Por Alfredo Zaiat
En Estados Unidos, la potencia que le da a la maquinita de dólares sin pausa, evalúan como peligroso el plan de dolarización de Javier Milei. En el Fondo Monetario Internacional y ex funcionarios del organismo consideran que es una idea terrible. El Instituto de Finanzas Internacionales, entidad que agrupa a los más poderosos bancos del mundo, dice que el principal proyecto económico del líder de la ultraderecha es inviable.
A nivel local, grandes empresarios, representantes de las pymes y el mundo sindical, además de organizaciones sociales y fuerzas políticas, han expresado un abierto rechazo a la dolarización de la economía. La impugnación es contundente entre los dueños del capital: 123 de 125 consultados en una encuesta realizada por la agencia Reuters en IDEA expresaron el desacuerdo.
El presidente de la Corte Suprema de Justicia, Horacio Rosatti, se adelantó al afirmar que es inconstitucional. Hasta el grupo variopinto de economistas y financistas que rodea a Milei no se pone de acuerdo en si es conveniente o no la dolarización, si se puede aplicar y, en definitiva, si es lo que corresponde hacer para abordar el desafío de crecimiento de la economía argentina.
Así las cosas, el proyecto de dolarización de Milei puede entenderse de dos formas: es una mentira para convocar votos de personas ilusionadas con una fantasía o es una locura que igualmente se intentará instrumentar para terminar lanzando la economía a un desastre colosal.
La ilusión de manejar los tiempos de una hiperinflación
Con semejante arco opositor, ¿por qué Milei reafirma que avanzará de todos modos con la dolarización? Este interrogante tiene dos respuestas no excluyentes:
1. Porque es la principal bandera para captar votos de un sector de la población agobiado por la crisis de ingresos (inflación), aunque sabe que no podrá aplicarla debido a que no contará con los dólares ni los activos públicos suficientes para hacer la conversión y posterior desaparición de la moneda nacional.
2. Porque tiene una marcada disociación entre la realidad y las extravagantes elucubraciones teóricas, que lo lleva a reaccionar con violencia discursiva hasta evaluar que provocando una corrida cambiaria y bancaria allanará el camino de la dolarización.
La economía argentina puede ser lanzada a un ensayo de laboratorio sociopolítico que no tiene otro destino que el fracaso con costos inmensos para la mayoría de la población.
Milei con sus más cercanos colaboradores políticos libertarios considera que tienen capacidad de controlar un proceso de hiperinflación. Es una pretensión temeraria y de omnipotencia absurda. Desatadas las fuerzas que aceleran el desborde de precios y la inmediata violencia que provoca en la vida cotidiana, la situación pasa a ser inmanejable.
Como es un proyecto impracticable porque no están los dólares disponibles en el Banco Central, y desde Wall Street y organismos internacionales avisaron que no entregarán ni un dólar, lo que queda es concluir que Milei está vendiendo espejitos de colores para sumar votos. Si gana dirá que todavía no la puede implementar, y si pierde seguirá publicitando esta idea para continuar activo en el escenario político-mediático.
Informe lapidario de la banca internacional
Si para concretar la dolarización se necesita del apoyo financiero de capitales del exterior, y si la banca internacional que proveería esos dólares está en contra, de dónde sacará los dólares Milei para su plan que le permite cautivar a una porción del electorado. De ningún lado y sólo muestra que es una consigna tan gaseosa como «la revolución productiva» y «el salariazo» de Carlos Menem. Ambas promesas sirvieron para que el candidato de la oposición ganara la elección de 1989, pero inmediatamente no cumplió con ninguna de las dos.
El más reciente informe del Instituto de Finanzas Internacionales, elaborado por Martín Castellano y María Paola Figueroa, se pregunta: ¿Qué se necesita para conseguir los dólares para la dolarización? Lo dicen en pocas palabras: una dolorosa recesión además de una mayor inflación. Calculan que convertir los pasivos en pesos del Banco Central a dólares y al mismo tiempo evitar una crisis del sector bancario requiere de 30.000 a 40.000 millones de dólares.
Afirman lo que cualquiera con mínimo criterio económico sabe: «Es una propuesta poco realista en el corto plazo dado el saldo negativo de las reservas extranjeras netas y la falta de capacidad de endeudamiento». Apuntan que Milei enfrentaría desafíos significativos para recaudar dólares en el mercado vía emisión de bonos, ya que existe escaso apetito de inversores extranjeros por activos argentinos.
Sin financiamiento externo, indican que se necesita un gran superávit en la cuenta corriente, que deberá lograrse mediante la consolidación fiscal y ajustes en el tipo de cambio real. Estiman que incluso suponiendo un fuerte repunte de las exportaciones agrícolas, se necesita una reducción de las importaciones de 10% a 15% interanual para acumular reservas significativas. «Esto se traduce en una caída del PIB real de más del 3% en 2024″, concluyen.
Tasa internacional elevada y dólar fuerte
Con o sin dolarización, Milei ha incrementado el de por sí elevado nivel de incertidumbre económica. El contexto internacional también es desfavorable para este plan porque el escenario financiero global para los próximos años es de tasas de interés elevadas. Esto implica un diferencial de rendimientos a favor de los bonos de economías desarrolladas, el fortalecimiento del dólar y el endurecimiento de las condiciones financieras internacionales.
Encadenar la economía doméstica a una moneda dominante que se fortalece en relación a otras es condenarla al estancamiento y al atraso relativo. El argumento de que esto es lo que ha sucedido con la economía argentina en los últimos ocho o doce años, según quien haga el corte temporal de esta evaluación política, elude lo fundamental: una cosa es un retroceso temporal y otra muy distinta es condenarla a un estancamiento permanente.
Un reciente texto del economista del FMI Tobías Adrián advierte que los principales bancos centrales han decidido los aumentos de tasas de interés más pronunciados en décadas en los últimos dos años para controlar la inflación, y es posible que esa tarea aún no haya terminado. Han subido las tasas en 400 puntos básicos (cuatro puntos porcentuales) en promedio en las economías avanzadas desde finales de 2021, y alrededor de 650 puntos básicos en las economías emergentes.
Adrián afirma que la mayoría de las economías está absorbiendo este endurecimiento monetario agresivo, mostrando resistencia a la caída durante el último año, pero la inflación subyacente sigue siendo elevada en varias de ellas, especialmente en Estados Unidos y algunos países de Europa. Por lo tanto, el economista del FMI adelanta que es posible que los principales bancos centrales mantengan las tasas de interés más altas por más tiempo.
Esto implica un dólar apreciado en relación al resto de las principales monedas, lo que desacelera el ritmo de crecimiento de la economía mundial y consolida un flujo de capitales hacía Estados Unidos.
La economía argentina dolarizada sin capacidad de emitir dólares padecerá esta crisis el doble que el resto de la región. Por un lado, por el deterioro de la actividad global y el menor ingreso de fondos (financieros y productivos), y por otro, no tendrá la opción de depreciar la moneda propia como medida defensiva pues habrá renunciado a la soberanía monetaria.
¿Qué pasa si se dolariza la economía?
Esto es lo que se preguntan Emiliano Libman, Juan Martín Ianni y Guido Zack en el documento de Fundar «Argentina bimonetaria: cómo salvar el peso sin morir en el intento». Explican que para transitar el sendero de la dolarización hay que resolver al menos dos problemas fundamentales: canjear todos los pesos de la economía por dólares y alinear los flujos de ingresos y egresos del sector público.
La primera requiere definir el tipo de cambio al que se haría la dolarización. Para hacerlo, será necesario dividir la cantidad de pesos en la economía por las reservas internacionales en el Banco Central. El cálculo para esta conversión ofrece diferentes resultados según el supuesto de cantidad de dólares que haya. En cualquier escenario implica una megadevaluación de porcentajes todos disparatados cuyo desenlace es una hiperinflación e ingresos pulverizados.
La propaganda opositora que dice que nada puede ser peor de lo que se está viviendo en materia económica es de una inmensa deshonestidad intelectual.
El otro aspecto que abordan los investigadoress es interpelar acerca de cómo se alinearán los ingresos y gastos del sector público. Al no poder imprimir la propia moneda, cuando el gasto público sea mayor al ingreso, las opciones serán contraer deuda, aumentar los impuestos y reducir el gasto. «Quienes defienden este camino presumen que el solo anuncio de la dolarización (y las reformas necesarias para aplicarla) será suficiente para restaurar la confianza de los mercados internacionales y generar “una lluvia de inversiones” que evite este déficit», indican.
Las experiencias de Ecuador, Panamá y El Salvador muestran que la situación es más compleja. En estos casos, la dolarización ha exacerbado -o al menos no ha contribuido a reducir- la volatilidad económica. No elimina la posibilidad de incurrir en déficit fiscal y endeudamiento insostenibles, por lo que tampoco habrá una mejora en las condiciones de financiamiento del sector público y privado.
El absurdo de proponer un ajuste para dolarizar cuando se puede fortalecer la moneda propia
El argumento más pueril de Milei es que con la dolarización no habrá emisión monetaria y entonces «los políticos no van a robar». Libman, Ianni y Zack explican que para poder dolarizar la economía, además de conseguir los dólares –que no están y no estarán-, se necesitan las siguientes condiciones:
* Reducir el déficit fiscal y comercial a niveles financiables.
* Acumular reservas internacionales.
* Alinear precios relativos (tipo de cambio y tarifas).
* Hacer política de ingresos para frenar la inercia, ya que de mantenerse puede provocar una inflación residual en dólares que mine la competitividad.
La pregunta obvia es si estas condiciones son necesarias para un programa de estabilización con moneda propia, ¿para qué dolarizar la economía si se puede hacer lo mismo sin renunciar a la moneda nacional que de este modo se fortalecerá?
Es lo mismo que se preguntan desde la vereda de los financistas. En las conclusiones del documento del IFI antes mencionado, se indica que la dolarización exige varias medidas previas, como la reducción del gasto público, la eliminación de restricciones al mercado de divisas, la adopción de reformas que aumenten la productividad y la eliminación de rigideces en los mercados de insumos. «Dado que la mayoría de estas acciones debe ser parte de cualquier programa de estabilización, su implementación aumentará la confianza y reducirá los incentivos para optar por un régimen tan costoso», señalan los banqueros.
La incertidumbre antes de las elecciones llevada a niveles record
Milei presiona por un dólar lo más alto posible, como en su momento dijo Guido Di Tella, el futuro canciller de Menem, para así en tierra arrasada avanzar con el plan económico regresivo. Sólo lo puede lograr profundizando la tradicional inestabilidad en períodos electorales.
El economista Guillermo Oglietti, en un reciente texto de CAE-Celag, detalla que el dólar blue a 1000 pesos, misión electoral de la oposición conseguida con las declaraciones de Milei, es aproximadamente el doble de lo que sería si las elecciones transcurrieran sin inestabilidad.
Calculó que si los períodos electorales de 2015, 2019 y 2023 no hubiesen impulsado la devaluación del tipo de cambio oficial, el blue se ubicaría en 379 pesos en lugar de los 1050 que alcanzó el 10 de octubre pasado.
Detalló que durante el ciclo electoral de 2015 (entre principios de junio y la primera semana después de las PASO), la tasa de devaluación fue del 8,2% mensual, 3,4 veces mayor al ritmo de devaluación que había tenido el segundo mandato de CFK hasta junio de 2015. Agregó que en 2019, entre junio y la primera semana tras las PASO, la tasa de devaluación fue del 12%, 4,4 veces mayor al ritmo del 2,7% mensual que tuvo el gobierno de Mauricio Macri hasta junio de ese año. Para finalmente indicar que en 2023, entre junio y la primera semana tras las PASO, la tasa de devaluación fue del 20,5%, 4,4 veces mayor al ritmo de devaluación del 4,7% mensual que mantuvo el gobierno de Alberto Fernández hasta junio de este año.
Para concluir que si hubiese habido períodos electorales estables, el dólar oficial se ubicaría en 243 pesos por dólar, casi un tercio menos que los 357 de antes de las PASO. Además, la brecha cambiaria entre el oficial y el blue, una fuente de distorsión de la economía porque estimula la evasión tributaria, la subdeclaración de exportaciones, la fuga de capitales y el contrabando, se reduciría desde el 106% actual al 58%, bajando a niveles parecido a los vigentes al final del gobierno de CFK en 2015.
El objetivo de la corrida cambiaria y bancaria alentada por Milei
En estas páginas se fueron adelantando cada uno de los pasos desestabilizadores de Milei no por el arte de la adivinación, sino porque él mismo fue dejando las huellas. En más de una oportunidad ha mencionado que considera a Domingo Cavallo el mejor ministro de Economía de la historia argentina.
Repite entonces la doctrina de shock aplicada por su ídolo con el objetivo de impulsar la dolarización: generar caos, especular con la confiscación de depósitos, promover la hiperinflación para habilitar una relación de conversión cambiaria viable como fue con la convertibilidad.
Si finalmente este estadio superior de la convertibilidad no puede concretarse, Milei habrá preparado el terreno para un ajuste con reducción y/o eliminación de derechos laborales y previsionales. La convocatoria de Milei a la corrida cambiaria y bancaria forma parte de la doctrina de shock, y si no alcanza para la dolarización será para continuar la tarea de los tres ciclos neoliberales anteriores con un ajuste hiperregresivo.
Fuente Pagina12
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