Por Guido Aschieri
El jueves 19 de diciembre, el INDEC dio a conocer la evolución de la distribución del ingreso en el tercer trimestre de 2024. En base a los datos del informe, el Ministerio de Capital Humano pronosticó que la población bajo la línea de pobreza alcanzará al 38,9 por ciento de la población para ese período.
En vista de que, para el segundo semestre de 2023, finalizó en el 41,7, y en el primero de 2024 ascendió al 52,9, el dato es celebrado como una notoria mejora por parte del gobierno, que da cuenta de la consolidación de la política económica y lo que presentan como efectos favorables para la población argentina.
Ante la aparente seguridad que exhibe el gobierno en los resultados de su política, las críticas cada vez más tenues y dispersas de sus detractores, y la configuración política que surge de ambas posiciones, emergen algunas preguntas: ¿Qué significa realmente la disminución de la pobreza? ¿Evidencia una tendencia de mediano a largo plazo, como parecen creer en el gobierno? ¿Eso también permite prever su fortalecimiento político, con la consecuente pérdida de la ya mermada oposición?
Cuestión de método
La estimación de pobreza dio lugar a comentarios sobre la metodología que hacen a la interpretación de los datos. Daniel Schteingart resumió algunas observaciones en una columna publicada el 23 de diciembre en el medio Cenital:
- La forma de medición del INDEC (que se replica en la proyección elaborada por Capital Humano) toma el dato de ingresos de las personas correspondientes al mes anterior al del período de medición, y lo compara con el valor de la canasta básica de ese período. Es decir que existe un “descalce” de un mes entre el valor de los ingresos y el valor de la canasta.
- Por efecto del descalce, al acelerarse los precios la medición de la pobreza tiende a dar resultados más altos que cuando se reconstruye la estimación sin sesgo temporal. A la inversa, al desacelerarse la pobreza tiende a variar menos entre las dos formas de estimación.
- En los años del gobierno del Frente de Todos, el descalce agregaba una cantidad significativa de puntos a la medición de la pobreza. Si se lo elimina, la población bajo la línea pobreza en el tercer trimestre de 2023 pasa de ser del 38,6 por ciento al 33,9. En el primer trimestre de 2024, se reduce del 54,9 al 47,1. Para el tercer trimestre, pasa del 38,1 al 37,4. La comparación se efectúa en los trimestres impares debido a que son los que computan el pago de los aguinaldos.
- Es decir que, una vez que las mediciones se adecuan para reducir el sesgo provocado por el cambio en el ritmo de variación de los precios, la pobreza se redujo 10 puntos con respecto al primer trimestre de 2024, y sigue 3,5 puntos por encima del tercer trimestre de 2023.
Schteingart observa que los datos de pobreza son congruentes con los de ingresos, que dan cuenta de una recuperación con respecto a los primeros meses del gobierno, pero manteniéndose por debajo de sus niveles de 2023.
Los datos oficiales sobre pobreza deberían dar cuenta del mismo resultado: disminución entre el primer semestre de 2024 y el segundo, pero por encima de 2023, una vez que se repara en las condiciones metodológicas.
Agustín Salvia, del Observatorio de la Deuda Social de la UCA realizó un comentario sobre las mediciones de pobreza que circuló con asiduidad: “tenemos menos pobres que hace seis meses, pero una cantidad igual que hace un año. Además, los actuales pobres son más pobres y más dependientes de los programas sociales”.
Las últimas estimaciones del Observatorio constatan que, de acuerdo a lo que se infiere en base a la Encuesta Permanente de Hogares que confecciona el INDEC, la población bajo la línea de pobreza se ubicaría en el 44,6 por ciento para el tercer trimestre de 2024. Poco menos que el 45,2 del último trimestre de 2023, pero más que en el tercero, en el cual la pobreza escaló al 38,6.
La interpretación de los resultados
Detenerse en la interpretación de los resultados parece tan importante como reparar en la metodología. Las circunstancias pueden interferir en la elaboración de datos oficiales, pero si se los utiliza como referencia, es porque la experiencia y su preparación indican que sus resultados son fehacientes.
A la luz de los datos sobre ingresos y nivel de actividad de la economía que se conocieron en la segunda mitad del año, que la pobreza descienda con respecto al primer semestre no parece una sorpresa. Por el contrario, todo indica que, una vez que se estabilizaron los precios y los ingresos con posterioridad a la devaluación de diciembre, sobrevino un avance de los segundos.
Es la persistencia de tal avance lo que debería ponerse en tela de juicio. La falta de vocación del gobierno por desplegar una política proactiva en ese sentido, al igual que la de producir condiciones de carácter estructural que den lugar a un crecimiento sostenido, y la integración de sectores de la población rezagados a una estructura socio-productiva más próspera e igualitaria, sugiere que la recuperación de los ingresos para llegar a sus niveles conocidos en años anteriores sería una condición de máxima.
Aprovechamiento de lo trivial
Las fluctuaciones o cambios que tengan lugar deberían contemplarse teniendo en cuenta estas premisas. De lo contrario, cualquier modificación en el estado de cosas, así fuese contingente o de corta duración, es mal interpretada como determinante del desarrollo de la situación política en el largo plazo.
Como consecuencia, las contradicciones de un gobierno que parte de la dirigencia política todavía percibe como contraproducente para el país, y la reivindicación genuina de aspiraciones profundas de la población argentina, son opacadas por hechos aislados pero que tienen impacto. Es como el clima en la decisión de abrigo de una persona.
Ese ejercicio de aferrarse a los hechos inmediatos parece afectar al gobierno. Aparentemente, los alcanza la excitación de creer que tienen allanado el camino para su consolidación política en el largo plazo. En lo que respecta a la economía, parecen pensar que la desaceleración en la variación de los índices de precios comporta por sí misma una mejora en la calidad de vida de la población.
El error de una conclusión tan simplista es que la baja variación de los precios indica una estabilidad en la relación con los ingresos. Si los segundos se recomponen, es por la tendencia de las fuerzas sociales a buscar alcanzar el nivel de vida que la población asume como propio.
Si el proceso deviene en largo y sostenido, y de no mediar el acompañamiento del gobierno, el movimiento de los precios puede exacerbarse. En el caso de no ocurrir dentro de un período que no exceda cierta duración, es factible que el descontento social se extienda y provoque una insatisfacción con el oficialismo.
El razonamiento anterior hace abstracción de la fragilidad macroeconómica y los factores que puedan provocar un colapso en la economía. No porque no existan o sean desdeñables, sino porque su manifestación no incide en la representación política.
La oposición puede aprovechar legítimamente circunstancias adversas si mantiene una actitud de penetración constante. Pero si no lo hace, el descontento general se desencadena sin encontrar identificación con una alternativa.
Mejorar la calidad de vida de la población argentina requiere un conjunto de políticas más complejo y extenso que estabilizar el tipo de cambio. La oposición podría hacerlo saber, si se ocupara de tener clara una hoja de ruta diferente. Hasta que eso ocurra, cualquier noticia trivial que no evidencie un empeoramiento será vista como una mejora sustancial. Y así las aprovechará el oficialismo.
Fuente Yahoraque.com
Recomendados
¿Qué hacemos con la realidad cuando nos indigna?
El mismo Milei que insulta es el que invita a comer asado
¿Acaso alguien sabe cuál es el tamaño ideal del Estado?