El AfD, el partido de extrema derecha que no deja de crecer en las encuestas de cara a las elecciones alemanas del 23 de febrero, se posiciona invariablemente como el segundo partido en intención de votos, con un 20-22% a su favor. Partido creado en febrero del 2013 y relegado por años a una posición más bien marginal en la política y en las instituciones del país, es la primera vez en su historia que oficializa la candidatura para la Cancillería alemana, como se denomina allí a los primeros ministros.
El pasado 29 de enero el Bundestag (Parlamento) alemán fue el epicentro de un sismo político, institucional y social que se propagó hasta el domingo 4 de febrero, cuando cientos de miles de personas salieron a las calles de Berlín, y otras ciudades del país. Ese miércoles se aprobó una moción no vinculante en relación a un proyecto de ley, que proponía controles más estrictos en la inmigración y en las solicitudes de asilo.
El proyecto fue presentado por Friedich Merz, el líder de la Unión Demócrata Cristiana (CDU), principal candidato a ser futuro canciller del país con el 30% de los votos, de acuerdo a los sondeos de las elecciones anticipadas que tendrán lugar el 23. La polémica, sin embargo, no fue tanto la letra del mencionado proyecto, sino el hecho de que su aprobación se logró gracias al voto positivo de Alternative für Deutschland (AfD), un partido de derechas, nacionalista (concepto que sigue produciendo escozor en países como Alemania), fuertemente anti-inmigratorio, originariamente euroescéptico, y con un discurso que se ha ido radicalizando, y ha adoptado posturas “revisionistas” en relación a la historia reciente del país.
Alice Weidel, economista de formación y desde el 2022 vicepresidenta del partido AFD (conjunta con Tino Chrupalla), fue elegida por unanimidad para representar al AfD en el congreso que tuvo lugar el 11 de enero en la ciudad de Riesa, en el Estado Federal de Sajonia. No es casualidad la elección del lugar, siendo este Länder del este del país uno de los principales bastiones electorales del partido, donde escalaron a poco más del 30% de votos en las elecciones federales de septiembre del 2024.
Por otro lado, el hecho de que el AfD sea la segunda fuerza en intención de voto, lo posiciona como un bloque clave a la hora de hacer alianzas y promover medidas en el Bundestag. Si bien Merz había dicho hace apenas unas semanas que la CDU -que en el Parlamento confluye con la Unión Social Cristiana de Baviera (CSU)- no haría ningún tipo de coalición con el AfD una vez en el gobierno, la aprobación conjunta de la moción no vinculante del pasado miércoles marcó un precedente, que tanto políticos como gran parte de la sociedad civil alemanaven como un riesgo para la continuidad democrática en el país. Fue la primera vez, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, que se obtuvo una mayoría con el apoyo de un partido del calibre del AfD, uno de cuyos líderes, Björn Höck, dijo en el año 2017 que el monumento en recuerdo de las víctimas del Holocausto en Berlín representa una “vergüenza” para Alemania.
La ruptura de este tabú en la política alemana provocó una ola de descontentos y críticas, que iniciaron puertas adentro. Angela Merkel, ex Canciller alemana por 16 años consecutivos por la CDU, quien no suele dar declaraciones públicas desde su retiro de la vida política, expresó abiertamente su repudio por la maniobra efectuada por Merz para aprobar una reforma en materia migratoria y de asilo (la misma Merkel que, en sus años de gobierno, promovió el “Welcome Refugees” en plena crisis del 2015, y quien impuso a rajatabla la necesidad de un “cordón sanitario” para impedir la participación de las derechas en las coaliciones parlamentarias). La sociedad civil también se hizo escuchar: desde el miércoles pasado comenzaron las manifestaciones en distintos puntos del país, pero la gran convocatoria fue la del domingo 2 de febrero, donde sólo en la ciudad de Berlín se congregaron alrededor de 200.000 personas (la policía contabilizó 160.000 y los organizadores del evento, 250.000), para reclamar a la CDU su alejamiento de la derecha. No se trató sólo de un quiebre en la institucionalidad de Alemania. Desde fines de la Segunda Guerra Mundial a la fecha, los alemanes fueron desarrollando un profundo sentimiento de culpa por la historia reciente de su país e, incluso, de vergüenza por cualquier atisbo de nacionalismo. Los consensos democráticos están, por primera vez en décadas, en entredicho.
De un partido marginal, a ser el elegido por 1 de cada 5 alemanes
Alternative für Deutschlandse fundó en febrero del 2013 en la ciudad de Berlín. Nació como un partido nacionalista y fuertemente conservador, con una marcada postura euroescéptica que impulsaba la salida de Alemania de la zona del euro, y proponía recuperar la autonomía en materia de política económica. En sus orígenes fue un partido de economistas y profesores universitarios (en su mayoría), con un discurso centrado en el descontento general, producto de la crisis económica que golpeó a la UE en el 2010 (post crash financiero en los Estados Unidos, en 2008-2009). Se opusieron a los planes de “salvataje” aprobados por la Comisión europea, para la recuperación de la economía griega, y se sumaron a la retórica anti establishment de Bruselas. El mismo año de su fundación, el AfD se presentó a las elecciones federales, pero no alcanzó el piso del 5% para ocupar algún escaño parlamentario. Por entonces, el partido se mantenía en los márgenes institucionales, y se catalogaba como un “partido de indignados”.
Los primeros triunfos llegaron en el 2014, cuando el AfD logró representación en tres parlamentos regionales. Aun así, los medios y la política alemana insistían en denominarlo un “partido de protesta”, con electorado volátil. Los problemas, sin embargo, venían del frente interno. A partir de ese año, el AfD se vio envuelto en internas entre una facción “moderada”, que pretendía mantener una imagen conservadora y liberal en lo económico (aquí se encontraba Björn Höck), y otra que presionaba para radicalizar aún más las posturas del partido. Por esos mismos años, algunos líderes del AfD comenzaron a participar en manifestaciones del grupo Pegida, acrónimo de “Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente”, quienes (como bien dice el nombre) se oponían a la inmigración, y a cualquier tipo de “infiltración foránea” a la cultura alemana, a la vez que sostenían posturas antisemitas.
Para el 2017, el AfD logró posicionarse como tercera fuerza nacional, alcanzando casi el 13 % de votos en las elecciones federales. ¿Qué había pasado en el medio? La crisis de refugiados del 2015, y la decisión de Merkel de abrir las fronteras del país, permitiendo el ingreso de millones de refugiados, mayoritariamente provenientes de Siria. Esto dio pie a la completa radicalización de la retórica del AfD, lo que se tradujo internamente en la expulsión de sus miembros más “moderados”. El discurso anti-inmigración se encendió con las imágenes de los millones de refugiados que ingresaban cada día al país, lo que generó un inevitable colapso en los sistemas de acogida, un agotamiento de las autoridades y fuerzas de seguridad, así como problemas derivados de la integración de los recién llegados. Esta situación se replicó, aunque en menor escala, en marzo del 2022 cuando miles de ucranianos comenzaron a llegar a Alemania (sobre todo a Berlín); ahora en un contexto de crisis económica, recesión, y recorte presupuestario.
El discurso «revisionista” comenzó a ser más frecuente en las declaraciones de los líderes del AfD, generando un completo cambio de perfil del partido. El euroesceptisismo ya no tenía el impacto electoral de algunos años atrás, y la retórica del partido pasó a centrarse en la necesidad de recuperar lo propiamente alemán, de (re)definir una identidad que se veía amenazada en un actual contexto multicultural. Siendo los inmigrantes, y sobre todo los que profesan el Islam, la principal amenaza a la sociedad, y de redimir las personalidades de la historia alemana, en definitiva, de (re)educar a la sociedad en un sentimiento de orgullo por ese pasado.
El Afd sufrió un retroceso en el 2021, aunque sólo perdió 5 escaños, y volvió a despegar en el 2024, en las elecciones del Parlamento europeo en junio (obtuvo el 15,9% de votos, siendo la segunda fuerza alemana), y en las elecciones de los Estados Federales de Sajonia (32,8%, primer puesto), y de Turingia (30,6%, segundo lugar a poco más de un punto de diferencia con la CDU), en septiembre.
Hoy día, y a dos semanas de las elecciones en Alemania, el partido ahora liderado por Widel tiene una intención de votos que escala al 22%. Si bien se espera que gran parte del porcentaje provenga del este del país (donde el AfD supo canalizar el descontento producto de la “fallida” reunificación alemana para este electorado), la realidad es que uno de cada cinco alemanes votará por el AfD, un partido que se presente como el único opositor a un establishment que ha gobernado por décadas, que, además, “sufre” los embates de la censura por parte de estos partidos mainstream.
Restringir la inmigración y el asilo
El proyecto de ley en materia migratoria que impulsó el líder de la CDU, catalogado como “polémico” por parte de la política y gran parte de la sociedad alemana, tenía como principal objetivo restringir la inmigración irregular en el país, y limitar los procedimientos de asilo. La decisión de Merz de avanzar en esta temática se dio semanas después de un ataque en un parque de la ciudad de Aschaffenburg, en Baviera, cuando un hombre de origen afgano atacó con un cuchillo a un grupo de niños de una guardería. Murieron un chico de 2 años, y un hombre de 41 (un transeúnte que intervino para detener al agresor), y resultaron heridos otras tres personas (entre ellas, una menor). El atacante, según informó la policía local, residía en un centro de acogida, y debía haber abandonado Alemania luego de expresar su voluntad de retornar a su país de origen, y de cerrarse su procedimiento de asilo. Por otro lado, según las autoridades, el hombre padecía una enfermedad mental, y no era la primera vez que incurría en actos violentos.
Más allá de esto último, el caso volvió a encender la chispa del discurso anti-inmigratorio en toda Alemania. En agosto del 2024, se produjo un episodio similar cuando un hombre, solicitante de asilo procedente de Siria, y que debía haber sido deportado del país, atacó con un cuchillo y mató a tres personas en Solinge.
En este contexto, Merz, decidido a “dar una solución a la sociedad”,envió al Bundestag un proyecto para restringir la legislación en materia migratoria y de asilo. Entre los principales puntos de la moción que se aprobó el pasado miércoles, se pueden mencionar las siguientes -todas las cuales, sin embargo, presentan limitaciones no sólo ante la legislación alemana, sino que contradicen la regulación de la Unión Europea (UE) en la materia. En primer lugar, el proyecto propone el control permanente de las fronteras del país por parte de las fuerzas policiales a las cuales, además, se les conceden mayores atribuciones con el objetivo de aumentar la seguridad interior.
Como parte del espacio Shcengen, Alemania sólo podría solicitar a la Comisión de la UE un refuerzo del control de sus fronteras, y “en caso de amenaza grave del orden público”. En segundo lugar, el proyecto propone impedir la entrada al país de todo aquel que no tenga los documentos válidos, incluso de aquellos que deseen solicitar asilo en Alemania. Esto aplica también a quienes tengan familiares en un procedimiento judicial para obtener el asilo en Alemania, lo que impediría la “reagrupación familiar”. Este punto infringe la legislación internacional en la materia, además de generar tensiones con los restantes países de la UE (muchos de los cuales, hoy en día, también presionan para expulsar a los solicitantes de asilo de sus territorios).
Por último, Alemania propone declarar la “emergencia nacional” para desviarse de las normas europeas de la ley de asilo, con argumentos como los crímenes cometidos por los solicitantes y la actual situación de colapso del sistema de acogida. Este es el punto más áspero, ya que la presión de Alemania en la materia, podría desencadenar una completa reforma del sistema de asilo en toda la UE.
Luego de la polémica aprobación de la moción no vinculante el pasado miércoles, el proyecto de ley pasó nuevamente por votación, el viernes 31 de enero, en el Bundestag. Esta vez, con 350 votos en contra, frente a 338 a favor y 5 abstenciones, el proyectó fue rechazado, siendo decisivos los 12 votos por la negativa por parte de las mismas filas de la CDU.
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