“Cuidemos de las ucronías, esas figuras que consisten en plantear lo que no existe como si hubiera podido existir: lo que pudo haber ocurrido si Europa hubiera sido más abierta, más dialogante y más comprensiva con Rusia hoy y a la luz de lo que está ocurriendo carece de interés”, afirma con especial vehemencia el embajador José Luis Herrero Ansola (España), graduado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid. Con una maestría en Administración Pública por la Universidad de Harvard, ha trabajado en la Unión Europea, más precisamente en la Organización para la Seguridad y la Cooperación de Europa (OSCE) y en la ONU participando en diversas misiones en zonas de conflicto como Kosovo, Ruanda y Haití. También se ha desempeñado como director general del FRIDE, instituto de investigación independiente con sede en Madrid. Mientras la guerra, iniciada hace algo más de un mes en Ucrania con una imprevista invasión de las tropas rusas parece estancada en el dolor de millones de refugiados y desplazados, Europa se replantea qué hacer en el futuro próximo.
–¿Cree que hubo alguna responsabilidad occidental en la crisis presente?. ¿Resulta válido el uso que algunos analistas han hecho del sentimiento de humillación de Putin?
No creo que a estas alturas valga la pena ahondar en este debate que además no es nuevo y da la razón a la narrativa de una de las partes, es decir Rusia. Cuidémonos de las ucronías. No vale la pena ahondar en lo que habría ocurrido si la historia hubiera sido distinta a lo que fue.
Tras la caída de muro de Berlín hubo conversaciones relativas a los límites de la OTAN pero no acuerdos firmados. No hubo un tratado internacional firmado. Una de las características de las democracias en Occidente es que existe alternancia en el poder y esto supone que haya diferencias en la percepción de los temas internacionales de un gobierno a otro. Es cierto que tanto a Gorbachov como a Eltsine se les prometió que no habría Estados del ex Pacto de Varsovia que ingresaran a la OTAN y luego no ha sido así. Sin duda, Occidente pudo haberlo hecho mejor.
–De hecho, antes de la invasión y cuando ya sonaban los tambores de guerra, el propio Josep Borrell, encargado de Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión Europea, reconoció que Europa había cometido errores en su relación con Rusia.
Cierto, de hecho, después de Berlín hubo la guerra en Yugoeslavia en la que intervino la OTAN sin solicitar el consentimiento del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas como prescribe su carta. Luego vino la cuestión de Irak, Siria, Libia y otras. En todas estas crisis Europa podría haber tenido un comportamiento diferente y los resultados habría sido distintos.
Pero frente a esta corriente hay otra antagónica: que yo no comparto pero que es preciso tomar en cuenta y que sostiene que todo lo que ocurre en la actualidad estaba inscrito desde un inicio en la deriva autoritaria rusa iniciada tras la llegada de Putin. Lo que sí creo es que entre 1990 y 1995 hubo una extraordinaria ventana de oportunidad para un acercamiento real entre europeos del este y del oeste, incluyendo a Rusia. Era la idea de “la casa común Europea” de Gorbachov. También es cierto que, por ejemplo, en el caso de Polonia, las ayudas europeas fueron enormes lo que le permitió al país salir adelante. No fue así en el caso de Rusia. Hubo entonces una política de privatizaciones salvajes que concentró la riqueza en manos de un grupo mínimo. Y Europa no fue generosa con Rusia en aquel momento difícil. En ese contexto el discurso nacionalista de Putin alcanzó gran popularidad. Además, es cierto que Rusia logró en esos años un crecimiento económico innegable.
Para volver a la pregunta que me hizo, no creo que echar la totalidad de la culpa a factores externos sea un buen recurso. Rusia pudo haber ganado peso en Ucrania utilizando el “soft power” que suponía el desarrollo económico, el profundo conocimiento político del país, la lengua, una cultura común, sin necesidad de acudir a las armas.
–Pero toda lucha política, y esto ya se vio en otros conflictos, se acompaña de una guerra del relato, una guerra ideológica. Y esa batalla, Rusia la llevaba perdida en Ucrania desde hace mucho.
Pero habrían podido trabajar las grandes ventajas culturales que tenían, por ejemplo, hasta hoy los ucranianos consideran que la literatura, el arte, la historia cultural rusa es también la propia.
–-Cuando Josep Borell asumió el cargo que ocupa en la UE, en el 2019, declaró que Europa debía crear un sistema defensivo estrictamente europeo (es decir, sin EEUU y distinto de la OTAN). ¿Qué opinión le merece esta opción? ¿Cree que ,habida cuenta las marcadas diferencias existentes en el seno mismo de la UE, esta opción puede salir adelante?
Creo que esto está ya en el ambiente y se empezará a dar pasos decisivos en este sentido. Será una “defensa común europea” en la cual los países intervengan con sus fuerzas propias y variables. Pero no será una fuerza alternativa a la OTAN. En términos de seguridad global, Europa tiene que estar dentro del paraguas de la OTAN. Piense que Rusia tiene armas nucleares en cambio Europa, salvo Francia y Gran Bretaña que ya no está en la UE.no las tiene.Creo que, contra sus intereses, Putin ha redibujado un acercamiento entre la UE y los EEUU. El propio Emmanuel Macron dijo, durante el mandato de Trump, que la OTAN era obsoleta.
—Para algunos analistas esto implicaría una situación de poca seguridad para Europa porque en la eventualidad de un conflicto nuclear está mucho más expuesta que los Estados Unidos que tienen al Atlántico de por medio.
Pero ese es un factor vinculado a la geografía y que no resulta controlable. Para Europa, después de lo ocurrido en Ucrania, no existe otra alternativa que proseguir su alianza estratégica con los EEUU.
–Volviendo al conflicto actual, ¿cree que las propuestas expresadas por Putin en los esbozos de negociación realizados hasta la fecha, a saber, control total del Donbass y Crimea y “finlandización” de Ucrania ¿pueden llegar a ser aceptables?
Bueno, yo diría que lo ideal sería que no hubiera, en el futuro, una ampliación de la OTAN pero cuando uno viaja por los países de Europa del Este la opinión pública, los gobiernos y la “nomenklatura” están con frecuencia a favor de un acercamiento a Europa Occidental. Y el capítulo de Ucrania da la razón a los que querían entrar en la OTAN. Si Polonia y Hungría no fueran miembros de esta Organización estarían hoy mucho más intranquilos…como lo está por ejemplo Moldavia. Rusia con su actitud belicista les acaba de dar la razón.
En cuanto a las propuestas concretas: a Ucrania le va a costar mucho aceptar algunos puntos. Por ejemplo, la “desnazificación” es un absurdo. En Ucrania existen grupos nazis como los hay en el resto de Europa, pero casi no tienen representación parlamentaria, mucho menos que en otros países de la UE. Más bien, como su nacionalismo los hace especialmente combativos en el conflicto actual, podrán salir reforzados de esta guerra, hemos visto actuar a la llamada brigada Azov, integrada por neonazis. En realidad, lo que Moscú quiere es que Ucrania vuelva a funcionar como en tiempos de Yanukovich, como de hecho funcionan Uzbekistán, Kirguistán, Kazajistán, Turkmenistán, Azerbaiyán, Bielorrusia, etc. Con gobiernos afines a Rusia y sin procesos democráticos que los respalden.
Puede que Zelenski termine cayendo, pero no sabemos qué vendrá después. Extremando, podemos decir que hay dos escenarios contrapuestos. Uno es que Ucrania recupere la totalidad de su territorio. Me parece muy improbable. Otro es que Rusia tome toda Ucrania y la mantenga. Pero esto supondría afrontar después una guerra de desgaste que le resultaría muy costosa desde todo punto de vista. Lo más probable es pues que Crimea y el Donbass se queden en manos de Rusia. Tal vez Rusia intente conservar las centrales nucleares y abrir un corredor desde Mariúpol hasta Crimea, pero eso depende de si puedan o no controlar a la población. La tercera posibilidad es una escalada imprevisible que puede ser catastrófica
–Muchos expertos y el propio presidente Macron sostienen que el mundo no será igual tras esta guerra y se evoca una reestructuración del sistema geopolítico internacional en una bipolaridad que enfrentaría a un nuevo bloque euroasiático integrado por Rusia, China y la India y un bloque occidental euro-norteamericano. ¿Qué opinión le merece esto?
Pues espero que no ocurra. Este sería un mal escenario para el mundo.
–¿O sea que es preferible un mundo unipolar?
Depende de quién lo maneje: si una dictadura o una democracia imperfecta. Pero más allá del acercamiento entre Moscú y Pekín es importante notar que, a China, esta bipolaridad no le interesa. Los contornos de los nuevos escenarios aún están por definir. Es preciso preguntarse qué pasará con los Países del Golfo. Ha quedado claro que Europa necesita petróleo y gas, esto ha determinado situaciones impensables hace un par de meses como el acercamiento al régimen de Nicolás Maduro en Venezuela. Lo curioso es que los socios habituales de EEUU, como Arabia Saudita, no han respondido como Washington esperaba. Espero que no lleguemos reconstruir el “telón de acero”.
–¿Cómo se da la correlación de fuerzas tras las sanciones económicas a Rusia? Algunos analistas piensan que el Kremlin tiene capacidad de resistir un buen tiempo y que no afectaran a la elite política ni a Putin sino al pueblo ruso. En cambio, las democracias europeas no tardarían en sentir la presión popular debido al encarecimiento de la energía y de materias primas fundamentales como el trigo, el maíz, los minerales que se importaban de Ucrania y la inflación generalizada.
Es cierto, pero por desgracia no hay sanciones que sólo afecten a un sector de la población. Las que se han aplicado en algo dañan la estabilidad económica de Rusia. Los oligarcas rusos ya se han visto afectados por la congelación de sus bienes.
–Pero también Putin puede ahora volver a estatizar empresas que habían pasado a manos privadas
Es verdad que en Rusia esto no se ve mal. A la opinión pública rusa le parece estupendo que vuelvan los oligarcas trayendo su dinero. En el caso de Europa también es el consumidor el que va a sentir la presión. De hecho, los gobiernos europeos están buscando soluciones paliativas para esta nueva situación de carencia energética. Sin embargo, al mismo tiempo la guerra genera la posibilidad de redirigir procesos. De los dos lados. En el caso de Rusia y China: llevaban años buscando medios de pago alternativos al dólar y esto les permitiría escapar al sistema financiero americano. En Europa también llevamos lustros diciendo que es necesario disminuir la dependencia de las energías fósiles y ahora tendremos que actuar. Las importaciones de gas ruso disminuirán en dos tercios este año. Y EEUU venderá gas licuado a aquellos países europeos que dependían mucho del carburante ruso . También para América Latina se abren posibilidades interesantes. Lo que ha ocurrido con Venezuela es un ejemplo, pero otros países como Argentina, exportadores de grano o los países andinos exportadores de minerales pueden salir beneficiados con esta nueva situación. Ahora bien, el proceso inflacionario sí afectará a todos
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* Leyla Bartet nació en Lima, estudió periodismo en las Universidades de Estrasburgo y de la Habana, lingüística en las Universidades de San Marcos de Lima y de Nanterre, y sociología en La Sorbona. Lleva años combinando la labor periodística con la investigación en el campo de la sociología. Actualmente vive en París donde sigue ocupándose de periodismo y estudios sociológicos.
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