Exclusiva | Plataforma de noticias

Audios y Noticias desde Santiago del Estero, para toda Argentina y el Mundo. Exclusiva | Plataforma de noticias

El universo productivo argentino y su potencial exportador

Por Nicolás Sidicaro
¡Compartilo!

Me dijeron que en el reino del revés

En pocas palabras podemos decir que la desindustrialización es el proceso por el cual la industria de los países pierde peso en la economía en su conjunto, en particular en lo que refiere a la cantidad de puestos de trabajo. Pero, esto no implica únicamente que los sectores económicos no industriales ganan terreno, sino que la industria en particular sufre un proceso de achicamiento y reestructuración.

La particularidad del fenómeno es que gran parte del mundo occidental, en el cual nos movemos habitualmente y que consideramos más cercano, dio muestras de desindustrializarse a partir de la década de 1970. Países como Alemania, Francia, Estados Unidos e Inglaterra supieron ser potencias industriales -y en algunos segmentos de la industria todavía lo son- durante parte del siglo XIX y XX. Sin embargo, a partir de los ’70 comenzaron a volcarse cada vez más hacia los servicios. Las finanzas ganaron terreno, así como también las tecnologías de la información, la investigación y el diseño de productos. Es decir, se enfocaron en la parte de la producción vinculada a los conocimientos expertos y no tanto a la producción en sí. En otras palabras, si un auto antes se hacía íntegramente en Estados Unidos, ahora se diseña en el país norteamericano, los componentes se hacen en algún país y luego se ensamblan en otro.

Pero, los bienes había que seguir produciéndolos. ¿Hacia dónde se trasladó la producción? Poco a poco, una serie de países caracterizados por los bajos salarios y malas condiciones de trabajo fueron ganando peso. Me refiero, por supuesto, a los países de Asia pacífico -los que están cerca de China-.

Las razones de este proceso son un tanto complejas. No se trata, al menos en un inicio, del surgimiento de empresas nacionales en los países asiáticos que pudieran competir directamente con los países industriales seguido de una caída en la relevancia de las grandes firmas que conocemos. Por el contrario, lo que sucedió es un cambio en la forma de organizar la producción.

Para entender un poco lo que sucedió, hablé con Lucas Terranova, becario Conicet enfocado en historia económica, que investiga estos fenómenos y sus impactos en el plano local. Me planteó cuatro motivos principales que ayudan a entender el cambio en la geografía productiva en los años ‘70.

El primero es que después de muchos años de aumento de la productividad, desde mediados de los años sesenta, las mejoras comenzaron a estancarse y, al mismo tiempo, los trabajadores que habían ganado mucho poder de negociación en esos años lo mantuvieron. Esto se tradujo directamente en una merma en la ganancia de los empresarios. El segundo factor es que empiezan a generalizarse cambios técnicos muy relevantes: mejoras en los transportes -como el uso de los containers- y mejoras en las comunicaciones que facilitaron el control de la producción sin la necesidad de encontrarse en el mismo lugar. El tercer punto es una serie de cambios financieros, principalmente el abandono del patrón oro, que se vió acompañado por la crisis del petróleo de 1973.

Esos tres factores, me comenta Lucas, fueron determinantes en las decisiones de las empresas para adoptar estos cambios técnicos que te comentaba más arriba. Cabe aclarar que estas decisiones no se tomaron en todas las empresas ni de la misma manera, sino que fue un contexto general en el que se fueron adaptando con éxitos y con fracasos.

Pero, a ese combo se le suma una condición necesaria para lograr una verdadera transformación en el aparato productivo y social. Este último factor es que se empieza a cuestionar desde la política y desde la intelectualidad al Estado de Bienestar surgido en la posguerra, así como también a la idea de que el Estado tiene un rol clave que cumplir en la economía. Más o menos por estos años aparecen las figuras de Margaret Thatcher y Ronald Reagan, grandes figuras de las transformaciones sociales del neoliberalismo.

Estos cuatro factores posibilitan la deslocalización de parte de la producción hacia zonas donde las condiciones laborales, tanto salariales como del ambiente de trabajo y los derechos, eran más laxas, de forma tal de abaratar los costos de producción.

Algo clave es que en esta primera etapa de la deslocalización el sudeste asiático toma relevancia en lo que refiere a las etapas productivas más sencillas, pero no así en lo que tiene que ver con el diseño, las etapas de investigación y la industria más compleja -que quedan en las sedes centrales-. Algo que con el tiempo va a ir cambiando, pero eso quedará para otra entrega.

Claramente todo esto tuvo un impacto en el empleo industrial de los países occidentales. En la mayor parte de los países se observa una merma en el peso de la industria manufacturera en el empleo total. A la vez, esto redunda en los salarios, ya que, dentro de los empleos de la clase trabajadora, la industria era uno de los sectores mejor pagos y de mejores condiciones de trabajo. Con los años, más hacia los noventa, parte de los efectos negativos que se vieron con la desindustrialización fueron compensados con el crecimiento importante de los servicios profesionales y las finanzas. Sin embargo, no es algo que le haya llegado a toda la población.

Algo de esto se puede ver en la película de Ken Loach Yo, Daniel Blake. Si bien se trata más del acceso a políticas sociales, el marco en el que ocurre es el de una sociedad inglesa que no logró acomodarse completamente a la desindustrialización de los años previos.

Somos culpables de esta industria escandalosa

¿Dónde entramos nosotros en todo este lío? Para evitar irnos hacia 1900 que nos llevaría bastante tiempo, lo único que vamos a decir es que Argentina hasta 1974 tenía una industria creciente. Pese a estar bastante volcada al mercado interno y tener algunos problemas en ciertos sectores, para los años previos a la última dictadura militar la industria manufacturera argentina representaba aproximadamente el 40% del PBI -el porcentaje varía según las estimaciones, pero era una parte importante de la economía-. A partir del golpe, la participación empezó a caer, llegó al 31% con el retorno de la democracia y se mantuvo así hasta 1989. Con el gobierno de Carlos Menem, la industria siguió perdiendo relevancia hasta alcanzar el 16% de la economía en 2001 y a partir de ese entonces se mantuvo en niveles parecidos, más allá de los gobiernos de distinto signo político.

Olvidémonos por un momento del menemismo, cuyas políticas económicas terminaron de consolidar gran parte del modelo productivo que nos acompaña hoy en día -y que será sujeto de una entrega propia más adelante-. Nos vamos a concentrar en la época de los setenta, momento en el cual se empiezan a originar los cambios industriales de Argentina. Para eso, volvemos con Lucas Terranova.

NS: ¿Cuál fue la particularidad del fenómeno de desindustrialización de Argentina? ¿Estuvo motivado solamente por el contexto internacional o por decisiones políticas?

LT: El caso argentino hay que entenderlo en sus particularidades, pero enmarcado dentro de esta tendencia general y de más largo plazo que te comentaba anteriormente. Argentina no es el único caso de desindustrialización en el mundo, como tampoco es el único caso donde un sector industrial más o menos complejo y desarrollado, que además estructuraba la vida económica, pierde relevancia. Además, no es casualidad que este fenómeno ocurra en el mismo momento en el que pasa lo mismo en otros países de otros continentes. Es decir, no hay que perder de vista lo que sucede a nivel general.

Sin embargo, nuestro proceso cuenta con especificidades propias. Para la década de 1970, teníamos un sector industrial que había crecido mucho en la última década de la ISI, había aumentado su productividad, su capacidad de generar empleo y su capacidad exportadora. Sin embargo, en términos globales seguía estando fuertemente rezagado. En general, hay un relato en el que la ISI no tenía problemas y se encontraba consolidada, por lo que lo que hicieron los militares fue destruirla. Pero, no hay que perder de perspectiva que más allá de las dinámicas positivas de los últimos años de la ISI, esas evoluciones también las tuvieron otros países en la región, así como también gran parte del mundo. Por lo tanto, no logramos acortar las brechas que nos separaban de Estados Unidos, así como tampoco le pudimos sacar ventaja a Brasil o a México. Tampoco aumentamos la participación en el mercado mundial de exportaciones industriales. Entonces, si bien es cierto que en esa época tuvimos los mejores años de nuestra historia industrial, no fueron suficientes para ponernos a la vanguardia ni para ganar posiciones en el mundo.

De esta manera, al mismo tiempo en que se daban los cambios técnicos y financieros de los que te hablaba anteriormente, el sector industrial argentino todavía era pequeño y estaba rezagado en términos mundiales, por lo que nos encontraba en una posición sumamente incómoda. No estábamos en la frontera tecnológica mundial, por lo que no podíamos comandar cadenas de valor y ubicarnos en las ramas de diseño y desarrollo de productos, pero tampoco teníamos los niveles salariales, la escala y las precarias condiciones generales del mercado de trabajo de los países del sudeste asiático. Entonces, tampoco podíamos competir como mano de obra barata y cooptar la parte de la industria sencilla que se deslocalizaba. De esta manera, nos quedamos sin lugar para ingresar en esa nueva división internacional del trabajo.

Además, desde mediados de 1974, pero con más fuerza aún desde el Rodrigazo en 1975 y con la dictadura posteriormente, Argentina pasa prácticamente por 7 u 8 años de crisis constante, tanto a nivel general como particularmente en la industria. Entonces, si ya de por sí al país le costaba insertarse dentro de estas cadenas de valor, las políticas criminales y erróneas de la última dictadura militar dificultaron todavía más que un sector industrial como el nuestro, surgido al calor del fordismo y el mercado interno, pudiera transformarse de una manera virtuosa.

Esta reconversión hacia las nuevas formas de producción internacionales requerían políticas públicas claras y dirigidas principalmente hacia aquellas ramas industriales que tuvieran una mayor capacidad de insertarse correctamente en las nuevas cadenas globales de valor, así como también lograr que se movilizaran recursos de otras ramas hacia estos sectores dinámicos.

Sin embargo, la crisis recurrente generó fuertes pérdidas en las capacidades empresarias y las políticas públicas llevadas adelante por Martinez de Hoz complicaron aún más la situación. La apertura de las importaciones -imponiendo una competencia externa a la industria local-, el encarecimiento del crédito productivo y la falta de planificación por parte del Estado llevaron a un debilitamiento aún mayor de la industria. Todo eso hizo que Argentina no pudiera ubicarse dentro de la división internacional del trabajo -una vez consolidada en los años ochenta-, por lo que terminó adaptando su viejo funcionamiento al nuevo mundo. De esta manera, se caracterizó principalmente por ser un exportador de materias primas y alimentos baratos, sumando algunas producciones que en su momento no habían sido pensadas para la exportación, pero dada la depresión del mercado interno sólo quedó exportar commodities, tales son los casos de la siderúrgica, la papelera y la cementera.

En resumen, tuviste una pésima política interna acompañada por un cambio técnico y organizacional a nivel mundial que te dejaron en un lugar sumamente incómodo para los años venideros.

Veo un museo de grandes novedades

Vamos a evitar hacer futurología porque todavía no hay mucha más información sobre los planes de gobierno, pero sí podemos advertir algunas cuestiones. Los ajustes son recesivos, disminuyen el poder adquisitivo, hacen caer las ventas y eso afecta el nivel de inversiones, pero guiándonos por la buena voluntad vamos a suponer que esos efectos son temporales y que más adelante la economía dejará la mencionada “estanflación” que prevé el flamante presidente.

Sin embargo, otro aspecto que apareció repetidas veces en la campaña electoral es la necesidad de abrir las importaciones y de pasar a un esquema de libre comercio. Un avance de este tipo no tiene un impacto uniforme en la economía y en la industria. Algunos sectores están más protegidos -tanto impositivamente como con trabas a las importaciones- que otros, así como también algunos tienen una mayor capacidad de competir mano a mano contra los productos importados, mientras que otras ramas -principalmente industriales- la van a tener más complicada.

El año que viene vamos a hablar más en detalle sobre algunos de estos sectores y de las políticas proteccionistas en particular, pero este informe que sacó la Oficina de Presupuesto del Congreso es bastante claro al mostrar que la asistencia efectiva que tienen los sectores económicos no es igual para todos. Para decirlo en otras palabras, algunos sectores tienen más protecciones comerciales que otros o bien un mayor nivel de subsidios. Puntualmente, las ramas industriales de aparatos electrónicos, los textiles, el calzado y la industria automotriz muestran tasas de protección mayores que otros sectores. Por lo tanto, uno supondría que son los sectores más vulnerables ante una apertura comercial.

Sumado a ello, el impacto no es igual para empresas de distinto tamaño -no solo para esos sectores que te mencionaba, esto aplica a toda la economía-. Las grandes firmas suelen tener acceso a mejores máquinas, un acceso mayor al financiamiento y a estándares de calidad más altos, mientras que las PyMEs suelen tener más complicaciones -sobre todo las pequeñas empresas-. Es decir, una apertura comercial irrestricta -tal como se planteó en la plataforma electoral- puede tener un mayor impacto negativo en las pequeñas y medianas empresas que en las grandes.

El problema con todo es que el cierre de empresas no es para nada gratuito. Las firmas son un conjunto de capacidades difíciles de lograr. Algunas podrán ser mejores, otras peores, pero el propio recorrido que brinda un nivel de conocimiento de su negocio y de las complejidades que tiene nuestra economía es sumamente valioso. Te propongo la siguiente pregunta: ¿serías empresario si tuvieras el capital y la idea? Mi respuesta sería no, ni por casualidad. Esas capacidades no son fácilmente recuperables y no todas las personas están dispuestas a tener esas responsabilidades, por lo que las políticas que se llevan adelante deben contemplar los efectos que se tienen sobre el entramado productivo, que no solo son efectos en el impacto inicial, sino que también puede tener consecuencias en el futuro que no son sencillas de estimar. Por este motivo, si uno quisiera abrir la economía por los beneficios que puede traer, se debería hacer de una manera organizada y escalada, de forma tal de no tirar por la borda todo el camino realizado.