El temor a la desocupación es el principal miedo de los argentinos. La inseguridad también, pero un veinte por ciento más abajo y en tercer lugar. El Presidente, ya en campaña electoral, quiere desplazar las inquietudes y con ese desplazamiento atacar a su blanco principal, que es el gobernador Kicillof.
En un trabajo conjunto de sondeo de las empresas AtlasIntel y Bloomberg, unidas en Latam Pulse, hay una pregunta que sin duda interesa a Su Excelencia: ¿qué tan probable es que la Argentina enfrente los siguientes riesgos o desafíos en los próximos seis meses?
Aumento de robos y asaltos recibió el 44 por ciento de respuestas afines. Revelaciones sobre grandes fraudes o esquemas de corrupción, el 41. El 30 por ciento fue al aumento de ataques o asesinatos relacionados con facciones criminales. Huelgas a gran escala, el 24. Protestas violentas, 23. Paralización de centros urbanos, 22. Destitución o dimisión del Presidente, 16. Falta de mayoría gubernamental en el Congreso, 15. Golpe de Estado, 10.
A su vez, la conflictividad percibida se da sobre todo entre “personas que apoyan partidos políticos diferentes” (35 por ciento de aceptación de esa formulación) y “personas de diferentes clases económicas” (con un 31 por ciento de adhesión).
La situación de la economía argentina es evaluada como mala por el 63 por ciento. La situación familiar es mala para el 56 por ciento. Y el mercado de trabajo presenta riesgos para nada menos que el 68 por ciento. Esos números se dan al mismo tiempo que los pronósticos negativos superan a los positivos: el 44 por ciento respondió que va a empeorar la economía argentina de aquí a seis meses, la misma cifra para el mercado de trabajo y un 39 para la economía personal. Quienes auguran una mejor situación son en los tres casos menos personas.
La encuesta interrogó por los principales problemas. Encabeza el ranking el desempleo (48 por ciento), los precios altos y la inflación (45,4), la corrupción (32,6) y la inseguridad (27,9 por ciento). En este caso el concepto está entre preocupaciones cotidianas y no en comparación con temas institucionales como un golpe de Estado.
Más allá de las discusiones técnicas y los debates sociológicos, si la encuesta resulta fiel a las percepciones actuales se explica parte de las tácticas de Su Excelencia y equipo.
Por un lado, la exacerbación de todo conflicto, real o imaginario, sintoniza con el diagnóstico tremendista de los primeros números citados. ¿Su Excelencia y equipo simplemente sintonizan o también generan el clima propicio para que reine el viejo dilema de Yo o el Caos, en el que Yo sería Javier Milei y el Caos el resto, sobre todo el peronismo?
Por otro lado, aun cuando los niveles de esperanza en que las cosas mejoren no bajan del 30 por ciento, y esa cifra tras un año de gestión basada en el ajuste y la deriva autoritaria, ningún síntoma ofrece una percepción positiva sobre el futuro. Personal o del país. Y sobre todo laboral. Entre tantos miedos, crece el que ya venía cocinándose: el miedo al desempleo. Históricamente, el prólogo al aumento de la desocupación o al cierre de empresas es la combinación de corte de horas extras, adelanto de vacaciones y suspensiones. Las tres cosas sucedieron cada vez con mayor intensidad durante 2024.
En tercer lugar, la preocupación por la inseguridad está en el número tres, no en el número uno, y a 20 puntos porcentuales de la preocupación por el desempleo.
Este conjunto de indicadores, y sobre todo el último, podría explicar por qué Su Excelencia y la ministra que ahora se llama de Seguridad Nacional, Patricia Bullrich, hayan elegido como blanco al gobernador bonaerense Axel Kicillof.
No se trata, naturalmente, de que las zonas más picantes de la provincia de Buenos Aires estén desprovistas de riesgos.
Hace años, ya, que la ecuación se repite. Mientras bajan los homicidios en ocasión de robo, que siempre son denunciados porque media un certificado de defunción, se mantienen o suben los robos diarios. Algunos son denunciados ante la Justicia, como el robo de motos, porque sin denuncia no hay cobro del seguro. Otros en general no. Es el caso del robo de celulares.
El paisaje criminal cotidiano de algunas áreas del Gran Buenos Aires reitera una situación de irritación permanente, porque casi siempre el celular es el único objeto robable de una persona. La irritación acumulada explota en la opinión pública ante un asesinato en situación de robo.
Minimizar un asesinato es, además de inhumano, tonto políticamente. La repercusión es de por sí enorme, y de amplificarla y convertirla en sistemática se encargan Su Excelencia, la ministra de Seguridad Nacional y los grandes medios de comunicación, redes incluidas.
Quizás el punto a tener en cuenta al formular políticas públicas sea el modo de limitar el robo de celulares y el de motos. Como sucedía antes con los autos, cuando se imponía una estrategia de atacar los desarmaderos se complicaba el robo por la dificultad de crear un mercado secundario. ¿Será más difícil hacer lo mismo con los celulares? Tal vez. ¿Y con las motos? El asunto se parece bastante al que ocurría con los coches. Hay que agregar un punto: autos, motos y celulares son moneda de cambio en el mercado de la droga. En el grande y en el narcomenudeo.
Está clara la táctica de Su Excelencia en la provincia de Buenos Aires. Primero, imitar la frivolidad reinante según la cual pocos reparan en que ciertos lugares son invivibles y otros padecen, a lo sumo, un robo de garrafas. Y luego, ya que el Presidente no logra colocarse como el paladín del combate al desempleo, pelea para caricaturizar y demonizar al mayor crítico institucional de la política económica, que es precisamente el gobernador Kicillof.
“Si realmente quiere colaborar con nuestra provincia, (Milei) podría empezar por devolver los 749 mil millones de pesos del Fondo de Seguridad de los que se apropió ilegalmente”, tuiteó Kicillof luego de que Su Excelencia anunciara que crearía una Condecoración al Valor del Hombre Común y que el primero en recibirla, de manera póstuma, sería Lucas Aguilar, el repartidor asesinado cuando defendió a un vendedor ambulante que estaba siendo asaltado.
Ni Su Excelencia ni el gobernador ponen en juego sus cargos en las elecciones de este año, que son legislativas. Pero ambos disputan proyecto y proyección, dos palabras que tienen familiaridad entre sí.
Y Su Excelencia, además, avanza políticamente en temas como la buena recepción de la austeridad fiscal, su fetiche, pero no logra liquidar valores muy arraigados en el pueblo argentino.
La política exterior es un buen ejemplo.
Su Excelencia se rompió el alma para mostrarse como (frase textual) “uno de los dos políticos más importantes”. Aclaró en su momento que el otro era Donald Trump.
Lo visitó antes de la asunción y el 20 de enero estuvo presente.
Latam Pulse preguntó también por Trump.
Para el 46,8 por ciento el impacto de la Presidencia de Trump será negativo para la Argentina.
El 46,7 por ciento piensa que el Gobierno no debería buscar relaciones más estrechas con Washington. Hay un 44 por ciento que opina lo contrario.
El nivel parejo de la última respuesta no se repite cuando las preguntas bajan a tierra.
Una pregunta apuntó al temor por el impacto que podrían tener la suba de aranceles y la política económica de Trump sobre la Argentina. Expresó temor el 59,2 por ciento. No teme el 27,3 por ciento. Menos de la mitad del primer guarismo.
Ese 59,2 no es tonto. Al contrario de Su Excelencia, que calla, Lula ya criticó restricciones proteccionistas de Trump contra Brasil en acero y en bioetanol. Las exportaciones de aluminio a los Estados Unidos también están en riesgo.
Cerca del 59,2 hay un número más en otra parte del estudio. Un 57 por ciento. Es la cifra de quienes acordaron con lo siguiente: en caso de que la Administración Trump aumente aranceles de productos argentinos, el país debería fortalecer las relaciones comerciales con países vecinos de América latina.
Su Excelencia no la tiene fácil ante percepciones tan complejas. El resto tampoco.
FUENTE YAHORAQUE.COM
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