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Entre la batalla cultural y la barbarie civilizadora

La manera de conducción de Milei (El Javo) y su hermana (El Jefe) Karina, que se fueron a la guerra en la Provincia de Buenos Aires como Marlborough, sin saber cuándo ni cómo volverán, provoca en la propia tropa miedos y fanatismos precautorios. La cosa es no quedar en la mira de los arranques de furia reparadora de una ortodoxia propia de los hermanos que nadie conoce, pero tampoco pone en duda su existencia. Entonces la fórmula para conservar puestos, privilegios y negocios, como lo ejemplificó recientemente el secretario de Cultura, consiste en ser preventivamente un libertario a la enésima potencia, brutal y para todo terreno.
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Por Jorge Landaburu

Su padre fue un partisano piamontés que llegó a la Argentina y se radicó en Arroyo Cabral, localidad del departamento General San Martín de la provincia de Córdoba, en 1948. Seis años más tarde allí nació María Teresa Andruetto, quien se formó en la Universidad Nacional de Córdoba y devino escritora especializada en Literatura Infantil y Juvenil, dando a la imprenta varios libros bien recibidos por la crítica y con creciente aceptación pública. También escribió poemarios, novelas y colecciones de cuentos, y su obra mereció distinciones prestigiosas, al punto de ser la primera escritora argentina (y en lengua española) ganadora en 2012 del Premio Hans Christian Andersen de Literatura Infantil y Juvenil. Entonces el anuncio de que pronunciaría un discurso en la inauguración de la 33º Feria del Libro Infantil y Juvenil no pudo menos que despertar justificadas expectativas en organizadores y público, en todos, menos en el señor Leonardo Cifelli, secretario de Cultura de la Nación, que decidió no concurrir a la cita.

Estaban en el acto inaugural el presidente de la Fundación El Libro, Christian Rainone, el director artístico Pablo Silva, a cargo del ex Centro Cultural Kirchner y ahora Palacio Libertad/Centro Cultural Domingo Faustino Sarmiento, la directora de la Biblioteca Nacional, Laura Soto, varios escritores y editores como Canela, Juan Manuel Pampín, Ezequiel Martínez, Susana Itzcovich y Mario Mendez, entre otros, pero Cifelli no estaba, ni tampoco hubo quién lo representara.

Fue una situación embarazosa para el presidente de la Fundación El Libro porque Cifelli, el secretario de Cultura, funcionaba de alguna manera como el anfitrión de la Feria. Pero la resolvió con una mezcla de diplomacia y ubicuidad: “Aunque no pudo estar presente –dijo, apenas engolando la voz– quiero agradecer muy especialmente a Leonardo Cifelli, secretario de Cultura, por darnos la oportunidad de volver a realizar este evento en el Palacio Libertad. Quería contarles que desde la Fundación el Libro estamos impulsando algunas acciones para fortalecer el vínculo con el libro en la infancia y la juventud, con la idea de que visitar una feria no sea solo una salida educativa sino una experiencia deseada, estimulante, que se recuerde y se comparta.”

Muy bien, pero la inauguración de la 33º Feria del Libro Infantil y Juvenil se daba en el contexto de la conmemoración del 31º aniversario del atentado terrorista en Buenos Aires contra la AMIA (hecho que arrojó 85 víctimas fatales y alrededor de 300 heridos), de la continuidad de los ataques del ejército israelí en la franja de Gaza sin perspectivas de una tregua cercana, y del avance en esa región de la desnutrición a causa del bloqueo de Israel a la ayuda alimentaria.

Así que hacían al contexto de la inauguración de la Feria no sólo el eco de las sirenas que a las 9:53 de la mañana, la hora exacta del ataque terrorista contra la AMIA, sonaron en el masivo acto conmemorativo, sino  también la resonancia de palabras como las escritas por el periodista Luis de Vega desde Jerusalén para El País: “Al menos 130 personas han muerto en las últimas 24 horas, de las que 73 han perdido la vida este domingo cuando iban a recoger comida.” Y también: “Mueren al menos 73 gazatíes por disparos israelíes en puntos de reparto de comida en medio de un creciente riesgo de hambruna.” E incluso: “Estos días, las imágenes de menores muertos o en estado crítico, con sus cuerpos cadavéricos por falta de alimentación en Gaza se han multiplicado. Son víctimas inocentes de la guerra con nombres y apellidos: Yahya Fadi al ajjar, un niño de tres meses; Sanaa Al Lahham, una niña de año y medio; Razan Abu Zaher, una niña de cuatro años; Jawad Al Anqar, un niño de un mes… todos han muerto en las últimas horas por falta de alimento o complicaciones derivadas de la malnutrición.”

Por su parte el periodista Hatem Khaled de la Agencia Reuters daba cuenta de que hasta el momento, durante la etapa actual de la guerra, la desnutrición ya se cobró 76 niños y 10 adultos muertos, dato estadístico que el Ministerio de Sanidad palestino calificó como “masacre silenciosa” en un comunicado reciente. Y agregó: “La vida de hasta 600.000 niños menores de 10 años corre peligro debido a la desnutrición, incluyendo 60.000 bebés privados de fórmula infantil y, además, hay 60.000 mujeres embarazadas desnutridas. El Estado judío lleva meses empleando el hambre como arma de guerra.”

Según Hatem Khaled las autoridades sanitarias aseguran que además de los muertos en el enclave palestino (durante la actual contienda ascenderían a más de 58.000, la mayoría mujeres y menores) la Franja “está experimentando las peores etapas de la hambruna, alcanzando niveles de catástrofe en medio de un silencio internacional sin precedentes”, y exigen por lo tanto “la apertura inmediata de los pasos fronterizos para permitir la llegada de alimentos y medicamentos”. Se manejan cifras escalofriantes: 870 muertos durante los tiroteos en los lugares de distribución de alimentos (según la ONU), cantidad que llega hasta 900 muertos y 6.000 heridos según fuentes palestinas. Incluso el influyente (y progresista) diario israelí Haaretz denunció que militares de su país han recibido órdenes de disparar a civiles desarmados que van por comida a puntos de la Gaza Humanitarian Foundation. Sin embargo, como recientemente advirtió el periodista argentino Aleardo Laria, aunque todos los días El País publica noticias por el estilo, en la prensa argentina no aparece ni una línea. Y concluyó: “Por ese motivo en los países europeos existe una mayor sensibilidad hacia lo que acontece en Gaza.”

Así las cosas, al pronunciar su discurso inaugural de la 33º Feria del Libro Infantil y Juvenil en el Salón de Lujo del Palacio Libertad la escritora María Teresa Andruetto decidió rasgar los velos de la hipocresía (porque “no puede hoy la literatura infantil desviar la mirada de Gaza”, diría seguidamente) y pidió un minuto de silencio por las víctimas del atentado contra la AMIA y por “los 25.000 niños gazatíes muertos bajo las bombas, el hambre y la sed”. Además en otro pasaje del discurso recordó a la psicóloga y socióloga Silvia Bleichmar, quien dijo en su momento que por el volumen de los privilegios muchas vidas terminan ignoradas, excluidas del campo de lo socialmente perceptible. Y también Andruetto reivindicó a la lectura, que no sólo da material para pensar sino también para imaginar, aseguró, lo cual en sí mismo constituye un “acto de resistencia ante la maquinaria del poder”.

Las palabras de Andruetto fueron sustanciosas, comprometidas y felizmente esperanzadoras, pese a que abordaron con valentía varios núcleos duros de la crisis contemporánea. Compartió con el público citas de numerosos autores necesarios para comprender lo que sucede, apelando a ellos para ilustrar, entre varias otras cosas, algunas ideas referidas a cómo resistir los embates del presente.  Y entonces recurrió a la imagen de las luciérnagas, con su tenue luz intermitente, pero que persisten y simbolizan la resistencia en tiempos oscuros. Tomó esa imagen del gran historiador del arte George Didi Huberman, quien la ofreció en “La supervivencia de las luciérnagas”, texto a su vez inspirado en algunas reflexiones de Pier Paolo Pasolini. La idea es simple: funcionan como imágenes-luciérnagas las manifestaciones artísticas aptas para trascender con luz propia, las que desafían a la destrucción y a la oscuridad, y despliegan una suerte de política menor de resistencia. En definitiva, son focos de resistencia social y estética, de señales en medio de la noche, de resplandores en tiempos en los que la crueldad se actúa y se exhibe con total obscenidad. Y María Teresa Andruetto agregó que también “la educación literaria resiste el afán de domesticación, y abre puertas hacia mundos posibles”.

Los concurrentes siguieron el discurso inaugural con tanto interés como entusiasmo, a sabiendas de que oían palabras de veras importantes y tributarias de la libre expresión, palabras pronunciadas no para clausurar sentidos diversos y sino para comenzar a debatirlos. Cuando terminó de hablar, María Teresa Andruetto fue ovacionada por todos, salvo por los ausentes como el secretario Leonardo Cifelli, que a la mañana había integrado la comitiva oficial encabezada por Milei en el acto por el atentado a la AMIA, pero en horario vespertino, para la inauguración de la 33º Feria del Libro Infantil y Juvenil, prefirió no estar.

Pero hay que comprender que la situación de Cifelli es difícil, sobre todo porque la Secretaría de Cultura interviene en un sector donde los energúmenos, como los que organizaron el Derecha Fest en Córdoba, no abundan. Hay que comprenderlo: en un ámbito desbordante de acechanzas a cada paso lo debe atormentar una pregunta con formato leninista: ¿Qué hacer para no quedar pegado a los hechos y no caer en la volteada? Por lo pronto, habrá que evitar la foto inculpatoria, habrá que pegar el faltazo, como tituló Clarín (qué vergüenza) y lanzar después un comunicado: “Decidí no asistir a la inauguración de la Feria del Libro Infantil y juvenil porque, como hemos repetido una y otra vez, la política nada tiene que hacer en la cultura. Yo no voy a acompañar el show de una persona que aprovecha ese espacio para sus posicionamientos ideológicos.” Eso dijo para justificar el faltazo clarinado, y entonces en LaNación+ (qué vergüenza) advirtieron “que, al parecer, conocía de antemano el contenido del discurso de Andruetto”.

El secretario de Cultura salió mal parado del atolladero. A nadie gustó su ausencia, y menos aún que intentara justificarla manifestándose partidario de suprimir la política en su área, de considerar “política” la expresión de solidaridad con las víctimas del terrorismo en la AMIA y con los niños y niñas de la franja de Gaza. Tampoco gustó que manifestara desconfianza de la luminosidad de las luciérnagas y de las alusiones sutiles a un futuro esperanzador. Y que se mostrara, en sentido figurado, como quien tiene una tripa gorda en el lugar del corazón.

Fuente yahoraque.com