Por Marta Miera – RT
Buscan «convertir las almas» de los pueblos indígenas en la Amazonía de Brasil.
Cuando, en las profundidades de la selva amazónica, un pueblo indígena se mantiene aislado es por decisión propia. Así lo expresan los movimientos indigenistas que luchan, en Brasil, contra los intentos de evangelización de estos pueblos por parte de las misiones religiosas fundamentalistas para quienes los indígenas aislados representan «el universo a ser conquistado».
La semana pasada, recibieron con gran alivio la decisión del juez de la Corte Suprema, Luís Roberto Barroso, quien consideró que la mejor manera de protegerlos es con barreras sanitarias que impidan, «mediante el uso de la fuerza, si es necesario», el acceso de extraños a las tierras donde habitan los no contactados o los que han sido recientemente contactados.
El juez aclaró que la medida afecta a las misiones nuevas, sea cual sea su credo, no a las que ya llevan tiempo instaladas. Es, por ahora, un fallo provisional, a la espera de análisis más profundo en la máxima corte; pero, representa una nueva afrenta al presidente Jair Bolsonaro, porque, en la actualidad, las nuevas misiones que buscan contacto con los pueblos aislados son, en su mayoría, de los evangélicos, un sector vital para la llegada al poder del Mandatario, cuyo ideario incluye la explotación de las inmensas riquezas que tienen las reservas indígenas y otras áreas de la Amazonía.
Los pueblos aislados son considerados uno de los grupos humanos más vulnerables del mundo, ante las enfermedades y las epidemias del «exterior», especialmente ahora, en tiempos de coronavirus.
Las autoridades brasileñas tienen registradas 115 tribus aisladas, que viven exclusivamente en la selva, no tienen contacto con no indígenas y mantienen contactos muy esporádicos con otros pueblos originarios, de las cuales sólo 28 han sido confirmadas por la estatal Fundación Nacional del Indio (FUNAI). El resto están siendo investigadas. Su decisión de no establecer contacto puede ser consecuencia de encuentros violentos vividos en el pasado, así como la continua destrucción de sus territorios.
Los pueblos aislados son considerados uno de los grupos humanos más vulnerables del mundo, ante las enfermedades y las epidemias del «exterior», especialmente ahora, en tiempos de coronavirus. Durante siglos, se impuso a los indígenas un proceso forzado de contacto, como parte de los proyectos de colonización de zonas del interior del País.
Pero, en 1987, tras el repetido fracaso de numerosas misiones que resultaron en el exterminio de tribus enteras, se estableció una política de no contacto y de respeto al aislamiento voluntario, que cuenta con reconocimiento internacional. El artículo 231 de la Constitución, de 1988, reconoce a los indígenas «su organización social, costumbres, idiomas, creencias y tradiciones, y los derechos originarios sobre las tierras que tradicionalmente ocupan».
«La pandemia como justificante»
El año pasado, Bolsonaro sancionó una ley, impulsada por la diputada indígena Joenia Wapichana, con medidas para proteger del COVID-19 a los indígenas. Pero, por presiones de los aliados del ultraderechista en el Congreso, un trecho del texto quedó ambiguo, en lo referente a «la entrada de terceros en áreas con indígenas aislados», lo que fue aprovechado por algunas misiones, para intentar proseguir con su labor.
La Articulación de Pueblos Indígenas de Brasil presentó un pedido para que este punto fuese declarado inconstitucional.«No se puede usar la pandemia como justificante para pasar por encima de una normativa y una política indigenista que ya existe, desde hace tantos años», comenta a RT Carolina Santana, abogada del Observatorio de los Derechos de los Pueblos Indígenas y de Contacto Reciente (OPI).
«Con esta ley da la impresión de que las misiones entraron regularmente. Y no es así. Si alguien entró, lo hizo de manera irregular. Y si la FUNAI lo autorizó, entonces no cumplió con una política que existe desde hace 30 años. ¿Cómo puede ser que haya gente allí, si está prohibido?», cuestiona.
¿Quiénes son estas misiones?
La presencia de misiones religiosas entre los pueblos indígenas comenzó cuando Brasil fue colonizado por los portugueses. En la actualidad, existen misiones, no necesariamente religiosas, que trabajan de manera respetuosa y realizan trabajo humanitario.
El profesor Felipe Milanez, de la Universidad Federal de Bahía, que lleva 15 años investigando a los grupos fundamentalistas, recuerda que, con los años, las misiones fueron realizando una revisión crítica de la Historia, que les condujo a llevar un trabajo basado en el respeto de las diferencias espirituales. Pero, ¿quiénes son, entonces, esas misiones fundamentalistas?
«Se trata de un mercado de almas. Buscan convertirlas y salvarlas. No importa dónde se encuentren, pero por detrás está el mercado. Negocian las influencias que conseguirán».
Están organizadas en una especie de agencias que predican un proselitismo religioso y, en su mayoría, son originarias de EE.UU. Existen alrededor de 44 misiones especializadas en la conversión y prácticamente todas ellas forman parte de unlobby denominado Asociación de Misiones Transculturales Brasileñas (AMTB), que se desempeña no sólo en la Amazonía y con los indígenas, sino también en otras partes de Brasil y, con otras confesiones, a nivel global.
«Tienen una visión fundamentalista de La Biblia y creen que es necesaria la conversión universal de todas las almas, para alcanzar la salvación. Quien no sea convertido arderá en el infierno […] aplican una organización radical de la vida de acuerdo a La Biblia. Estas misiones son todas evangélicas, las hay pentecostales», explica.
Algunas, también, trabajan en formar a «agentes indígenas», para que actúen como misioneros. Las misiones –como Misión Nuevas Tribus de Brasil o Jocum– cuentan, según el experto, con estructuras millonarias por detrás.
«Se trata de un mercado de almas. Buscan convertirlas y salvarlas. No importa dónde se encuentren, pero por detrás está el mercado. Negocian las influencias que conseguirán tras convertir a estos pueblos y se transforman en intermediarias de intereses territoriales y de recursos naturales», matiza.
Milanez reitera que, aunque su motor es la conversión, estas agencias buscan financiación, porque necesitan mucho dinero para hacer esos viajes extremadamente costosos –con helicópteros, barcos, médicos– al interior de la Amazonía. Se vinculan con quien necesitan: mineros, hacenderos, invasores de tierras, entre otros.
Relación con el Gobierno
La relación entre esas agencias y el Gobierno se materializó con el nombramiento, el año pasado, del pastor Ricardo Lopes Dias, que fue misionero de la Misión Nuevas Tribus de Brasil, para dirigir la FUNAI, órgano que tiene, entre sus cometidos, impedir la invasión en los territorios indígenas.
«Había intereses explícitos de contactar con los aislados y promover el trabajo de los misioneros, para facilitar la apropiación de los territorios para hacenderos y mineros», recuerda Milanez. Finalmente, Lopes Dias fue destituido.
Una iglesia con rostro indígena en la Amazonía (y financiada por El Vaticano)
También es conocida la relación de esas agencias con la ministra de la Mujer, Familia y Derechos Humanos, Damares Alves. En 2020, según informó Folha de Sao Paulo, Michelle Bolsonaro [actual ‘Primera Dama’ de Brasil] realizó donaciones privadas a instituciones misioneras evangélicas aliadas a Alves, entre ellas la AMTB.
A juicio del experto, esos fundamentalismos están en la base del gobierno de Bolsonaro y suponen «una materialidad económica que no puede ser expresada». «No son algunos misioneros aislados. Componen grupos colectivos. Y lo que debe ser combatido no es el misionero en sí, sino la visión fundamentalista, en general», alerta.
A pesar de su poder y de su crecimiento, no dejan de ser una minoría entre los evangélicos, donde existen movimientos que los combaten. Pastores como Ariovaldo Ramos o Henrique Vieira se han alzado como destacadas voces evangélicas en la construcción de una sociedad plural, a través de una lectura humanitaria y de respeto de La Biblia.
Corrientes evangélicas en América Latina:
De la Teología de la Liberación a la ‘teología de la prosperidad’
Los sectores conservadores de América Latina cuentan con un nuevo aliado: las corrientes evangélicas pentecostales, que avanzan en la región y celebran ahora una victoria parcial en Costa Rica.
Resulta difícil encasillarlas e, incluso, definirlas con precisión. Las iglesias evangélicas pentecostales son múltiples y, también, sus diversas corrientes se multiplican en América Latina. Con éxito. El último motivo de celebración se los acaba de ofrecer Fabricio Alvarado, el predicador evangélico y candidato del conservador Partido Restauración Nacional, que obtuvo la mejor votación en las elecciones presidenciales celebradas, este domingo (04.02.2018), en Costa Rica.
Con más de un 24 por ciento de los votos, se ubica en primera posición de salida para la segunda vuelta de los comicios, que tendrá lugar el 1 de abril. La suya ha sido una carrera meteórica, impulsada principalmente por la resistencia que generó en parte de la sociedad costarricense el llamado de la Corte Interamericana de Derechos Humanos a garantizar la igualdad de derechos de las personas LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales).
Articular el rechazo a ese planteamiento fue, por lo visto, clave para su victoria en este primer round electoral.
Descrédito de la política
Y la fórmula, también, ha dado resultado en otros lugares. Por ejemplo, el evangélico Marcelo Crivella, que no oculta su homofobia, fue elegido por mayoría absoluta, en 2016, como Alcalde de Río de Janeiro. Por otra parte, la lucha contra la corrupción fue la bandera que enarboló exitosamente otro evangélico, Jimmy Morales, para llegar a la Presidencia de Guatemala.
«La credibilidad de la clase política en América Latina está en el suelo. La política es vista como un negocio sucio, por la gran masa de la población. Muchos representantes de las iglesias evangélicas (y, también, de la católica) reaccionan con llamamientos morales”, dice Thomas Wieland, jefe de la Sección de Proyectos de la obra episcopal alemana ADVENIAT. Y postula que «la gente ve en ello una alternativa, piensa que, por lo menos, son personas que no van a robar. Por eso, la popularidad de los candidatos evangélicos va en ascenso”.
En aumento va, también, el número de fieles de las iglesias evangélicas pentecostales. De acuerdo con una encuesta realizada por el Pew Research Center, en 2014, el 69 por ciento de los adultos se identificaba como católico en América Latina, una región donde hasta la década del 60, al menos, 90 por ciento profesaba esa fe. En cambio, los protestantes ascendían a 19 por ciento. Y la tendencia no se ha frenado.
Alianza conservadora
El impacto político de este fenómeno comienza recién a bosquejarse, a medida que queda de manifiesto la influencia de esas corrientes evangélicas que, pese a su diversidad, tienen, mayoritariamente, una «agenda moral” común, como señalara el sociólogo William Mauricio Beltrán, profesor de la Universidad Nacional de Colombia, en un artículo de El Tiempo. Según el académico, los «dos pilares más importantes de esta ‘agenda’ son la oposición al reconocimiento de los derechos de la comunidad LGTBI y su rechazo de toda iniciativa que permita despenalizar el aborto”.
Se perfila, así, una paradójica alianza con los sectores más conservadores del catolicismo, en defensa de posiciones semejantes en materia de moral sexual. Y Thomas Wieland señala un elemento más que acerca al pentecostalismo al conservadurismo político: la importancia que asigna a la propiedad y al éxito material. “La teología de la prosperidad gana terreno y encaja, también, con los valores tradicionales y conservadores de los partidos políticos en los que se articulan las elites evangélicas. La teología de la prosperidad es un aspecto importante para entender las convicciones políticas de estas agrupaciones”, indica el jefe de la Sección de Proyectos de ADVENIAT. Según explica, dicha «teología de la prosperidad” plantea que quien tiene éxito en esta vida es querido y, especialmente, bendecido por Dios. Podría verse como una antítesis de la Teología de la Liberación, que surgió en tierras latinoamericanas en la década de 1960, que El Vaticano condenó, en su día. Pero, de todos modos, marca, sin duda, «un contraste con la opción preferencial por los pobres, que los obispos de Latinoamérica vienen formulando desde hace décadas, una opción fundamentada en La Biblia y que, también, el Papa Francisco destaca”, dice Wieland.
No obstante, la presencia de las iglesias evangélicas pentecostales cunde entre los sectores desfavorecidos de América Latina, a la par que se empina a las esferas políticas, desafiando los proyectos que apuntan a una sociedad más liberal.
Documentos de Santa Fe I :
Dentro de esta campaña, se planteó aumentar la influencia de la cultura y costumbres norteamericanas y alentar la propagación de religiones evangélicas fundamentalistas provenientes de ese país que, desde estos años, han mostrado una gran expansión en muchos países […] debilitando a los movimientos de resistencia a los Estados Unidos y canalizando las demandas del pueblo hacia el activismo religioso.
En mayo de 1980, el Grupo de Santa Fe –por la capital del Estado de Nuevo México– y la Heritage Foundation [creada en 1973, con sede en Washington D.C., fundación que promueve políticas públicas de derecha conservadora; asumió liderazgo en el movimiento ultraconservador de EEUU durante la presidencia de Ronald Reagan, 1981/1989] elaboraron un documento sobre las relaciones de EEUU con América Latina. Estaba dirigido a Ronald Reagan, en caso de que ganara las elecciones presidenciales de noviembre de ese año, como ocurrió. Bautizado como Santa Fe I, proponía líneas de acción que fueron aplicadas durante su gobierno.
¿Qué son los Documentos de Santa Fe?
Desde 1980, cualquiera que intentase conocer la realidad latinoamericana, analizar su situación o prever su futuro inmediato, estaba obligado a leer el Documento de Santa Fe vigente. Siempre, fue la manera más fidedigna de saber los planes de EEUU respecto a América Latina. Las medidas allí anunciadas se convertían en un verdadero programa, más tarde ejecutado, al pie de la letra. Se trata, por tanto, de materiales imprescindibles para cualquier analista de la realidad latinoamericana. Cada documento de Santa Fe tendría vigencia de cuatro o seis años. En mayo de 1980, se elaboró Santa Fe I, dirigido a Ronald Reagan. A finales de 2000, vio la luz Santa Fe IV.
¿Por qué el nombre de Santa Fe?
Porque así se llama el Grupo de Santa Fe (en referencia a la capital del Estado de Nuevo México) que, junto con la Heritage Foundation, elaboran estos documentos sobre las relaciones de EEUU con América Latina. Marcan las líneas de acción que, luego, suelen ampliarse, durante los gobiernos correspondientes.
Personajes que integran el Grupo de Santa Fe
El principal redactor-asesor es Roger W. Fontaine (ligado a Richard Allen, asesor jefe de Reagan para América Latina), a quien se suman el ultraconservador Lewis Arthur Tambs (de gran influencia sobre Bush padre y editor de Santa Fe I), Gordon Sumner, David C Jordán, Francis Bouchez, así como el general John K Singlaub (ex comandante de las tropas estadounidenses en Corea del Sur y, definidamente, neonazi) y la ‘viril’ Jeanne Kirkpatrick, delegada del gobierno de Reagan en la ONU.
Puntos más importantes que contemplan los documentos:
· Instalación de gobiernos próximos a EEUU con poca capacidad de gestión y dependientes de asesores enviados por este.
· Promover reformas económicas neoliberales que facilitasen la inversión norteamericana y europea en los países latinoamericanas, además de debilitar a las economías y a las elites y empresas locales. Ésta política ha sido conocida como El Consenso de Washington.
· Debilitar la posición de intelectuales izquierdistas o críticos a los Estados Unidos y dar tribuna a políticos y pensadores favorables a sus políticas, con posturas conocidas como «populismo de derecha».
· Usar la lucha contra el narcotráfico para fortalecer la presencia militar norteamericana y financiar a grupos paramilitares.
· Minar las bases de la cultura tradicional y a los movimientos populares de izquierda latinoamericanos.
Dentro de esta campaña, se planteó aumentar la influencia de la cultura y costumbres norteamericanas y alentar la propagación de religiones evangélicas fundamentalistas provenientes de ese país que, desde estos años, han mostrado una gran expansión en muchos países, mediante financiación (a través, fundamentalmente, de fundaciones vinculadas al gobierno y programas de cooperación técnica) estimada, por el investigador David Stoll entre 200 y 300 millones de dólares, a finales de los 80; debilitando a los movimientos de resistencia a los Estados Unidos y canalizando las demandas del pueblo hacia el activismo religioso.
Además de los documentos originales, en el 2000 se publicó un nuevo documento, ante el deseo de contar con un plan para contener la expansión del proyecto político del presidente venezolano Hugo Chávez.
Gentileza de Other News
Fuentes:
· Montañez Lanza, Manuel José. Los documentos de Santa Fe, la nueva Guerra Fría.
· Santa Fe IV: Latinoamérica Hoy.
· Golinger, Eva. Guerra Irregular.
· Santa Fe I (PDF).
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