Por Fernando Ayala* (La Mirada de Chile)
Chile, país de 18 millones de habitantes, está compuesto por diez pueblos originarios reconocidos por la Ley Indígena 19.253 y de acuerdo con el censo del 2017, representan el 12,8% de la población. De ellas, la más numerosa es la mapuche, que suman alrededor de 1,745 millones de personas de las cuales más de la mitad viven el área metropolitana de Santiago. En su territorio ancestral, región de la Araucanía, 700 kilómetros al sur de capital chilena, tierra de mar, bosques, ríos, montañas, pumas y nieve, habitan algo más de 314 mil.
Es el lugar de origen del pueblo mapuche, que por casi 300 años resistieron al imperio español. Hoy esa región enfrenta serios problemas de orden público debido a que el Estado chileno, desde la consolidación de la República, en 1818, no ha respetado los derechos de ninguno de los pueblos indígenas. El territorio mapuche o Wallmapu -en lengua mapudungun- se extendía desde el océano Pacífico al Atlántico y fue “pacificado” por el ejército chileno entre los años 1860-1883, en una cruel guerra que dejó miles de muertos, incendiando sus casas y propiedades para luego confinarlos en reducciones, con economía de subsistencia, que obligó a gran parte a emigrar a las ciudades. Lo mismo ocurrió al otro lado de la cordillera de los Andes, en Argentina, en la llamada “guerra del Desierto”.
La “pacificación” significó la derrota militar del pueblo mapuche junto al término de la autonomía territorial de la que gozaban, el robo de sus tierras, ganado, junto a la estigmatización por parte de la élite política y económica chilena codiciosa de la riqueza agrícola. Los han acusado de flojera, pretendiéndolos avergonzar de su cultura, tradiciones y creencias. La penetración del llamado “progreso” y la llegada de miles de colonos chilenos y europeos, -a quienes se regalaron tierras ajenas- principalmente alemanes, españoles, italianos, franceses suizos e ingleses, significó la apropiación de los mejores campos, la quema de bosques milenarios, la fundación de nuevas ciudades que facilitaron la profundización del proceso de aculturación a la que se habían resistido desde la llegada de los conquistadores españoles. Los mapuches perdieron cerca de un millón y medio de hectáreas en manos del nuevo Estado chileno, que luego fueron regaladas a los colonos.
El Estado chileno, desde la consolidación de la República, en 1818, no ha respetado los derechos de ninguno de los pueblos indígenas.
Los mapuches perdieron cerca de un millón y medio de hectáreas en manos del nuevo Estado chileno, que luego fueron regaladas a los colonos.
Esta realidad acompañó al pueblo mapuche a lo largo del siglo XX. Con el retorno de la democracia en Chile, en 1990 y en particular durante el primer gobierno democrático, se produjo un pequeño avance con algunos reconocimientos, pero los intereses económicos han sido más fuertes, en particular la instalación de grandes empresas madereras y agrícolas que han ocupado vastas zonas y arrinconado a las comunidades.
Sin embargo, la rápida modernización capitalista de Chile contribuyó a entregar más educación a las nuevas generaciones que han hecho despertar la conciencia ancestral, logrando el apoyo mayoritario de la sociedad chilena. Esto se vio durante las masivas marchas por las ciudades de Chile con ocasión del estallido social de octubre de 2019, donde la bandera mapuche se convirtió en uno de los símbolos de la protesta.
Junto al conocimiento de su historia, transmitida por siglos de manera oral, en torno a los fogones en sus comunidades, existen hoy algunas generaciones de mapuches profesionales, instruidos y que han revisado la historia del Estado de Chile y la política de usurpación “legal” de la que han sido víctimas. De ahí al surgimiento de grupos radicales fue cosa de tiempo.
Hoy la pradera se está incendiando por la escasa visión de todos los gobiernos que se han sucedido desde 1990, junto a la estrechez y arrogancia de los sectores conservadores, que se niegan a reconocer el componente plurinacional de Chile. Es decir, no se reconoce en la actual Constitución la existencia ni derechos ni grados de autonomía de las minorías indígenas, tema que se espera sea resuelto en la nueva Constitución que se discutirá a partir del próximo año, siempre que triunfe la opción del apruebo en el plebiscito que se efectuará el 25 de octubre próximo. La respuesta por ahora ha sido la creciente violencia exigiendo la devolución de las tierras, ataques a las empresas forestales, incendio de casas, escuelas, iglesias, camiones y maquinarias que han costado la vida a varias personas inocentes, o la ocupación de edificios públicos, como ha ocurrido con varias municipalidades.
El actual gobierno en lugar de dar una respuesta política ha optado por el negacionismo y la represión. Comuneros mapuches han sido asesinados, se han descubierto montajes policiales y en general, el Estado ha demostrado insensibilidad y carencia de visión para enfrentar la realidad. Desde el año 2000 a la fecha, 15 mapuches han sido muertos por parte de las fuerzas del orden.
A la llegada de los conquistadores españoles a América, en el siglo XVI, encontraron diversos grupos indígenas, culturas, lenguas y grados de desarrollo diferentes, como las civilizaciones maya o azteca, en el norte y centro américa, o los incas en el sur, en lo que hoy es Perú. Poco les importaba la diversidad de paisajes, costumbres o la religiosidad de las poblaciones que encontraban, su meta era buscar oro y volver ricos a España.
El actual Chile fue descubierto un 4 de junio de 1536 por Diego de Almagro, quien partió desde la ciudad del Cuzco (Perú) en un recorrido que le tomó 11 meses y más de 3 mil kilómetros, cruzando los Andes hasta llegar al valle de Aconcagua, en la parte central del territorio. Recorrieron buscando riquezas hasta el mes de septiembre de ese año, sin encontrar nada, solo pequeñas comunidades indígenas. Regresaron con las manos vacías, cruzando esta vez el desierto de Atacama. Si Almagro había descubierto un territorio que parecía no tener fin, Pedro de Valdivia llegó en 1540 a incorporarlo a la corona española como Reino de Chile y conquistarlo.
En su avance al sur encontró al pueblo mapuche, cazadores recolectores con una incipiente agricultura, pero con fuerte sentido de independencia y habilidades guerreras. Valdivia, hasta su muerte en 1553, luego de ser tomado prisionero por los mapuches, juzgado y condenado a muerte “por pretender esclavizarnos”, fue ajusticiado de un “golpe de macana en el cráneo”[1]. En 13 años alcanzó a fundar siete ciudades, incluyendo la actual capital de Chile, a la que bautizó como Santiago del Nuevo Extremo.
En 1641 se firmó entre los mapuches y la corona, el llamado Parlamento o Tratado de Quilín, ratificado por el rey de España, Felipe IV en 1643. Ahí se fijaba la frontera en el río Bío Bío y se garantizaba su libertad, así como que no podrían ser esclavizados, la liberación de los prisioneros españoles, y el libre acceso de los misioneros para cristianizar, entre otras. Sin embargo, la paz fue breve, y en casi tres siglos, los españoles nunca pudieron someterlos y las ciudades que fundaron fueron atacadas e incendiadas, la guerra dejó su impronta indeleble en la historia y en la literatura, quedando el inmortal canto épico escrito por Alonso de Ercilla, “La Araucana”, publicado en Madrid en 1589, donde describe el valor del pueblo mapuche.
En 1641 se firmó entre los mapuches y la corona, el llamado Parlamento o Tratado de Quilín, ratificado por el rey de España, Felipe IV en 1643.
La derrota de los españoles en la lucha por la independencia (1810-1818) y la consolidación de la independencia de Chile, significó una nueva etapa en la historia del pueblo mapuche. Si bien hubo un buen inicio con la firma en 1825 del tratado o Parlamento de Tapihue, donde se garantizaban sus derechos territoriales y autonomía dentro del Estado chileno[2], éste fue firmado por el cacique Juan Mariluán, quien representaba a solo un tercio de los linajes, en una cultura donde el poder está repartido en clanes familiares. Eran los primeros años de la naciente república chilena y poco duró la paz. El siglo XIX avanzó hacia el sur llevando el telégrafo, el ferrocarril y los colonos. La “pacificación de la Araucanía” por parte del ejército chileno, como fue llamada, significó la derrota militar definitiva del pueblo mapuche y su marginalización en reducciones, su arrinconamiento cultural, su explotación como mano de obra y también su reclutamiento en las guerras de Chile en el siglo pasado.
La conciencia mayoritaria de los chilenos respecto al abuso, humillación y despojo al que han sido sometidos los indígenas en general y los mapuches en particular.
Hoy el panorama es diferente por varios motivos, entre ellos la conciencia mayoritaria de los chilenos respecto al abuso, humillación y despojo al que han sido sometidos los indígenas en general y los mapuches en particular. El Estado ha efectuado compra de tierras que han sido entregadas a las comunidades indígenas, pero no basta. Existen parlamentarios de origen mapuche, académicos, políticos, escritores o poetas, como Elicura Chihuailaf, ganador este año del premio nacional de literatura.
Otros gestos que se han hecho fue el nombramiento por parte de la expresidenta, Michelle Bachelet, del primer embajador mapuche, Domingo Namuncura. Han sido señales valiosas, pero claramente insuficientes. El Estado chileno deberá esforzarse y encontrar una solución consensuada para darles autonomía y también a la población polinésica de Rapa Nui o Isla de Pascua, incorporada a Chile en 1888.
Los participantes de la futura mesa de negociaciones, deben ser los representantes del pueblo mapuche, el gobierno y el sector privado que hoy controla gran parte del Wallmapu para la explotación forestal, así como medianos propietarios agrícolas. No será fácil llegar a una solución que deje a todos satisfechos. Tendrá que haber generosidad del Estado chileno y del sector privado, principalmente, pero también de los grupos más radicales que no necesariamente representan a la mayoría de un pueblo que durante 500 años no ha cesado de reclamar sus derechos, respeto a su cultura y por sobre todo dignidad.
El Estado chileno deberá esforzarse y encontrar una solución consensuada para darles autonomía y también a la población polinésica de Rapa Nui o Isla de Pascua, incorporada a Chile en 1888.
Durante 500 años no ha cesado de reclamar sus derechos, respeto a su cultura y por sobre todo dignidad.
Notas:
[1] Bengoa, José. Historia del pueblo mapuche. Siglos XIX y XX. LOM Ediciones. Santiago, 2000, pág.34.
[2] Tratado de Tapihue. Cuadernos de Historia, Nº 35. Universidad de Chile. Santiago, 2011. https://scielo.conicyt.cl/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0719-12432011000200007
*Economista de la Universidad de Zagreb, Máster en Ciencia Política de la Universidad Católica de Chile. Durante 36 años fue funcionario del Servicio Exterior de Chile alcanzando el grado de embajador en 2004. Renunció a la carrera diplomática el 10 de marzo de 2018. Le correspondió servir en Ecuador, Corea del Sur, Suecia, Estados Unidos e Italia. Como embajador representó a su país en Vietnam, Portugal, Trinidad y Tobago, Italia y ante las agencias de Naciones Unidas con sede en Roma.
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