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Industriales nerviosos y confundidos

Por Roberto García.
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Se vende el avión de YPF que Cristina Fernández de Kirchner utilizaba para sus viajes de placer, un capricho legal de inspiración monárquica que la adicta a ese servicio lo utilizó como vicepresidenta, como presidenta y, antes cuando era primera dama de Néstor. Tiempos añejos en los que habilitaba el mismo vuelo para que le acercaran a Río Gallegos los diarios porteños, estar bien o mal informada: un canillita aéreo que recorría la pavada de 5.000 kilometros, ida y vuelta, solo para hojear papel usado. Aquella veleidad era menos explicable que la de este último ciclo gubernamental, cuando se servía de la empresa petrolera por razones familiares, visitar a los nietos en “su lugar en el mundo”. Ahora se vende el avión de la diva del sur cuyo costo excede el de un pozo y medio de Vaca Muerta. Fuera de temporada para la reina.

Al margen de pesquisas, juicios, condenas o cuestionamientos éticos, se elimina el juguete preferido de la viuda de Kirchner. Una anécdota, si uno desatiende el costo del kilómetro volado durante tantos años, un símbolo de la vanidad oligárquica que hoy constituye un epílogo: ya no podrá aspirar a ninguno de los dos cargos claves en el país. Se disuelve más que el peso argentino, a menos que se convierta en el Velasco Ibarra ecuatoriano que se hizo reelegir media docena de veces aun pasados los 80 años. Coincide este arrastre al foso con otro descenso, el de su odiado rival Mauricio Macri, quien padece el sino de la dama, la misma imposibilidad de acceder al Everest rosado en el futuro. Ya fue. Para colmo, al ingeniero –cuya fortuna se deprimirá aún más si hoy pierde en las elecciones de Boca– lo acecha la diplomática indiferencia de Javier Milei, a pesar de las manifestaciones de amor proclamadas por el fundador del PRO. Sabe que cualquier humano con aroma macrista, que los hay, difícilmente acceda a una primera línea del nuevo gobierno: el cerco de Olivos se aterra ante el eventual entrismo o ciertos apellidos del pasado. Igual Macri confía en Milei. Le atribuyen este concepto: si me traicionaron favoritos como Horacio (Rodríguez Larreta), Peña (Marcos), María Eugenia (Vidal) y Patricia (Bullrich), voy a apoyar en lo que haga este nuevo amigo, sin pedirle nada. Ese reproche, no pedir, es el que más reclaman sus seguidores, implacables para mojar la media luna en el café con leche, como diría Jorge Asís. A pesar del escaso salario que paga el Estado. Esa demanda lo excede, tiene su propia realidad: también él, como Cristina, ya es un capítulo cerrado para las ligas mayores.

Por el advenimiento Milei, quien sigue mañana con el lanzamiento del DNU gigante, la ley ómnibus de doble cuerpo que incluye reformas de todo tipo y gusto, junto a las imperfecciones, retrasos (tardaron una semana para hacer decretos) y contradicciones típicos del novel gobierno. Y posibles revisiones. Por ejemplo, un Luis Caputo que pretende sanear el peso y al mismo tiempo dice que va a la dolarizacion, también mañana le explicará a una UIA confundida la conveniencia de importar insumos con dólar a 940 para luego venderlos, transformados, a 730. Parece una broma de vendedor ambulante. Ni con la bendición del pope de la institución, Paolo Rocca, se calma a los industriales: la ecuación de un dólar con otro no cierra, y además provoca una contracción económica extraordinaria. Una verdadera hiperrecesión. Como si no fuera suficiente la hiperinflación que dejaron los Fernández y que, en alguna medida, ahora se estimula con una rara dieta: al gordo le dicen que debe comer más para adelgazar. Con ese prospecto, algo sale mal.    

Las cabezas de la UIA, sin embargo, habrán de agradecer otro dato del ministro: el vasto volumen Sturzenegger (Federico) del DNU a conocerse mañana con un paquete de reformas al rubro laboral, de eliminación de estatutos, corte de multas y liquidación de tasas indemnizatorias. Este compendio puede acelerar la inquina de los sindicatos que dudan en acompañar a la movilización del 19 y 20 que impulsa el trotskismo y algunas organizaciones sociales para probar el nuevo reglamento de circulación callejera promovido por la ministra Bullrich. Se justifican en el aniversario trágico del golpe de Estado a Fernando de la Rúa. Más la demanda por bolsas de comida o alimentos en distintos puntos del país y, quizás, colados insurrectos con honderas y tornillos para provocar daños.

Los gremialistas con cierta tradición abjuraban de inscribirse en esta manifestación, no se sentían particularmente tentados a ir del brazo con quienes van a reclamar planes y otros a gritar por la educación pública, la tv pública, la salud pública, por los amores sáficos, el LGTB, movimientos feministas o andróginos, “ñoquis” de sémola, papa o espinaca de la administración. Ahora deliberan esos tradicionalistas del movimiento obrero para acompañar la marcha, creen que el lugar más sensible del hambre ya no es solo el bolsillo, como decía Perón, sino la dentadura o la boca para comer, que la alta inflación hoy amenaza continuar por varios meses. Aunque haya paritarias libres.

Ni siquiera la versión de que el FMI seguramente aceptara la renovación de los créditos a vencer en los próximos meses podría descongelar la marcha programada. Por el contrario, sus promotores rechazan esa concesión internacional, inclusive la posibilidad de que en marzo el organismo aporte un fondo adicional para atravesar la crisis hasta que en el segundo semestre empiece la lluvia de dólares de la cosecha. Raro el criterio revulsivo de los manifestantes: quizás hubieran aceptado que esto fuera alcanzado con Sergio Massa en el gobierno, quien al FMI le prometió un déficit de uno por ciento en el ejercicio próximo. Una diferencia relativamente mínima con Milei, quien asegura que habrá déficit cero.

Fuente Perfil