Por Oberdán Rocamora
La descuajeringada barca del país
La anunciada reconfiguración del sistema político es superior a lo inicialmente imaginable. Consecuencia de la irrupción estruendosa de Javier Milei, El Panelista de Intratables transformado, con justo derecho, en el Fenómeno Milei.
Lástima que sea a partir del gobierno de consultores llamativamente más flojo de la historia. De expertos repentinamente improvisados en comunicación. De fragilidad estremecedora.
El temperamento desaforado del Fenómeno destartala hasta pulverizar el esquema instalado de partidos.
“El loco va persistentemente al choque, demasiado”.
La gran pregunta es hasta cuando la sociedad va a soportar la intensidad, que por una razón física es siempre breve.
Abunda el espacio para que prospere la teoría que es, en realidad, un vaticinio.
La próxima disrupción es la cordura.
Colectivamente los partidos hoy suelen dividirse por dos. En algunas patologías, por tres.
La dinámica de fragmentación lleva al extremo de confirmar que el Fenómeno arbitra en general con eficiencia y comodidad.
“Porque no tiene nada enfrente”.
Queda afuera, como parte del programa, apenas la desorientación de los vacilantes que perfectamente pueden, en la práctica, ser captados. O suplican por ser captados. Para jurar por Dios. Y por la Patria.
Mientras tanto el Fenómeno se extiende. Se fortalece.
Cada vez menos próceres dudan acerca de la manera favorable de tratarlo.
Para combatirlo, cómo compiten La Doctora y Axel, El Gótico.
O sospechosamente para ayudarlo, como Mauricio, El Ángel Exterminador.
El Fenómeno se siente patrón del escenario.
Distribuye el juego y en simultáneo es el árbitro. Y es el conductor que desconoce hacia dónde dirigir la barca descuajeringada del país.
Los estragos
Estragó, de movida, Juntos por el Cambio.
Alianza imposible entre los radicales, que aportaron territorios, los estancados de la Coalición Cívica, que traficaban el insumo de la transparencia, y la Mutual PRO, que fue siempre la vistosa guinda en la estrategia de la torta.
Pero PRO -estragado- estalló en al menos tres pedazos.
Los voluntarios captados por el Fenómeno que obedecen a la señora Patricia, La Montonera del Bien.
Los contados leales que aún le responden artificialmente a Mauricio y todavía no saben cómo entrarle, para ayudar justamente a quien los extermina y los goza. Al hurtarse, de frente, todos los boletos.
Completa la subasta el humillado que realmente se quedó afuera, en la difusa nada del llano.
Horacio Rodríguez Larreta, Geniol. Gran perdedor que se aproxima parsimoniosamente desde el mutualismo del centro derecha hacia el centro dificultoso que caracteriza a los “Betos Alonsos” que se aferran a “la nave de los condenados”. Ampliaremos.
La utopía del déficit cero
Los radicales centenarios controlan cinco territorios conquistados con Juntos, el invento destruido. Pero ahora se dejan arrastrar por el apasionamiento inagotable de la folklórica “interna”.
Se desgastan mientras se desgajan en la sigilosa búsqueda de la identidad extraviada.
El Fenómeno Milei emerge entonces como pretexto divisor.
Los que se proponen ayudarlo se incineran para ser rápidamente tildados de “radicales pelucas”.
Los comanda el impertinente vanguardista Mariano Campero, que fue un vibrante mini gobernador de Yerba Buena, el Puerto Madero de Tucumán.
Campero es un apellido de estirpe y de marca en la agrupación radical que alude a los alborotados días de la vieja Coordinadora. Un heredero que hoy no tiene reparos en ayudar al Fenómeno con el énfasis ostensible que conmueve hasta a los libertarios que enarbolan la utopía del déficit cero.
Para colmo Campero arrastra otros tres cruzados para la misma causa santa fiscal. Evitar que la oposición legislativa alcance los decisivos dos tercios para facilitar el estilo fragilidad de Milei.
La simpleza de ejercitar el veto. Aunque deban reprimirse jubilados con el gas pimienta que espanta a Francisco, o a los universitarios entusiasmados que se movilizan para defender la educación pública.
Cornejismo y facundismo
La línea Cornejo, que lidera Alfredo Cornejo, el gobernador de Mendoza, llevada a la práctica colaboracionista con la derecha frontal que lo sustenta y lo identifica. Rama, en efecto, conservadora.
Cornejo se contrapone, para ser explícitos, con el oficialismo institucional que representa formalmente Sir Martín Lousteau, El Personaje de Wilde, junto a la eminencia erudita de la neurología Facundo Manes, Cisura de Rolando, acompañado por su hermano Gastón (que preside la Convención) y con Pablo Juliano, El Benjamín, primer facundista ideal.
Entonces Cisura de Rolando, El Personaje de Wilde y Emiliano Yacobitti, El Caudillo Universitario, estructuran el grupo tan radicalmente opositor a Milei como a Cornejo.
Nada quieren saber con la cordialidad programada de los asados. Tampoco con las milanesas utilitarias de novillito que se sirven en la residencia de Olivos, que frecuentan aparte los gobernadores perdonables que en su momento fueron peronistas.
Peronistas en tránsito
A lo mejor, incluso, aún siguen identificados con el exceso del peronismo.
“Son compañeros”, como dice Ricardo Quintela, El Rey Mago. Alude a los gobernadores perdonables, colaboracionistas audaces como Osvaldo Jaldo, Equilibrista de Tucumán, o Raúl Jalil, El Paisano de Catamarca.
O “compañeros renovadores” del peronismo profesional como Gustavo Sáenz, de Salta, o el “soldado misionero” de Carlitos Rovira, Hugo Passalacqua, relativamente radical.
Próceres de la dinámica permanente del peronismo en tránsito, hermanados en el riguroso desafío de la adaptación resignadamente cultural a las maneras bruscas del presidente más inmoral. Efectista hasta la degradación e ilimitadamente provocador.
Desde los medios que lo catapultaron, el Panelista de Intratables, ya el definitivo Fenómeno, se cargó a Juntos y de frente a los dos movimientos populares del siglo veinte, el peronismo y el radicalismo. Y de paso se propone absorber a la modernidad del PRO. Pero como si fuera una aceituna inofensiva que tienta desde la bandeja, antes de sentarse a la solemnidad de la mesa.
Milei es el estadista del momento que ni siquiera vacila en insultar a un muerto reciente, como el sanitarista Ginés González García, Fábulo Vega, acaso el mejor amigo, honorable, cordial y leal.
Pasa que la portación de inmoralidad no admite códigos elementales de pudor. Ni siquiera de buen gusto.
El Fenómeno ataca a los medios con crueldad mientras reitera, paradójicamente, las condenables interpretaciones de los medios que lo utilizaron para transformarlo en Fenómeno.
Aunque probablemente ahora, por Fenómeno, los deteste.
Fuente JorgeAsisDigital.com
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