Por Embajada Abierta
Indonesia y Egipto son dos de los principales mercados emergentes (USD 1,42 billones en 2019 en conjunto) y claras potencias demográficas (375 millones de personas en conjunto). Además, ambos países son musulmanes: una de cada seis personas que profesan el Islam en el mundo viven en alguno de los dos gigantes.
Los dos países son parte del CIVETS, un grupo de economías en desarrollo (Colombia, Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía, Sudáfrica) que de acuerdo con The Economist Intelligence Unit tienen elementos estructurales que auguran un crecimiento económico robusto. Al mismo tiempo, tanto Egipto como Indonesia son especialmente vulnerables a los efectos del cambio climático (sequías, inundaciones, tsunamis).
Estos dos gigantes buscan cambiar sus capitales y están construyendo grandes ciudades inteligentes desde cero para tal fin. Curiosamente, no se ha revelado el nombre de ninguna de las dos nuevas urbes, todavía.
Los mandatarios de ambos países, el otrora dictador Abdelfatah el-Sisi y el ingeniero Joko Widodo, esperan que las nuevas capitales los consagren como los refundadores de sus respectivos países en el Siglo XXI.
Los dos megaproyectos de infraestructura despertaron rápidamente el interés de inversores y críticas ecologistas a nivel internacional. Además, en las dos ciudades nuevas está involucrada China (las compañías constructoras chinas, en el caso egipcio, y la influencia de la diáspora china, en el caso indonesio).
LA MEGALÓPOLIS QUE SE HUNDE
Yakarta, ubicada en la pequeña isla de Java, es una de las ciudades que se hunde más rápidamente en el mundo. Con una población actual de casi 11 millones de personas -a pesar de que la migración neta es negativa desde 1990-, un tercio de su tierra quedará sumergida para el 2050, según varios estudios nacionales e internacionales.
La gigantesca ciudad capital indonesia se hunde 25 centímetros al año. El agotamiento de las reservas de aguas subterráneas y la construcción de nuevos rascacielos produjeron el hundimiento y la compresión de la tierra a niveles insostenibles e irreversibles.
Además, Yakarta queda en una zona de terremotos y actividad volcánica, en tierras pantanosas por las inundaciones periódicas, cerca de la confluencia de 13 ríos. Algunas partes de la ciudad están ahora a unos cuatro metros bajo el nivel del mar y dejan a millones de personas vulnerables a los desastres naturales por el cambio climático.
Por eso, el presidente Widodo (59) ha pedido al Parlamento que apruebe un plan para trasladar la capital de la nación a la isla de Borneo, que Indonesia comparte con Malasia y Brunei. La nueva capital estaría situada en la provincia de Kalimantan Oriental de Borneo, entre la ciudad de Samarinda y la ciudad portuaria de Balikpapan, y se levantaría en casi 200 mil hectáreas de tierras públicas.
Es una ubicación estratégica en el centro de Indonesia, cerca de una zona urbana en pleno crecimiento. En términos de geografía simbólica, Widodo también busca marcar una nueva era en Indonesia: Yakarta, fundada como Batavia por los holandeses, había sido la capital de la época colonial, construida sobre tierra arrasada.
Hace más de trescientos años que la política y la economía del archipiélago asiático giran en torno de Java, el corazón de la nación que representa el 58% de su PIB y alberga a cerca de la mitad de sus más de 270 millones de habitantes.
Las discusiones para trasladar la capital han estado en marcha durante décadas, pero avanzaron en abril de 2019, cuando Widodo aprobó el plan actual luego de los infructuosos esfuerzos por encontrar soluciones para prevenir el inminente hundimiento de Yakarta.
El presidente indonesio afirma que la reubicación costará unos USD 33.000 millones; la construcción de la nueva capital comenzaría en 2024. El gobierno abrió un concurso público para diseñar la nueva capital, con más de 250 propuestas recibidas en la primera etapa.
La mudanza será financiada en forma tripartita: por el Estado (20%), por asociaciones público-privadas (54%) y con inversión privada (26%). La idea del gobierno indonesio es que el proyecto de construcción se desarrolle en paralelo a la construcción de un polo de educación, investigación científica e innovación y un centro financiero.
Los grupos ecologistas indonesios han criticado los planes de trasladar la capital. Con el anuncio de Widodo aumentó la preocupación por los vastos bosques de Borneo, las comunidades indígenas y la vida silvestre en peligro de extinción como los orangutanes.
La provincia ya ha sufrido la tala de bosques a escala industrial para la minería, la explotación forestal y el cultivo de palma de aceite. Los proyectos de construcción de carreteras a gran escala, en curso y previstos, amenazan con fragmentar aún más los bosques tropicales de la región, cortando los corredores forestales vitales para el movimiento de la vida silvestre.
A los expertos también les preocupa que el traslado, con la consiguiente afluencia de cientos de miles de funcionarios y otros trabajadores, exacerbe los problemas sociales en el Borneo indonesio, que tiene una larga historia de conflictos con altos niveles de violencia entre la población indígena y los migrantes de otras partes de Indonesia. Más allá de Borneo, las cantidades masivas de hormigón, madera y acero necesarias para construir la nueva ciudad supondrían un desastre no sólo para los bosques de Kalimantan Oriental, sino también para otras regiones del país de donde tendrán que provenir esos materiales.
Allende las críticas, Indonesia continúa con los preparativos. En un viaje a Australia en febrero de 2020, Widodo redefinió muchos de los aspectos de la nueva capital inspirándose en Canberra, otro caso de urbe planificada.
Además de los preparativos para la nueva capital, se diseñaron nuevos paliativos para Yakarta de cara a 2025. Widodo diagramó un proyecto de 40.000 millones de USD para construir islas artificiales en la bahía de la actual capital, que actuarán como un vasto muro costero contra el Mar de Java.
Widodo, reelegido para un segundo mandato en mayo del año pasado, lanzó los dos paquetes de reformas urbanas en vísperas del 75° aniversario de la declaración de independencia de Indonesia. Así, Widodo quiere sumarle el bienestar social a la consolidación democrática y el desarrollo económico.
Adicionalmente, el presidente quiere impulsar la mayor economía del sudeste asiático, muy sensible a la ralentización del crecimiento mundial que solo se agravó con la pandemia en 2020. La economía se ha expandido alrededor del 5% anual, pero muy por debajo del 7% que Widodo había prometido a comienzos de su primer mandato.
Inicialmente se proyectaba que la nueva capital estuviera en pleno funcionamiento para 2045. Sin embargo, el comienzo de la construcción de la nueva capital -previsto para 2021- fue pausado por la crisis del COVID-19, frente a la cual el gobierno ha sido ampliamente criticado por las altas tasas de mortalidad y falta de testeos.
UNA BOMBA DEMOGRÁFICA EN EL DESIERTO
El Cairo, ubicada en el cuello del delta del Nilo, con casi 21 millones de habitantes, es la séptima ciudad más poblada del mundo y la más grande de África. Con poco más de dos millones de habitantes hace 70 años al momento de la revolución nacionalista de Gamal Abdel Nasser, ya multiplicó por diez su población.
A finales de 2018, la población de Egipto alcanzó los 100 millones de habitantes con sólo 6% de su tierra utilizable. Además, es el país más poblado de Medio Oriente y el tercero más poblado de África, con un crecimiento demográfico anual del 2,45%. La capital de Egipto tiene una escasez de viviendas tan acuciante que los residentes ocupan todo el espacio viable, incluso las tumbas sobre el suelo en la necrópolis de el-Arafa.
Con este panorama, el gobierno del presidente Abdelfatah el-Sisi decidió trasladar la capital de El Cairo a una nueva ciudad, a medio camino entre ésta y el puerto de Suez, debido al rápido crecimiento de la población. La Nueva Capital Administrativa (NAC) está planeada para ser el hogar de cinco millones de personas, lo que la convierte en la mayor capital planificada de la historia de la humanidad.
El Cairo ha sido la capital de Egipto durante más de mil años, pero está a punto de ser destronada de su posición en 2022. La construcción de la NAC comenzó en 2017 y la mayoría de los edificios del gobierno comenzaron a trasladarse allí ya en 2019.
Egipto es una potencia en el rubro de la construcción. Según la consultora internacional Deloitte, fue responsable de 1 de cada 10 construcciones en toda África en 2018. Dentro de esta cifra están los casi 50 megaproyectos de infraestructura por USD 80 mil millones, lo que representa 1 de cada 6 dólares para la construcción en todo el continente africano.
La escala y eficiencia estatal tiene que ver con el ritmo de crecimiento y la circulación de la población egipcia. Dada la presión demográfica, se necesitan más de 500.000 nuevas unidades residenciales cada año para satisfacer la demanda, y el sector privado a plena capacidad puede aportar menos del 15% de esta cifra.
De hecho, la urbanización y el aumento de la utilización de la tierra es una prioridad para la Autoridad de Nuevas Comunidades Urbanas (NUCA, por sus siglas en inglés) del gobierno, instituida en 1979 y que con el proyecto de la NAC comenzó su cuarta generación de proyectos. La NUCA tiene como mandato aumentar el porcentaje de utilización de la tierra al 14% para el año 2050.
La NAC es solo el comienzo. El Ministerio de Vivienda de Egipto tiene previsto construir unas 20 nuevas megaciudades que abarquen una superficie total de 2.436 km2, con el objetivo de dar cabida a 30 millones de personas.
El proyecto se lanzó en 2015 con las primeras obras de construcción, que hasta la fecha se estiman en USD 58.000 millones. El gobierno egipcio no ha asignado ningún fondo del presupuesto nacional ordinario a la NAC, sino que ha absorbido los costos mediante la venta de tierras aledañas.
Con decenas de miles de trabajadores y cientos de ingenieros trabajando día tras día y toneladas de material de construcción, agregados y cemento procedentes de fuentes nacionales y extranjeras, se espera que la nueva capital egipcia esté terminada en un tiempo récord de cinco años.
La NAC incluirá el parlamento de Egipto, 34 ministerios gubernamentales y un complejo presidencial, un nuevo aeropuerto y un distrito de negocios. La NAC tendrá la Torre Icónica de 385 metros de altura y 80 pisos, que será la más alta no sólo de Egipto sino de toda África, y un parque del doble del tamaño del Central Park de Nueva York.
La nueva capital tendrá 2.000 nuevos centros educativos, casi 700 hospitales y centros de atención médica y una veintena de barrios residenciales. El elemento simbólico es claro: la NAC tendrá más de 1.200 mezquitas e iglesias. De hecho, en 2019 el-Sisi inauguró en la NAC la mayor catedral de Medio Oriente, La Natividad de Cristo, y la Gran Mezquita de Al-Fattah Al-Aleem, la segunda más grande del mundo después de la Gran Mezquita de la Meca en Arabia Saudita.
En 2020, poco después de que el COVID-19 llegara a Egipto a principios de abril, el presidente el-Sisi pospuso la construcción para frenar la propagación de la enfermedad. Sin embargo, los funcionarios trataron de mantener los proyectos principales para proteger los puestos de trabajo. Desde entonces, la construcción se ha reanudado pero a menor escala, utilizando el sistema de turnos de modo que la proporción de la mano de obra presente en el lugar no supere el 70%, para que los trabajadores no se acerquen demasiado.
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