Por Daniel Giarone
“Merino es la pandemia. Protestar es la vacuna. #TomaLaCalle”. así el muro de Faceboock de Malen convoca a concentrarse en el consulado del Perú en Buenos Aires. La cita es el 12 de noviembre a las 5 P.M. El objetivo: acompañar las movilizaciones que encabezan miles de jóvenes en Lima que rechazan la destitución del presidente Martín Vizcarra y exigen la renuncia de su reemplazante, Manuel Merino, quien dejaría el cargo tres días después. Lejos de la paz, actualmente la tensión sigue en la calles peruanas.
Eva camina hasta la Plaza Manuel Rodriguez de Villa Puerredón y abraza a Ludmila y Soledad. Hace casi ocho meses que no se ven por la pandemia. Pero tienen un motivo extra para emocionarse. El gobierno de Alberto Fernández anunció el martes 17 de noviembre que enviará al Congreso el proyecto de ley que legaliza el aborto. Ese por el cual ellas organizaron, hace dos años, una sentada en las puertas del colegio católico en el que cursan quinto.
“Vizcarra debía terminar su mandato y ser investigado con la ley en la mano, sacarlo a meses de la elecciones fue avasallar la democracia”, explica Malén, una estudiante de 26 años que hace casi una década que vive en Buenos Aires. Para ella, como para muchos de sus amigos en el Perú, la gesta del mes pasado dejó un sabor agridulce. “Se mezclan la tristeza y el orgullo. La tristeza por los muertos, heridos y desaparecidos durante las marchas. La alegría porque nos unimos para defender la democracia peruana de matones y corruptos”.
“Parece que ahora sí va a ser ley”, dice Eva a Télam con una sonrisa de 17 años que ni siquiera el barbijo puede disimular. Mientras se acomoda distraída el pañuelo verde que lleva anudado a la muñeca dice que “nadie te obliga a que te hagas un aborto, ni siquiera a que estés de acuerdo, pero hay miles de pibas que se mueren todos los días porque no tienen condiciones seguras para hacerlo. Y eso hay que discutirlo”.
Las movilizaciones en apoyo al aborto legal, seguro y gratuito en la Argentina.
De Lima a Buenos Aires. De Santiago de Chile a Bogotá o a Quito. Los jóvenes latinoamericanos parecen tomar en sus manos la protesta social y la lucha por la ampliación de derechos. Con demandas diversas y urgencias definidas por la realidad de cada país, el movimiento tiene sin embargo varios rasgos en común. La pertenencia generacional, el uso de las redes sociales y de internet para construir una narrativa propia (y convocante), y la interpelación a la política tradicional y a su sistema de partidos.
Si bien la pandemia vació las calles, el estado de movilización continúa latente. Siguen en pie los movimientos para lograr el acceso efectivo a la educación, en rechazo a las políticas de ajuste, en defensa de la paz y del medio ambiente, en repudio a los femicidios y las violencias, a favor de la legalización del aborto y de los derechos de los pueblos originarios. Un arco iris de demandas en los que alcanza una chispa para iluminarlo todo.
Chile 2006, la primera gran chispa
Los jóvenes chilenos hicieron punta en los últimos reclamos al gobierno de Sebastián Piñera.
“Los jóvenes en América Latina están siendo protagonistas, en todo lo que va de este siglo, de diferentes procesos de movilización que tienen en común la interpelación contra la política tradicional”, explica a Télam la socióloga Gisela Brito, directora de Opinión Pública de la Centro Estratégico de Latinoamericano de Geopolítica (Celag).
La socióloga Gisela Brito.
“Se trata -agrega- de movimientos construidos desde la autonomía y la horizontalidad que irrumpen en la escena pública con una lógica distinta a la de los partidos o fuerzas políticas tradicionales”. Las movilizaciones de los estudiantes chilenos entre abril y junio de 2006 pusieron en evidencia este fenómeno.
Con más de 400 escuelas paralizadas, la denominada “revolución pingüina” ganó las calles para exigir el derecho a la educación, jaqueado por el sistema de pagos instaurado por la dictadura de Augusto Pinochet pero intocable para el régimen de partidos que se fortaleció con el retorno de la democracia.
«Son movimientos construidos desde la autonomía y la horizontalidad que irrumpen en la escena pública con una lógica distinta a la de los partidos o fuerzas políticas tradicionales”GISELA BRITO, SOCIÓLOGA
Los ecos de aquellas jornadas volvieron todavía más fuertes, y furiosos, en octubre de 2019. Todo comenzó con grupos de jóvenes saltando los molinetes del subterráneo de Santiago para protestar contra el aumento del pasaje y derivó en un estallido social que se extendió por todo el país, evidenciando las profundas desigualdades sociales que atraviesan un país que suele ser puesto como ejemplo de estabilidad y equilibrio macroeconómico.
Arrastrado por las protestas que iniciaron los jóvenes el gobierno de Sebastián Piñera debió convocar a un plebiscito para reformar la Constitución, amañada por los militares en su paso por el poder entre 1973 y 1990. El 25 de octubre pasado, con casi el 80% de los votos a favor, los chilenos aprobaron sancionar una nueva Carta Magna.
Todas las voces, todas
Los jóvenes colombianos siempre hacen hincapié en su deseo de paz.
Los jóvenes también tomarían las calles en Perú, Colombia, Ecuador y Argentina. Brito recuerda que en el caso del Perú lo hicieron en un contexto de aparente apatía y despolitización: “Los sectores juveniles encabezaron manifestaciones masivas contra la ley de régimen laboral juvenil (de ingreso al mercado laboral sin remuneración), conocida como Ley Pulpín, finalmente derogada por la presión popular en 2016”.
En Colombia la movilización juvenil alcanzó niveles inéditos en defensa de la paz y en repudio al asesinato de dirigentes sociales y de la violencia policial. Las protestas se activaron después de que el NO se impusiera por estrechísimo margen en el plebiscito realizado en 2016, con el que se buscaba convalidar los acuerdos entre el gobierno y la guerrilla de las FARC para poner fin a cincuenta años de guerra civil.
Las redes sociales reducen el espacio y el tiempo de la organización de las protestas. La viralización y el“vivo”contribuyen a construir una nueva narrativa, a masificar la movilización
Los jóvenes convirtieron una atmósfera enrarecida por el resultado de la consulta en un clima de cambio, que tuvo su punto álgido en las movilizaciones que se sucedieron en Bogotá hace justo un año. Lograron expresar así los anhelos de paz y justicia que tienen amplios sectores de la sociedad colombiana.
En el caso de Ecuador el movimiento estudiantil articuló con sectores sindicales y con el colectivo indígena en octubre de 2019, cuando el aumento del combustible sacó a las calles de miles de personas para protestar contra la política económica del gobierno que encabeza Lenín Moreno, quien deberá afrontar los costos de dicho enfrentamiento en las elecciones del año próximo.
En Perú, los ánimos están lejos de calmarse. Las protestas se extendieron a movimientos agrarios.
Brito señala que el protagonismo juvenil en Latinoamérica también se expresa en “otras demandas que no tienen que ver con la impugnación del sistema neoliberal sino con la ampliación de derechos”. Allí cita “la movilización por el derecho al aborto y toda la agenda de reivindicaciones vinculadas a temas de género” que se producen en la Argentina en los últimos cinco años.
Las jóvenes fueron un motor fundamental del movimiento “Ni una menos”, que tuvo su primera actividad contra la violencia de género en Buenos Aires en junio de 2015 y que puede considerarse un puente entre la agenda planteada por el Encuentro Nacional de de Mujeres (nacidos en 1986 pero con un crecimiento sostenido a patir del año 2000) y la “marea verde” que exige el derecho a abortar.
Con miles de jóvenes y estudiantes como motor principal la Campaña Nacional por el Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito, lanzada en mayo de 2005, logró a fuerza de movilizaciones masivas y acciones callejeras que el Congreso trate durante junio de 2018 un proyecto de Interrupción Voluntaria del Embarazo, que si bien fue rechazado por el Senado se vuelve a discurtir en estos días en el Parlamento con buenas persepectivas de aprobación.
Ayer, hoy y mañana
En 2006, los movimientos estudiantiles chilenos abrieron una nueva forma de hacer política.
La participación política juvenil cuenta con una tradición importante en América Latina. La más fresca y reciente está en los años 60 y 70, cuando nutrieron los movimientos revolucionarios y enarbolaron las banderas que propiciaban nuevas formas de organización social.
“Cambian los métodos de lucha y las formas, pero se trata principalmente de movimientos de resistencia contra las injusticias, antes contra las dictaduras, ahora contra los efectos sociales del neoliberalismo o en pos de reparar injusticias relacionadas con el sistema patriarcal; el protagonismo de los jóvenes en la política reaparece una y otra vez a pesar de la apuesta deliberada por la despolitización”, subraya Brito.
Sin embargo, las nuevas formas de intervención política de los jóvenes latinoamericanos enfrenta nuevos desafíos. Quizás el más importante sea evitar que las conquistas no se desvanezcan en el tiempo y puedan formar parte de cambios más estructurales.
Las manifestaciones en reclamo de la ley del aborto se extendieron a toda la Argentina.
“Los movimientos tienen la virtud de que logran visibilizar demandas pero por sus propias características pueden ser efímeros”, advierte Brito, para quien “el desafío para lograr transformaciones reales pasa por lograr cuajar estos movimientos en fuerzas políticas, que no tienen por qué ser como los partidos tradicionales, pero sí tienen que ocupar espacios de poder. Y eso se logra a través de la competición electoral”.
Brito pone como ejemplo el caso de Chile: “Sin el empuje de las movilizaciones juveniles contra el modelo neoliberal que luego se amplió a toda la sociedad no habría tenido lugar el plebiscito para el cambio constitucional, que abre por primera vez un horizonte de transformación real en la política chilena”.
En Colombia se salió a la calle en repudio al asesinato de dirigentes sociales y de la violencia policial.
Malén espera que después de tener tres presidentes en una semana Perú encuentre la estabilidad política para avanzar en una mayor igualdad social.
Eva espera que el Congreso argentino esta vez escuche a las mujeres que son víctimas de la clandestidad y que quieren decidir sobre su cuerpo.
Malén y Eva esperan. Y cómo ellas millones de jóvenes latinoamericanos que quieren un futuro mejor.
Fuente Telam
Recomendados
Lucha por el poder en La Pajarera
Corbatas rojas
La salida de Minnie Mondino y las fuerzas del cielo