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La universidad es prioridad

Mientras estamos empantanados en una discusión ridícula por el presupuesto universitario, que solo puede traer mayores tribulaciones al Gobierno, somos parte de miles de millones de personas que próximamente competirán en el mundo en igualdad de condiciones por trabajos de calidad, y quienes no estén preparados quedarán fuera del juego. Solo los mejor educados accederán a esos puestos de trabajo. Hay países que han tomado medidas para afrontar esa nueva circunstancia, mientras los subdesarrollados nos dedicamos a discusiones bizantinas. El ejemplo de Japón, que es un país que, según algunos economistas, debería ser el más retrasado del mundo, porque es el que tiene mayor déficit fiscal.
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Por Jaime Duran Barba

Vivimos la revolución del conocimiento más grande de la historia, que se alimenta a sí misma y se acelera todos los días. La brecha entre los países desarrollados y América Latina crece porque la calidad de la educación nos hace cada vez más retrasados. Está en la red el ensayo de Rubén González, “La revolución tecnológica en la universidad”, que ayuda a entender mejor el problema.

La revolución tecnológica produce un cambio radical en todo lo existente, gracias a la difusión de un conjunto de teorías y técnicas relacionadas con el aprovechamiento práctico del conocimiento científico en el mundo digital.

En las cien universidades más sofisticadas del mundo se da una discusión sobre el tema, más intensa en las más avanzadas tecnológicamente, como Minerva y Singularity en los Estados Unidos, Kaospilot en Dinamarca, o la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR), en España.

El desafío de las grandes universidades consiste en adaptarse a las expectativas de alumnos hijos de la revolución digital, y a las necesidades de las empresas que les podrán ofrecer trabajo cuando egresen. En los próximos diez años desaparecerá más de la mitad de los empleos actuales y la matrícula en las carreras tradicionales ha caído perpendicularmente mientras aparecen otras, propias de la nueva sociedad. Harari decía, en una entrevista reciente, que dentro de diez años, las carreras aparecerán y desaparecerán en las universidades en pocos años, porque quedarán obsoletas. La velocidad con la que avanzan las nuevas tecnologías hace que los perfiles profesionales más demandados el año pasado ni siquiera hayan existido hace una década.

En América Latina tenemos una educación que necesita recursos y actualizarse para cumplir un papel relevante

Las grandes universidades, como Harvard, Stanford, MIT, Georgia Institute of Technology o California Institute of Technology, vienen apostando por el Steam, un sistema pedagógico relativamente nuevo, que supone una nueva manera de enseñar y también de pensar. Su nombre es un acrónimo de las palabras en inglés: Science, Technology, Engineering, Arts and Mathematics.

Al integrar estas áreas a la educación, al mismo tiempo, el Steam promueve la diversificación de los puntos de vista, reforzando la capacidad del estudiante para afrontar un futuro imprevisible. Fomenta la cultura del pensamiento científico para la toma de decisiones de los alumnos en la universidad y en su vida cotidiana. Entrega una serie de conocimientos tecnológicos y científicos, aplicables a cualquier posible situación que pueda aparecer en el futuro, desde una perspectiva integrada. Desarrolla el factor creativo para desarrollar la competencia para la resolución de problemas, y también la innovación y el pensamiento creativo y crítico.

Términos como flexibilidad, diversidad, cocreación, colaboración, participación, horizontalidad, transparencia y autogestión son parte de su vocabulario común y de habilidades que se desarrollan a lo largo de todo el ciclo académico. El método requiere de un esfuerzo profundo por parte de la universidad para que el futuro profesional pueda desempañarse en un mundo en el que ciertos temas inundarán su realidad.

La ciberseguridad tiene cada vez más presencia. Se crean permanentemente herramientas que atentan contra la seguridad digital y ese es uno de los temas del escenario tecnológico actual y lo seguirá siendo en los próximos años. La inteligencia artificial tiene un desarrollo difícil de predecir, es una herramienta fundamental para optimizar servicios, facilitar la búsqueda y gestión de información y reinventar modelos de negocios.

La internet de las cosas está conectando entre sí a todas las cosas de manera autónoma, sin necesidad de intervención humana. El control de la realidad está crecientemente en manos de las máquinas. En la cuarta revolución industrial es la gran novedad en la automatización de la sociedad. Supone una ubicuidad en tiempo real que elimina la distancia entre la universidad y el destinatario del conocimiento.

Las redes 5G, autopistas de alta velocidad por las que viajarán los datos en el futuro inmediato, aumentarán la velocidad de conexión, reducirán al mínimo el tiempo de respuesta y multiplicarán exponencialmente el número de dispositivos conectados. Estaremos conectados a todo, todo el día, y vertiginosamente tendremos información completa en tiempo real. Con el desarrollo de la computación cuántica, que ya ha empezado a funcionar, la velocidad de las máquinas se multiplicará exponencialmente.

El Edge y la Fog Computing sofisticarán tecnologías como la nube o la internet de las cosas, que serán mejores de lo que son ahora. La computación perimetral es un elemento de computación en el que todo se encuentra cerca de la fuente de información, desde la recopilación de contenido, el procesamiento de la información y su entrega, reduciendo la latencia existente. La mezcla entre edge computing y cloud computing se denomina fog computing, en la que solamente se mantendrá en cada extremo aquello que sea necesario, según las circunstancias del consumidor final.

Vamos hacia un mundo lleno de oportunidades, competitivo, en el que no habrá espacio para la mediocracia. Gracias a la inteligencia artificial pronto desparecerán los trabajos repetitivos y las unidades productivas tendrán pocos trabajadores, dedicados a manejar computadoras, drones, robots y otros elementos que todavía no podemos imaginar.

Seremos parte de miles de millones de personas que competirán en igualdad de condiciones por trabajos de calidad y quienes no estén preparados quedarán fuera del juego. Solo los mejor educados accederán a ocupaciones de calidad.

Hay países que han tomado medidas para afrontar esa nueva circunstancia, mientras los subdesarrollados nos dedicamos a discusiones bizantinas. Japón es un país que, según algunos economistas, debería ser el más retrasado del mundo, porque es el que tiene mayor déficit fiscal. El siguiente país más subdesarrollado por su déficit es Estados Unidos, en donde están universidades como la de Berkley, que tiene entre alumnos y profesores 109 premios Nobel.

Históricamente, los japoneses han tratado de dar a sus hijos la mejor educación posible aunque esto les cause dificultades económicas, porque creen que la educación es la única base para una vida mejor.

El Estado japonés gasta mucho en educación: un 99% de los niños asiste a escuelas públicas o privadas durante la educación obligatoria y un 94% de ellos llega a las escuelas medias superiores.

Quienes quieren estudiar en una universidad deben pasar por exámenes exigentes, porque todas son celosas de su nivel académico. Existe una jerarquía de universidades cuyo prestigio influye en el futuro de sus graduados porque las empresas contratan a los postulantes más por la universidad de la que provienen que por sus méritos individuales.

La tradicional educación Soka de Japón busca la felicidad, en términos de la filosofía budista. Lo primero que se pregunta a maestros y educandos es: ¿eres feliz cuando vas a clase? El concepto Soka viene de un texto de Tsunesaburo Makiguchi, que creía que una persona educada debe ser capaz de afrontar los desafíos de manera creativa, influyendo positivamente en su comunidad. Esto se logra solo cuando los profesores no están ocupados en otros menesteres que les hacen descuidar a sus alumnos. En japonés, “ocupado” se escribe combinando dos ideogramas: “corazón” y “olvidar”. Los maestros que no se entregan intensamente a enseñar han olvidado su corazón.

El Soka busca que la escuela genere relaciones de amistad duraderas, fortalezca el diálogo que permite intercambiar experiencias, impulse el hábito de la lectura y el aprendizaje de idiomas, enseñe a respetar los derechos humanos y fomente el sentido de responsabilidad, para contribuir al bienestar de la humanidad.

Dentro de esa tradición se aprobó hace pocos años el futoji no henko, “cambio valiente”, que está formando “ciudadanos globalizados”, más allá de un perfil estrictamente nipón. Intenta que el joven formado en este sistema no sea víctima de prejuicios nacionalistas que limiten el desarrollo de su mente. Quiere formar ciudadanos seguros de sí mismos, que respeten los derechos humanos y practiquen el respeto a la ley, la tolerancia, el altruismo y la ecología, en una nación pacífica y democrática.

Gracias al futoji no henko, cuando los jóvenes culminen la educación formal en Japón deberán hablar cuatro idiomas, conocer distintas culturas, sistemas de escritura y religiones, haber vivido varios veranos con familias de otros países, serán expertos en el uso de la más avanzada tecnología que exista cuando se gradúen, habrán leído un promedio de 52 libros por año. Serán “ciudadanos del mundo” capacitados para tener éxito, lo mismo en Escocia que en Brasil, y para desempeñarse en profesiones que ahora ni siquiera podemos imaginar

Nuestros hijos competirán con ellos, en un mundo en el que la oferta y la demanda de trabajo estará globalizada, y nuestros países rivalizarán con otros que habrán crecido exponencialmente por la educación de sus habitantes. Lo que ocurre en Japón es el mejor ejemplo de algo que hacen todos los países avanzados.

En América Latina tenemos una educación que necesita actualizarse, contar con recursos para cumplir un papel relevante en el desarrollo de nuestros países. Si pensamos en serio en el futuro, necesitamos universidades integradas a la sociedad y al proceso productivo, que puedan encabezar la revolución tecnológica, como lo hacen Berkley y el MIT en Estados Unidos o Cambridge en el Reino Unido. Nada debería tener más importancia que el desarrollo de la ciencia y la tecnología, y por tanto de las universidades.

Estamos empantanados en una discusión ridícula por el presupuesto, que solo puede traer mayores tribulaciones al Gobierno. El funcionario que debería tener el volumen intelectual para enfrentar este desafío cree en una universidad con una buena contabilidad, que se dedique a alfabetizar. Ni Argentina ni el gobierno de Milei merecen una visión tan chata del problema más importante que vive nuestra sociedad.

*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.

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