Por Marta Lagos*
La política tiene que acusar la bofetada y agachar la cabeza en señal de respeto hacia un pueblo que no había podido hablar así, desde hacía mucho tiempo. Los partidos deben tener mucho cuidado de no proponer personas populares no idóneas para los cargos porque consiguen votos. No deben elegir a los mismos de siempre, Chile está lleno de profesionales de alto nivel. Retirarse sin meter ruido es la manera de asumir la bofetada, sin decirles a los que quedan cómo se hacen las cosas. El Parlamento ha sido finiquitado sin indemnización con esta bofetada. El Gobierno ha sido desacreditado en su defensa del Rechazo, con esta bofetada. A nosotros, los que escribimos sobre “la bofetada”, también nos ha llegado un pedazo, por no haber sido lo suficientemente claros en decir las cosas por su nombre.
Lo maravilloso de las elecciones es que el pueblo puede dar una bofetada y nadie puede responder. Se podrán dar muchas explicaciones, pero el domingo 25 de octubre 5.886.421 chilenos le dieron una tremenda bofetada al sistema político, a los parlamentarios, al Gobierno con su Rechazo, a los que abusan del poder, a los que son corruptos, a los que no quieren oír. Ellos son nada menos que el 40% del país. Mientras Piñera obtuvo el 26% del país para ser Presidente, el Apruebo obtuvo el 40%; como votó la mitad del país, ese 40% se transformó en 78%. El Rechazo obtuvo apenas el 11% del país. Desde Aylwin y Frei, en los años 90, hace un cuarto de siglo, que Chile no producía un respaldo de esa magnitud. Aylwin fue elegido con el 46,7% y Frei con el 45%.
Es fácil explicar qué pasó. Votaron por el Rechazo 1.634.107 chilenos, por Piñera votaron 3.794.000, es decir, potencialmente 2.159.893 votantes de Piñera votaron Apruebo o no votaron. La derecha queda escindida en dos partes no iguales.
En promedio en el país votó la mitad de la gente, mucho menos de lo esperado. En sucesivas encuestas a lo largo del año (durante la pandemia) de distintas empresas, los chilenos habían venido diciendo que querían acudir masivamente a las urnas. El número 80/20 había aparecido muchas veces en esas respuestas, sin embargo, parecía inverosímil su concreción. Sabíamos que si votaba menos gente habría más distancia, pero no había certeza respecto a que la distancia sería de esa magnitud. Era imposible predecir con 15 días de prohibición de publicar.
Votó poca gente para la expectativa que había, solo el 50.9% de los 14.790.000 electores, 7.520.528, uno de cada dos chilenos. No hubo «revolución participatoria» como se podría haber pensado por encuestas hechas en septiembre o antes. Eso es válido para todo el país, pero sí hubo cambio de comportamiento electoral y revolución participatoria en muchas comunas de la Región Metropolitana. Nótese que este cambio de comportamiento no es solo etario sino más bien sociodemográfico.
La más emblemática de ellas, La Pintana, una comuna olvidada en el sur de Santiago, donde votó solo el 37% en 2017, en este plebiscito votó el 52%, quince puntos de aumento de participación electoral, y el Rechazo sacó solo el 11%. Le siguen Pudahuel, Puente Alto, Huechuraba… El pueblo de Santiago que ha protestado sin cesar fue a votar en masa. Nada más democrático y correcto que eso, desmantelando la idea central de que el pueblo de Santiago es violento y no quiere la solución pacífica. Santiago aportó 3.305.182 votos del total de los 5.839.397 que fueron emitidos con el 56.6% de participación electoral, que en 2017 fue solo 50%, es decir, un aumento de 880.000 votos más que en 2017.
Ello, a pesar de que en las tres comunas donde ganó el Rechazo –Vitacura, Las Condes, Lo Barnechea– disminuyó la participación electoral respecto de 2017. En Lo Barnechea votaron 55.257 de 81.361 inscritos, equivalentes al 67,92%; el Rechazo alcanzó 61.63% = 33.871 personas. En Vitacura votaron 60.325 de 88.737 inscritos, equivalentes al 67,98%; el Rechazo alcanzó 66.95% = 39.814 personas. Las Condes, 166.475 de 267.875 inscritos, equivalentes al 62,15%; el Rechazo 55.75% = 91.156 personas. Total votos Rechazo = 164.841 personas. En esas comunas bajó la participación electoral; en Vitacura de 73% en 2017, a 66% en 2020; en Las Condes de 66% en 2017, a 62% en 2020.
En total, 164.000 personas en esas tres comunas votaron Rechazo, simbolizando el corazón de una elite que no quiere cambios, y que tiene la sartén de la economía en sus manos. La Bolsa de Santiago y el dólar reaccionaron negativamente al triunfo del Apruebo, indicando que no entendieron nada de lo que está pasando. No se quieren subir a un tren que ya partió. De poco sirven las “declaraciones” de Juan Sutil y Bernardo Larraín, ellos –como los presidentes de partidos– tampoco dominan a sus huestes que hacen bajar el dólar y caer la bolsa.
Sube la participación electoral en las comunas más pobres de la capital, mientras baja donde ganó el Rechazo. Baja la participación electoral donde Piñera sacó mas votos. Son infinitas las lecturas potentes de los resultados, no hay que saber de estadística ni de política para entender qué significan. Hay que tener la mente abierta y mirar por la ventana. Los pobres ( ahora se los llama vulnerables), los olvidados, los sin voz en Santiago votaron más que nunca desde tiempos que ya nos habíamos olvidado. Los ricos se quedaron más en la casa que en 2017, a ellos les interesa más el poder político que nada, y en esta elección, de facto, ellos no perdían más que la expectativa de algo que a lo mejor no podrán controlar. Esas 164.000 personas no han perdido una gota de poder (aún), pero ya se inició el camino en que lo perderán.
La clave de los cambios está en la dispersión del poder y la dispersión de la riqueza. Es muy simple, no se requiere mucha explicación más. Tampoco se requieren 50 páginas de listado de derechos en la Constitución. Básicamente garantías sociales, rendición de cuentas, igualdad ante la ley. Tres pilares para ser un país justo donde la política construya bien común y no la suma de bienes particulares.
Contrario a lo que sucedió en la capital, en Biobío bajó la participación electoral de 51% en 2017 a 47% en el plebiscito, en La Araucanía de 48% a 40%, en el Maule de 52% a 45%, en Los Ríos lo hizo de 48% a 45% y Los Lagos de 46% a 43%. El sur deprimido. Mientras en el norte aumenta: Antofagasta aumenta de 40% a 48%. Atacama de 44% a 48%, Tarapacá de 38% a 45%, en el mismo período.
Claramente la participación electoral se dispersa heterogéneamente en el país según la comuna. Intervienen en ello muchos factores:
1. La intensidad de la pandemia y el miedo al contagio que ello trae consigo. Ya vendrán los análisis por el número de muertos, la cuarentena total o parcial.
2. El miedo a la violencia que pueden haber causado los eventos del 18/O 2020.
3. Las causas históricas por las cuales los chilenos no llegan a la urna más allá de la mala imagen de la política. Hay que eliminar las causas por las cuales las personas no llegan a votar, que dicen relación con la integridad de la elección, como cada cual tiene efectivamente acceso a ir a votar según su voluntad. Es una quimera decir que la persona tiene “voluntad de elegir” cuando tiene todos los siguientes impedimentos para ir a votar. Solo liberales sin conocimiento de la realidad concreta pueden argumentar que existe esa “libertad”.
4. El nivel de acceso al local de votación: se deberían haber duplicado los locales de votación para evitar esas colas del domingo 25 de octubre. La gente parada en la calle a pleno sol esperando.
5. La distancia al local de votación: los locales de votación deberían estar a distancia caminable de los hogares, bien dispersos en pequeños grupos.
6. Transporte para ir a votar: si los locales de votación no están cerca, el transporte debe ser totalmente gratis el día de la elección.
7. Comercio: el comercio y los servicios que aún están abiertos deberían estar abiertos en la mañana para que todos en la tarde puedan ir a votar.
8. El domicilio electoral: Chile tiene que terminar con el múltiple domicilio que puede dar cualquier persona, sin necesidad de comprobar nada. Así como hay un registro de identidad, este debe llevar consigo una sola dirección, la gente vota donde vive.
9. El domicilio electoral: el domicilio donde uno vota debe poder cambiarse un mes antes de la elección, por motivos de trabajo o de enfermedad, etc., más allá de la regla del domicilio único. En la era de internet es absurdo que se cierre el padrón meses antes de una elección porque no se la pueden con lo administrativo. ¡Solucionen el problema de informática!
10. Los niños: los niños pequeños que no tienen con quién quedarse son un impedimento para que las mujeres, madres solteras, vayan a votar. Debería haber un lugar donde dejar a sus hijos para ir a votar. Por favor no sigamos haciendo el ridículo completo “llamando” a las mujeres a votar, como si fuera asunto de completa libertad. Hay que desmantelar las barreras, no llamar a votar.
11. El voto por correo debería instalarse en Chile, así como el voto anticipado. Dos modalidades que aplanan la cancha para que todos tengan iguales oportunidades de llegar a la urna. Los enfermos, los viajeros, los mineros, los camioneros, los que tienen profesiones que los llevan lejos.
Estoy segura que, de abordar esos temas, aumentaría la participación electoral, haciendo más plural el país y mejoraría la representación, sin la necesidad de ninguna campaña política.
Ello, para llegar a la primera conclusión del plebiscito 2020, es que debemos volver al voto obligatorio solo después de haber asegurado al elector que tiene acceso a llegar a votar como se describe más arriba. No sigamos vendiendo un falso liberalismo. Sería como decirle a alguien sin dinero que tiene la “libertad” de comprar. No hay ninguna diferencia entre eso y la ilusión del voto “voluntario”.
Ciertamente que la crisis de representación no se puede solucionar en una elección, y que este plebiscito produjo cambios en las comunas más pobres y populares en varias partes del país que habrá que nutrir, reforzar y consolidar en las seis elecciones que vienen en los próximos 12 meses. Al mismo tiempo, hay que trabajar la recuperación de la participación electoral en el Sur del país en cinco regiones, no con discursos sino con hechos. Hay que seguir aumentando la participación electoral con una política que interprete las demandas.
Hemos comenzado bien desmantelando el mito de que no se podía levantar la participación en las comunas populares de Santiago. Se puede. Si se puede eso, se puede mucho más.
La política tiene que ser humilde, acusar la bofetada y agachar la cabeza en señal de respeto hacia un pueblo que no había podido hablar así desde hacía mucho tiempo. Los partidos deben tener mucho cuidado de no proponer personas populares no idóneas para los cargos porque consiguen votos. No deben elegir a los mismos de siempre, Chile está lleno de profesionales de alto nivel. Retirarse sin meter ruido es la manera de asumir la bofetada, sin decirles a los que quedan cómo se hacen las cosas.
El Parlamento ha sido finiquitado sin indemnización con esta bofetada. El Gobierno ha sido desacreditado en su defensa del Rechazo, con esta bofetada. A nosotros, los que escribimos sobre “la bofetada”, también nos ha llegado un pedazo, por no haber sido lo suficientemente duros y claros en decir las cosas por su nombre.
*Economista de la Universidad de Heidelberg. Socia fundadora de DecideChile. Directora fundadora de la Corporación Latinobarómetro. Encuestadora de profesión, ha realizado encuestas desde 1984 en el Centro de Estudios de la Realidad Contemporánea (CERC), donde fue directora desde 1990 hasta 1993. A partir de 1994, forma su propia empresa de estudios de mercado y opinión en sociedad con la multinacional MORI de Gran Bretaña.
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