Andrés Ferrari Haines es argentino, economista, y enseña en Porto Alegre coyuntura internacional y también historia de la política internacional desde la Guerra Fría hasta hoy. Esta vez La Semana de Su Excelencia está dedicada a escuchar a Ferrari. Precisamente sobre Su Excelencia, sobre el liberalismo, que para él nunca existió, y sobre los Estados Unidos y China.
Cuenta Andrés Ferrari Haines que, además de libros, tiene 100 mil documentos guardados sobre política internacional, historia y economía. Profesor en la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.
–¿Con algún método?
–Busco ser lo más amplio posible en términos de países y de sectores políticos y sociales. El hábito que tengo es la lectura constante de libros y hacer un contrapunto entre cosas nuevas y cosas viejas. La gran cuestión es historizar, y cuando pasa el tiempo la misma lectura tiene otra perspectiva. Por eso soy muy crítico de las personas que hoy tienen una visión de las ciencias sociales como la que había hace 30 o 40 años. Por ejemplo, puedo decir que no existen los derechos en abstracto: son fruto de las leyes que a su vez son resultado de luchas políticas. Si sólo decís que el Gobierno quita derechos, quedás paralizado. Es como si te desentendieras de lo que tenés que hacer.
–Una visión estática.
–Y lo mismo pasa con otras visiones opuestas. Leo mucha historia y mucha geopolítica. Leo mucho sobre historia de los Estados Unidos. Ahí ves que en las décadas de 1970 y 1980 había una visión predominante. Decía que el mundo había salido de una larga edad Media y que luego siempre progresó hasta llegar a una situación casi perfecta, de “países serios”, como suelen decir en la Argentina. Esos países se habrían formado, según esa visión, en la segunda posguerra. Y de esa visión salió una idea: que simplemente unos “fanáticos del mercado” después de tanta seriedad empezaron a desviar la realidad y a empeorarla.
–Si lo decís con ese tono, es obvio que no compartís esa idea. ¿Por qué no?
–Porque esos años, los “años dorados” no se explican por la historia del propio capitalismo. Surgen como una anomalía: como existió la Unión Soviética era necesario que hubiera años dorados. Y agrego algo que conviene tener presente hoy: los años dorados se terminaron en los años ’70.
–Mucho antes de la implosión soviética de 1991.
–Sí. Los Estados Unidos siempre quisieron acabar con la Unión Soviética. El objetivo no fue la convivencia sino la eliminación de la URSS desde su inicio. Sólo que no lo consiguieron. Incluso sabemos que hasta llegaron a plantearse el uso de la bomba atómica. En la Argentina, como sabés, había inventado algo a partir de Mafalda.
–Mafalda resiste.
—Y resiste también el paso del tiempo. Miguelito, uno de los amigos de Mafalda, un día se enojó en la escuela porque no le enseñaban la historia hacia adelante. Sólo hacia atrás. Y entonces él no podía saber lo que quería, que era conocer el futuro. Algunos analistas parecen Miguelito. Les gusta la futurología pero no entienden lo que pasó antes. Soy hegeliano.
–Andrés Ferrari, creador del mafaldohegelianismo.
–Marx dijo de Hegel que Hegel había captado la dinámica de la historia. Mi combinación es mucha Historia, mucho Hegel y mucho Gramsci para entender la política. Y ser riguroso. Mi proceso de comprensión es distinto al del típico académico que quiere saber todo. No soy 100 por ciento ateo, por ejemplo. Mi única identidad es Boca Juniors. A veces, si creemos saber todo, ni pensamos en lo que todo el mundo dice. En una frase, por ejemplo: “A los jubilados en la Argentina el Gobierno los quiere matar”. Parece básico, pero está mal. Lo están matando. Es una realidad. Si no, nos quedamos en la parálisis que te comentaba antes. Y en los Estados Unidos también están matando a los jubilados. En The Guardian, de Londres, salió que las políticas de salud y austeridad crearon 360 mil muertes adicionales en diez años. Hay un libro de un médico, David Ansell, que se llama, traducido, “La brecha de la muerte”. El subtítulo es “Cómo mata la desigualdad”. Pero dejame volver a la historia.
–Te dejo.
–Hoy, que se habla tanto de liberalismo, volví a leer a John Locke. Y me di cuenta que Locke no era un liberal. Quería sacarles las tierras a los pueblos originarios de América y matarlos a todos. Ahí entendés algo: nunca el proyecto que surge del mundo moderno es para construir y profundizar la democracia. La democracia como sufragio universal es una conquista y viene recién después de la Primera Guerra Mundial. Si te movés en el largo plazo y le quitás esos años marcados tanto por la Unión Soviética como por la reacción a la Unión Soviética, o sea los años dorados, verás que hay guerras comerciales y vas a notar que no hay un Estado presente en el sentido del Estado de bienestar. Te lo digo de otra manera: el neoliberalismo no significa volver al mercado libre, porque el mercado libre nunca existió. Es irrealizable. No puede existir. El Estado siempre interviene. Además, nunca nadie pensó en un mercado libre. Ni Inglaterra. Eric Hobsbawm no escribió un libro “La era del liberalismo” sino “La era de los imperios”.
–Y el neoliberalismo, aunque en tu opinión el liberalismo no haya existido, ¿qué es?
–Neoliberalismo es Milei. Y dicho sea de paso, la Argentina no debe pensar que el problema es sólo Milei. Si Milei vende una fruta podrida, es que mucha gente la ve como sana. Pero sigo con el neoliberalismo. Es el monopolio del Estado por parte de los ultrarricos para beneficiarse económica y socialmente. Los fisiócratas decían lo mismo que Patricia Bullrich cuando reprime. Como todo es “natural”, el que no se comporta según las leyes naturales es un ser perverso y violento que viene a molestar. Entonces, palo y cárcel. Bullrich parece Francois Quesnay, que se murió en 1774. De nuevo la realidad: en los Estados Unidos, uno de cada nueve jóvenes negros está preso. Y en general el tres por ciento de la población está o preso o en libertad condicional. Lo de Milei no es un abuso, es un proyecto. Y no sólo argentino. Pasa en todos los “países serios”. La información me lleva a repensar mi propia formación conceptual. Me hago preguntas. ¿Cuándo hubo valores universales y democracia? ¿Cuándo hubo un proyecto de distribución del ingreso? El marxista va a la historia para comprobar que hace más de 200 años Marx tenía razón. Yo, como hegeliano, trato de investigar el desarrollo que se va dando.
–¿Podrías volver a la Argentina aplicando tu Mafalda en vertiente Hegel?
—Los ricos de ahora son dueños de derechos de propiedad. No producen ni inventan. Son dueños y punto. Eso es Luis Caputo. ¿Por qué no ajustan la deuda en relación a otros gastos? Hasta John Maynard Keynes decía que toda la sociedad terminaría siendo esclava de los tenedores de deuda pública.
–Milei te va poner entre los mandriles por citar a Keynes.
–Y peor si se entera de que pienso que libertad económica es haber pagado la deuda en 2005 y desconectarse del Fondo, en coordinación con Brasil. Es quizás la medida económica más importante.
–Te interrumpí. Estabas con la deuda.
–¿Por qué le doy importancia? Porque en la medida en que el poder financiero fue creciendo y dominando el mundo, el que tiene papeles de la deuda domina todo, y por eso repite ideas.
–Antes dijiste que el cambio no empezó con el fin de la Unión Soviética. Te agrego la caída del Muro de Berlín, que fue en 1989, dos años antes.
–Leo que ahora se está terminando el mundo creado en la segunda posguerra, el mundo de Bretton Woods. Pero la realidad es que ese mundo se acabó en 1971, cuando Richard Nixon terminó con el patrón oro y empezó a liquidar el Estado de bienestar.
–El cambio del patrón oro al patrón dólar.
–Exacto. Lo que no quiere morir y lucha por no morir es el proyecto de dominación global interno e internacional que la élite de los Estados Unidos, junto a otras élites alrededor del mundo, implementaron justamente en la caída de Bretton Woods a principios de los años ‘70. Vamos a otro concepto, el de libre mercado. Una cosa es libre mercado y otra competencia perfecta. Los que hablan de libre mercado están hablando de algo en el marco de competencia perfecta, o sea que ningún integrante de ese mercado tiene un poder de mercado mayor que el de otro. Sin competencia perfecta, que es lo que ocurre, lo que pasa en la práctica es que se le concede la libertad a Elon Musk, por ejemplo, que es el único que fabrica autos eléctricos. El tratado Mercosur-Unión Europea no es de libre mercado. Es sólo comercial.
–¿Qué realidad representa Donald Trump ahora, en su segunda presidencia?
–Lo de Trump no es diferente de la historia sobre la que hablábamos. Lo diferente es la forma en que lo está haciendo. Es parecido a lo de Nixon: si el sistema no sirve más, voy por otro camino.
–¿Cuál sería el camino?
–Los Estados Unidos vieron que había que patear el tablero. Buscaron un modelo para enriquecer más a la élite a partir de una premisa: vencer a los trabajadores occidentales. Por eso apelaron al principio a producir en los mercados asiáticos, sin protección social y salarios muy bajos. Era un proyecto de producción en escala global, con mayor lucro y obviamente con el dominio por derecho de propiedad o de patentes. Su apuesta de aquel momento era que China debía terminar abriéndose. Entonces, decían, los Estados Unidos podrían entrar e incluso partir a China en pequeños países y dominables.
–¿Y cuál es el proyecto de Trump ahora?
—Lo que está haciendo Trump es querer que China vuelva a ser un país atrasado industrialmente y que los Estados Unidos otra vez sean el país industrial dominante de la segunda posguerra. Con Trump, en la pandemia, tuvieron que salir a comprar barbijos. No tenían ni cómo fabricarlos. Pero a los Estados Unidos les falló el proyecto de ser el Estado tributario, con maquinita para imprimir. Quieren revertir que China no haya aceptado ser colonia norteamericana. Y lo mismo pasó con Japón. Hay más elementos en este mundo. Las consultoras internacionales importantes dicen que en 2030 el país con mayor PBI del mundo será India, y después China. También hay que mirar Nigeria y Tailandia. África, al mismo tiempo, ya no es el continente perdido. El África en los años 60 acababa de ser descolonizada. Hace sólo sesenta años. Pensá que 60 años después de la independencia argentina, en 1876, la Argentina todavía no había llegado a la organización nacional.
Fuente yahoraque.com
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