Por Fernando García – La Vanguardia de Barcelona
Joe Biden no es el primer presidente de Estados Unidos ni mucho menos el primer dirigente de un país que habla por los codos. Su problema es que a menudo lo hace sin filtro ni recato; da la impresión de que suelta lo primero que le viene a la cabeza. Y el líder acaba pagando cada patinazo. Ocurrió por enésima vez el miércoles, cuando aseguró que la dureza de la represalia contra Rusia si agrediera a Ucrania dependería de si el ataque fuera “menor” o mayor. ¡En buena hora! Los gobernantes ucranianos se declararon “atónitos”, lo mismo que los de media Europa del Este y más allá. No se invade un país “un poco”, vinieron a replicar. Y el presidente tuvo que tragarse sus palabras. De inmediato y en seco. Una vez más.
La respuesta a Moscú en la crisis de Ucrania, señaló Biden textualmente, “dependerá de lo que haga”. Pues “una cosa es una incursión menor” que derive en “una discusión sobre qué hacer o no” –razonó–, y otra muy distinta es “si realmente hacen lo que son capaces de hacer con las fuerzas acumuladas en la frontera…” En ese caso, es decir el de los soldados rusos “cruzando la frontera y matando combatientes ucranianos, va a ser un desastre para Rusia”, precisó. Y, para empeorarlo, añadió que del tipo de agresión que ordenara Vladimir Putin dependería también “la capacidad de lograr la unidad en la OTAN”.
En pocos días, Biden alarma a Ucrania con su tesis de una invasión “menor” y la lía con la prensa al insultar a un periodista
Enseguida, la Casa Blanca envió una nota con una evidente aunque inconfesa auto corrección. El presidente “ha sido claro” con su homólogo ruso –indicaba– en el sentido de que “si alguna fuerza militar rusa cruza la frontera con Ucrania, se trata de una nueva invasión que hallará una respuesta rápida, severa y unida de Estados Unidos y nuestros aliados”.
El propio presidente repitió a las pocas horas el mensaje de rectificación. Y lo mismo hizo su secretario de Estado, Antony Blinken, a fin de aplacar la indignación y sorpresa que la disquisición inicial del jefe había ocasionado al otro lado del Atlántico: sobre todo en el Este pero también, dado el aderezo sobre posibles divergencias en la OTAN, en el resto de capitales aliadas.
Después del desagradable trago, Biden volvió a liarla el lunes. Esta vez fue con un periodista del ultraconservador canal Fox News al que, en respuesta a una pregunta sobre la inflación, llamó “estúpido hijo de puta”. Lo dijo sin darse cuenta de que su micro seguía encendido. El escándalo fue mundial. Y, de nuevo, el presidente de Estados Unidos tuvo que rectificar, ahora mediante una llamada de disculpa al ofendido, el corresponsal de la Fox en la Casa Blanca, Peter Doocy.
Del mismo modo que esta salida de tono recordó los calentones que el gobernante se había cogido en diciembre y julio con sendos informadores a los que acusó de hacer preguntas “tontas”, el mucho más grave resbalón sobre Ucrania trajo a la memoria de todos su desliz de octubre acerca de Taiwán: otro de los epicentros de tensión geopolítica en el planeta. En una entrevista con la CNN, Biden aseguró que, si esa isla fuera atacada por China, EE.UU. saldría en su defensa: una frase que de un plumazo echaba por tierra largos años de calculada “ambigüedad estratégica” sobre el asunto.
Lo que siguió puede adivinarse: la Casa Blanca aclaró rápidamente que la política estadounidense en torno a Taiwán no había cambiado. Lo cual no evitó que Pekín pidiera a Washington que no enviara “señales equívocas” que podrían “dañar seriamente los lazos entre China y Estados Unidos y la paz y estabilidad” en la zona.
Aquella noche, el 21 de octubre, Biden dijo que recurriría a la Guardia Nacional para resolver el problema de suministros ocasionado por la pandemia…, cuando resultaba que el Gobierno no lo estaba contemplando y que la utilización de ese cuerpo pasa por la supervisión de los estados.
Biden ya había cometido algunas otras ligerezas, como cuando se mostró “abierto” a una propuesta de intercambio de ciberdelincuentes con Rusia que le hizo Putin, y que estaba descartada. O como cuando afirmó que Facebook “mata gente” al permitir infundios sobre las vacunas. En todas las ocasiones, eso sí, el mandatario dio marcha atrás con humildad. Nada que ver con su antecesor, el contumaz mentiroso Donald Trump.
Gentileza de Other News
Recomendados
Los «comentadores», el ejército troll que financian los ceos libertarios
Los infinitos complots que perturban el sueño presidencial
Tregua por necesidad: Cristina, Kicillof y Massa definen una estrategia electoral común en PBA