Entre las muchas obras que produjo el genio de Charly García, no bombardeen Buenos Aires, la canción que escribió como ácida crítica a la guerra de Malvinas, ocupa un lugar prominente. Y como toda obra artística, permite mil y un usos de su nombre, su contenido y su significado. Siempre, reconociendo la paternidad del célebre pianista de mostacho bicolor.
Así que, aprovechando aquel título uno se permite imaginar hoy que estamos frente a una nueva amenaza, que en este caso no es de la Gran Bretaña que usurpa desde 1833 nuestras Islas Malvinas, Sandwich y Georgias del Sur, sino que, a estar por los encabezados catastróficos que utilizan los medios hegemónicos, sea en sus versiones gráficas, sea en sus sitios digitales o por sus canales televisivos, ha renacido la amenaza soviética que se suponía enterrada hace tres décadas. No señores: para los argentinos, el peligro empezó con la gira de Alberto Fernández, a quien un reciente diputado de Juntos por el Cambio (en su versión radical de la ciudad porteña) imaginó transformado en un devoto de Mao Zedong, mientras una conductora televisiva que alimenta su fama lanzando disparate tras disparate, matizados con insultos y agresiones verbales de todo tipo, lo acusó de entregar al país “al comunismo zarista de la KGB”. Así como lo leen. Todo en una sola frase.
Tras cartón de la gira y los acuerdos, y del exabrupto de Mario Negri resucitando a la Unión Soviética, a nivel internacional se disparó una nueva y peligrosa fase del conflicto que enfrenta a la Federación Rusa con Ucrania, al menos desde que en 2014 un golpe de estado en ese país desalojó al gobierno de Viktor Yanukovich. Como consecuencia de ese golpe y de las autoridades que se encaramaron en el poder, los nuevos gobernantes de Kiev lanzaron persecuciones contra todo sospechoso de simpatizar con los rusos, disolvieron el Partido Comunista y expulsaron a sus legisladores, y se negaron a reconocer los resultados del plebiscito celebrado en Crimea, donde por abrumadora mayoría los habitantes de la península decidieron separarse de Ucrania e integrarse a Rusia. Actitud luego adoptada por los habitantes de las regiones del llamado Donbass, que proclamaron las repúblicas populares de Donetsk y de Lugansk. Incluso, en 2014 se firmaron los Protocolos de Minsk, cuyos términos parecen ser muy disímiles según quien los mencione, puesto que para Ucrania las elecciones celebradas en esas regiones son contrarias a la letra de los protocolos, mientras que para Rusia y los habitantes del Donbass significan justamente la puesta en marcha de los acuerdos.
Lo cierto es que los acuerdos de Minsk parecen haber quedado en un pasado muy lejano. Tan lejano como las promesas de los Estados Unidos y los países del Tratado del Atlántico Norte, efectuadas cuando cayó la Unión Soviética, que entonces proclamaron que no moverían sus fronteras hacia el este. Cosa que fue lo que desde entonces vienen haciendo, instalando bases militares llenas de misiles cada vez más cercanos al territorio ruso, y que ahora como frutilla del postre parece ser que incluirían en la nómina de países de la OTAN a Ucrania, que según muestran los mapas no tiene costas bañadas por el Océano Atlántico.
No importa la geografía ni mucho menos importan las promesas del pasado. Estados Unidos, que se dice tan comprometido con la defensa de la paz en el mundo, ha sostenido conflictos bélicos de mayor o menor densidad desde el fin de la Segunda
CONTRA MITRE
Guerra Mundial, prácticamente en todos los continentes. Corea, Vietnam, Laos, Camboya, Indonesia, Irak, Irán, Libia, Argelia, Siria, Líbano, Kuwait, Afganistán, Pakistán, Yemen, Somalía, Bosnia, Serbia, Guatemala, Cuba, Nicaragua, El Salvador, Granada, Panamá, son claros ejemplos de la prepotencia imperial que despliegan los adalides del orden mundial capitalista. Su actual posición no contribuye para nada con la búsqueda de una solución pacífica al conflicto, más bien hace todo lo contrario: aviva las llamas de la guerra. Llamas alimentadas por los combustibles cuya apropiación parece estar siempre ligada a este tipo de enfrentamientos. Porque, oh casualidad, hay una empresa energética ucraniana, llamada Burisma, que entre 2014 y 2019 tuvo como miembro destacado de su consejo de administración a Hunter Biden, hijo del actual presidente norteamericano, quien en un reportaje concedido a la BBC en abril de 2021 admitió que lo contrataron justamente por su apellido.
Pero vamos al motivo por el que elegimos ser por un rato parte de los salieris de Charly y robarle su título para esta nota. Basta con recorrer los títulos de la Tribuna de Doctrina para terminar sospechando que o bien los tanques rusos marchan por la General Paz o las tropas argentinas marchan hacia Kiev. Todo, por supuesto, por culpa de los malvados kirchneristas.
Comencemos por el 23/02/2022, cuando el inefable Joaquín Morales Solá nos advierte sobre “La fascinación kirchnerista por Putin”, sin dar ni siquiera un mínimo dato certificado y confiable que pueda dar aunque sea algo de credibilidad a sus palabras. Por el contrario, si menciona algo es la posición de la Cancillería, cuyo titular, Santiago Cafiero, está lejos de formar parte de las filas k. Y cuando nombra a Cristina, como siempre miente. Porque en 2014 el gobierno que encabezaba la actual vicepresidenta se opuso a legalizar el plebiscito en Crimea, con un sólido argumento que reconoce anclaje en la posición argentina sobre Malvinas: no corresponde desmembrar la soberanía de un país con el argumento de los votos de la población de una de sus regiones.
Igual, el 27/02/2022 don Joaquín insiste con el tema y lo ve al Presidente “cerca de Putin en su peor momento” y hace una de sus habituales tergiversaciones históricas, cuando atribuye la neutralidad argentina en la Segunda Guerra Mundial al peronismo, con el argumento de que Perón integraba el gobierno de aquella época (recordemos que ese gobierno declaró la guerra a Japón y a Alemania, como aliados que eran, el 27 de marzo de 1945). Y aunque se refiera a Alberto, no puede evitar acordarse de sus fobias y muy suelto de cuerpo proclama que “Néstor y Cristina Kirchner gobernaron y gobiernan con métodos que muestran sus preferencias a ser, como Putin, más temidos que amados”. Oiga, Morales, el que gobierna es Fernández. Néstor, por desgracia, falleció hace tiempo. Y su viuda es, entre las figuras políticas, probablemente la que más fidelidad a su persona mantiene. Si eso no es amor, pues lo parece.
La cuestión bélica sigue ocupando los espacios centrales del pasquín de los Mitre- Saguier y el 26/02/2022 Inés Capdevila se pregunta si “¿Estamos ante una guerra en Europa o ante la Tercera Guerra Mundial?”, mientras que Martín Rodríguez Yebra, el mismo día, cree que por la “Guerra Rusia-Ucrania: la alianza con Putin puso a Alberto Fernández en una tierra de nadie”, cosa que se permite atribuir, entre otras cosas, a la sombra de Cristina. Que aunque no hable, para el columnista lo hace, así que el 28/02/2022 desentraña “El mensaje de Cristina Kirchner: cómo apoyar a Putin sin decirlo”. Rodríguez Yebra hace algo por lo menos curioso: suponer que donde alguien dice blanco, en realidad quiso decir negro. Sobre todo si ese alguien es la reina maléfica de las huestes k. O sea, que si Cristina dijo que seguía pensando igual que cuando sostuvo que “Estados Unidos y Gran Bretaña se han manifestado a favor del referéndum que los kelpers han hecho hace pocos días y carece de todo valor. Si carece de valor el de Crimea, a escasos kilómetros de Rusia, mucho menos puede tener valor uno de una colonia de ultramar a más de 13.000 kilómetros” en realidad quiso decir que está muy bien que Rusia invada Ucrania.
En otra de sus folletinescas apariciones, el 26/02/2022 Jorge Fernández Díaz noveló que ante este conflicto “Los ‘emancipadores’ quedaron del lado de los imperialistas”. Como el tipo presume de escribir ficciones, debe creer que no necesita dar ni una sola prueba concreta de lo que dice, y entonces pontifica (o tontifica, como diría alguien más sagaz que uno) sobre los supuestos vicios de una progresía a la que confunde con el peronismo en su versión kirchnerista, como confunde un conflicto con lejanas raíces étnicas al que a lo sumo se le podría suponer algún tipo de afán expansionista con el imperialismo, cuestión que ya hace tiempo otros definieron muy precisamente con términos que resultan perfectamente adecuados para hablar de los patrones del novelero, no de aquellos contra los que lanza sus maliciosos dardos.
Por su parte, Pablo Sirvén, el 27/02/2022, supuso que nos encontramos ante “Un gobierno híbrido ante el drama de Ucrania”. Es híbrido, por supuesto, porque no se arrodilla ante los Estados Unidos y le jura sumisión eterna. Que eso es lo que agradaría al servicial escriba, aunque no lo diga. Entonces no le alcanza con que no se tome partido por ninguno de los bandos en pugna en la Europa oriental. De paso, aprovecha para quejarse de que todavía el gobierno no se rindió al FMI, que es la guerra que le importa a sus patrones de LA NACIÓN, o en realidad, a los patrones de esta sociedad que explota el diario de don Bartolo.
Que esa es la verdadera preocupación que sigue atormentando al más que sesquicentenario pasquín queda en claro con la otra nota de Martín Rodríguez Yebra, publicada el 27/02/2022 bajo el título de “Las dos guerras que debilitan a Alberto Fernández”. Que por si todavía no está claro, son la de Ucrania pero fundamentalmente la del Fondo Monetario Internacional. No sea cosa que la situación del este europeo termine por afectar el acuerdo con el FMI y que en definitiva las advertencias de Máximo terminen por ser ciertas y la gente tome nota de ellas.
Así que mejor sepultar todo bajo una catarata de títulos: “Resistencia ucraniana y convoy ‘estancado’: todos los problemas que enfrenta el Ejército ruso, según EE.UU”.
“En guerra. El pentágono afirma que se frena el convoy militar ruso, pero llama a Kiev a estar en alerta”.
“Dictador. Qué rol juega en la guerra el único aliado europeo de Putin”.
“Reacción. Una periodista ucraniana increpó entre llantos a Boris Johnson: Usted y la OTAN tienen miedo”.
«No podés ver esto y no ponerte a llorar. Polvo, escombros y muerte: el violento bombardeo que anticipa lo que puede pasar en otras ciudades de Ucrania”.
“No es el mismo de antes. El accionar de Putin en la guerra, ¿temperamento inestable o astuto manipulador?”.
“Dramática jornada. Frente al desafío de Ucrania, Rusia ordena expandir su ofensiva en todas las direcciones”.
Y conste que no usé los reportes de la cronista de guerra, Elisabetta Piqué.
Está todo muy claro. Si estábamos temiendo a un rubio antes, parece claro a quién nos dicen que debemos temer después. Todos escondidos escuchando a Clash. Pero que no bombardeen Buenos Aires!!!
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