Por David Bollero* – Público.es
Corren ríos de tinta tras el acuerdo histórico del G7 para acometer una reforma fiscal global. Presentado como una auténtica revolución, la verdad es que pudiera plantearse así por el consenso más que por lo convenido que, por ejemplo, Unidas Podemos ya planteó en 2016. Uno se esperanza pensando que representan únicamente unos primeros pasos, pero son tan poco ambiciosos, evidencian de un modo tan claro cuán atrapados están los gobiernos por el capitalismo depredador que ese optimismo se disipa rápidamente.
Las grandes tecnológicas como Google, Amazon o Facebook serán de las primeras en acusar el golpe de este impuesto mínimo global que afectará aproximadamente a las 100 empresas más grandes y rentables del mundo. Lo cierto es que el hecho de que las llamadas las big tech apoyen el acuerdo inquieta. Ninguna de ellas se caracteriza por su altruismo como demuestran los años de elusión fiscal pese a las acusaciones, por no hablar del modo en que filtran y comercian con datos personales. Aun así, la propia Facebook desea que esta reforma fiscal internacional sea un éxito y Amazon llegó a calificarla como «un paso adelante bienvenido». Google también se encuentra en esta línea.
No parece creíble que de la noche a la mañana, quien ha venido demostrando una actitud profundamente egoísta se vuelvan los reyes de la solidaridad… precisamente justo cuando Facebook está siendo investigada en Europa por supuestamente haberse aprovechado de los datos de otros anunciantes, utilizándolos para su propia plataforma de clasificados on-line, o cuando se acaba de descubrir que una filial irlandesa de Microsoft, con residencia fiscal en Bermudas, no pagó un solo euro de impuestos por unos beneficios de 260.000 millones de euros.
¿Alguien de verás se puede creer que no hay gato encerrado en este movimiento del G7? Quizás terminará sucediendo como, de hecho, ya pasa en España con el impuesto de sociedades, cuya recaudación en 2020 se desplomó un 32% por la pandemia. A medida que subían los beneficios empresariales, los gobiernos tanto de PP como de PSOE han ido rebajando el tipo impositivo.
Pensarán que así se ha atraído más inversión y que, en consecuencia, se ha recaudado mucho más. Sin embargo, lo cierto es que en la última década el peso en la recaudación del impuesto de sociedades se ha desplomado del 22% al 11%. ¿Saben qué ha sucedido con el IVA o el IRPF? Que se han disparado del 28% al 34% y del 36% al 39%, respectivamente. Proporcionalmente, cada vez las empresas aportan menos al erario público.
Las salidas legales o, por ser más claros, las puertas que el legislador de turno deja abiertas en forma de bonificaciones para que las empresas paguen menos impuestos son tantas que al final en lugar de pagar un 25% se termina pagando un 7%… por no hablar de las puertas que se buscan estas mismas organizaciones en paraísos fiscales, práctica común en el IBEX 35.
Con el acuerdo del G7 Se ha comenzado a caminar y quedan por cerrar muchos detalles que, como todo el mundo sabe, es donde se encuentra el diablo. ¿Qué sucederá con los impuestos a los servicios digitales que EEUU quiere eliminar cuando entre en vigor esta reforma? ¿Y con los impuestos nacionales? Todavía no está del todo claro si el impuesto global se aplicará sobre los beneficios contables o sobre las bases impositivas una vez aplicadas las deducciones. España tendría que reducir 10 puntos porcentuales su tipo, mientras que Irlanda lo tendría que subir 2,5.
El gobierno español no ha hecho estimaciones de lo que supondría, en parte, porque el acuerdo aún es demasiado ambiguo; cosa bien distinta de lo que ha hecho Irlanda, que en Europa es uno de los casos más claros de cómo ha conseguido durante años atraer inversión de las tecnológicas a base de reducir sus impuestos, se podría ver muy dañada, pudiendo llegar a perder más de 2.000 millones de euros.
Por otro lado, tampoco debe olvidarse que esta decisión que, supuestamente, ha de afectar a todo el mundo, únicamente se ha tomado por parte de los países más ricos, excluyendo al resto del proceso de decisión. Está claro que la medida se ha hecho a medida de los ricos pero, ¿qué sucederá con los países más pobres?
Dado que se estaba ‘legislando’ a nivel global, un tipo impositivo del 15% parece poco ambicioso, especialmente para aquellos países en vías de desarrollo que soñaban con un 25%, con el que se podrían haber recaudado cerca de 800.000 millones de dólares más. Con la medida propuesta, apenas les llegarán a los más pobres unos 100.000 millones, recibiendo mucho más los más ricos. Ya se sabe, la mejor parte para el que reparte y eso, también inquieta.
Gentileza de Other News
* Colaborador de Público.es (ex corresponsal oficioso en Londres). Defiende que “Otro mundo es mejor, pero para eso, entendamos antes éste”.
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