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La carrera (segunda parte)

Contra Mitre - columna editorial del Dr. Luis Alen
¡Compartilo!

Pasaron las clasificatorias. La Tribuna de Doctrina y sus seguidores quedaron al borde del
éxtasis: el odiado populismo solo obtuvo un tercer puesto, detrás del melenudo aullante y
de la saltimbanqui. Rápidamente, proclamaron (por enésima vez) el fin del peronismo. Pero,
como dijo algún impresentable, pasaron cosas…

Ocurrió que el motosierrista creyó que ya estaba. Que la maldita casta había sido derrotada
de una vez y para siempre y que ahora tocaba el turno de sepultar a la cambiante. Que de
tanto cambiar ya no sabía quién era, lo que quedó demostrado en cada intervención que
tuvo. Algunas tan desorbitadas que ni siquiera sus habituales entrevistadores, corifeos
todos de la derecha recalcitrante, podían entender qué les decía la candidata.

De repente los encuestadores, la mayoría de ellos tan poco fiables como de costumbre,
comenzaron a pronos>car que habría una segunda vuelta, y que la multicambios quedaría
afuera de la misma. Vinieron los debates: el supuesto león quedó como un ga>to mimoso
de los dueños del poder, y la saltimbanqui primero se excusó en una supuesta dolencia y
después redobló su apuesta contra el kirchnerismo, sin advertir que en las boletas de Unión
por la Patria el apellido que repudiaba solo aparecía perdido entre las candidaturas
provinciales.

Y el ministro candidato comenzó a tomar medidas que, aunque con casi cuatro años de
demora, eran las que las mayorías esperaban. Populismo clientelista, bramaron desde la
derecha. Gasto irresponsable que nos lleva a la hiper inflación, profetizaban los gurúes de
las finanzas mientras volvían, una y otra vez, a desplegar su arsenal de maniobras
desestabilizantes para que sus predicciones su cumplieran.

Como la frutilla del postre, del lado de los liber(o)tarios se abalanzaron contra los derechos
humanos. Con su triunfalismo a cuestas, repitieron el catecismo que hace tiempo predica
LA NACIÓN negando que haya habido un genocidio, que las víctimas sean las al menos
treinta mil que se conocen, que los represores hayan sido criminales de lesa humanidad. Y
la cambista prometió reconocimientos para los condenados por esas atrocidades masivas.

En la cúspide de sus paroxismos, una adelantaba que en su gobierno reinarían la paz y el
orden (de los cementerios), que arrasaría con todos los derechos que se le pusieran por
delante, empezando por las garantias del debido proceso, y que la cárcel era el des>no
prometido para los gremialistas, mientras el desmelenado se abrazaba con lo peor de la
burocracia sindical y desde su campamento prometian terminar con el Papa, la educación
sexual, la ley de interrupción voluntaria del embarazo y garantizaban como novedad el
derecho a renunciar a la paternidad.

Uno se pregunta, ¿qué clase de delirio aqueja a las distintas expresiones de la derecha
argen>na que las lleva a no conocer otro discurso que el del odio y a no prometer más que
desgracias generalizadas? ¿Desconocen tanto hasta la propia historia de su país y la de los
prohombres del liberalismo que en otros tiempos construyeron una patria para pocos, sobre
la sangre y el sufrimiento del gauchaje levantisco y la miseria de tanto inmigrante que se
agolpaba en los conventillos más sórdidos, que arremeten contra leyes que imaginaron Roca
y Sarmiento, por citar solo algunos ejemplos?

Cuando empezó a quedar claro que a la cambiapieles no le aguardaba más que el exilio de
la política, tanto que su propio impulsor la abandonaba sin pensarlo ni un momento, al felino
sumiso le pareció adecuado prometer que con su mandato la Argentina volvería a ser la
potencia mundial que imaginó destruida por el yrigoyenismo primero y el peronismo
después. Ignorando, claro está, que esa idea de país nunca se compadeció con la realidad,
que las condiciones humillantes en que vivía la mayor parte de la sociedad fueron
denunciadas por el informe de un liberal (Bialet Massé), y que las expresiones del campo
popular que tanto detesta surgieron para romper las cadenas que otros que también se
decían liberales habían impuesto para garantizarse su predominio.

Contra toda esa serie de ominosos futuros que teñían con los colores más oscuros el
panorama electoral, el repudiado peronismo se agrupaba y comenzaba a recuperar el
terreno perdido en casi cuatro años de indecisiones y claudicaciones. Así llegó la nueva
carrera, el 22 de octubre. Y otra vez la mayoría de los encuestadores demostraron que si en
algo son infalibles es en dar pronósticos equivocados. Unión por la Patria se llevó la primera
posición, el enemigo del Va>cano quedó atrás, a casi siete puntos de distancia, y la ex
montonera ex menemista ex aliancista y otros ex que no vale la pena enunciar se hundió en
el abismo de la derrota sin regreso.

¿Qué pasó, se preguntaron los sesudos analistas? Uno podría aventurar algunas respuestas.
Cuando en el nefasto noviembre de 2015 el ingeniero sin ingenio ganó las elecciones no lo
hizo anunciando lo que se venía. Al contrario, prometió que todo lo bueno continuaría y que
se le agregarían nuevos beneficios. La gente le creyó, pese a las acertadas advertencias del
candidato derrotado, y entramos a los cuatro años de destrucción que si no fueron peores
es porque al mandamás amarillo le gustaba más irse de vacaciones o mirar Neclix que tomar
medidas de gobierno.

Ahora la cosa fue distinta: envalentonados por lo que creían una victoria segura, los
derechistas anunciaron sus propósitos reales. Para una, la destrucción de las conquistas
laborales, la represión como respuesta a cualquier reclamo social, el fin de la educación y la
salud públicas, y una serie de divagaciones acerca de una filosoda que se ocuparía de la
gente que llora. Para el otro, la demolición del banco central, el fin de la moneda nacional,
la militarización de la seguridad, la ruptura de relaciones con las tres cuartas partes del
mundo, el freno al proceso de Memoria, Verdad y Juti>cia y la promesa no muy oculta de
que si no le hacían caso terminaría también con el Congreso y el Poder Judicial.

La gente está enojada (con razón) pero no para aceptar mansamente la vuelta a la
esclavitud. Y el resultado de esta primera vuelta así lo demostró. Para peor, donde el
kirchnerismo se mostró más vivamente fue donde más votos obtuvo Unión por la Patria, y
Axel Kiciloff logró una más que merecida reelección.
Tan sólo un día antes de las elecciones, una editorial del pasquín de los Mitre-Saguier
arremetia contra cualquier prohibición del negacionismo, eso sí, disfrazando su amor por
los genocidas con una pretendida defensa del derecho a la libre expresión: “El mero ejercicio
de la libertad de pensamiento y expresión sobre hechos del pasado en modo alguno equivale
a realizar apología de delitos… La imposición de una sola ‘verdad’, sin aceptación siquiera
de otros matices o cuestionamientos a algunos de sus aspectos, es contraria a la libertad de
pensamiento, de prensa y de expresión… ha habido encarcelamientos por largo Cempo, sin
condena legal alguna, y hasta sin el debido proceso, de imputados de haber combatido un
terrorismo asistido desde el exterior” (22-10-2023 “Negacionismo y violación de la libertad
de pensamiento”). Palabras pensadas para encubrir el amor por los genocidas, porque lo
que no es aceptable es que se nieguen sus crímenes o directamente se los reivindique.

El mismo día, el pseudo literato Jorge Fernández Díaz proclamaba que “Casi el setenta por
ciento de la población huye de una forma de ejecutar la economía y ejercer la política. Se
desmorona el Muro de Berlín creado por el relato kirchnerista, y los escombros están llenos
de mensajes cifrados” y agregaba “ Hace cuatro años esta misma sociedad repuso por
amplio margen a los kirchneristas sabiendo de quiénes se trataba, en un acto de súbita
cancelación del ‘camino dificil’ y con la ilusión facilista de que era posible evitar todo
sacrificio: el resultado de esa frivolidad pavorosa es esta hecatombe” (22-10-2023 “La
democracia es inocente, la sociedad no tanto”). Parece que la realidad se empeña en no
parecerse en nada a sus folletines.

Conocido el resultado de los comicios, en la misma noche del 22-10-2023 Andrés Hatum
explicaba que “Massa, el ministro de un gobierno que está al borde del colapso, repuntó de
tal manera de dejar tercera a Patricia Bullrich y desplazó a Javier Milei del primer puesto.
Argentina es una caja de sorpresas”, cosa que habría pasado porque “Nuestro candidato
camaleónico aprendió rápidamente a adaptarse y generar la metamorfosis necesaria para
caer parado. Mientras avanzan las elecciones las radicalizaciones no son agradables para el
electorado y eso lo leyó Massa pero no Milei” (“Un líder camaleónico en un país
volátil”). ¿Será que la gente no quiere ese colapso tan anunciado?

Joaquín Morales Solá se decepciona. “Es raro, pero en los comicios de la víspera se impuso
el bombero que ayudó a apagar el fuego que el mismo bombero alzó. Solo una sociedad
muy confundida estuvo a punto de darle el triunfo en primera vuelta al representante de una
dinastia política que destruyó todos los stocks de la Argentina: desde las reservas de dólares
hasta la carne, pasando por la energía”. Habrá creído tan cerca la victoria de sus promovidos
que el resultado fue como una bofetada ruidosa y certera. Por eso arriesga una explicación:
“Juntos por el Cambio cayó casi seis puntos con respecto de las elecciones de agosto. Pagó
caro la falta de plasticidad que tuvo al no percibir que la dura disputa entre Patricia Bullrich y
Horacio Rodríguez Larreta se dio en un contexto en el que sus dos principales contrincantes,
Massa y Milei, no competian con nadie. Peor: el peronismo hizo lo que hace siempre; esto
es, se disciplina solo en las vísperas electorales hasta que conquista el poder”. Y cierra con
un reclamo para los dirigentes cambiemitas: “Deberán elegir un nuevo líder, porque ni
Bullrich ni Rodríguez Larreta están ya en condiciones de exigir esa jefatura política. Y, sobre
todo, deberán comprender que la victoria política es siempre el resultado de un trabajo
prolijo, dificil, arduo y constante”. Uno ahí siente la tentación de recordarle a don Joaquín
que cualquier cosa que signifique trabajo es contraria a la naturaleza de sus protegidos (23-
10-2023 “El vencedor menos pensado”).

Vamos cerrando. Con una advertencia que nadie debe ignorar: falta la prueba final, del 19
de noviembre. Que nadie se duerma en los laureles, la campaña sigue y hay que redoblar
los esfuerzos. Con mejor ánimo que el que se tuvo después de las PASO, pero con la
convicción de que los derechos no se defienden solos, hay que hacer lo posible y más
todavía para conservarlos y ampliarlos. Pero bueno, hasta los escribas de LA NACIÓN a veces tienen algún acierto. El 23-10-2023 Luis Tonelli tituló que “El milagro de Sergio Massa se
llama peronismo”.