«Las mercenarias y auxiliares son inútiles y peligrosas. Si un príncipe apoya su Estado con tropas mercenarias, no estará firme ni seguro nunca, porque ellas carecen de unión, son ambiciosas, indisciplinadas, infieles, fanfarronas en presencia de los amigos, y cobardes contra los enemigos, y que no temen temor de Dios, ni buena fe con los hombres. Si uno, con semejantes tropas, no queda vencido, es únicamente cuando no hay todavía ataque. En tiempo de paz te pillan ellas; y en el de guerra dejan que te despojen los enemigos.
La causa de esto es que ellas no tienen más amor, ni motivo que te las apegue que el de su sueldecillo; y este sueldecillo no puede hacer que estén resueltas a morir por ti. Tienen ellas a bien ser soldados tuyos, mientras que no hacen la guerra; pero si esta sobreviene huyen ellas y quieren retirarse» (El Príncipe de Maquiavelo).
El gran problema que tienen aquellos que creen que logran lealtad por plata es que no tienen en cuenta la condición humana. Solo la convicción puede generar pertenencia a un proyecto.
En el New Deal de 1930 Roosevelt cuando propuso el decálogo que debían firmar los trabajadores del emprendimiento del Valle del Tennessee el último punto decía «Creo en la obra».
El gran problema que tenemos por delante los argentinos para recuperar el sendero de la cultura del trabajo es como convencemos a los que viven de los planes sociales y la informalidad de incorporarse a un plan colectivo de reconstrucción del proyecto nacional.
Maquiavelo nos enseñaba que el peor momento que tenía un Príncipe era cuando debía desarmar a un ejército mercenario, en general estos se volvían en su contra porque esa era su esencia.
Fue un gran error el del gobierno de Cambiemos no encarar ese tema.
Si ellos hubieran utilizado la capacidad de endeudamiento que el país tenía en 2015 para generar proyectos productivos que incorporaran a la mayoría de los argentinos atados a los planes sociales, hoy Argentina sería un país próspero.
No solo siguieron pagando esos subsidios, sino que los multiplicaron. Creyeron que podían comprar voluntades, ilusos algunos, corruptos otros.
La realidad es que hoy estamos en una crisis de una magnitud invaluable. Ya no hablo de las cifras de pobreza o indigencia, inmedibles por otro lado, hablo de la gente que desarrolla sus actividades en la informalidad que es mucho mayor que la que la desarrolla en la mentirosa y estafadora formalidad.
Las relaciones mafiosas tienen el campo orégano para avanzar. La anomia deja abiertas las puertas a que las relaciones fuera de la ley crezcan y se adueñen de los territorios. Hoy sin ley las organizaciones de delito avanzan sobre las policías, la justicia, la educación, la salud, sin ley no hay fronteras para el delito.
No hay ley, aunque están escritas, porque no hay quien la imponga. Para que se imponga la ley debe haber un contrato social entre los mandantes y los mandados. Eso se llama gobernanza. La construcción de una relación armónica de ida y vuelta entre el gobierno y el pueblo.
La base de la gobernanza es que los que gobiernan sean el ejemplo para seguir, nunca estuvimos más lejos de esa ejemplaridad. No hay ninguna posibilidad de que nos veamos reflejados en ninguna de las capas dirigenciales de nuestras instituciones.
El pez se pudre por la cabeza, pues bien, nuestra cabeza está podrida. Por eso cualquier argentino que, desde afuera de la casta dirigencial quiera reemplazarla debe ser recibido con los brazos abiertos. Más aún, toda la dirigencia de la argentina productiva debe involucrarse, son sus intereses los que están en juego.
Para dar vuelta el curso de nuestra historia y pasar de la decadencia al desarrollo, lo primero que debemos hacer es reemplazar la cabeza, y eso no es ideológico ni partidista eso es de pertenencia. El que pertenezca a esa casta deberá ser reemplazado, así de simple.
No se logrará en forma inmediata ni fácil, pero la informalidad creciente nos dará la oportunidad de lograrlo, la otra manera hubiera sido por la violencia, como esa no es opción para nuestro pueblo, será por inanición, no de alimentos, pero si de recursos. La creciente informalidad y la falta de autoridad dejará a la casta sin el dinero necesario para sostener a los mercenarios de la administración y a los dependientes de las dádivas.
Recuperar la política es un paso necesario, pero si el poder se dirime por el chantaje entre las pautas de los organismos oficiales y los medios, para tener visibilidad, el camino está perdido antes de comenzar.
La política se construye desde la sociedad, hoy con la complejidad que determina la nueva territorialidad, conformada por la vieja, presencial, cara a cara y la nueva digital a través de las redes. Ambas tienen legitimidad. Hoy se convoca más fácilmente a través de lo digital que desde lo presencial.
La construcción de ese poder debe garantizar la visibilidad que antes daban los vetustos medios de comunicación. La reforma política debe garantizar ese tránsito. Votar con la boleta de papel es una rémoro del pasado.
Los conservadores son los que se aferran a los viejos métodos, argumentan que lo digital puede ser adulterado por hackers como si el robo de boletas o los conteos fraudulentos no existieran. Si miles de millones se manejan en forma digital pueden algunos millones de votos expresarse sin problemas.
Cristina no atendió la alerta de Maquiavelo, su troupe de mercenarios estará atenta para la traición y los que cobran planes serán paulatinamente absorbidos por la única economía que crece, la informal.
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