriamente a Cristina Kirchner y a varios exfuncionarios. También buscó operar sobre la dinámica interna de Juntos por el Cambio, obligando a su dirigencia a dar respuestas sobre su propio pasado y a recentrarse en torno de Macri, rival preferido por el kirchnerismo”. Eso suponiendo que la dirigencia opositora tenga alguna respuesta para ofrecer. Por ahora, lo único que viene intentando es impedir que aparezca algún juez deseoso de cumplir con su tarea, que se ponga a esclarecer tanta maniobra desplegada en contra de Cristina y sus seguidores. Porque en verdad, la oposición muestra más de una cara. Jacquelin lo sabe y dice que “En Pro no todos parecen tan irreductibles. La posibilidad de posponer las primarias y generales un mes, por causa del Covid, no es rechazada con igual énfasis cerca del jefe de gobierno porteño”. 

Claro que la oposición tiene otros componentes con intereses que a veces son divergentes con el amarillismo puro. Cuenta el cronista que en las hilachas de lo que alguna vez fue la Unión Cívica Radical “Los matices van desde la postura de los gobernadores Gerardo Morales y Gustavo Valdés, que directamente se inclinan por suspender la PASO este año, hasta las de otros dirigentes más proclives a aceptar una postergación”. Tantas diferencias parecen dar crédito a la estrategia oficialista. Porque de acuerdo con Jacquelin, para la oposición “En el fondo del debate lo que anida es el temor de casi todos a que la apertura de la negociación termine por habilitar la discusión sobre una suspensión de la PASO”. Esto en el terreno de la política. 

Pasando al tema judicial, Jacquelin se lamenta que “Las visitas a Olivos y la Casa Rosada durante la gestión macrista de los miembros de la Cámara de Casación Gustavo Hornos y Mariano Borinsky les permitieron a los mastines cristinistas construir una relación (o relato) causal que vincula la situación penal de Cristina Kirchner y su entorno con esas reuniones”. Como siempre, los hechos no son hechos para los seguidores de don Bartolo, sino que constituyen un relato. Aunque hayan constancias más que suficientes que dan cuenta de esa relación que une visitas de los jueces con resoluciones en las causas contra Cristina y sus funcionarios. Eso parece no ser el problema central para Jacquelin, sino que “La antigua imputación sobre las supuestas operaciones de la mesa judicial para influir sobre los jueces (a la que alguna vez adhirió la líder moral del espacio, Lilita Carrió) y los elementos que aporta este nuevo embate obligan ahora al expresidente a dar explicaciones”. 

Que el domador de reposeras sea convocado y tenga que hablar seguramente es un problema para la derecha argentina, teniendo en cuenta las casi nulas dotes que el dormilón ha demostrado a la hora de expresarse de algún tema que no sea el fútbol. 

Pero lo mejor Jacquelin lo dejó para el final, cuando en un arranque de sinceridad reconoció que “El macrismo duro esgrime la explicación de que Borinsky concurría a Olivos y a la Casa Rosada porque presidía una comisión de reforma penal. Suena mucho mejor que la versión de que asistía para jugar al tenis”. Aunque ninguna de las dos excusas sea cierta. 

El 06/04/2021 Luciana Vázquez nos habla de “Los problemas de la elite kirchnerista”. Una nota cargada de falsedades disparadas con las peores intenciones. Algo que se advierte desde el principio, cuando la columnista dice que “El contagio del presidente Alberto Fernández dejó dos cosas en claro. Por un lado, que la coreografía política de la vicepresidente Cristina Fernández de Kirchner en la apertura de sesiones del 1° de marzo, centrada en la ostentación de la falta de barbijo, fue un acto de irresponsabilidad sanitaria y al mismo tiempo, un despliegue cuestionable de otra cepa de privilegios que inauguró la pandemia: una nueva capa de disfrutes para los vacunados del poder kirchnerista”. 

Vázquez instala una versión altamente maliciosa: que el contagio de Alberto, reconocido el 3 de abril, fue producto de la falta de barbijo de Cristina en la asamblea legislativa del 1 de marzo. O sea, Cristina (vacunada) contagió a Alberto (también vacunado) con un virus que operó más de un mes después. Una versión tan absurda que solo posible de atribuir a una metalidad contagiada, desde hace mucho más tiempo, por el virus del odio a la Vicepresidenta y lo que ella significa. Por eso Vázquez dispara: “la vacuna protege hoy a Cristina Kirchner y los políticos vacunados; es el barbijo de la vice presidenta el que protege a los otros”. Cristina en el centro de todo. Hasta de la aparición del coronavirus, y del contagio o no del mismo. Ojo que “la vacuna de ellos no protegerá necesariamente a sus padres y abuelos o familiares con comorbilidades. Protegerá en cambio a los jóvenes militantes vacunados”. 

Para sostener el odio es preciso mentir. O repetir las mentiras que otros ya esparcieron. Por eso hay que hablar de jóvenes militantes vacunados, aunque no haya pruebas de que eso haya ocurrido, salvo en un único y aislado caso. No importa, hay que insistir en que “La vacunación de la militancia joven fue, en realidad, efecto de la naturalización de una ideología del privilegio”. Es la teoría de que una mentira repetida muchas veces con convicción suficiente, y propagada por un medio de comunicación, termina por convertirse en verdad. 

Es hora de volver sobre Cristina. “En un recinto cerrado, sin distancia social, rodeada por funcionarios y políticos que dado su edad seguramente no estaban ni están vacunados, el rostro desnudo y libre de la vice presidenta puso en riesgo la salud de esas personas pero no la suya”. Tardó más de un mes en advertirlo, la columnista. Lenta para entender las cosas, parece. Igual repite: “la vicepresidenta prefirió escenificar tres componentes de toda élite: la excepcionalidad que se arroga, el desapego a las reglas que regulan la vida de todos, sobre todo en medio de una pandemia en el que las conductas colectivas son clave, y el disfrute naturalizado de esa excepción. Una versión sanitaria de la impunidad”. Si las conductas colectivas son clave en medio de esta pandemia, uno se pregunta por qué Vázquez no analiza cómo se comportan los sectores de la derecha a la que ella sirve. Que está muy lejos de mostrar voluntad para superar la crisis. Y que no comparte los deseos de las mayorías que sí quieren derrotar al virus. 

Insiste Vázquez en las falsedades: “Esa voluntad mayoritaria se choca en la realidad con dos muros, ambos levantados por la gestión kirchnerista: la falta de vacunas y las arbitrariedades denunciadas en la aplicación de las dosis, con los miembros de la élite kirchnerista como los principales beneficiados”. La realidad es muy distinta. Si hay vacunas en la Argentina, y si las mismas se están aplicando con la mayor premura posible, es por las gestiones del oficialismo. Y no hay ninguna prueba que permita sostener ni siquiera en un mínimo grado que haya una élite kirchnerista que se benefició de una vacunación privilegiada. Lo que pasa es que las fantasiosas versiones que despliega la escriba necesitan estigmatizar al adversario y atribuirle todos los males posibles, aunque sean imaginarios. Al mismo tiempo, hay que proteger a sus mandantes y por eso Vázquez concluye equiparando lo que no se puede igualar y diciendo que “El problema de la élite kirchnerista es mayor que el de la élite macrista y el estigma de ‘gobierno de CEOs’ con el que lo condenó el kirchnerismo”. 

Para el final dejamos a Carlos Pagni, que el 06/04/2021 titula “El kirchnerismo, de la tragedia a la farsa” y recurre a textos clave del pensamiento socialista para tratar de rebajar a su mínima versión al odiado enemigo populista. 

Recuerda Pagni que “A mediados del siglo XIX, en 1851, Carlos Marx escribió un pequeño trabajo analizando el golpe de Estado de Luis Bonaparte en Francia, que era un tema muy discutido por los intelectuales de la época. Él inicia ese trabajo con una frase que después se hizo célebre, que es que la historia se repite en una primera versión como tragedia, y en la segunda como farsa. El texto se llama El 18 de brumario”. El filósofo de Tréveris comparaba a Napoleón Bonaparte con su sobrino y era claro que éste salía perdidoso. 

Pagni cree que “Esta idea se ajusta bastante a lo que pasa hoy con el oficialismo en la Argentina, a lo que está pasando desde que se instaló este nuevo kirchnerismo encabezado, muy entre comillas, por Alberto Fernández”. Aunque no se de cuenta, al hacerlo lo que logra es poner a Néstor y Cristina Kirchner a la altura del primer Napoleón, cosa que seguramente no entraba en sus intenciones. Eso sí, deja clara la idea tantas veces repetida de que Alberto no gobierna. 

Después arremete contra el nuevo Ministro de Justicia y Derechos Humanos, y en tono burlón dice que Soria “descubrió algo tan difícil de descubrir como que los periodistas suelen visitar en sus sedes a los funcionarios. Presidentes de la Nación, jefes de Gabinete, ministros. Es una tarea habitual del periodismo. Soria descubrió revisando las audiencias registradas de Olivos y de la Casa de Gobierno que Macri recibía a periodistas”. El problema, como Pagni seguramente no ignora, es que esas visitas no eran en búsqueda de información sino para consensuar las operaciones que se llevarían a cabo entre escribas y jueces, para acosar, procesar y encarcelar a los opositores. Alcanza con comparar las fechas de las visitas con las operaciones judiciales desplegadas por el macrismo. Pero Pagni “extraña al viejo kirchnerismo que era, es muy probable, más feroz y perverso, pero un poco más inteligente y más cuidadoso en la argumentación. Tragedia-farsa”. ¿Más feroz y perverso que quienes corrompieron todo, en una mezcla repugnante de espías, escribas, fiscales y magistrados dedicados a destruir por cualquier medio a sus opositores, mientras privaban del empleo a cientos de trabajadores, llevaban a la quiebra a comerciantes y empresarios, devastaban la salud y la educación públicas y endeudaban al país al tiempo que fugaban miles de millones de dólares? ¿Más feroz que los que mantienen en injusta prisión a Milagro Sala y sus compañeros, y muchos otros perseguidos políticos? ¿Peores que quienes llevaron a la muerte a Héctor Timerman, al no permitirle continuar su tratamiento? La tragedia es que tipos como Pagni y sus colegas aparezcan como periodistas, denigrando una profesión que supieron ennoblecer tantas personas dignas desde Mariano Moreno a Rodolfo Walsh. Y la farsa es lo que producen en los pasquines que los contratan. 

El escriba descubre que “Tailhade también está en una embestida muy fuerte contra periodistas y jueces”. No, Pagni, ustedes no merecen ser llamados periodistas, como los jueces denunciados no merecen ejercer la magistratura. El columnista se esfuerza en defender lo indefendible y se pregunta “¿Dónde está el eje argumental de esta embestida contra miembros del Poder Judicial? En la relación personal de Macri y algunos jueces que lo visitaban en Olivos o en la Casa Rosada. En el centro de este problema está el camarista de Casación Mariano Borinsky, quien, con una desprolijidad llamativa, seguía jugando al tenis o al padel con Macri, Gustavo Arribas, entre otros, siendo Macri ya presidente de la Nación”. El eje no está en esa oscura relación entre el jefe de la banda y sus operadores judiciales sino en el uso que dieron a la misma. 

A Pagni se le escapa algo que confirma lo ilegal y corrupto de esa relación, cuando admite que “cualquier persona bien informada sabe que Macri no realizaba las reuniones escabrosas con jueces ni en Olivos ni en Casa Rosada, sino que las hacía en su quinta Los Abrojos”. O sea, las reuniones escabrosas existían. No es ninguna justificación para tales reuniones la afirmación de Pagni de que “Toda esta construcción discursiva del oficialismo respecto de los jueces y del periodismo también tiene un monto importante de cinismo, doble estándar y doble moral. La obsesión autoritaria se dirige siempre a estos dos grupos: jueces y periodistas”. La obsesión autoritaria es la que ha caracterizado a la derecha argentina desde sus inicios, y ha utilizado para sus fines a jueces y empleados de los medios. 

A Pagni se le escapa otra verdad, cuando dice que “La otra falacia es pensar que Macri manejó la Justicia como un genio del maquiavelismo político que Macri no es”, frase que significa nada más y nada menos que reconocer las escasas luces del dormilón. 

Después el escriba se mete con la economía y sostiene que “también en este campo, la tragedia se convierte en farsa, a partir de una contradicción que no tiene salida”. Esa contradicción es lo que trata de explicar a renglón seguido, cuando dice que “Este es un populismo extraño, un populismo que tiene que llevar adelante al mismo tiempo un plan de austeridad. Esto es lo que lo transforma respecto de aquella experiencia anterior, la de Cristina y Néstor Kirchner, de tragedia en farsa”. Nuevamente, Cristina y Néstor con ribetes de tragedia y Alberto relegado a la farsa. 

“El otro gran problema es la pandemia, con enormes dificultades de vacunación. Este fin de semana los números fueron alarmantes, sobre todo en la Capital Federal donde se superaron los registros de la experiencia anterior”. Falta decir que las dificultades de vacunación existen en todo el mundo; en todo caso, son menores en nuestro país que en varios de los países centrales, siempre admirados por nuestra derecha. Y la situación general, con toda su gravedad, es menor a la que atraviesan los países vecinos que LA NACIÓN se cansó de presentar como exitosos, como Uruguay y Chile, ambos al borde de la catástrofe ante el aumento de casos. Pagni se cuida mucho de tocar ese tema. Prefiere insistir en comparar este kirchnerismo con el anterior “La gran diferencia con el anterior: es un movimiento con ensoñaciones hegemónicas que tiene que convivir con una oposición competitiva. Para mover una pieza importante tiene que pactar con la oposición. Sea para designar al procurador, para una reforma judicial, para un acuerdo con el Fondo, para modificar el calendario electoral. Lo que primero fue tragedia. Ahora viene como farsa”. No, Pagni. No conviene que use estos argumentos. Lo único que puede tener en común con Marx es que los dos se llaman Carlos. Pero usted confunde, en nuestra historia, los momentos de tragedia y de farsa. Tragedia fueron los exterminios de gauchos y montoneras, de pueblos originarios, y más cerca en el tiempo, es una tragedia que los votos hayan llevado al poder al domador de reposeras. La farsa la siguen protagonizando quienes como en un burdo remedo payasesco, se disfrazan de pensadores, columnistas y editorialistas para mentir sin gracia ni ingenio, contagiados de todos los males de una ideología que cultiva el desprecio por la verdad y la exclusión del otro como forma de vida.